samara dixon (extra)
── 𝗌𝖺𝗆𝖺𝗋𝖺 𝖽𝗂𝗑𝗈𝗇 🐝•˖* 📼 ☄️
(no se olviden de votar y comentar)
♯➘₊̣̇🐝🌻 ▬▬ 𝗟𝗨𝗖𝗬'𝗦 𝗡𝗢𝗧𝗘 ೃ࿔
Hola, gracias por llegar hasta aquí lector nuevo o lector antiguo. Los quiero. Se que el libro por ahora está en flop, pero amo escribir, asi que me veran actualizando mucho.
Ahora sin más, lloren pues.
ESTABA MIRANDO CON ATENCIÓN A BETH, quien usaba de modelo a Glenn para así poder ejemplificar mejor lo que yo debo hacer. La rubia estaba enseñándome cómo colocarle la venda a Carl y cómo limpiar la herida, para así poder ir yo a ayudarlo, sin la necesidad de que vaya donde Denise, pues hasta donde sé, él no quiere que ella lo revise; le habla con brusquedad, está siendo muy grosero.
O bueno, eso me han dicho, no lo he visto mucho desde aquel día, tan solo cuando fue trasladado a su casa, aunque ahí solo fueron unos cuantos segundos, pues insistió que estaba cansado y que debía dormir.
Desde ese día prácticamente ha usado a su padre o a Michonne de palomas mensajeras conmigo, dándome vagas excusas para que yo no vaya a verlo, pero estoy dispuesta a que eso acabe el día de hoy.
De paso, ayudo a Denise, pues ella termina muy triste cada que intenta ir donde Carl.
─ Ahora tú hazlo. ─me dijo Beth, tendiéndome las vendas.
Las tomé entre manos, acercándome a Glenn, empezando a simular que limpiaba con cuidado la zona alrededor de su ojo; luego también imaginé que le colocaba una crema en la misma zona. Una vez hecho todo lo anterior, me dispuse a colocarle las vendas, tomando cada extremo con cuidado, no sin antes colocar un parche hecho de gasas por debajo, para seguir rodeando su cabeza con lo que resta de las vendas.
Me tardé un poco, pero creo que fue mi mejor intento.
─ Estás aprendiendo. Felicito. ─Beth, mientras Glenn se quitaba todo lo que le había colocado.
—Solo recuerda no pasar la venda por la nariz, ¡porque ahogas al paciente!—se quejó él muy indignado, haciéndome reír; me imaginaba a su pequeño hijo siendo tan dramático como él.
─ Lo tendré en cuenta. ─sonreí con algo de pena; espero que cuando lo haga con Carl todo salga perfecto.
─ Me tengo que ir, pero, Samara, cuida ese tobillo, usa las muletas ─me recordó ─. Denise dijo que si sigues sin usarlas, correrás el riesgo de destrozártelo y no volver a caminar con normalidad.
─ Como digas. —Suspiré, pues odiaba usar las muletas; son muy incómodas, y a pesar de que las usé cuando era muy pequeñita, aún no aprendo a usarlas bien, y corro el riesgo de caerme.
Pero bueno, el coreano se despidió de nosotras dos, pues dijo que tenía que ir a una reunión, de esas que suelen tener muy seguido con Rick y los hermanos Dixon, pues hacen grupos para ir a buscar provisiones, las cuales necesitamos ahora en el campamento.
─ Pasaré por enfermería para que Denise me dé las cosas, pero antes iré con Marianne.
─ ¿La pelirroja que conversaba con Daryl aquel día?
─ Sí, ella misma. Me invitó a almorzar; su grupo de búsqueda saldrá, pero ella se quedará esta vez. Está algo sola, pero aquí estoy yo para ayudar. ─sonreí, comenzando a irme.
Salí de mi casa acomodando mis dos trenzas, pues después de mucho tiempo, hoy volvía a usar mi sombrero, aquel que me regaló tío Merle en la prisión, y pues llevarlo con coleta no era una opción, así que me hice mis confiables trencitas.
En el camino, saludé a cuantas personas veía, a cada uno con una agradable sonrisa. Ellos me preguntaban cómo llevaba lo del tobillo, porque incluso después de eso, yo estuve ayudando en enfermería, y muchos están agradecidos por la ayuda.
Hoy por primera vez había notado que comenzaba a cojear, y bueno, creo que era de esperarse, no he descansado mucho, y ahora me enfrento a las consecuencias.
Debo usar muletas.
─ Buenas tardes, Aaron. ─saludé, agitando mi mano fervientemente mientras en mi cara aparecía una sonrisa.
Aaron es una de mis personas favoritas en Alexandria; es un buen tipo con ganas de ayudar a las personas, me agrada.
─ Buenas tardes a ti, Mara ─me devolvió el gesto ─. ¿A dónde vas con tanta emoción?
─ Con Marianne, me invitó a comer ─le respondí, aunque segundos después fruncí el ceño e hice un ademán de pensar ─. Aún no sé qué habrá cocinado, porque quedaban latas de cosas raras en la despensa... pero una invitación a comer nunca se niega.
─ Bueno ─murmuro, dejando una palmadita en mi brazo ─. Nos vemos. Diviértete con Marianne, ¡Y usa tus muletas!
Yo asentí. ¿Acaso todo el mundo me tiene que recordar usarlas?
No, una mejor pregunta: ¿Acaso Denise le dio mi diagnóstico a todo ciudadano de Alexandria? ¿¡Porque todo el mundo sabe!?
Pero bueno, comencé a avanzar hacia aquella casa que suelo frecuentar muy seguido. Ahí, dejé unos cuantos golpes en la puerta.
─ Hola. ─saludé mientras entraba, porque según yo, ya tenemos confianza, pues ya he venido varias veces.
─ Acabo de servir. ─sonrió, trasmitiéndome calidez.
La seguí hasta el comedor, y me senté donde ella indicó. En el plato vi un guiso que, a decir verdad, tenía muy buena pinta, y de olor... ni que se diga, solo me hacía salivar.
─ Carol me paso una receta, pero llevaba nueces, y yo soy alergica, así que...─se encogió de hombros ─, no se las puse, pero lo intercambie por algunos condimentos que tenía. Esperemos que este rico.
─ Yo también soy alérgica a las nueces, bueno, a alguna de ellas... a la mayoría de ellas, a decir verdad. Me encogí de hombros, aunque por dentro estaba feliz porque podemos crear un club de las alergias.
─ Él también. ─murmuró de pronto, mirando con nostalgia un punto de la casa.
─ ¿Él, quién?
─ Oh ─miro a todos lados, como si buscara algo ─, uno de los chicos que vive aquí conmigo, el de mi grupo de exploración.
─ Compartes mucho en común con ellos, eso es muy bueno, y más si pasan tanto tiempo juntos ahí afuera. ─señale, tomando el tenedor para empezar a comer.
Tome el primer bocado de comida, luego el segundo y luego el tercero. Estaba todo tan delicioso, y yo tenía mucha hambre, a decir verdad.
Sophia y yo habíamos estado donando nuestras raciones a personas que lo necesitaran más, como ancianos o Judith.
─ Esto es tan rico ─solté con emoción ─. Podría comer esto por el resto de mi vida... ¡Pero no se lo digas a Beth o Carol!
─ Tu secreto está a salvo conmigo. ─sonrió, mirándome por unos segundos, mientras yo también lo hacía.
Ella tenía el cabello corto hasta los hombros, tan pelirrojo como el mío. Marianne tiene una dulce sonrisa y una hermosa mirada que transmite paz; además, tiene un don con las palabras y cuenta las mejores historias. Esto último lo sé porque una vez la encontré compartiendo sus escritos con sus compañeros de casa, y yo me uní a ellos.
Me encanta el tiempo que pasamos juntas.
TAL Y COMO LE DIJE A BETH, pasé por la enfermería con Denise, para así poder tomar vendas y los antibióticos necesarios para poder ir con Carl.
Me las arreglé para tocar la puerta de los Grimes, pues llevaba varias cosas en la mano como para tomar la llave que estaba debajo del tapete de entrada.
─ Hola, John. ─Saludé, y él solo agitó su mano a forma de saludo y se fue muy rápido, dejándome la puerta abierta.
¿Qué mosquito le picó?
En fin, yo ingresé a la vivienda, cerrando la puerta con ayuda de la punta de mi bota. Me dolió un poco porque olvidé usar mi pierna buena, pero ya estoy aquí. Comencé a subir las escaleras con algo de dificultad; en esta casa ya no está Sophia, pues quedaron varias propiedades vacías y ella y su madre se mudaron.
Divisé la puerta de Carl al final del corredor; esta estaba abierta, así que dije: "Es mi oportunidad". Así que entré, dejando todo tirado en su cama, pues comencé a mirar alrededor, encontrándome con una habitación muy desordenada; incluso su lámpara estaba rota en el piso del baño.
Pero eso ahora mismo no me preocupa mucho, pues comencé a escuchar ruidos provenientes del baño.
Sollozos.
Caminé con cautela hasta la puerta; no me atreví a entrar, al menos no ahora. Solo me cubrí con una mano la boca, para así evitar soltar ruido alguno.
─ D-Dios...¿porque a mi? ─soltaba Carl con la voz entrecortada, haciendome tambien soltar sollozos─. ¿¡Porque marcarme?! ¡¿Esto es lo que seré ahora?! ¿¡Un mounstro?! Solo soy un chico...Nadie me va a amar nunca más con la cara arruinada, se alejaran de mi y...
─ Yo te amo. —dije, entrando a la pequeña habitación de baño, haciendo que él me mire.
Su cara se asemejaba a la de un completo enfermo; no lo digo con mala intención, sino que... sus ojeras estaban muy marcadas, lucía muy cansado, más que eso, agotado. Además, tenía la cara muy roja de tanto llorar, y llevaba puesta una venda en casi toda la cara; estaba mal colocada, al parecer lo hizo él solo y en un intento desesperado de no pedir ayuda
─ Yo te amo, y-y... ¡No eres un monstruo! ─chillé, acercándome con cautela, para que así no me saque de aquí.
Di unos pasos más en su dirección, abriendo mis brazos para así rodearlo en un abrazo que, afortunadamente, él no se negó.
Comencé a pasar mis manos por su cabello, y murmuraba muchas veces en su oído que yo lo amaba con locura, y que no tenía nada de que avergonzarse, o asustarse, que siempre lo voy a querer. siempre estare aquí para él.
─ Te ayudaré con la venda, ya aprendí...
─ Vete. ─soltó de pronto, y me aparto de él con algo de fuerza.
─ Carl...
─ Vete, por favor. —pidió Carl en un hilo de voz.
─ No, ya te di tu espacio...
Él se acercó a paso firme hacia mí, comenzando a empujarme.
En ese momento sentí un dolor intenso, punzante y constante en mi tobillo, mientras era sacada de la habitación de mi novio.
Pero en ese momento no me importaba cuánto dolía.
Apenas estuve fuera, giré sobre mi propio eje, pero no fui lo suficientemente rápida para volver a entrar, pues él cerró la puerta en mi cara, gritando desde adentro un "Vete".
SEGUNDA SEMANA INTENTANDO QUE CARL NO ME SAQUE DE SU HABITACIÓN y, claro, que se cambie el vendaje, pues ha sido terco y agresivo, que no ha sido cambiado en ya cuatro días, lo cual es malo, porque puede contraer una infección.
─ ¿Lo intentarás otra vez?─preguntó Rick cuando yo llegué a casa, solo que esta vez lo hacía con las muletas, pues el mayor Grimes me prometió que todo lo necesario para ayudar a Carl estaría en una caja fuera de su habitación.
─ Sí, lo haré.
─ No te rindas con él, ¿sí?
─ Nunca lo haría.
─ John ya lo hizo. ─murmuró Rick, soltando un largo suspiro.
Sí... el chico Walsh me había contado lo que pasó tiempo antes de que yo llegara aquel día en que nos cruzamos y él no dijo nada. Además, eso explica el desorden de la habitación de mi novio.
Carl le había dicho cosas feas a John ─o eso me dijo este último─, y que después de decirle todo eso, comenzó a desquitarse con las cosas de su habitación, para después irse al baño.
Desde ese día John está durmiendo en la casa de Rosita. Y la latina más que encantada que la visiten; ella nos adora a todos nosotros.
─ Iré arriba. ─anuncie.
─ Con cuidado, no te caigas. —me dijo Rick, soltando una risilla antes de irse.
Glenn personalmente se encargó de contarle a cada ciudadano de Alexandria cómo me caí por un par de escalones la primera vez que usé mis muletas; es como si en Alexandria hubiera un diario que contara todas mis tragedias.
En fin, comencé a subir las escaleras, teniendo cuidado con cada escalón que pisaba. Luego de unos minutos, llegué en una sola pieza a la segunda planta.
Al caminar por el pasillo, rogaba a un ser superior que hoy Carl aceptara mi ayuda, así que una vez que llegué a su puerta, toqué, y como si fuera una "muerte anunciada", escuché un:
─ Vete, Samara.
─ ¡Carl! ─dije, prácticamente haciendo un puchero que él no podía ver. No te he visto en casi una semana; te extraño.
No respondió nada, así que decidí esperar pacientemente aquí, afuera de su puerta, tal y como él haría conmigo si fuera el caso contrario.
No sé cuánto tiempo pasó, pero escuché su puerta abrirse, y yo sonreí de inmediato, pues era un rayito de esperanza para mi ser.
─ Sabía que lo harías. ─solté con emoción, y si mi tobillo no estuviera mal, estaría saltando de alegría.
Pero él solo me miró: ─ Creí que había dicho que te fueras.
─ Sí, como toda la última semana, pero mi nombre es Samara Marianne Terca Dixon Rhee Potter.
─ Solo toma tus cosas y regresa a casa. ─dijo en un tono muy serio, que incluso daba miedo.
─ No ─negó de inmediato, dando un paso en su dirección ─. No me iré, porque ya me canso todo esto, tu indiferencia y... ¡Tu terquedad! ¡Carl, basta! No puedes seguir así. Estás alejando de tu lado a personas que te quieren.
Solté, ya sin medir lo que decía.
─ John ya se fue. Judith esta durmiendo en mi casa porque aquí solo se escuchan gritos. Denise sale llorando cada vez que intenta cambiarte el vendaje. Es suficiente ─dije ─. Yo te amo. Te amo. Y no me importa si no tienes una mano, o una pierna, yo estare para ti, te voy a querer siempre. No soy superficial. ¡Tu lo sabes!
Carl, como siempre, me estaba mirando; él tenía la misma expresión de todos los días, acompañado de sus fieles ojeras y rostro cansado de siempre.
─ Di algo. ─Pedí luego de minutos de larga espera.
Apreto sus labios, tomándose su tiempo para su próximo movimiento, que puede ser sacarme a empujones de su casa, así que solo espero mi desalojo.
Aunque le pido a Merlin que esta vez sí deje que yo me quede.
Estaba empezando a crear miles de escenarios en mi cabeza, unos buenos y otros no tanto; pero nunca me imaginé sus siguientes palabras:
─ Terminamos, Samara.
Me tomé mi tiempo para procesar lo que había dicho, abrí y cerré mi boca repetidas veces.
─ ¿Que? ─atine a decir.
─ Ya no tienes nada que hacer aquí, ya no somos novios, no tienes porque preocuparte por mi. Te puedes ir.
Él se dio media vuelta y entró a su habitación, cerrando la puerta detrás de él.
Mire a todos lados, buscando algún indicio que me pueda indicar que esto solo es una mala broma. Yo fui hasta su puerta, tocándola varias veces.
─ ¡Carl! ─grite, mientras las lágrimas salían como cataratas de mis ojos ─ ¡Carl, por favor, abreme! ¡Y-yo...prometo cambiar! ¡No ser insistente!
Toque una y otra vez, con la esperanzas que esta sea una broma, solo una broma que él había planeado para molestarme.
─ ¡S-solo déjame quedarme contigo! ─chillé, ya con la voz entrecortada, apoyando mi espalda en la pared y bajando lentamente hacia el piso.
Mi pie dolía como el infierno, y mi corazón también. No sabía qué hacer, cómo reaccionar, nunca me imaginé que pasaría esto, o algo parecido.
─ Solo quedemonos juntos...y olvidemos el mundo...Carl...abre la puerta, por favor...dime que es una broma...─solté en un hilo de voz, sintiendo mis manos temblar.
Me arrastré por el piso, tomando mis muletas como pude, para así irme. Tal vez si duermo, mañana cuando despierte todo estará bien.
No sé cómo hice para poder bajar las escaleras con el corazón roto, pero lo hice, aunque casi termino por caer en varios escalones.
Salí de la casa Grimes, y para acompañar mis sentimientos, el cielo estaba muy nublado, y ya anochecía. Luego de caminar un tramo, me crucé con Aaron, quien me miró con preocupación.
─ ¿M-me llevas a c-casa de Rosita? ─inquirí ─. N-no puedo caminar más...me duele el tobillo...
y el corazón.
ESTABA TIRADA EN LA CAMA DE ROSITA, hipando y llorando desde que Aaron me trajo aquí.
Si iba a mi casa, papá, tío Merle y Glenn irían a asesinar a Carl, y no bromeo. Y quiero mucho a Beth, pero ahora mismo no quería consejos, solo quería una amiga.
No fui donde Sophia porque dijo que tenía en la tarde una cita con Ron, y no quería arruinarle su día, así que vine donde Rosita, quien me recibió con los brazos abiertos.
Con conocimientos médicos, me reviso el tobillo y vendo, mientras yo le contaba entre lágrimas lo que había pasado.
─ A veces tristes decimos tonterías ─murmuró ella, esta vez acostada a mi lado, pasando su mano por mi cabello ─. Él te ama, y verás que luego de unos días, estarán como si esto nunca hubiera pasado.
─ No creo. ─balbucee.
─ Samara, él y tú son adolescentes, son muy vanidosos por más que lo nieguen. Él está un poco asustado por cómo ahora se ve, necesita tiempo para procesarlo ─comenzó a decirme ─. Él despertó hace apenas unas semanas; lo está asimilando.
Yo asentí repetidas veces, pero esto dolía demasiado. Nunca pensé que aquellas palabras dolieran tanto, jamás pensé que Carl terminaría conmigo. Pero tal vez lo que Ros dice es cierto, solo necesita tiempo.
Puedo soportar ese tiempo, si significa que volveremos a estar juntos, porque ya no contemplo una vida sin él.
─ Quédate aquí esta noche, y el tiempo que quieras. Iré a decirle a tus padres que tendremos una pijamada, ¿si? ─informo y yo asentí.
Rosita dejo un beso en mi frente y se fué.
Yo tome la almohada que estaba mi lado, y me aferre a ella, como si mi vida dependiera de ello.
Espero que todo mejores, ya no importa si Carl regresa conmigo, lo único que importa es que el no se sienta mal consigo mismo, que no se mire a al espejo y le grite a un Dios que porque ahora es así.
Espero que todo mejore para él, incluso si ya no estamos juntos . . .
Me quedé un rato en esa posición, pensando en lo que había pasado. Intenté pensar en otra cosa, pero todo parecía llegar al mismo oscuro sitio. Solo salió de aquel hoyo de tristeza cuando la puerta se abrió bruscamente.
Levanté la mirada y era papá; él se acercó a mí.
─ Nos vamos.
─ ¿Qué?
─ Vamos a tener una charla. ─dijo.
─ No quiero charlar ahora.
Al parecer, algo en su cerebro le impide procesar mis palabras; me carga en brazos. Como lo hacía cuando yo tenía diez años, de aquella manera en que nunca debes cargar a una persona, aunque esta vez es más cuidadoso, aunque solo con mi tobillo; el resto de mi cuerpo parece como si fuera un costal de harina siendo cargado.
─ Yo no soy bueno hablando, lo sabes ─explica con sinceridad ─. Y tú no quieres hablar, es perfecto. Puedes gruñir o maldecir; te dejo maldecir.
─ Siempre me dejas maldecir.
─ Pero esta vez en frente de Glenn.
No pude evitar reír; incluso la forma patética en la que me cargaba me importó muy poco.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Com