𝟬𝟯𝟱 | infected
035. ┊໒ ⸼ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗜𝗥𝗧𝗬 𝗙𝗜𝗩𝗘 ──
── 𝗂𝗇𝖿𝖾𝖼𝗍𝖾𝖽 •˖* 📼 ☄️
(ando inspirada, así que aprovechen y denle apoyo al fic para actualizar rápido <3
Era gracioso, incluso raro, ver cómo los hermanos Dixon habían cambiado desde que me conocieron, o al menos desde que entré a su familia. Digo esto porque soy fiel creyente de que si no hubiera entrado a su vida, ellos en este momento no estarían invadiendo mi celda a estas horas de la madrugada, sacándome a rastras y en pijama. Creo que tener a alguien a tu cuidado cambia las cosas... O quizás solo quieres librarse de mí, porque tienen dos cajas en sus manos. Quizá me corten en pedacitos y me pongan ahí, quién sabe.
─ Espero que esas cosas valgan la pena, porque tengo sueño. ─dije, señalando sus cajas mientras me frotaba los ojos; en verdad, era muy temprano. No estaba bromeando.
─ ¿Esto? ─me preguntó papá, restándole importancia, como si en verdad eso no fuera para mí ─. Pff, no es para ti.
─ Hermano, pero si es para ella...─recibió una mala mirada de su menor, haciéndome sonreír.
─ Bien ─suspiró el ballestero, rodando los ojos ─. Primero, Merle.
─ ¿Por qué ? ─cuestionó este con indignación.
─ Porque tu regalo es más...pequeño. Sí, eso. Y porque lo mejor...osea, mi regalo, debe opacar al tuyo.
Ahora tenía más curiosidad.
─ Toma, chimuelo. ─me ofreció papá, resignándose a la idea de que su hermano mayor no me daría su obsequio primer
Era una caja larga, la cual tome en brazos. Parecía ser más grande que yo, aunque quizá solo este siendo exagerada.
─ Tío Merle, me das una mano. ─pedí, ya que no había algo donde apoyar el regalo, y no lo quería poner en el suelo.
Levante la mirada y tío Merle miro uno de sus manos ─cargaba otro de mis regalos ─, y la otra tenía la cuchilla que reemplaza su mano faltante.
Me tarde en captar lo que dije, solo vi a papá riendo por lo bajo, ofreciéndome sus brazos para yo abrir la caja.
─ Wanda se burló de mí; ella se volvió salvaje. ─murmuró con indignación, mientras yo abría mi obsequio.
Abrí mi boca por la emoción, me quedé callada porque el aire salió de mi cuerpo por un segundo. Luego, empecé a dar saltitos por la felicidad que me causó el obsequio; creo que es el mejor que pudieron darme.
─ Y-yo... ¡Me gusta! ─chille mientras brincaba ─. P-pero...no se usarlo.
─ Tienes puntería con la ballesta, no será difícil usar un arco.
Tomé el arma en mis manos; era uno negro, parecía de esos profesionales que veía antes en las películas. Papá lo tomó entre sus manos, para luego ayudar a pasarlo por mis brazos y así cuelgue por mi espalda.
─ Las flechas faltan armarlas. ─me explicó.
─ Tengo un esclavo para eso ─dije con naturalidad, llevándome una mirada de confusión de ambos adultos ─. Le ganamos en póquer a John y Carl, y como no quisieron darnos sus gomitas, serán nuestros esclavos por una semana.
─ Eso suena muy razonable. ─sonrió papá con orgullo.
Mientras yo seguía emocionada por la simple razón de que ahora yo tenía un arma característica para mí (porque nadie más en el grupo usaba una)
─ Ahora el mío. ─me ofreció mi tío.
Tomé la caja y de ella saqué un sombrero; era un sombrero de bordes punteados de color negro, y una pequeña tira.
─ Gracias. ─sonreí, dejando que él me pusiera el sombrero en la cabeza, y ajustando la tira que pasa por mi mentón para que no quede muy floja.
─ Ahora no tienes nada que envidiarle al mini-sheriff falso ese.
─ Gracias por todo esto. ─volví a agradecer a los hermanos, que no pudieron evitar sonreír al verme a mí irradiar felicidad.
John y yo habíamos actuado de ninjas para poder escapar del gobierno del terror de Rick Grimes... Bueno, así es como le decíamos a la tarea de limpiar el corral de los cerditos, y como Rick era quien nos lo ordenaba, pues, creo que esta más que claro porque el nombre.
Aunque como a nosotros nos gusta el olor del peligro, no estábamos muy lejos de ahí; incluso podíamos ver a Carl haciendo la tarea que nosotros dos evitamos. Vaya, él no pudo correr tan rápido, ni siquiera fingir que estaba enfermo o cansado; es muy malo actuando.
Estábamos a punto de buscar si sobró algo por el desayuno, para así poder robar y comer; sin embargo, el sonido de un par de disparos nos hizo sobresaltar. Nos levantamos del piso y logramos ver cómo Lizzie salía corriendo de aquel pabellón junto a su hermana menor.
─ ¡Ayuda! ¡Por favor! ¡Vengan rápido!
Aquello solo encendió todas mis alarmas internas. Miré a todos lados, y antes que pudiera palmear mi cuchillo escondido en el pantalón, John me estaba apresando entre brazos, pasando ellos por mi cintura, evitando que me vaya.
─ En verdad lo siento, JB. ─digo, antes de darle un codazo en las costillas, lo suficientemente fuerte para que me soltara, pero no tanto para hacerle daño...bueno, no tanto daño.
─ ¡Caminantes en el D! ─escuché gritar a Glenn, mientras yo comenzaba a correr lejos de mi amigo, quien soltó quejidos de dolor.
─ ¿Y qué hay del C? ─pregunté yo, corriendo al lado de Glenn y los demás.
Mi padre y tío Merle me vieron, sin embargo, no me retaron, sabían que esto es el tipo de cosas que yo hacía. El tipo de cosas que ellos hacían. De tal palo, tal astilla, supongo.
─ ¡Despejado! ─me respondió Sasha ─ ¡Cerramos las puertas! ¡Hershell está en la guardia!
─ ¡No ingresaron! ─gritó papá.
─ ¡Hemos seguido el plan! ─exclamó Sasha, pero esta vez para Rick, que había llegado a nuestro lado.
Al entrar al pabellón, todo se había convertido en un completo caos. Las personas estaban siendo mordidas, los niños llorando muy asustados por ahí. Tío Merle me lanzó un revólver, el cual tomé en el aire y me fui a ayudar a todo niño que encontrara.
Fui hacia quien tenía más cerca, Luke. El pequeño estaba llorando mientras escapaba de un caminante, así que corrí en su dirección. Disparé en la cabeza del errante y luego tomé del brazo a Luke, empujándolo en dirección a Karen, la novia de Tyresse. Ella estaba ayudando a los más pequeños.
Gire sobre mis talones, cerca de las escaleras, una niña de overol, cabello castaño y muy pequeña. Creo que la vi conversando con Lizzie y las demás niñas hace unos días. El punto ahora es que estaba asustada, hecha bolita en la segunda grada, y con un caminante respirándole en la nuca.
Me acerqué lo más rápido que pude. Ni siquiera sé cómo logré levantarla con uno de mis brazos, ni cómo disparar con el otro. Quizá sea porque la niña asustada se aferró a mí como un koala a un árbol, haciendo muy fácil mantenerla cargada. Finalmente, eliminé a un par de errantes más del camino y finalmente fui hasta donde estaba Karen, y le entregué a la niña.
Luego de eso, seguí ayudando personas.
─ ¡Sam! ¡Aquí conmigo! ─llamó papá, así que subí las escaleras, esperando la siguiente orden ─. Revisa que no queden caminantes.
Yo asentí, guardando mi arma y sacando mi cuchillo, empezando a ir con papá, Glenn y Rick a revisar. Me sorprende que no me saquen del lugar a encerrarme en una celda para que no haga nada estúpido.
Bueno, hice lo que me pidieron. Estaba a punto de decir que la habitación donde estaba se encontraba despejada; sin embargo, salí corriendo de ahí cuando escuché un grito de Glenn. Vi que un caminante se fue contra él, así que sin pensarlo mucho, fui hasta él y clavé un cuchillo en el cráneo del no muerto.
─ Gracias. ─me dijo, estabilizando su respiración.
Los tres adultos fueron los primeros en abrir la cortina de la siguiente celda, y antes de que yo pueda entrar, me detuvieron.
─ Sam, mejor ve con los demás...
Ignoré las advertencias de Rick y entré... Quizá no debí hacerlo.
Mi corazón dio un vuelco al ver a mi amigo muerto, convertido en esas cosas que nos habían enseñado a temer y matar. No podía creerlo.
─ P-Patrick ─titubeé, empezando a irme de allí, ignorando los llamados de los tres adultos.
Pero aquellos llamados eran opacados por la culpa, de no sé exactamente por qué, de alguna manera me sentí culpable. Y pensaba a cada paso:
¿Qué hice mal? Perdí a un amigo . . .
Todo estaba en silencio, excepto por los gritos que venían de mi cabeza. Rick me había dado instrucciones claras: no podía salir, así que espere.
Cuando por fin salí junto a él, vi a Carl y Maggie sosteniendo a Michonne, que apenas podía caminar. Tenía el tobillo hinchado, y cada paso parecía dolerle. John estaba junto a ellos, pero en cuanto me vio, vino corriendo hacia mí.
Carl también soltó a Michonne y fue directo a abrazar a su papá. Se aferró a él como si pudiera arreglarlo todo. John, en cambio, me abrazó a mí.
─ No vuelvas a hacer eso. ─me dijo, apretándome con fuerza. Sentía sus brazos temblar, él era así.
Quizá mucho se burlarían de él por ser como es, pero resulto ser un buen amigo y una mejor persona si consideras que es hijo de Shane Walsh, pero lo es. Al principio creí que solo se llevaría bien con Carl, pero logro ganarse mi corazón en tan poco tiempo.
Bueno. No era momento de hablar de como me llevo con John, mucho menos cuando recordé lo que Rick me había dicho. Así que me aparté de él, limpié mi nariz y respiré hondo.
─ Estoy bien, estamos bien. ─dijo Rick, tratando de calmar a Carl.
John intentó acercarse de nuevo, pero levanté las manos, deteniéndolo.
─ ¿Por qué lloras? ─me preguntó, con los ojos llenos de miedo ─. No me digas que... ¿te mordieron?
Negué con la cabeza, pero no podía hablar. Mi garganta estaba cerrada.
─ Dinos qué pasa. ─dijo Maggie, viéndome con preocupación.
Mi mirada se desvió hacia una mujer que caminaba lentamente. Era Liana, y llevaba a su hijo muerto en brazos. Lo reconocí al instante. Era uno de los niños a los que había enseñado a defenderse. Sentí que algo dentro de mí se rompía.
─ Anoche Patrick se enfermó ─dijo Rick, rompiendo el silencio ─. Una especie de... de...
─ Gripe ─dije, limpiándome las lágrimas como pude ─. Avanza muy rápido. Creemos que Patrick murió por eso, y luego atacó el pabellón. Perdimos a mucha gente.
Siempre perdemos a mucha gente.
─ Glenn y tu papá están bien ─le dijo Rick a Maggie ─. Pero no deben acercarse a nadie que estuvo expuesto. No por un tiempo.
─ ¡Pero mi papá! ¡Sam! ─dijo Carl, la desesperación evidente en su voz.
─ Carl, estaré bien ─le dije, tratando de sonreír aunque sentía que me derrumbaba ─. Prometí no morir, ¿recuerdas?
Él asintió con la cabeza, mordiéndose los labios para no llorar. Luego volvió con Michonne para ayudarla a caminar.
─ ¡Díganle a Sophia que la quiero! ─grité, sin poder evitar que mi voz se quebrara.
─ ¡No es una despedida! ─me regañó John, pero su voz era más una súplica que un reclamo.
Ojalá tuviera razón. Pero en este mundo, nunca se sabía.
─ ¡No es una despedida! ─me volvió a regañar John.
Sophia me miró con los ojos llenos de preocupación antes de soltar lo que parecía ser un regaño que había estado guardando.
─ ¡Eres una tonta! ─me dijo con un tono extraño, pero su voz temblaba un poco. Había algo más que enojo en sus palabras: miedo.
Hershell me había estado vigilando por horas. A diferencia de Karen, que ya había empezado a toser y tenía fiebre, yo parecía estar bien. Mi piel estaba fría y no había ningún rastro de fiebre. Pero, aun así, me recomendó mantener distancia de mis amigos. Por mi parte, también decidí no acercarme a Judith. No podía soportar la idea de ser la razón de otro sufrimiento.
─ Me dieron luz verde. Creo que no estoy infectada. Pero...
─ Tu obsesión de salvar a todos te va a matar un día. ─me interrumpió John, cruzando los brazos con frustración. Su voz sonaba agotada, como si ya hubiera dicho esto muchas veces.
Traté de ignorar sus regaños. Había algo más que quería saber.
─ Por cierto, ¿dónde está Carl? ─pregunté, buscando con la mirada por el lugar.
─ Creo que estaba hablando con mamá la última vez que lo vi ─respondía Sophia ─. Pero eso no importa ahora. Ven aquí, quiero darte un abrazo.
─ Sophia... ─susurré, sintiéndome insegura. Pero antes de que pudiera decir algo más, ella continuó, intentando sonar divertida aunque su voz tenía un toque de tristeza.
─ Estuve con mamá cuando el papá de Mica y Lizzie se fue... ya sabes, a un lugar mejor. Podríamos tener lo mismo, ¿te imaginas? Podríamos ser hermanas de enfermedad. Increíble, ¿no?
Su tono me partió el corazón. Una mezcla de humor amargo y resignación llenaba sus palabras. A pesar de todo, me dejé envolver por sus brazos. Y en ese momento, algo dentro de mí se soltó. Necesitaba ese abrazo. Había algo tan reconfortante en cómo me sostenía..
Cuando nos separamos, John ya estaba a nuestro lado, con los brazos extendidos y una ceja levantada. Así que acepte un abrazo de él.
─ Si me vuelves a dar un codazo y huyes, te voy a encadenar. ─bromeó mientras me envolvía en un abrazo fuerte. Había algo protector en su gesto, como si quisiera asegurarse de que nada más malo me pasara.
─ Ya, ya, mucho ─respondí separándome de él con una sonrisa ─. Recuerda mi reputación.
Me froté los ojos porque sentía un cansancio raro que se acumulaba en ellos. Pero no era solo eso. Había algo más, un cosquilleo molesto en mi garganta que no podía ignorar.
─ ¿Sam? ─preguntó Sophia, con los ojos abiertos de par en par ─. ¿Estás bien?
─ Sí, creo que se me metió algo al ojo. ─mentí, pero al frotarlos de nuevo, la sensación empeoró. Mi garganta se sentía extraña, como si algo la apretara. Luego llegó una flema espesa, y de pronto todo me resultó familiar. Este malestar ya lo conocía.
Sonreí un momento, tratando de aferrarme a la esperanza, pero la sonrisa se desvaneció rápido. Tosí una vez. Luego otra. Cada tos era más fuerte y más difícil de controlar. Vi a mis amigos intentar acercarse, pero levanté una mano para detenerlos.
─ N-no se acerquen... d-debo ir al aislamiento. ─balbuceé. Las palabras apenas salían de mi boca. Sentía cómo el miedo creció en mi pecho.
─ Estarás bien. Te vamos a acompañar desde lejos. ─dijo Sophia, tratando de sonar segura, pero sus ojos estaban llenos de lágrimas que amenazaban con caer. Pude ver cómo el terror creció en ellos cuando di mi primer paso tambaleante.
Mis piernas empezaron a temblar y pronto no pudieron sostenerme. Todo mi cuerpo cedió y caí al suelo. Sentí el impacto en todo mi ser, pero lo peor fue ver sus caras. Sophia y John corrieron hacia mí.
─ ¡¡¡Sam!!! ─gritaron al unísono, sus voces llenas de miedo.
Con las pocas fuerzas que me quedaban, levanté la mano, intentando detenerlos.
─ A-aléjense. ─susurré, apenas logrando hablar. Cada palabra dolía.
Todo se volvió oscuro, pero lo último que escuché fue un sollozo roto y la voz desesperada de Sophia:
─ No te atrevas a dejarnos...
Y luego, silencio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Com