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𝟬𝟯𝟴 | I must save all

038. ┊໒ ⸼ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗜𝗥𝗧𝗬 𝗘𝗜𝗚𝗛𝗧 ──

── 𝖨 𝗆𝗎𝗌𝗍 𝗌𝖺𝗏𝖾 𝖺𝗅𝗅🐝•˖* 📼 ☄️

(disfruten y no lo dejen en flop <3)

Mi cabeza descansaba en el hombro de Carl, mientras él pasaba sus dedos por mi cabello, jugando con este una y otra vez al mismo tiempo en que hablaba de las cosas que había hecho durante mi ausencia. Me alegraba que por fin pudiéramos estar juntos, aprovechando que los hermanos Dixon no están, porque si no, esto jamás hubiera ocurrido.

Todavía no estaba bien del todo. Mi piel seguía pálida como el papel, y mantenerme mucho tiempo de pie o correr me agotaba demasiado rápido hasta el punto de desmayarme. Era un milagro que yo esté viva, al igual que Glenn. Hershell me permitió regresar con los demás bajo la promesa de avisarle de inmediato si empeoraba, algo de fiebre o dolor. 

─ Te extrañe. ─dejo un besito en mi frente después de decir aquello, haciendo que mis mejillas se tornen rojizas, más de lo que son habitualmente.

─ Y yo ─le aseguré; en verdad lo había extrañado. No sabía lo mucho que podía extrañar a alguien ─. Creí que iba a morir...

─ ¡Nunca lo digas! ─me regañó, frunciendo su ceño, y más que enojado, se veía genuinamente preocupado.

─ Está bien, no lo diré, solo lo pensaré. ─bromee.

─ ¡No, tampoco! ¡Sophia me explicó la ley de la atracción, y no!

Yo reí, conociendo a Sophia, probablemente lo estuvo traumando durante mi tiempo de cuarentena.

─ La primera noche me sentí como una niña pequeña asustada. ─confesé, tornando un poco más seria la situación.

─ Es normal sentir miedo, yo lo he sentido. ─explicó.

─ Lo sé, pero es feo sentirse así.

─ No digo que sea bonito el sentimiento de miedo, o de pensar que te morirás, pero debes nadar a la superficie, y aferrarte a la vida, ¿no? ─me dijo, acurrucando su cabeza contra la mía.

─ Claro que...

─ ¡Despiertas y al primero que vienes a ver es a él! ¡Mal! ¡La traición! ¡Auch! ─exclamó la de cabellos rubios, llegando a la celda e interrumpiéndome.

Parece que la invocamos o algo parecido. ¿¡No se supone que ayudaba con los suministros?!

─ Me llevo a mi esposa.

─ No es tu esposa. ─le gruño Carl.

─ Tampoco la tuya. ─Sophia le sacó la lengua, mientras me ofrecía su mano para levantarme.

─ Lo siento, Carl ─murmuré, tomando la mano de mi mejor amiga y levantándome con su ayuda de la cama ─. Nos vemos después, tendremos todo el tiempo del mundo. No es como si de pronto un tanque apareciera y nos matara a todos.

─ ¡La palabra tiene poder! ─exclamó John, llegando a la celda.

─ ¿Los traumaste a los dos? ─le pregunté a Sophia.

─ Ellos querían saber, y yo como alma bondadosa que soy, les expliqué. ─se excusó ella, encogiéndose de hombros, para luego irnos juntas de ahí.





















Sophia me había ayudado a llegar a la zona de los infectados. Aunque muchos estaban mejorando, aún necesitaban atención constante. Miré a mi alrededor buscando a Hershel, pero no había señales de él. Probablemente Bob también estaba descansando tras la noche infernal que habíamos tenido.

Yo también debería estar descansando, lo sabía, pero no podía permitírmelo. Necesitaba completar mi internado, y si eso significaba trabajar otro turno de cuarenta y ocho horas, lo haría sin dudarlo.

─ Lizzie, estás bien. Mejoraste mucho ─le dije con una sonrisa, palpando su frente para confirmar que no tenía fiebre. Su piel no estaba tan pálida, y lo más importante, no la había escuchado toser en un buen rato─. Puedes ir a ver a Mica; escuché que está ansiosa por verte. Solo mantén la sana distancia o usa esto. ─Le ofrecí un pequeño trapo limpio que improvisé como cubrebocas.

Lizzie asintió, tomó el trapo con cuidado y salió tambaleándose hacia donde estaba su hermana.

─ Luke, tú también puedes ir con ella y tus amigos, pero si te sientes mal, debes volver de inmediato. ¿Entendido?

El chico asintió rápidamente y me dedicó una sonrisa tímida antes de marcharse.

Me levanté de la silla con un suspiro y caminé hacia la celda contigua para continuar con las rondas.

─ Hola, señora Davis ─la saludé suavemente─. Hershel no está en este momento, pero yo me encargaré de usted. Soy su doctora de confianza, y haré todo lo que pueda para ayudarla.

La mujer apenas asintió con un leve movimiento de cabeza. Su estado no había mejorado a pesar de los medicamentos que trajeron ayer.

Con movimientos cuidadosos, me acerqué a su lado. Utilicé los instrumentos de la mesita para colocarle el respirador, pero incluso con él, su respiración seguía siendo superficial. Tras unos minutos, me vi obligada a presionar manualmente el dispositivo para darle algo de alivio, aunque sabía que probablemente era en vano. Pero aún así, no podía rendirme. Mi objetivo siempre era salvar vidas, incluso cuando todo indicaba lo contrario.

De pronto, un fuerte estruendo resonó desde el exterior. Mi cuerpo se tensó al instante, y por los murmullos y gritos que siguieron, supe que no era cualquier cosa.

─ Sam, es el Gobernador ─dijo John, entrando corriendo con el rostro desencajado─. Tiene un tanque y gente armada. Debemos cumplir el protocolo y evacuar al autobús.

El miedo se apoderó de mi pecho, pero mis ojos volvieron a la señora Davis.

─ N-no puedo irme ─murmuré, mi voz apenas audible─. No puedo dejarlos aquí. Ellos me necesitan.

Sabía cuál era el protocolo, pero también sabía que no podía abandonarlos. No podía irme mientras aún quedara alguien que necesitara ayuda, y mucho menos sin los niños.

─ ¡Sam! ─gritó John, tratando de razonar conmigo.

─ ¡Ve tú, iré después! ¡Debo quedarme! ─grité de vuelta, con una determinación que ni siquiera el miedo podía apagar─. ¡Tengo que hacerlo!

John me miró con una mezcla de frustración y resignación. Sabía que no había forma de hacerme cambiar de opinión.

─ No te demores, por favor. ─Fue lo único que dijo antes de desaparecer por el pasillo.

Volví mi atención a la señora Davis. Seguía presionando el respirador cuando, de repente, ella lo apartó bruscamente de su rostro.

─ ¡¿Qué hace?! ─pregunté alarmada, mi voz quebrándose por el pánico.

─ S-salva a quienes puedan salvarse... Yo ya no puedo ─balbuceó con esfuerzo. Sus palabras eran apenas un susurro, pero el mensaje fue claro. Con las pocas fuerzas que le quedaban, me empujó suavemente para que me alejara.

Sentí un nudo en el pecho y las lágrimas comenzaron a correr sin que pudiera detenerlas. Cerré los ojos, tragándome el dolor, y le dediqué una última mirada antes de levantarme.

En el medio del pabellón, inhalé profundamente, tratando de calmar el temblor de mis manos.

─ ¡Los que puedan caminar, al autobús! ─grité con toda la fuerza que pude─. ¡Ayúdense entre ustedes! ¡Vámonos, ahora!

Vi a Glenn tambalearse mientras se levantaba, uniéndose al esfuerzo de ayudar a los demás a moverse. Sin embargo, su debilidad era evidente.

─ Iré por los niños ─informé rápidamente antes de salir corriendo.

Cada paso era una tortura. Mis piernas temblaban, mi cabeza latía con fuerza, y todo mi cuerpo parecía al borde del colapso. Pero no podía detenerme.

No importaba cuánto doliera

Pero aquí estoy . . .





















Ayude a todas las personas que pude. La gente corría directo al autobús, siguiendo el protocolo que había hecho el consejo meses atrás.

Me reuní con John en las afueras, él me ofreció un arma, sin despegar de lo que ocurria.

─ ¿Puedes mantenerte de pie? ─me preguntó, mientras veíamos al frente, Hershell y Michonne arrodillados.

Y el Gobernador con su gran tanque, gente, y muchas armas.

─ Deberías estar en el autobús. ─me regaño Sophia, llegando a nuestro lado con escopeta en mano.

─ No puedo quedarme sin hacer nada.

"Podemos todos vivir en la prisión, o ninguno lo hará" ─le decía Rick al Gobernador.

Él hombre bajo de un salto del tanque, se notaba furioso, estaba furioso. Sacó de una funda la katana, la que le pertenecía a Michonne.

Camino a paso firme, y coloco la hoja del arma en el cuello de Hershell.

─ No, no, no. ─negué repetidas veces. 

Por favor, Dios, por favor, sálvalo.

Yo ya no podía escuchar lo que Rick le decía al Gobernador, yo solo rogaba internamente que Hershell, él hombre que me declaro como su nieta, sobreviva. Para que pueda seguir enseñándome sobre la vida, que me diga que lo que hago esta bien y llevarme por el buen camino, para que me siga enseñando de medicina.

El gobernador levanto la espada, y cuando pensé que habría otro desenlace a esta historia, corto con la katana el cuello del hombre que yo consideraba un abuelo.

Solté un grito, llore, y tuve que sostenerme de la reja para no caer. 

La guerra había comenzado, mientras todos disparaban, mis ojos no separaban la vista de cuerpo de Hershell.

Mire a mi costado, Sophia ya no estaba.

Aunque quisiera, no podía disparar, mi corazón no me permite matar a personas, no importa cuando daño me hayan hecho.

John tiro de mi cintura, él también sollozaba.

─ Sam, debemos ir al autobús. ─ordenó, tirando de mi.

Vi como él tanque sobrepasaba las rejas. Yo no reaccionaba.

─ ¡Samara! ─me gritó.

─ Debo ir por Judith, por Glenn, por los demás. ─fue lo primero que dije luego de salir de mi breve trance, empezando a correr, sin esperar alguna aprobación de su parte.

No importaba que yo tuviera pocas fuerzas. Ayudaré.

Corrí, pero antes de ingresar al pabellón, una explosión se escucho, haciéndome caer en el duro cimiento. Me levanté como pude, corrí, no sabía ni siquiera si John esta detrás mío.

Otra explosión se escuchó.

Llegué al pabellón de enfermos lo más rápido que mi cuerpo recién recuperado me lo permitía.

─ ¡Ayúdame Sam! ─gritó Maggie, y corrí a su lado a ayudar a sostener a Gleen para así ir más rápido.

Otra explosión se escuchó. Salimos como pudimos, y llegamos al autobús.

─ ¡¿Y Beth?! ─preguntó Maggie con histeria, al buscar dentro del vehículo y no ver a su hermano. La castaña giró a verme, en busca de respuestas, y yo negué, luego ella le pregunto a una mujer ─: ¡¿Donde esta Beth?!

─ ¡Se fue a buscarte! ─le contestó, señalando hacia la derecha del autobús.

Maggie empezó a salir del transporte, conmigo detrás de ella.

─ La encontraremos. ─añadió Gleen, intentando bajar detrás de nosotras.

─ ¡No! ─le negó su esposa ─ ¡No puedes ir!

─ ¡No irás sola!

─ ¡Iré con Sam! ─le aseguró a Glenn, y yo asentí, para luego empezar a correr detrás de ella.

Fuimos en la dirección que nos dijo la mujer, pero entonces yo le dije a Maggie antes de seguir avanzando.

─ ¡Buscaré a Judith, nos vemos en el autobús! ─le grite.

─ Cuídate, Sam.

─ Tú igual.

Se acercó a mi y dejo en beso en mi frente, y luego se hecho a correr. 

Yo debía encontrar a Jude, a Carl, a Sophia, a John, a mi papá, a tío Merle. Tengo muchas personas que salvar.

Los niños de la prisión, los ancianos.

Corrían balas por todos lados, regrese al pabellón donde se supone debe estar Judith, grite y busque con histeria, no la encontraba.

─ ¡Carl! ¡John! ¡Sophia! ─grite, mientras corría a mi celda.

Busque mi arco y me lo coloque rápidamente, junto al carcaj de flechas y mi mochila, que afortunadamente, seguían en mi celda.

─ ¡Carl!

Nada.

Salí de los pabellones, y vi a lo lejos al autobús irse. Espero que todos estén a salvo, y aunque se donde irán, debo encontrarlos. Y deben estar vivos, o yo misma los reviviré y atormentare por toda su vida.

Otra explosión retumbaba en mis oídos, y no encontraba a nadie. Ahora solo veía caminantes, fuego, todo destrozado, mi hogar destrozado.

─ ¡Sam! ─la voz de John sonó detrás mío, corrí a abrazarlo ─ ¡Debemos irnos! Estaremos bien.

─ ¿Viste a Carl? ¿Sophia? ¿A Judith? ¿A mi papá? ─pregunté con miedo.

─ No los he visto, pero debemos salir de aquí.

─ ¡No! ¡Debo buscarlos! ¡Debo buscarlos! ─grite, mirando a todos lados, pero todo se encontraba en ruinas.

No tenía otra opción, ya no quedaba nada ni nadie en este lugar. Había perdido a gente, tal vez a mis amigos, a mi novio, a mi familia.

Empezamos correr, saliendo de la prisión, pero pare en seco al ver algo. 

El porta-bebe de Judith en el piso y lleno de sangre.

Me dejé caer de rodillas ante aquella escena, escuche a John sollozar detrás mío. Mi labio interior temblaba y parecía que el aire había salido de mis pulmones. Sentía que había perdido algo, algo que me importaba mucho.

Judith no puede estar muerta. No puede.

─ Y-yo tenía que morir, no ellos. ─dije entre tartamudeos.

─ No morirás en mi turno, ¡¿Oíste?! ─aseguró John, tirando de mi brazo para que yo me levantara ─. Debes levantarte, Samara, somos sobrevivientes, debemos hacer eso, sobrevivir.

─ ¿Y que si ya no tenemos nada porque sobrevivir? ─le pregunté, mientras él seguía intentado levantarme.

─ Siempre te tendrás a ti.





























▬▬ 𝗟𝗨𝗖𝗬'𝗦 𝗦𝗣𝗔𝗖𝗘 🐝

Hola, gente, si llegaron hasta aquí, les advierto que despues de este cap, se notan los cambios fuertes y nuevas escenas. Bai.

palabras: 2188
▬ With love, Lucy Rhee

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