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CAPÍTULO UNO.

CAPÍTULO UNO: LA BELLEZA DE PANDORA.




Pandora.

Siempre se cuestionaba por qué habían llamado a la quinta luna así. ¿Podría haber sido por sus animales salvajes? Los cuales eran casi idénticos a los de la tierra, solo que más salvajes e imposible de domesticar para el ser humano. ¿O por su extraña flora? La cual no sabías si te mataría con un solo roce. También podrían aterrorizarlos el hecho de sus nativos y similaridad con la evolución humana, siendo los seres azules de tres metros quienes utilizaban aún arco y flecha mientras que el humano destruía su propia tierra, aniquilando a su propia gente.

Pero a sus ojos, Pandora estaba llena de vida.

Vida que el humano estaba arrasando.

Años y años de estudio, y años de preparación para encontrarse con que la misión no era conocer seres de otro planeta, aprender de ellos, vivir con y para ellos, sino desabastecerlos de todo lo que podían en busca de minería.

Toda esa tierra destruida con tal de llenar sus bolsillos de dinero. Dinero que no serviría para nada ni en Pandora y mucho menos en el planeta Tierra; ¿Cuál era el chiste? Su planeta se estaba muriendo, pedazos de papeles con figuras importantes ya habían pasado de moda.

Pandora se encontraba a exactamente 0.15 años luz de donde residía la especie humana, eso equivalía a aproximadamente casi 6 años de viaje sin descanso. Amil aún recuerda como sus manos comenzaron a sudar la primera vez que la cámara criogénica se abrió luego de un largo viaje, y más aún cuando informaron de su llegada a Pandora.

Hasta ahora había aprendido tres cosas sobre la luna: el aire es completamente toxico, en 20 segundos te desmayas y en 4 minutos mueres; pero para eso existían las Exomáscaras, unidades de respiración personal que filtra el aire de la atmósfera tóxica de Pandora.

En segundo lugar, Amil estaba más que segura que no había forma que ella sea parte de las verdaderas intenciones del Programa Avatar. Le encantaba su forma Na'vi, amaba el hecho de poder sentir a Pandora sin necesidad de tener cuidados. Congeniar y socializar con el clan Omaticaya la hacía levantarse de su cama con una sonrisa en su rostro.

Lo amaba, en verdad lo hacía.

Pero el tratar de colonizar, asesinar u obligar a migrar a toda la aldea que había en la zona le parecía una locura, y lo peor es que ni siquiera era por una cuestión de seguridad, era simplemente para la explotación de la minería.

Y por último. Definitivamente su vida favorita de Pandora eran los nativos.

Tenían una piel suave y camuflada de color cian, tienen grandes ojos amarillos y largas colas. De su cabeza se desprendía una larga trenza que la mayoría de las veces llegaba a la cadera, pero en el caso de Amil, su cola neuronal era de larga hasta su cintura. Nunca supo porque se debía esto. Los científicos y doctores que se encargaban de criar y realizar los cigotos híbridos de ADN humano y Na'vi, le aseguraron que no afectaría a su salud, que tan solo era una malformación genética. Pero aun así, esta funcionaba.

La cola neuronal era básicamente una extensión del sistema nervioso, solo que los nativos le daban un significado más espiritual según lo que Amil había comprendido. Permitía la unión física, mental y emocional con la flora, fauna y los propios nativos, o como estos le llamaban, el Tsaheylu.

La conexión espiritual con absolutamente todo lo que los rodeaba era digno de emocionarse, pero a Amil simplemente le causaba una tristeza tremenda, deseaba que los humanos vieran a su propio planeta de la forma que los nativos lo veían.

Ver.

Te veo.

Era sagrado para los Na'vi.

E incluso Amil estaba tratando de adoptarlo.

Ver. Te veo. Veo tu alma. Veo quien en verdad eres. Te veo, te recibo y me conecto contigo.

Para Amil era realmente poético cada simple cosa que los Na'vi creían. Ella también quería ver. Ella también quería ser capaz de ello.

No eres como los demonios andantes. Tú quieres ver. Eywa lo sabe— había dicho Mo'at, la líder espiritual del clan. —Pero aun así, estas cegada. ¿Qué es lo que te ciega, joven Amil?

¿Qué era lo que la cegaba?

Ella debió dejar a toda su familia en la tierra sabiendo que probablemente nunca más tendría contacto con ellos, ¿acaso era eso y Mo'at lo sabía? ¿O la perseguía el simple hecho de compartir vivienda con quienes querían destruir las tierras de Pandora?

¿O era su propio cuerpo humano quien la limita?

—¡Despierta, solecito. Hay mucho para hacer!

Amil suspiró tapándose la cara con las mantas en un intento que la doctora Grace Augustine la dejara dormir al menos media hora más.

Grace Augustine. Toda una leyenda. Llegó hace 13 años a Pandora, comenzó a explorar la flora de Pandora, y literalmente escribió el libro sobre la botánica única que descubrió.

Actualmente jefa del programa Avatar y maestra.

Grace y René Harper fundaron una escuela para enseñar a los jóvenes Na'vi del Clan Omaticaya inglés y otras materias. Escuela la cual Amil era parte.

—Con que esto es lo que causa que no estés al cien— rápidamente Amil se destapo sentándose rápidamente.

Observó cómo la doctora tenía en sus manos su cuaderno de dibujos, la mujer pasaba cada hoja examinándola una por una, asintiendo de vez en cuando al darse cuenta que Amil tenía talento.

Mujeres, niños, hombres, paisajes, animales. Amil realmente le dedicaba tiempo a los dibujos tallados en lápiz negro.

Amil suspiró. —Son mejor que una fotografía— afirmó la muchacha flexionando las piernas hacia su pecho y relajando sus brazos en ellas.

—Si. Lo son— acordó la mujer. Cerró la libreta y lo lanzó nuevamente a la cama. —Cinco minutos. Ya.

Amil cerró sus ojos en busca de concentración.
Mente en blanco, mente en blanco, se repetía constantemente en su cabeza. El ruido que causaba la máquina la distraía, sumando que estaba exhausta para gastar energía en su conexión.

Mente en blanco, mente en blanco; pero no sirvió de nada al soltar un suspiro frustrado junto con Grace abriendo la Cámara de Enlaces.

En pocas palabras, te metían en un ataúd de alta tecnología en donde se conectaba con tu avatar.
Cool, ¿verdad?

Amil observó el celo fruncido de Grace y apoyo sus codos en la cámara aún acostada en busca de acercarse —No me puedo conectar— susurró indicando lo obvio.

—Conéctate— respondió de igual forma presionándola.

—No puedo.

—Solo conéctate.

—No puedo conectarme.

Grace suspiró frustrada a la pequeña discusión en susurros con su alumna estrella.

—Creo que es porque estoy cansada— trato de darle una explicación la más joven, quien solo lo empeoro causando que la doctora la mire con reproche.

—Máscara y afuera— exigió la mujer alejándose de su cámara para dirigirse a la de ella.

Amil suspiró.

Caminar como humano en la luna Pandora era completamente extraño, sentía su cuerpo más pesado y se le dificulta el caminar, parecía como si una ráfaga de viento tratara de impedirle el paso y cualquier actividad física. Todo lo debía hacer con el doble de la fuerza requerida.

Observó a Grace en su forma Na'vi, teniendo que doblar su cuello hacia atrás para tener una mejor percepción del rostro de la mujer, quien se acercó dispuesta a hablar y comenzar a darle órdenes.

Amil dió un paso hacia atrás debido a la impresión de altura, era algo de lo que uno nunca se acostumbraba como humano. Era irreal lo grandes que eran.

—Ven.

Grace tomó a Amil como si nada, como si fuera un simple bebe que tenía que ser movido de aquí para allá. La humana enganchó sus piernas al torso de Grace y sus brazos en el cuello, buscando mejor estabilidad. No era que no confiaba en la doctora, pero el hecho de que podía caer y romperse un hueso le era suficiente.

Apenas había amanecido y la escuela ya estaba habitada por varios alumnos Na'vi, quienes se acercaron corriendo al ver como ambas llegaban pero aún así pasaron por alto a Grace, yendo directamente hacia Amil y su forma humana.

Los Na'vi no estaban sorprendidos que la muchacha apareciera de vez en cuando con su cuerpo habitual, aunque se les hacia raro de verla tan chiquita y de otro color, era lo que más les llamaba la atención por el momento.
Los niños, que medían varios centímetros más que ella, comenzaron a pegar tirones de sus brazos tratando de llamar su atención al mismo tiempo, mientras que otros estaban tocándole el cabello al verlo peinado como usualmente los Na'vi utilizaban.

Grace sonrío a tal escena, la muchacha trataba de atender a todo lo que le decían, escuchando las palabras mezcladas en idioma nativo e inglés, obligándose a ella misma a entender el dialecto a medias.

A las personas del cielo son como bebés, no crecen más que eso— Neytiri hizo su aparición riéndose de los infantes colgados de alguien más pequeño que ellos. —Eres tan frágil y chiquita— se burló la muchacha espantando a los niños, quienes salieron a correr disfrutando de los momentos libres.

Neytiri. Segunda princesa del clan Omaticaya, siendo la primera y legítima heredera su hermana Sylwanin.

Amil rió levemente ante el comentario de su alumna prodigio.

Neytiri tenía aproximadamente 16 años humanos, difícil de calcular debido a las complicaciones matemáticas comparadas a las de la tierra. Y aunque su corta edad decía mucho de ella, Neytiri era sabia y al igual que su hermana mayor creía que en la gente del cielo había rastros de bondad, rastros de querer ver, querer conectar.

Sylwanin y Neytiri siempre ponían de ejemplo en la aldea sobre ella y Grace, quienes estaban en constante contacto con los nativos admirando la belleza tanto de ellos como de su amado planeta. Les sorprendía el esmero que tenían para aprender y les causaba curiosidad su interés, su indagación al no comprender una palabra o el hecho que explicaban frente la clase con tanto cuidado y emoción. Se preguntaban entre ellas ¿Por qué? ¿Cuál era el punto de ello?

Ellas eran puras. Ambas lo sabían.

Sylwanin fue testigo de ello. Una señal enviada de Eywa, su diosa, su fuerza guia y todo lo que ellos eran gracias a ella.

La na'vi recordaba ver al avatar de Amil de espaldas a ella jugando con algunos niños de la escuela, aun no confiaba plenamente en los colonizadores y mucho menos para tener contacto con los niños de su clan, por lo tanto, siempre salía con su arco y flecha a analizar de cerca las intenciones de la nueva muchacha que arribó la escuela de Grace.

Sonrió levemente a los niños tratando de derribarla, hasta que vio como al demonio andante empujar a uno de los niños, sin medir su nueva fuerza, lanzándolo al lodo.

Sin dudarlo, Sylwanin rápidamente tenso su arco apuntándole directamente en la cabeza dispuesta a derribarla, pero su ceño fruncido y la rigidez de su cuerpo fueron lentamente cesando al ver la imagen frente a ella. Una semilla del árbol de las almas posándose en la punta de su flecha que aun apuntaba a Amil, deteniendo todo movimiento en ella y causando que baje su arco y flecha.

Examinó unos segundos más al espíritu sagrado que detuvo el asesinato, quedándose examinando las acciones de la muchacha extranjera.

Amil se había arrodillado en el piso al ver como su alumno cayo, atendiéndolo y asegurándose que ninguna herida de gravedad lo haya afectado.

Lo lamento tanto. ¿Duele?— hablo Amil en idioma na'vi ayudando al niño a sentarse, quien levantó su brazo mostrando una raspadura.

La leve expresión de dolor que colocó el nativo le confirmó su pregunta.

Suavemente tomó el brazo del niño y lo solo en busca de aliviar el ardor.

Mi madre me decía que el dolor nos recordaba que estamos vivos— le contó suavemente al niño y a los demás que se acercaban con curiosidad.

¿Tu madre es como tú?— inquirió una de las niñas, causando que Amil sonría y asienta con una leve sonrisa.

—Lo es. Lo era. Falleció— habló en su idioma natal. Su madre no estaba muerta al irse de la tierra, pero luego de pasar casi 6 años viajando era mejor darlo por hecho. —Pero tengo un perro que se llama Rudolf.

—¿Qué es un perro?

Sylwanin se quedó observando las horas y horas que la muchacha narraba su vida humana en el planeta Tierra, causando curiosidad e interés en los niños, quienes se sentaron alrededor y algunos encima de ella en busca de escucharla.

En busca de ver.

Amil les sonrió a los na'vi adolescentes, quienes daban vueltas en el aula de clase sin saber dónde tomar asiento, mientras hablaban en su idioma natal ignorando como la humana acomodaba los libros para comenzar.

Escucho siseos entre los estudiantes, donde rápidamente Amil decidió intervenir al observar a los dos na'vi que se mostraban sus colmillos colocando sus orejas hacia atrás mutuamente en señal de reto.

—¡Hey!— llamó la atención Amil, causando que los nativos que estaban delante de ella abran paso para que intervenga sin problemas. —Para peleas estamos al pie de cañón. La escuela no tolera la violencia— advirtió logrando que simplemente los indígenas solo se miren mal y con remordimiento.

La primera vez que Amil había ingresado a la escuela en su forma humana, muchos nativos se extrañaron de ello, incluso la mismísima Grace le había preguntado qué diablos estaba haciendo. La humana quería causar una conexión con los originarios, quería que vean como en realidad ella es, su estatura, color de piel, cabello, quería que observaran a ella; no a una marioneta de color azul.

Quería llegar a ellos.

Quería que la vean.

Y aunque había costado muchísimo, los na'vi aprendieron a respetarla en cualquiera de sus dos formas, en la que media tres metros y era igual a ellos, y también en la humana de 1,60 con máscara de oxígeno.

—Cuanta tensión hay en este lugar. Estoy a punto de cortarlo con un cuchillo— acotó la humana divertida al mismo tiempo que sus alumnos tomaban asiento. Se sentó en el escritorio que había delante de la clase con una sonrisa.

Observó a cada uno de los nativos, quienes casi sin darse cuenta le dirigían una pequeña sonrisa al ver cómo se posaba los ojos de la castaña en ellos.

Respiro hondo el oxígeno que le proporcionaba la máscara, dirigió su mirada hacia la ventana que daba con el exterior, revelando la hermosa flora de Pandora a su alrededor, causando que su sonrisa se ensanche más.

—Es un hermoso día— afirmó la muchacha en voz alta, causando que los na'vi giren su cabeza hacia el mismo lugar donde ella miraba. —¿Qué les parece si hacemos la clase afuera?

Bajo de su escritorio riendo levemente al escuchar cómo los nativos rápidamente se levantaban soltando aullidos de felicidad y bullicio sin detenerse a esperarla para ir al exterior.

Al mismo tiempo que salían, ubico como Neytiri era una de las primeras en salir corriendo hacia la naturaleza, soltando risas y festejos.

Amil odiaba la idea de privarlos de eso. Estaban acostumbrados a sentir flora entre sus pies, y extremidades, le parecía inhumano el encerrarlos en lo que sería un prototipo de aula de clase. Ellos debían adaptarse a Pandora, no los nativos a sus costumbres. Era lo mínimo que podía hacer.

Entre las cabezas que seguían una dirección, ubico a otra que iba en contra. Prestó atención al ver como Tsu'tey entraba empujando a sus compañeros, agitado debido a la corrida que había hecho para llegar. Amil sonrió al verle la cara de preocupación, probablemente por su cabeza estaba pasando que la clase ya había finalizado. Pero el nativo suspiró al ver la sonrisa divertida que le dirigía la humana.

—Si te metías entre los demás no iba a notar que llegaste tarde— se burló la humana doblando su cuello como de costumbre cuando se dirigía a un nativo.

Te veo— sus dedos tocaron levemente su frente y apuntaron vagamente hacia ella, agachó levemente su cuerpo a medida que decía y hacía esto en señal de respeto.

—Me gustaría decir lo mismo— mustió con pesar pero sin quitar su sonrisa, observando como el nativo volvía a adoptar su posición erguida natural y ella a doblar su cuello.

Usualmente, sus alumnos se veían entre ellos, se respetaban entre ellos, oía como por voz baja veían al quien recién llegaba, no la malinterpreten Amil adoraba que a ella siempre la recibían con emoción de aprender nuevas cosas; pero Tsu'tey era el único que la veía y demostraba hacia ella, pero continuamente daba la casualidad que únicamente en su forma humana la veía. Lo comprendía. Su avatar era un cuerpo sin vida que ella invadía para tratar de encajar, y hasta ahora, Tsu'tey había sido en único que comprendió su idea de mostrar su verdadero yo.

La clase será afuera. Arcos y flechas se dejan dentro— indico la muchacha tomando los libros de cientos de páginas con un brazo, siendo el nativo quien rápidamente se los quito sin siquiera de inmutarse en su peso. —Gracias, 'tey.

El nativo apretó sus labios y le dio un asentimiento en forma de recibir su agradecimiento.

La muchacha pasó por su lado dirigiéndose directamente afuera bajo la mirada de Tsu'tey, quien la siguió hasta que sus compañeros acapararon a la humana. Rápidamente dejó sus armas y salió con los libros en mano titulados La Ilíada y la Odisea.

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