𝟬𝟰𝟯 | four walls and a roof
043. ┊໒ ⸼ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗙𝗢𝗥𝗧𝗬 𝗧𝗛𝗥𝗘𝗘 ──
── 𝖥𝗈𝗎𝗋 𝗐𝖺𝗅𝗅𝗌 𝖺𝗇𝖽 𝖺 𝗋𝗈𝗈𝖿 🐝•˖* 📼 ☄️
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Desde hace ya un rato no veía a mi tío ni a mi padre, lo cual era raro, porque desde que llegamos a la iglesia del padre Gabriel ambos, como entrenados, venían a verme cada veinte minutos, y ahora... nada, y aunque al principio me molestó que ambos me vigilaran, ahora me preocupaba.
─ ¿Puedes dejar la Biblia a un lado, Sam? ─pidió Sophia entre nerviosismo y molestia.
No porque me odiara (quizá sí, tal vez tuvo aquel sueño donde el amor de su vida muere y me culpa a mí. Sí... nunca me envíen a despertar a Sophia, eso me puede costar la vida o la amistad, lo cual es mucho peor). Pero regresando a mi punto inicial, ella estaba nerviosa porque los Dixon no eran los únicos desaparecidos; Carol tampoco estaba.
─ Okey. ─murmuré, cerrando el libro, dejándolo a un lado y empezando a "dibujar" una cruz en la palma de mi mano con uno de mis dedos.
─ ¿Qué haces? ─inquirió John a mi lado.
─ Una cosa tonta, mi abuela me dijo que servía para muchas ocasiones, aunque creo que ahora... es más un tic para mí.
Intentaba distraerme, porque mi mente comenzaba a crear escenarios en los cuales los hermanos Dixon están siendo secuestrados, torturados, devorados por caníbales. O secuestrados y torturados por caníbales. Sí... mi mente trabaja mucho.
Imaginaba cualquier cosa, menos que me dejaran; ellos nunca lo harían... ya no lo harías. Somos una familia, disfuncional, pero familia al fin y al cabo. De todas formas, cualquier pensamiento mío fue interrumpido por la llegada del grupo que fue a investigar los alrededores, ya que Bob había desaparecido.
¿Es el Día del Desaparecido o algo parecido?
Vi a Sasha acercarse peligrosamente al padre Gabriel.
─ Basta ─le pidió muy seria y con firmeza ─. ¿Qué está haciendo?
Pero este no respondió a los cuestionamientos de la morena, así que volvió a hablar.
─ ¿Qué estás haciendo? ─prácticamente lo acusaba ─. Está todo conectado. Tú apareciste, y fuimos observados, y ahora nos faltan cuatro personas.
El padre sacudió levemente su cabeza; estaba desconcertado por la acusación de Sasha.
─ Y-yo no tengo nada que ver con eso. ─se defendió.
Sasha sacó su cuchillo, y el padre Gabriel retrocedió asustado. Yo, por mi parte, me levanté y tuve las intenciones de ponerme en medio de ambos o quitarle el arma a la menor de los hermanos Williams, pero fue detenida por John, que me sostuvo de los brazos (se está volviendo costumbre; le cortaré los brazos).
─ ¿Quieres salir herida? ─me cuestionó, soltándome cuando di indicios de no querer lanzarme a proteger al hombre.
─ ¿Quiénes son? ─le cuestionó Sasha al padre, quien retrocedía de miedo al ver a la morena acercarse cada vez más con el cuchillo en manos. ─ ¿Dónde están nuestros amigos?
─ Y-yo no teng...
─ ¡¿Dónde están nuestros amigos?!
─ Por favor ─rogó el padre, levantando sus manos en forma de inocencia ─. Yo no tengo nada que ver con esto. Yo...
Rick tomó del brazo a Sasha y la llevó hacia atrás. Mientras yo veía de vez en cuando de reojo a Judith, vigilando que no despertara, y si lo hacía de malas, calmarla para no atraer caminantes a la iglesia. Merlín, dame fuerzas.
Nuestro líder era el que esta vez le cuestionaba al padre Gabriel, y también se acercaba más a este. Así que Carl no tuvo mejor idea que tomarme de los brazos y llevarme junto a él, lejos de los hombres, para que así yo no pueda ─a palabras de él─ actuar en base a mi corazón de pollo y querer salvar incluso a una hormiga.
Tan bien me conoce.
─ Si me conoces tan bien, ¿por qué no somos novios? ─le inquirí en voz baja a modo de broma, aunque en realidad sabía que su pequeño cerebro de algodón no lo procesaría tan rápido.
─ ¿Qué? ─cuestionó confundido, y usé esos segundos de confusión para zafarme de su agarre, pero no funcionó.
Así que no tuve nada más que ver desde lejos. Fracasé.
─ P-Por favor, yo solo...─tartamudeo.
─ ¿Trabajas con alguien? ─le preguntó Rick.
─ Estoy solo, siempre estuve solo ─aseguró con nerviosismo.
─ ¿Y la mujer del banco de alimentos, Gabriel? ¿Qué es lo que le hiciste? ─le empezó a interrogar, y el tono en que mi queridísimo y amable suegro lo hacía solo ocasionaba que el padre Gabriel se meara en los pantalones... o estuviera a punto de hacerlo. ─ "Arderán por esto". Era para ti. ¡¿Por qué lo escribieron, Gabriel?!
Vi a Rick tomarlo desde el cuello de la camiseta, y acorralarlo con mucha fuerza, haciendo espantar más al hombre.
─ ¿Qué fue lo que hiciste? ─le preguntó él en un grito, para luego soltarlo con brusquedad.
Aquel grito hizo despertar a Judith, y antes de que empezara a llorar, fui hasta su caja y la levanté en brazos, dejando que se recueste en mi pecho y se tranquilice a pesar de los gritos.
─ Cierro la puerta de noche... Siempre cierro la puerta ─contó Gabriel entre lloriqueos ─. Y empezaron a venir, mi congregación. Atlanta había sido bombardeada y estaban buscando refugio, un lugar para poder estar a salvo. Era muy temprano, de madrugada... La puerta seguía cerrada...
Comenzó a sollozar. Estaba sintiendo la culpa por sus acciones.
─ Fue mi decisión. Eran demasiados, y estaban forzando las ventanas, golpeaban... golpeaban las paredes y me gritaban. Y luego los atacaron los muertos... mujeres... niños. Familias enteras gritando mi nombre mientras eran devoradas.
Me quedé en silencio, procesando su historia. Procesando el dolor y el miedo que sintieron esas personas. Ahora siento que este lugar no es santo, es el infierno en la tierra, con la pena y la carga de aquellas mujeres... niños... aquellas familias que fueron devoradas por la cobardía de un hombre que supuestamente obtiene valentía y fuerza de Dios.
─ Me imploraban misericordia ─lloraba, llevándose las manos al corazón ─. Me maldecían y me deseaban el infierno... Al final, enterré sus huesos, los enterré a todos... El Señor los envió aquí para castigarme.
Se dejó caer al suelo mientras lloraba como un pequeño bebé.
─ Yo soy culpable... y-y me condene por eso ─nos miraba a todos mientras seguía contando ─. Siempre cierro la puerta con llave.
─ Shh, Jude, calma, o vendrá el coco y te come... ─fruncí mi ceño, viendo por la ventana algo inusual ─ ¡Hey!
Llamé la atención de todos.
─ Hay alguien tirado afuera.
Mi grupo salió de inmediato, y yo me quedé en la puerta junto a mis amigos; era Bob, estaba mal herido, puede ser un hueso roto o algo parecido. Ahora mismo lo hacían entrar; logré ver cómo no tenía parte de su pierna. ¿Qué demonios había pasado? ¿Lo habían mordido y se la cortó para salvarse?
─ Estaba en el cementerio ─empezaba a relatar Bob, mientras nosotros lo rodeábamos, en un intento de saber de su estado de salud y qué le pasó cuando estuvo afuera ─. Alguien me golpeó, y desperté en una especie de patio de escuela. Y... estaba ese tipo, Gareth, y cinco más. Ellos estaban comiéndose mi pierna delante de mí.
Me llevé una mano a la boca ante lo cruel que era todo lo que vivió, y vi a Sophia hacer lo mismo.
─ Como si fuera lo más normal ─relataba Bob ─. Muy orgullosos, pensando que tienen todo resuelto.
─ ¿Mi mamá o los hermanos Dixon estaban ahí también? ─preguntó Sophia en una mueca.
─ Gareth dijo que se escaparon en un auto. ─respondió.
Van a volver, papá y tío Merle van a volver.
─ Está sufriendo, ¿tenemos algo? ─preguntó Sasha ante los jadeos de dolor que tenía Bob por cada movimiento que hacía.
─ Tengo algunos antibióticos en mi mochila. ─anuncié levantándome del suelo.
─ Muchas gracias, Sam. ─me dijo Sasha.
─ Además, afuera había hierbas que puedo usar para una compresa. ─tuve las intenciones de salir, pero la voz de Bob me hizo frenar.
─ No hace falta todo eso.
─ No es problema. ─dije, sin entender mucho.
─ Te agradezco, Sam, pero no es necesario. ─aseguró, haciendo que me acerque a él.
Lo vi bajar el hombro de su camiseta, dejando relucir una mordida de caminante... y esa fue la gota que colmó el vaso para mí. ¿Por qué el mundo era tan cruel?
─ ¡Sam! ─gritó Carl; yo ya me encontraba saliendo de la iglesia.
Me senté fuera, ocultando mi cara entre mis piernas. No estaba llorando, no podía; creo que es porque no tomé suficiente agua en estos días, o porque te dan un cierto número de lágrimas para toda la vida y yo las gasté todas. El punto aquí es que no solo estaba triste por lo de Bob... sino que... ¿y si mi papá y mi tío terminan igual? Solo que lejos, por ahí, en algún lugar del mundo, sin nadie a su lado... Merlin.
Luego de un rato, me vi obligada a entrar, pero el panorama dentro no era mejor.
Me coloqué entre Maggie y Glenn, que siempre, en ausencia de los hermanos Dixon, o incluso con ellos presentes, me consideran una hija. Y a palabras de papá, si él no está, el chino se asegurará de mi bienestar.
Si, practicamente tengo como ocho padres.
─ Hora de volver a la realidad ─sentenció Abraham ─. Hay que partir hacia Washington, ahora.
Rosita se colgó sus cosas en el hombro y se colocó junto al pelirrojo.
─ Daryl, Merle y Carol van a regresar ─le aseguró Rick ─. No iremos a ningún lado sin ellos.
─ Lo comprendo ─aceptó Abraham ─, pero Eugene está en riesgo y tengo que sacar su trasero de aquí antes de que todo esto empeore. Así que si no quieren venir, buena suerte. Aquí nos separamos.
Giro sobre sí mismo y se encaminó hasta la entrada, al menos hasta que Rick preguntó.
─ ¿Se irán a pie?
─ Nosotros ─giró molesto ─, reparamos ese maldito autobús.
─ Nosotros somos muchos más ─Rick avanzó a encontrarse con Abraham.
Ambos estaban molestos, y seré team Rick, pero... ¿Han visto los músculos de Abraham?
─ Y si quieres que siga así, deberían venir.
─ Carol te salvó la vida. Nosotros te salvamos...─bramó el mayor de los Grimes con mucho enojo.
─ ¡Y yo estoy tratando de salvar a todos! ¡Al maldito mundo!
─ No nos iremos sin los nuestros.
─ Sus amigos se fueron.
─ Y van a volver.
─ ¡¿Por quién?! ─gritó el pelirrojo ─ ¿A recoger nuestros huesos?
Rick le dio un empujón:
─ ¡No te llevará el autobús!
─ ¡No me toques!
─ ¡Abraham! ─regañó Rosita, mientras Gleen se ponía entre ambos hombres, que están a punto de iniciar una pelea.
─ ¡Basta! ¡Ahora! ─exclamó Gleen.
Vamos, Rhee, pon orden ahí.
─ ¿En serio crees que van a estar más seguros yéndose ahora, en medio de la noche? ─le preguntó Gleen a Abraham, que por poco saca humos por sus orejas.
─Sí.
─ ¿Por qué no mañana? ─le cuestionó el coreano ─. Nos necesitamos unos a otros. Sin nosotros no llegarás hasta Washington. ¿Por qué no podemos hacerlo juntos?
─ Tengo una idea ─Tara se adelantó, haciendo que todos la miráramos ─. Si se quedan un día más y nos ayudan, yo iré con ustedes.
─ Tara... ─llamé.
No puede irse, es una de los nuestros ahora. Y me cae bien.
─ Pase lo que pase ─giro a vernos a nosotros ─. ¿Okey?
─ Gleen y Maggie también. ─negoció Abraham.
─ No. ─negó Rick.
─ Entonces no. Yo no estoy interesado en romper su armonía. Rosita, prepárate.
─ Abraham...
─ Rosita, prepárate ─repitió, y la latina no tuvo nada más que obedecer. Luego, él dio un giro para ver a su científico loco ─. Eugene, vamos.
Pero este no se movía ni un poco.
─ Eugene. Muévete. ─ordenó Abraham.
─ No quiero. ─le dijo.
─ Ahora.
─ Okey.
Bien, eso dio risa.
─ No te llevarás el autobús. ─sentenció Rick.
─ Intenta detenerme. ─retó el pelirrojo.
Nuestro líder se acercó a paso firme a Abraham, y estuvo a punto de golpearlo, si no fuera por Glenn, que los detuvo y los separó, otra vez.
Rhee miró al ex-sargento. ─ Quédate un día más. Quédate y ayúdanos. Iremos con ustedes.
Maggie me miró.
─ No irán.
─ No es tu decisión ─le dijo Gleen a Rick, antes de volver hacia Abraham ─. Quédate y ayúdanos.
Él lo pensó un poco. ─ Mediodía. Nos vamos mañana al mediodía. Cuando el sol esté arriba, nos largamos.
─ Y nos iremos con ustedes. ─aseguró Maggie.
Me mordí el labio inferior.
─ Y yo iré con Glenn y Maggie. ─dije.
Rick me miró, al igual que todo el grupo.
─ No, Sam. ─negó el mayor de Grimes.
─ Soy lo suficientemente grandecita para decidir qué quiero hacer. Además, el plan de papá, si es que él no está, es que me pegue como una garrapata a Glenn. ─informé.
─ Bien, faltan doce horas ─anunció Abraham ─. Doce horas y nos vamos.
Gleen y Maggie se acercaron a mí; cada uno puso una de sus manos en mis hombros.
─ ¿Segura? ─me preguntó Gleen.
─Sí, muy segura.
─ ¿Y qué le dirás a Carl? ─inquirió Maggie, haciendo una pequeña muequita.
─ Si todo sale bien en el viaje, el mundo se va a componer, ¿no? Él y yo nos volveremos a ver.
El matrimonio Rhee me abrazó..
─ N-no te puedes ir. ─me negó Carl.
─ No te estaba pidiendo permiso, solo te informaba de mis decisiones. ─le señale, pasando mi mano por su cabello suavemente
─ ¿Qué hice mal?
─ Oh, Carl ─le deje un beso en la mejilla ─. No hiciste nada malo, pero quiero ir, incluso si papá estuviera aquí, le hubiera insistido que quiero ir...
─ A salvar el mundo. ─completo.
─ Si, además, Gleen es mi persona.
Nos quedamos en silencio por unos minutos más, solo mirándonos a los ojos.
─ No quiero que te vayas...
─ Carl yo...
─ Déjame terminar ─pidió ─. No quiero que te vayas, pero te apoyo en tus decisiones, y si quieres hacer esto, yo esperare a que vuelvas, porque volverás, ¿no?
─ Siempre vuelvo. Samara Dixon siempre vuelve.
La mayoría de nuestro grupo se había ido a liquidar a Gareth y su gente. Los que nos quedamos estábamos relativamente tranquilos... al menos hasta que escuchamos un ruido.
Alguien abrió la puerta.
Carl, Sophia, John y yo tomamos nuestras armas al instante, apuntando hacia la entrada de la oficina, listos para enfrentar lo que fuera que estuviera del otro lado.
─ Bueno, ya saben que estamos aquí ─habló Gareth desde afuera.
Mierda.
─ Así como nosotros sabemos que ustedes están aquí. Y vinimos armados, así que no tiene sentido esconderse.
Miré de reojo hacia atrás. Gabriel estaba en una esquina, aferrado a su rosario con los nudillos blancos por la fuerza con la que lo sujetaba.
─ Los hemos observado. Sabemos quiénes están aquí.
No tenemos escapatoria.
─ Está Bob... a menos que lo hayan sacrificado. Está Eugene, Rosita... El buen amigo de Martin, Tyreese. Está Carl, Sam, John, otra chica rubia... Sophia, y la pequeña Judith.
En ese momento, Eugene se encogió aún más en una esquina, mientras Rosita se unía a nosotros con su arma en alto, lista para disparar.
─ Rick y los demás salieron con unas cuantas armas. No sabemos dónde están, pero no es un lugar muy grande. Podemos encontrarlos. Así que salgan ahora antes de que las cosas se pongan más feas de lo necesario.
Seguíamos apuntando a la puerta. Yo, en lo personal, me estaba preparando mentalmente para disparar si era necesario.
No puedo salvar una vida sin arrebatar otra, no en este mundo.
─ Están detrás de una de estas dos puertas, y tenemos suficiente munición para derribar ambas. Y no creo que quieran eso.
Desde afuera se escuchó cómo recargaban un arma.
─ ¿Y qué hay del párroco? ─preguntó Gareth, su tono burlón y despreocupado ponía los nervios de punta─. Padre, si nos ayuda, lo dejaremos irse con vida.
Giré y le apunté a Gabriel. Sophia tuvo la misma idea.
─ Puedes tomar a la bebé e irte ─dije en voz baja.
"Ni se te ocurra", articulé con los labios sin emitir sonido.
─ ¿Qué dice?
Entonces, Judith comenzó a llorar. Casi de inmediato guardé mi arma y la alcé en brazos, intentando calmarla.
─ O tal vez yo me la quede. Me está cayendo bien.
Ahora sí estaba asustada.
Sophia se colocó a mi lado con su arma firme. Yo protegía a Judith, y Sophia me protegía a mí.
Somos un gran dúo.
─ ¡Última oportunidad para salir por su cuenta!
Nos mantuvimos en silencio, sin movernos.
─ A las bisagras ─ordenó Gareth.
Giré rápidamente, cubriendo a Judith con mi cuerpo. Esperaba escuchar el sonido de los disparos perforando la puerta en cualquier segundo...
Pero nunca ocurrió.
¿Se escucharon disparos? Sí.
Pero no hacia la oficina en la que estábamos.
─ ¡Pongan sus armas en el suelo! ─ordenó Rick.
Estábamos salvados.
Salí de la oficina con Jude en brazos, haciendo que ella oculte su rostro en mi pecho y no vea el panorama sangriento que teníamos delante.
─ Esta es la casa de Dios. ─balbuceo el padre Gabriel, al ver los cuerpos cercenados en el suelo.
─ No. Solo son cuatro paredes y un techo ─dije, encogiendome de hombros ─. En todo caso, esto dejo de ser la casa de Dios cuando no le abriste las puertas a toda esa gente.
TODOS SE ESTABAN TERMINANDO DE DESPEDIR DE BOB, ¿yo? Yo me limite a unirme al resto, no me gustaba decir adiós.
Yo me acerqué al hombre a pedido de esté mismo.
─ Samara, a veces es difícil decir adiós, es difícil para los vivos, y mucho más para una niña con corazón de oro como el tuyo ─tomo mi mano ─. Pero decir adiós a los que están a punto de partir, es un respiro de alivio para ellos.
Yo asentí.
─ Adiós Bob, nos veremos del otro lado. ─deje una caricia en su mano.
─ Sin ofender, espero que no sea pronto. ─me sonrió.
Me levanté y salí detrás del resto.
uno nunca se acostumbra a perder a su gente . . .
HABÍAMOS ENTERRADO A BOB, y era momento de irnos con Abraham.
─ Está es la ruta a Washington ─el pelirrojo le ofreció un mapa a Rick ─, trataremos de seguirla como podamos. Si no, bueno, ya conocen nuestro destino. Cuando Eugene termine lo que debe de hacer, todo volverá a la normalidad, y estaremos ahí para verlo. Y ustedes también deberían estarlo.
─ Lo verán. ─aseguró Maggie.
─ Estaremos ahí. ─comentó Michonne
─ Si, así será. ─reitero Rick.
Yo por mi parte, me dejaba abrazar por John, que dejaba un beso en mi frente. Era más alto que yo, así que se aprovechaba de eso. Ahora es una beso en la frente, hace unos días su codo en mi cabeza.
─ Ve a salvar el mundo, hermanita. ─murmuró con una sonrisa.
─ ¡Y regresa viva! ─chilló Sophia ─. Es una amenaza.
─ Regresaré viva. ─les dije, para luego mirar a Judith, que estaba en los brazos de la chica Peletier.
─ Recuerda, eres gryffindor, te gusta la papilla de manzana y...si dices tú primera palabra durante mi ausencia, me vengaré. ─di un toquecito divertido en su nariz, haciéndola reir.
Luego, me giré a ver a su hermano.
─ Te quiero mucho ─solté, tomando su rostro entre mis manos, para luego unir nuestros labios en un tierno beso.
Nuestro labios se movían en sincronía, y disfrutábamos la acción, al menos hasta que Abraham grito:
─ ¡Dejen de compartir baba!
─ ¡Si, dejen de hacerlo que se crea otro virus! ─se burló Tara desde el autobus.
Me despedí de mi novio, mis amigos y del resto del grupo, y cuando estuve a punto de subir, Rick se acercó.
─ Cuidate, ¿si? ─me dijo.
─ Lo haré.
Subí al autobús, sentandome junto a Tara. Abraham arranco el autobús, y lo último que todos escuchamos fue:
─ ¡Recuerda nuestros votos, Mara!
Abrí mi boca desconcertada y nerviosa, y más por la mirada que Glenn me daba. Felizmente nos vamos, porque Rhee hubiera matado a Carl por decir aquello.
Ay, y no me imagino si papá y tío Merle hubieran estado aquí.
Mi novio hubiera partido de esté mundo.
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