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𝟬𝟯𝟵 | so i'm thankful for my sister

039. ┊໒ ⸼ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗜𝗥𝗧𝗬 𝗡𝗜𝗡𝗘 ──

── 𝗌𝗈 𝗂'𝗆 𝗍𝗁𝖺𝗇𝗄𝖿𝗎𝗅 𝖿𝗈𝗋 𝗆𝗒 𝗌𝗂𝗌𝗍𝖾𝗋 🐝•˖* 📼 ☄️

[ capítulo narrado por John Walsh ]

Lo único que se escuchaba en carretera eran los pasos agigantados y fuertes que daba Sam. Lo cual resultaba muy gracioso, porque, como estaba cansada y recién recuperada de la gripe rara de la prisión, sus pasos eran disparejos, y algunas veces parecía simplemente una anciana tratando de caminar rápido. Aunque esa escena graciosa se terminaba cuando veía su rostro, ella estaba enojada, incluso daba miedo.

Mucho miedo.

Me resultaba extraño que ella no estuviera triste, luego de lo que perdió en menos de un día... luego de lo que perdimos. No sabemos con certeza cuántos estaban vivos, cuántos muertos. Si algunos podían seguir de pie, o si seguían atrapados en la prisión bajo los escombros que dejó el gobernador. La verdad es que no lo sabíamos. Samara, en especial, había perdido a gente que le importaba. A Judith, a quien quería como a una hija, una pequeña bebé que ella acogió luego de la muerte de Lori. Carl, su novio, un chico al que dejó entrar en su corazón y le ofreció el suyo. Glenn, un coreano que hizo lo inimaginable: que soportara el contacto físico. Daryl y Merle, personas que son cerradas con el mundo, personas aisladas con historias difíciles que solo Dios sabe cómo hicieron para crear una familia con Sam, una familia que posiblemente esté destruida. Como dije, la había imaginado llorando, destrozada, sin querer caminar, sin querer seguir...pero estaba ahí, enojada.

─ ¿Piensas hablarme en un futuro cercano? ─le pregunté a Sam, no con intenciones de pelear, sino de arreglar las cosas. Estábamos solos, los dos.

Yo soy una persona que habla mucho, y ella también. Así que estar mucho tiempo en silencio nos terminará volviendo locos, especialmente a mí, y no solo por no hablar, sino porque parecía que estaba tratando con una niña pequeña que se niega a todas las órdenes de su padre. Le pedí descansar hace un rato, pero ella se negó, incluso cuando su cuerpo duele, cuando está pálida. Supongo que cuando caiga desmayada en el suelo, por fin podré arrastrarla hasta cualquier lugar y descansar un rato.

Oh, sí. ¿Por qué está enojada conmigo?

Bueno, luego de salir de la prisión, ella había insistido en ir a buscar el autobús, pero no se lo permití; en su lugar, casi la arrastro hacia el lado contrario. En realidad eso fue lo que hice, por eso está enojada. Pero sé que cuando se calme me lo agradecerá. No tenemos comida, agua ni municiones. Sobre todo, ella está herida.

─ ¡Sam! ─intenté llamarla, pero solo parecía inútil─, solo estamos los dos, no me puedes hacer la ley de hielo.

─ Si puedo ─contestó ella, aún sin mirarme ─. Solo quiero saber si están vivos, pero al parecer a ti no te importa.

¿Cómo se atrevía a decir eso?

Las personas me importaban más de lo que podía admitir. Así es como mis padres me habían criado. Así que realmente me enojaba que ella dijera eso. ¿Cómo no me va a importar mi mejor amigo? ¿Mi padrino? ¿Beth? ¿El resto del grupo?

Y sobre todo, incluso sobre Carl, me importaba mucho ella.

─ Sí me importa ─le dije con algo de indignación, mucha indignación de decir verdad ─, pero debemos pensar en nosotros, al menos una vez. No tenemos comida ni agua, apenas puedes caminar, estás tan pálida como un fantasma, no llegaríamos muy lejos. Y sabes, si tengo que ser el malo para que estés viva, lo seré.

De un momento al otro, y cuando se quedó analizando mis palabras, aceleré mi paso y la atrapé entre mis brazos, evitando que ella huya.

─ ¡Suéltame! ─chilló, intentando zafarse de mi agarre.

─ Por Dios, Samara ─exclamé con severidad ─. Apenas puedes caminar, pero eres terca como una mula y te rehúsas a pedir ayuda.

Ella se encogió de hombros. ─ No importa lo que me pase, debemos encontrar a los demás...si es que están vivos.

─ Debes dejar de ponerte por encima de los demás.

─ Jamás ─negó ─. Debo salvar a tantos como pueda. No importa que.

Yo aligeré mi expresión ante sus palabras; la verdad es que no tenía nada por qué reclamarle. Era su forma de pensar, es su modo de ver la vida. No sé mucho de cómo había crecido, ni cómo se había llevado con sus padres, pero cada uno tiene un mundo en su mente; Samara tiene el suyo propio.

La solté y luego me puse en cuclillas.

─ Vamos, sube. ─la invité a hacerlo, señalando mi espalda con un ligero movimiento de cabeza.

─ Tú también estás cansado. ─señaló, volviendo a su tono amigable natural.

Al menos ella no estaba enojada, volvía a ser la de siempre...o al menos eso creo. Aun nada, me aseguro que cuando la cargue, ella me ahorque o algo así; tendrá sus manos alrededor de mi cuello.

─ Pero yo sí puedo caminar. ─aclaré.

Ella me miró por unos segundos, como si me analizara. Como si pensara en ella misma. Sabía que no podía aguantar más; desde ya una hora había empezado a cojear y la verdad, caminaba muy lento, incluso en su intento de parecer enojada.

Luego de analizarlo por unos segundos, ella asintió. Se acercó a mí, pasó sus brazos por mi cuello, así que yo pasé los míos por detrás de sus rodillas, sujetándola firmemente para luego alzarla.

─ ¿Crees que ellos estén vivos? ─preguntó ella luego de unos segundos, colocando su mentón en mi hombro y hablando muy pero muy bajo.

─ Espero que sí. Pero hasta que los encontremos, debemos mantenernos vivos ─le respondí ─. Se hará de noche; necesitamos encontrar un lugar para dormir.

Seguí caminando con ella en mi espalda; no teníamos un rumbo fijo, pero creemos que si seguimos avanzando, encontraremos una caseta de seguridad, una iglesia abandonada o algo parecido.

─ Perdona por lo de hace rato, solo estaba...triste ─ murmuró de pronto ─. Eres como un hermano para mí, ¿sabes? Aquel que nunca tuve.

─ Y tú la hermana menor que siempre he deseado tener.





















Sam movía sus piernas rítmicamente de adelante hacia atrás, mientras yo intentaba que el encendedor que había encontrado funcionara, aunque en realidad parecía estar seco o algo parecido...o tal vez el objeto simplemente me odiaba.

Como lo habíamos previsto, habíamos encontrado un lugar, una pequeña tienda de comestibles, de esas que fueron creadas para los viajeros en carreteras. No había caminantes cerca, ni tampoco personas, así que pasaremos la noche aquí. Era por eso que queríamos hacer una pequeña fogata, para calentarnos y para poder tener una comida decente, al menos hoy.

─ Sabes, hace tiempo no había sido una dama esperando algo de un caballero ─dice Sam desde el mostrador; ella estaba sentada ahí, ajustando las puntas de sus flechas y luego guardándolas en su carcaj ─. El decir, verte así, buscando provisiones y reuniendo cosas. Macho alfa, ¿eh?

─ Pues algunas veces debes ser damita.

─ ¿Qué quisiste decir con eso? ─preguntó totalmente indignada, para luego lanzarme una revista que tomó del estante cerca de ella.

─ ¡Auch!

─ Te lo ganaste ─me sacó la lengua, para luego mirar a todos lados ─. Creo que podríamos pasar la noche aquí.

Agradezco encontrar este lugar, porque de otra manera, hubiéramos terminado en medio del bosque, atados a un árbol. Aquella idea loca que Samara había sugerido.

A lo Katniss de Juegos del Hambre.

─ Yo hago guardia ─me ofrecí a hacerlo, así ella podría descansar. Así que, sin esperar respuesta, tomé mi arma ─. Ya está anocheciendo; deberías dormir un poco.

─ Conozco una forma en la que ambos podríamos dormir. ─contó, rebuscando algo en su mochila.

Comenzó a sacar una cuerda, se acercó a la puerta del establecimiento, la cual estudió por un momento antes de girar a verme.

─ Ven, te enseñaré algo ─dijo, y la alcancé en la entrada ─. Cuando estábamos en la granja, Shane me enseñó a usar armas pesadas y a hacer nudos, muchos tipos de nudos. Es increíble la cantidad de nudos que existen.

─ ¿Solo a ti? ─le pregunté, muy emocionado por saber más sobre la vida de mi padre.

Antes del apocalipsis, solo iba donde papá en la época escolar, aunque solo pasaba el tiempo con él los fines de semana, cuando no trabajaba o cuando no se iba de fiesta con mi padrino. La señora Grimes nos recogía a Carl y a mí de la escuela, me llevaba a su casa y ahí esperaba a papá para llevarme a casa. Eran buenos tiempos, y extraño mucho a mi padre.

Cuando los muertos regresaron a la vida, yo estaba con mamá de vacaciones. Lastimosamente, la vi morir a manos de un caminante...intentando salvarme.

─Sí, es que en esa época, Daryl solo me veía como una niña más ─hace una mueca ─. Creo que ni me veía. Bueno, los señores Grimes estaban preocupados por Carl, que seguía herido, y los demás estaban en sus cosas. Y yo le insistí tanto a Shane que me enseñe algo, que estaba aburrida, y bueno, pasó todo.

─ ¿Te dejaron usar armas? ─inquirí con confusión ─. Carl me dijo que lucharon mucho para que tuvieran armas cuando estaban en la granja.

─ Para él. En cambio a mí... sí podía; además, a Shane no tenían que pedirle permiso a mis padres porque yo no tenía, así que, si yo aprendí a usar escopetas, rifles, bazucas... fue por Shane ─termino de contar ─. Ahora, presta atención.

Ella empezó a explicarme, pasando la soga por la perilla y luego por un tubo de metal de la pared. La miraba con atención; quería aprender.

─ Esto va a resistir ─colocó sus manos en su cintura, sonriendo orgullosa por su trabajo ─. Es un nudo fuerte. Un ballestrinque.

─ Wow, no sabía que mi papá sabía todo eso. A mí solo me enseñó a disparar cuando tenía nueve. ─confesé, caminando junto a ella.

─ Yo aprendí a disparar a los ocho. Era la única cosa de "hombres" que mi abuelo dejaba que me enseñaran. ─hizo una muequita.

Ella tomó su mochila y la tiró detrás del mostrador. Fue a buscar un par de cosas más, como bolsas para dormir y mantas que había en el lugar. Vi como acomodo todo en aquel lugar; por un momento no entendía por qué prefería hacer las camas en aquel sitio tan pequeño...o tal vez solo está haciendo la suya.

─ Vamos, tenemos que descansar.

─ ¿Yo también?

─ ¿Por qué preguntas? ─inquirió, pero luego de unos segundos ella sola respondió mis dudas ─. Es el lugar más seguro del lugar, lejos de ventanas o de la vista de afuera.

Asentí ante aquello. Me quité mi chaqueta y la dejé a un lado, me acomodé en mi lado de la cama improvisada y vi a ella hacer lo mismo.

─ Tratemos de dormir. Mañana tenemos que buscar cosas, quizá encontrar al grupo. Cazar.

─ Espera ─pedí, analizando todo lo que dijo ─. ¿Tú? ¿Matar animalitos del bosque?

─ Yo hablaba de caminantes, y luego hacernos una carne asada. ─bromeó, haciéndome reír ─. Tengo miedo de que si mato algún animal, harán una rebelión y me matarán.

─ Estás loca.

─ Tal vez, pero todos estamos locos.





















─ ¡El que se intoxique primero pierde! ─gritó Sam, metiéndose a la boca una cantidad absurda de dulces rancios que habíamos encontrado. Ella sonreía; definitivamente se veía mejor que ayer.

Yo intentaba seguirle el ritmo, pero era casi imposible; ella iba muy adelante de mí. Verla así, tan animada, era algo que no se veía tan seguido, mucho menos luego de tantas pérdidas recientes. Aunque quizá se deba a que después de muchos días, por fin se había permitido dormir más de ocho horas. Tuvo que rendirse ante el cansancio, no tenía otra opción.

─ ¿Por qué me miras así? ¿Ya estás muriendo?

─ No, solo trato de no atragantarme.

Nos quedamos callados, terminando de comer los dulces. Nos dejamos caer en la cama improvisada, mirando solo el techo en la oscuridad.

─ Cuando salí, mientras tú dormías ─le empecé a contar ─, vi un letrero. Decía "Terminus. Comunidad para todos. Los que llegan sobreviven".

Sus ojos azules se iluminaron.

─ ¿Y si nuestros amigos también vieron eso?

─ Puede ser ─dije, encogiéndome de hombros. No quería emocionarme demasiado, pero tampoco quería quitarle las esperanzas a ella.

─ ¿Vamos? ─preguntó, poniéndose de pie como si no acabara de pasar un día entero tirada en el suelo.

─ No tenemos muchas opciones ─dije ─. Si los demás están vivos y vieron ese mensaje, es nuestra mejor oportunidad para encontrarlos.

Sam no perdió ni un segundo. Empezó a meter dulces, encendedores, una linterna que apenas servía y un par de latas en su mochila.

─ Es una oportunidad ─dijo, sin mirar atrás.

La miré por un momento, sin saber qué decir. Me preocupaba que estuviera depositando toda su esperanza en algo que tal vez ni existía.

─ Está lejos ─murmuré, bajando un poco la voz ─. Podría tomarnos más de un día.

─ No importa ─respondió enseguida, con esa terquedad suya que podía ser tan frustrante como admirable ─. Ya estoy bien. Además, si podemos reunirnos con los demás... vale la pena.

Su sonrisa era pequeña, pero era la primera vez en mucho tiempo que no parecía forzada.

─ ¿Y si no están ahí? ─pregunté.

Ella se detuvo, girándose hacia mí.

─ ¿Y si lo están? ─respondió con firmeza ─. No sé tú, John, pero yo prefiero intentarlo que quedarme aquí esperando a que algo bueno pase.

No podía discutir con eso, aunque parte de mí seguía gritando que no lo hiciéramos.

─ Está bien, empaca rápido. ─dije al final, dejando salir un suspiro.

Mientras terminábamos de recoger lo necesario, la miré de reojo. Sam seguía siendo tan buena como siempre, tan pura en un mundo que no lo merecía. Nunca había matado a nadie, y no podía imaginarla haciéndolo. Me aterraba pensar que su bondad pudiera ser lo que, al final, la destruyera.

─ Vamos a encontrarlos. ─dijo de repente, rompiendo el silencio. Su voz era firme, como si no tuviera ni una sola duda.

Quise creerle. De verdad quise. Así que la seguí, porque si ella todavía podía tener esperanza, lo mínimo que podía hacer era acompañarla. Además, siento lo mismo que ella, solo que aprendí a ser más reservado.





















Tal y como lo habíamos imaginado, el camino a Terminus nos estaba llevando más de un día. Y ahora, la verdad es que no creo que lleguemos vivos a aquella comunidad. Sin embargo, hemos avanzado bastante y con mucho éxito; Sam tiene buena puntería con el arco, y a mí me va muy bien con el hacha que encontramos.

Oh, ¿por qué no llegaremos vivos?

¡Porque Sam conduce un auto!

─ ¡Quiero llegar vivo, Sam!

─ ¡No te preocupes, tío Merle me enseño! ─dijo naturalmente, mientras yo me moría de miedo.

─ Voy a vomitar. ─solté, haciendo una mueca.

No sabía cómo era posible que una niña que apenas llega a los pedales pudiera acelerar tanto al punto de hacerme revolver el estómago. Cree que estamos en la Fórmula Uno o algo parecido. Cree que si va rápido va a poder viajar en el tiempo.

─ Exagerado. ─farfulló, mientras estacionaba el auto, frenando bruscamente.

Ella bajó como si nada, mientras yo lo hacía tambaleándome, agarrándome el estómago.

─ Nunca más me subo a un auto contigo de conductora. ─Aseguré.

Negó, rodando los ojos. Todo esto le parece muy divertido, como si no hubiera intentado asesinarme.

─ Hey, John, ¿patita de gallo? ─pidió, así que me acerqué a ella.

Frente a nosotros, había un camión, con un gran cartel de Terminus, y abajo, un mapa que marcaba dicho santuario. La vi rebuscar en su mochila; luego de unos segundos, sacó una lata de pintura.

─ Le escribiré que estamos vivos, y que iremos a Terminus, por si uno de los nuestros llega a pasar por aquí, sepa dónde estamos.

Yo asentí, apoyé mi rodilla en el suelo para que ella suba y escriba lo que tiene que escribir.

─ ¿Era necesario dibujar las mariposas y las estrellas? ─pregunté, mientras ella se alejaba de del camión, para así ver su obra de arte.

─ Sí, eran necesarias. ─sentenció con una sonrisa, colocando sus manos en su cintura.





















El sol nos había abandonado, así que habíamos decidido que seríamos uno con el bosque, un estilo de vida muy rústico, pero no intentaremos. Seamos uno con la naturaleza o algo así. En este momento estábamos frente a una fogata que habíamos logrado encender con sudor y sangre. Nos había costado mucho, pero al final lo logramos. Así que estábamos calentándonos un poco, terminando nuestra última lata de sopa.

─ Creo que deberíamos apagar esto y subir a un árbol o algo así.

Comentó ella, y la verdad, a estas horas de la noche y luego de perder nuestro último auto, me parece la mejor opción. Tenemos cuerdas que trajimos de la tienda de comestibles, así que estaremos seguros recreando los juegos del hambre. Espero que los caminantes no sean tributos traidores o algo así.

─ Sí, está bien. ─dije, levantándome del suelo para poder apagar la fogata.

Cargué un poco de tierra para poder suprimir las flamas; sin embargo, me detuve en seco cuando creí escuchar pisadas. Gire a ver a Sam, y ella ya estaba en alerta. Intento correr hacia el árbol de nuestro lado, donde había colgado su arco para así subir fácilmente al árbol. Estaba a punto de alcanzarlo, pero ya nos estaban apuntando.

Tres hombres.

Sam y yo compartimos miradas. Ella sabía perfectamente que no me quedan balas, pero aun así, los apunté; ellos no tenían por qué saber aquello.

Demonios.

─ Vaya, vaya ─empezó a decir uno de los hombres, el rubio para ser exactos. Hablaba muy raro, y miraba de una forma extraña a Sam ─. Linda, no intentes hacer tonterías o les disparo.

─ La pelirroja es mía, siempre me gustaron las pelirrojas. ─murmuró el otro hombre, yo giré a apuntarlo, ya entendí su rara mirada.

Gire de inmediato a apuntar al último que dijo esto, mientras solo intentaba ganar tiempo para poder salir de esta. Salir ilesos de esta. Sin embargo, antes que pueda hacer algo, el hombre ya me había dado un golpe, haciendo que mi revólver salga volando hacia un lado.

No caí al suelo, así que sujeté el brazo de Samara y tiré de ella hasta dejarla detrás de mí.

─ Ow, qué caballeroso. Lástima que eso no les va a servir.

No tenía muchas opciones, no tengo arma y, aunque la tuviera, ya no tengo balas. Las hemos usado en todos estos días.

Mordí mi labio inferior. Aunque odiara que Samara y Carl siempre intentaran ser héroes, esta vez los entendía por completo. Le susurré un "corre", antes de tragar saliva y armarme de valor. Hice un puño con mis manos, recordé cada lección que me dio mi padre y usé todas mis fuerzas para golpear al primer hombre, al que teníamos más cerca. Se tambaleó un poco, pero era más fuerte y grande que yo, así que mi golpe fue como una cosquilla para él.

No nos dio tiempo para correr, porque cuando lo intentamos, ya nos habíamos sujetado a ambos. Sam tenía los ojos llenos de lágrimas; a lo lejos, lo único que escuchábamos era otra pelea; probablemente era el resto de su grupo.

Me comencé a retorcer en los brazos del hombre que me tenía.

─ ¡Quieto! ─ordenó uno, y luego estampó un golpe en mi estómago, y luego otro.

El dolor que sentía era intenso; por un segundo el aire salió de mis pulmones, pero cuando recordé por qué estaba luchando, como un milagro divino (o mucha adrenalina), pude pararme...si no fuera porque me proporcionaron más golpes.

─ ¡Déjenlo! ¡Por favor! ¡H-hagan lo que sea conmigo! ¡D-déjenlo! ─lloriqueó Sam, en un tono que me rompía por dentro.

─ Podemos con ellos ─le dijo el que me apresaba, así que su compañero me dejó de golpear ─. Ve con los demás, diles que...que nos vamos a divertir.

Su compañero asintió y se fue. Aproveché esos segundos de distracción para darle un codazo, pero esta vez él respondió con otro golpe, uno fuerte en mi cabeza, dejándome en el suelo de inmediato.

─ ¡Déjenlo! ─pidió Sam con la voz quebrada, intentando con todas sus fuerzas zafarse de quien la apresaba.

Al hombre no le importó cuando suplicó Samara; él siguió pateándome en el abdomen como si yo fuera un pedazo de basura, algo que ya no servía. No se molestó en parar; en su lugar, siguió golpeándome. Sentía el dolor en cada parte de mi cuerpo. Intenté levantarme un par de veces, y creí que lo iba a lograr, que lograría levantarme y correr lo más rápido posible en dirección de Sam y escapar juntos...pero eso no pasó.

Su último golpe por mi intento de fuga fue en mi cabeza. Sentí que todo se ponía borroso a mi alrededor, no podía mover mi cuerpo, y luego, el golpe seco de mi mejilla contra el suelo.

Perdí la conciencia, y lo último que escuché fue a Samara gritar mi nombre.

Lo siento, no pude salvarte . . .

























▬▬ 𝗟𝗨𝗖𝗬'𝗦 𝗦𝗣𝗔𝗖𝗘 🐝

Me van a odiar cuando llegue a la parte Negan.

Juro que sera por el bien de la trama.

palabras; 3571
▬ With love, Lucy Rhee

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