Truyen2U.Net quay lại rồi đây! Các bạn truy cập Truyen2U.Com. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝟬𝟰𝟬 | children with hearts of heroes

040. ┊໒ ⸼ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗙𝗢𝗥𝗧𝗬 ──

── 𝖼𝗁𝗂𝗅𝖽𝗋𝖾𝗇 𝗐𝗂𝗍𝗁 𝗁𝖾𝖺𝗋𝗍𝗌 𝗈𝖿 𝗁𝖾𝗋𝗈𝖾𝗌 🐝•˖* 📼 ☄️

(TW: Trigger warning)

─ Podemos resolver esto. Somos hombres razonables ─soltó Joe, mientras apuntaba con su arma a Rick Grimes ─. Primero mataremos a golpes a Daryl y a Merle. Luego iremos por la chica, luego por el chico. Solo así estaremos a mano.

A un lado de ellos, Carl estaba siendo atacado; se retorcía para todos lados para liberarse del hombre, pero era inútil. Todo sucedía tan rápido para Rick: a un lado su hijo, sin poder escapar, y al otro, Merle y Daryl estaban siendo demolidos a golpes.

─ ¿Dónde están los otros? ─preguntó Joe a sus hombres, mientras le seguía apuntando a Rick en la cabeza.

Uno de ellos sonrió, casi con satisfacción.

─ Se están divirtiendo con dos niños cerca de aquí. Tomaron a una pelirroja muy bonita. ─le informó a su jefe.

─ Tráelos.

La mención de los niños encendió las alertas internas de los hombres presentes, especialmente por el detalle de pelirroja. Había la posibilidad de que no sean ellos, que no sean Samara y John, pero, ¿se arriesgarían a eso?

Al otro lado del bosque, aquel hombre seguía apresando a Sam. Se estaba comenzando a divertir, sin embargo, por un descuido, la soltó. En esos segundos, se preparó mentalmente para correr detrás de la pelirroja, que escaparía y se perdería el regalo que había obtenido para él esta noche.

Lo que él no sabía es que el corazón de Sam era más grande que el mundo entero, y que nunca dejaría a su mejor amigo por escapar ella sola. La vio correr hacia el chico, cayó de rodillas junto a él y comenzó a moverlo.

─ J-John, p-por favor...no me hagas esto. ¡J-John! ─rogaba entre lágrimas, buscando algún signo de vida en el rostro de su amigo, pero no había nada. No daba ninguna señal para tranquilizarla al menos un poco.

Luego de unos segundos, él lo hizo. Samara agradeció hasta a su tatarabuelo por eso.

─ Tenías que correr, S-Sam. ─fue lo primero que él dijo, mientras ella lo ayudaba a levantarse.

─ Jamás te habría dejado.

Eso había sido conmovedor para el hombro (no lo había sido). Aplaudió de forma burlona mientras los miraba, haciendo falsa mueca, como si realmente estuviera arrepentido de lo que estaba haciendo.

─ Sí, sí, muy bonita su reunión. ─dijo él, mientras se acercaba, llegando rápidamente al lado de ellos.

Separó a los dos chicos de un solo tirón, haciendo que John volviera al suelo. El hombre sacó su escopeta, le quitó el seguro y apuntó a la cabeza del chico.

─ Solo tú puedes elegir si tu amigo sale con vida...o no.

Samara lo miró con terror. Sabía que el hombre no tenía ni una pizca de humanidad como para dejarlos libres.

─ ¿Q-qué quieres? ─preguntó entre lágrimas. Tenía miedo, pero haría lo que sea por salvar una vida, incluso si tenía que entregar la propia suya para hacerlo.

─ Mi amigo está encantado contigo, solo hazlo feliz. ─dijo, como si fuera lo más natural del mundo, como si esto fuera algo que hacían todos los días como actividad grupal.

Ella se mordió el labio inferior. Lo primero que se le vino a la mente fue el peor de los escenarios, y a juzgar por la situación en la que estaba, posiblemente la imagen que creó era la correcta. Recuerdos vinieron a ella, Maggie...ella misma. Su cuerpo comenzó a temblar al saber que le harían, incluso se había puesto pálida por el miedo que estaba sintiendo.

─ Hazlo o tu amigo perderá el ojo. ─insistió, al ver que ella no respondía.

─ Sam, no. ─sentenció John desde el suelo.

Estaba viendo a su mejor amiga, más que eso, a su hermana, dirigirse hacia aquel hombre sin siquiera detenerse a pensarlo. Ella no escuchaba las veces que él gritó su nombre, solo seguía con el camino hacia su perdición. Directo a salvar una vida.

Por cada paso que daba, sabía lo que le esperaba. Tragó saliva y se detuvo frente al hombre, mientras algunas lágrimas caían por sus mejillas.

─ Muy bien ─habló el hombre frente a ella, relamiéndome los labios ─, cariño, por favor, bájate los tirantes.

Con el labio y las manos temblando, ella obedeció. Quitó el seguro de los tirantes de su overol, dejando que parte de la prenda cayera, solo dejándola con su camiseta.

─ Que obediente...y hermosa...─él hombre saco su cuchillo, tomo de un lado la camiseta de Samara, y la empezó a cortarla por la mitad.

Rápidamente, ella se empezó a abrazar a sí misma al quedar solo en sujetador, pero el hombre, que parecía disfrutar mucho esto, le quitó las manos de ahí. La sujetó de la cintura y la empujó hasta que la espalda de la niña chocó contra el tronco de un árbol.

Sam no podía hacer nada más que llorar, llorar como niña pequeña, sintiendo como aquel hombre la miraba con extrañez, con deseo.

Las manos del hombre comenzaron a dejar marcas invisibles en su cuerpo. Sentía que cada célula de ella se tensaba cuando las manos del hombre comenzaban a explorar cada parte de ella. Sentía sus labios besando su cuello, sus mejillas, manchando cada parte de su rostro con algo que jamás podrá quitar, ni con litros y litros de agua.

Sintió las manos el hombre pasando por su cabello, aquel cabello pelirrojo que ella siempre amó, que ahora estaba siendo algo que, después de esto (si sale con vida), odiara.

Solo quería que esto acabara, de una forma o de otra. Quería dejar de sentir las manos de aquel hombre sobre su cuerpo. Estaba rogando a un ser superior que vinieran a salvarla, que esto se terminara, incluso que la mataran a ella en ese mismo instante, pero que dejara de sentir lo que estaba sintiendo.

El hombre colocó sus manos en la cintura de Samara y estuvo a punto de bajar el resto de su overol; sin embargo, como una señal divina, una luz al final del túnel, ella escuchó la voz de su tío:

─ ¡Wanda, abajo!

Ella no dudó en obedecer; confiaba ciegamente en Merle. Ella se quedó en el suelo, viendo cómo una flecha atravesaba el brazo del hombre. Sabía que la flecha no había ido directamente a su cabeza por otro propósito. Giro a ver hacia otro lado, encontrándose con Daryl, quien había tirado su ballesta a un lado para acercarse a paso firme hacia aquel hombre.

─ ¡Nadie que se meta con mi hija sale con vida! ─bramaba Daryl, golpeándolo una y otra vez.

De un momento al otro, llego Carl, Michonne y Rick. Ayudaron a John levantarse, él pobre estaba todo golpeado.

Merle y Daryl estaban terminando de matar a golpes a ambos hombres. Mientras, Sam se levantaba sola del piso, porque aunque Carl había ido hacia ella, intentando ayudarla, ella no lo permitió.No quería que nadie la tocara, no ahora.

Tomó su arco, lo cargó con una flecha mientras todos la veían. Se disponía a dispararle al hombre que le hizo daño a ella y a su mejor amigo, pero no pudo. Lo intentó, claro que lo hizo, pero no podía soltar la flecha.

Sus manos temblaban, no podía arrebatar una vida.

Tiró su arco y volvió a abrazarse a sí misma, tratando de cubrir su cuerpo. Merle, en ese momento, se acercó a su sobrina, se quitó su camisa azul y la dejó caer sobre la niña, quien terminó de cubrirse con aquella prenda, haciendo un pequeño asentimiento con su cabeza a forma de agradecimiento.

John, por su parte, tomó el arma que Carl le ofreció. No lo pensó ni un solo segundo, solo apuntó y disparó al único hombre que seguía vivo, porque el otro había sido asesinado a golpes por Daryl Dixon.





















El resto de la noche había sido dura, una de las más largas y duras que habían enfrentado, en especial, para los tres niños del grupo. Ninguno de ellos se encontraba bien, ni física ni mentalmente. Habían pasado por mucho en tan poco tiempo que nada de esto se sentía real.

John y Carl estaban muy agotados, cansados. En este momento estaban durmiendo en uno de los autos, mientras Michonne se encargaba de vigilarlos, no sin antes, claro, tratar de curar al menor Walsh con los pocos recursos que tenían, porque su rostro estaba hinchado, con moretones oscuros formándose alrededor de sus ojos y labios partidos.

Daryl, por su lado, estaba conversando con Rick, contándole como antes de estar en aquel grupo, Merle y él habían estado con Beth, pero desafortunadamente terminaron separándose. Aunque el propósito de contarle todo esto a Grimes no era exactamente porque quería que se entere de lo que pasó, sino porque quería pedir consejos, como ser un buen padre para Samara en este momento.

─ Nadie nace listo para ser padre, pero créeme, sabrás cómo hacerlo. Incluso estar ahí, en silencio, ella lo apreciará. ─le dijo Rick.

La menor Dixon no había dormido, no quería hacerlo. Estaba muy asustada para hacerlo. Así que Daryl había conseguido una camiseta para ella, y la había llevado a un arroyo cercano para que pudiera lavarse, refrescarse un poco.

Samara estaba arrodillada junto al arroyo, frotando su piel con tanta fuerza que ya había empezado a lastimarse. Sus movimientos eran frenéticos, desesperados, como si cada grano de suciedad representara algo más que mugre: representaba el recuerdo de lo que había vivido.

¿Por qué mi piel sigue sucia?

Siguió haciendo eso hasta que Daryl tiró de ella. La llevo hasta la orilla y la obligo a sentarse. Se quedaron ahí por un tiempo, sin decir nada. Él no sabía qué decir y ella no quería hablar. Simplemente se hacían compañía. Estar ahí también servía.

─ Mi piel sigue sucia.

Su papá frunció el ceño. Su instinto fue decirle que no era cierto, que ya estaba limpia, pero algo en la forma en que lo dijo le hizo detenerse. Entendió que no estaba hablando solo de su piel.

─ Y lo estará por un tiempo, dragón. ─dijo al fin, con una voz más suave de lo que parecía capaz de usar Pero escúchame. No es algo que puedas lavar. Ni todo el agua de este mundo va a limpiar lo que sientes ahora.

─ Necesito que se limpie. ─murmuró.

─ Lo sé ─dijo Daryl, suspirando ─. Pero necesitarás tiempo. Nos necesitarás a nosotros. Tu papá, tío Merle. Los Dixon no somos exactamente buenos tipos, pero somos buena familia...o intentamos serlo.

Ella asintió, abrazando sus piernas mientras algunas lágrimas se escapaban de sus ojos. No quería dormir porque los recuerdos de anoche invadirían sus sueños, pero ahora mismo, aquello estaba invadiendo su mente despierta.

─ Tuve que hacerlo ─dijo de pronto ─. Tuve que ir ahí. No quería matar a John y, en el fondo... tampoco quería morir yo. Quería vivir, quería que él lo hiciera, cueste lo que cueste.

─ Eres fuerte, niña, la más fuerte que conozco.

─ No soy fuerte. No pude hacer nada. Ni siquiera puedo matar a nadie. No soy como tú.

─ ¿Crees que matar te hace fuerte? Créeme, Sam, eso no significa nada. Ser fuerte es seguir adelante, aun cuando todo dentro de ti te dice que te rindas. Ser fuerte es estar aquí, viva, después de todo lo que pasó.





















Esta era la primera vez que Samara y John hablaban desde anoche. Él había estado esperando pacientemente a que ella le permitiera acercarse. Era la primera persona, además de Daryl, con la que Samara quería estar. Carl, por otro lado, había intentado durante todo este tiempo acercarse a su novia, pero cada intento terminó en lo mismo: Samara empujándolo lejos de ella. Finalmente, Carl había aceptado que, por ahora, ella no quería verlo.

Samara estaba sentada sobre un tronco caído, con la mirada fija en el suelo cubierto de hojas. Sus manos jugueteaban con una pequeña rama que había arrancado de un arbusto cercano. Cuando John finalmente habló, su voz tembló.

─ Fue mi culpa, l-lo siento. ─Las palabras se rompieron al salir de su boca.

Samara levantó la mirada, pero sus ojos seguían vacíos, carentes de la chispa que solían tener. John apretó los puños mientras recordaba cada segundo de lo que había pasado. Había estado ahí, viendo, incapaz de hacer nada.

─ No fue tu culpa. ─Samara lo dijo con un tono casi mecánico. Parecía más un intento por convencerlo que una afirmación sincera.

─Sí lo fue ─insistió John, dando un paso hacia ella. ─ Yo debía protegerte, eres mi mejor amiga, mi hermana...

─ No merezco nada de nadie, no ahora ─murmura ella ─. Me siento sucia, John. Me siento rota. No quiero que me vean así...que Carl me vea así. No puedo soportar que me vea así.

John tragó saliva, intentando calmar el nudo que se le formaba en la garganta. Sabía que no había palabras que pudieran aliviar ese dolor, pero intentó.

─Sam, Carl te ama. No importa lo que haya pasado, no importa cómo te sientas... Él está contigo.

─No lo entiendes ─la voz de Samara se quebró.─ Ya no soy la misma. No soy digna de él.

Un crujido de ramas secas hizo que ambos levantaran la mirada. Carl estaba allí, de pie, con los ojos enrojecidos. Había estado escuchando desde el principio, escondido tras los árboles en un intento de saber cómo ayudar a Samara ya que ella no quería verlo.

─ No digas eso.

Samara se puso de pie de golpe, sorprendida y visiblemente incómoda.

─¿Qué haces aquí? Te dije que...

─ No me importa lo que me digas ─la interrumpió Carl, dando un paso hacia ella ─. No voy a alejarme, Samara. No de ti.

Ella dio un paso atrás, cruzándose de brazos.

─ Carl...

─ Yo sé quién eres. Y nada, nada, va a cambiar lo que siento por ti.

Samara bajó la cabeza. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, y su cuerpo tembló al intentar procesar todo lo que sentía.

─ No quiero estar sola ni hundirme.

─ No tienes que hacerlo ─la voz de John se escucho ─. Estamos aquí, Sam. Carl, yo... Daryl. Nadie espera que lo hagas sola.

Carl dio un paso más, acercándose con cautela. Extendió su mano, sin tocarla, esperando que ella decidiera. Después de un segundo (que pareció durar años), Samara dio un paso hacia él, permitiendo que la envolviera en un abrazo. John se acercó también, uniéndose al abrazo.

El calor del contacto físico era extraño para Samara, incómodo al principio. Su cuerpo estaba rígido, pero poco a poco se relajó. Cerró los ojos y permitió que la apachurraran.

Los tres, darían la vida por el otro.

Eran niños con corazón de héroes.




















narra Samara Dixon . . .

Me ajusté los tirantes de la ropa mientras seguía a mi papá y al resto del grupo con pasos cautelosos. Habíamos entrado a Terminus por la puerta trasera; Rick no confiaba en las buenas intenciones de nadie, y eso nos había mantenido con vida hasta ahora.

"Santuario para todos. Comunidad para todos"

La voz resonó en la habitación apenas cruzamos la entrada. Era inquietante cómo esas palabras, repetidas en los letreros por todo el camino, ahora parecían más una advertencia que una bienvenida.

─ Hola. ─saludó Rick.

Un hombre dejó lo que estaba haciendo detrás de un escritorio y nos miró con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

─ Bien ─suspiró y alzó las manos en un gesto burlón ─. Supongo que Albert estuvo vigilando el perímetro. -Su tono era irónico, como si no le preocupáramos en absoluto.

Salió de detrás del escritorio y nos evaluó con la mirada.

─ ¿Vinieron a robarnos?

Si viniéramos a robarles, ¿cree que lo haríamos saludando? Pensé, pero no estaba de humor para darle al mundo un poco de mi humor.

─ No ─respondió Rick ─. Solo queríamos verlos antes que ustedes nos vieran.

El hombre, que se presentó como Gareth, nos inspeccionó uno a uno con una mirada que me heló la sangre. Su sonrisa era demasiado amplia, demasiado calculada. Algo en sus ojos gritaba peligro, pero todos tratamos de mantener la calma. Cuando nos pidió que dejáramos nuestras armas, nuestras miradas se encontraron con las de Rick. Su aprobación fue suficiente para obedecer, aunque cada fibra de mi ser quería aferrarse a mi arco como si mi vida dependiera de ello. Porque en realidad lo hacía.

Al caminar por Terminus, todo se sentía fuera de lugar. Las sonrisas eran demasiado falsas, las palabras demasiado amables y el olor a carne cocinándose me revolvía el estómago. Mientras nos mostraban el lugar, mi atención se desvió hacia algo que reconocí de inmediato. El poncho de Maggie. Luego, el reloj de Glenn.

Rick lo notó también. Antes de que pudiera reaccionar, ya había agarrado al hombre que nos guiaba, Alex, y le apuntaba con su arma.

─ ¡¿De dónde sacaste este reloj?! ─le reclamaba Rick a su rehén.

─ ¿Quieres respuestas? ─preguntó Alex, mientras yo veía cómo desde arriba también nos apuntaban ─. ¡Las tendrás cuando bajes el arma!

─ Veo que tu hombre del techo tiene un rifle ─señaló Rick ─. ¿Tiene buena puntería?

Alex se quedó callado.

─ ¡¿De dónde sacaste el reloj?!

─ ¡No hagas nada! ─le pidió Alex al hombre del tejado, cuando este tuvo las intenciones de disparar. ─ ¡Yo me encargo! Baja el arma.

─ Mejor hazle caso, somos muchos. ─Aconsejo uno.

Nosotros tenemos a los hermanos Dixon y a Rick; son nuestro ejército.

─ ¿De dónde sacaste el reloj? ─preguntó Rick con amargura.

─ ¡Se lo quité a un muerto! No creí que lo necesitara.

─ ¿Y el equipo antimotines? ¿El poncho? ─reclamó.

Gareth apareció, y todos giramos a verlo, apuntando con nuestras armas.

─ El equipo antimotines de un policía muerto. ─explicó Y el poncho secaba en una cuerda.

─ Gareth, podemos esperar. ─mediaba Alex.

─ Cállate. ─ordenó Gareth.

─ Tú, sigue hablando. ─pidió Rick.

─ ¿Qué queda por decir? Ya no confías en nosotros ─soltó ─. Está bien, ¿qué quieres, Rick?

─ ¿Dónde está nuestra gente?

─ No respondiste nuestra pregunta...

Antes de que termine de hablar, ya nos estaban disparando.

─ ¡Corran! ─nos gritó Rick.

Nosotros lo hicimos, fui tras papá, intentando salir de Terminus, pero nos cerraron la puerta. Buscamos otras salidas, pero nada. Salimos por una puerta que tenía una "A" pintada. Fue una mala decisión, porque solo era otro callejón sin salida. Lo que más me sorprendió es que ninguna de las balas nos daba; disparaban a nuestros pies.

Eso era extraño.

Entramos a una sala, una donde había muchas velas y mensajes raros escritos.

─ ¿Qué diablos es este lugar? ─pregunté Encima no nos quieren matar, disparan a nuestros pies.

─ O son muy estúpidos para disparar en la cabeza. ─comentó tío Merle.

─ Por allí. ─Rick señaló una puerta, y lo seguimos, pero antes que salgamos la cerraron; sin embargo, logramos encontrar a la otra.

Al salir lo mismo que antes, nos apuntaban a los pies, pero, antes que pudiéramos brincar las rejas, nos encontrábamos rodeados por todos lados.

─ ¡Arrojen sus armas! ¡Ahora! ─nos ordenó Gareth desde arriba ─ ¡Ahora!

Gritó, y no tuvimos más remedio que obedecer. Tiré mi arco y mi aljaba.

─ ¡Líder! ¡A tu izquierda! ¡Vagón del tren! ¡Si haces lo que decimos, los chicos van contigo; si no, ellos morirán, y ustedes acabarán ahí adentro!

Rick nos dio una última mirada y obedeció. Colocándose al pie de la escalera que había en el vagón. No había otra opción, estábamos rodeados, no le quedaba nada más que obedecer.

─ ¡Ahora, el manco!

Tío Merle, a gruñidos, avanzó.

─ ¡El arquero!

Papá también se fue.

─ ¡Ahora la samurái! ─Michonne obedecía ─. ¡Párense en la puerta, líder, el manco, arquero, samurái, en ese orden!

─ ¡Nuestros hijos! ─gritó Rick.

Gareth se tomó su tiempo, pero finalmente dijo:

─ Vayan, chicos. La pelirroja, el del sombrero y el otro ─nos ordenó, así que empezamos a caminar ─ ¡Líder, abre la puerta!

─ ¡No entraré sin ellos!

─ ¡No me obligues a matarlos!

Vimos a Rick abrir la puerta del vagón mientras nos acercábamos. Entró, luego los demás, y luego nosotros. Adentro estaba oscuro; apenas entré, Carl abrazó a su padre y yo corrí a los brazos del mío. Sin embargo, nos detuvimos cuando notamos como algo se movía entre las sombras, y luego, esa voz:

─ Rick. ─llamó Glenn, y detrás de él, empecé a ver a gente nueva, pero no me importó, solo corrí hacia los brazos de Maggie.

Me dejé abrazar por ella, y en cuanto sus brazos me rodearon, no pude evitar desmoronarme. Sollozaba sin control, mi cuerpo temblaba como si la tristeza y el miedo me estuvieran consumiendo. Maggie me susurraba en un intento de calmarme, preguntando qué había pasado, pero su voz me llegaba borrosa, como si estuviera lejos. Ni siquiera me molesté en escuchar lo que decían Rick, Glenn o papá; no importaba. Lo único que importaba era el consuelo de Maggie, que me apretaba más contra su pecho, como si pudiera devolverme algo de paz.

─ U-un hombre... él... intentó... ─mi voz se quebró antes de que pudiera continuar. Pero Maggie, con una delicadeza que no pude esperar, me obligó a callar. Me abrazó más fuerte.

La sentí sollozar contra mi cabello, y eso fue suficiente para que me aferrara a ella con más fuerza.

─ Oh, Sam. ─murmuró con voz quebrada, y me hizo sentir que, de alguna manera, ella me comprendía.

Maggie entendía. Sabía lo que sentía, porque en sus ojos vi el miedo, la angustia. No necesitábamos palabras para compartir esa conexión; nos comprendíamos, a pesar de todo. Y espero que sigamos así.

─ Estarás bien, no ahora mismo, pero lo estarás. Y te ayudaré, ¿sí? ─me dijo, tomando mi rostro entre sus manos con una ternura que me hizo sentir bien, aunque mis lágrimas seguían corriendo sin cesar.

Minutos después, Glenn se unió a nosotras, me abrazó y revolvió mi cabello, mientras nos acomodábamos en una esquina, prestando atención a Rick.

─ Se van a sentir estúpidos cuando se den cuenta.

─ ¿Cuándo se den cuenta de qué? ─preguntó uno de los hombres, el pelirrojo fortachón, que ahora notaba con más claridad, pero su rostro no me decía nada.

─ Cuando se den cuenta que se metieron con las personas equivocadas.


























[end of season four]




























palabras; 3687
▬ With love, Lucy Rhee

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Com