𝟬𝟰𝟳 | yes, rare
047. ┊໒ ⸼ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗙𝗢𝗥𝗧𝗬 𝗦𝗘𝗩𝗘𝗡 ──
── 𝗋𝖺𝗋𝖾 🐝•˖* 📼 ☄️
(la escena nueva la tenía desde antes, no se porque no la subi con la nueva versión, creo que porque la vi muy delulu, pero la vida es una)
Pensé que todo iba a salir bien, que después de encontrar a Beth las cosas solo mejorarían para el grupo, que por fin podríamos respirar sin sentir que el mundo nos arrancaría todo lo que amábamos en el siguiente parpadeo. Pero no fue así.
Rick y un pequeño grupo habían ido al pueblo de Noah, un amigo que Beth hizo en el hospital. No parecía una misión difícil, solo un viaje para ver si quedaba algo de su antiguo hogar, un pequeño intento de esperanza en medio de tanto desastre. Creímos que regresarían como siempre ... pero no fue así.
Todo salió mal.
Tyreese estaba mordido. Y ahora... ahora él era otra estrella en el cielo.
Cuando entré, me sentí vacía. No hubo un pensamiento coherente en mi cabeza, solo un torbellino de dolor que me envolvió hasta que lo único que pude hacer fue correr. No supe exactamente hacia dónde, solo quería estar lejos de todo, lejos del dolor insoportable que se alojó en mi pecho en cuanto escuché su nombre acompañado de esa palabra que odiaba tanto: muerte .
Me detuve en medio del bosque, el aire frío golpeándome la piel, pero ni siquiera eso lograba adormecer la angustia que se acumulaba en mi pecho. Sentía que algo dentro de mí se estaba rompiendo, algo irremplazable. Me dejé caer en el pasto, apoyando la espalda contra el tronco de un árbol, abrazando mis rodillas como si eso pudiera contener el temblor de mi cuerpo.
Lloré en silencio, con las lágrimas resbalando por mis mejillas sin que pudiera detenerlas.
No quería volver. No quería enfrentar su ausencia.
Pero entonces, una voz suave me sacó de mi duelo.
─ Sam...
Levanté la cabeza y vi a Sophia frente a mí, con la mirada comprensiva y el ceño ligeramente fruncido por la preocupación. Se puso de cuclillas, poniendo una de sus manos sobre mi hombro.
─ El funeral de Tyreese está empezando ─susurró ─. Sasha me pidió que te buscara.
Sorbí por la nariz y limpié mis mejillas con la manga de mi chaqueta, intentando recomponerme. No quería hacerlo. No quería estar allí, despidiéndome de alguien más, sintiendo cómo la vida nos arrebataba a otra persona a la que amábamos. Pero... ¿cómo podría no hacerlo? Tyreese merecía mi despedida. Merecía que estuviera allí.
Asentí con la cabeza y, sin decir palabra, entrelacé mi brazo con el de Sophia. Ella no dijo nada, no intentó darme un sermón. Solo caminó conmigo en silencio, permitiéndome existir en mi tristeza.
Cada paso que daba hacia el funeral era una punzada en el pecho, porque cada paso traía un recuerdo nuevo con Tyreese. Su risa profunda, su voz firme pero siempre llena de calidez, la manera en que me abrazaba como si fuera capaz de protegerme de todo. Su optimismo. Su bondad.
Llegamos al lugar donde lo enterrábamos. El ambiente estaba cargado de pesadez, de tristeza, de una pérdida que dolía demasiado para ser real. Apenas crucé la línea imaginaria que separaba el bosque de su tumba recién cavada, sentí los ojos de Sasha sobre mí. Ella se acercó en silencio, con el rostro endurecido por el dolor, extendiendo la gorra de Tyreese.
Un nudo se forma en mi garganta cuando la tomé entre mis manos.
─ Él te quería mucho ─murmuró Sasha, con voz temblorosa ─. Lo sabes, ¿verdad?
Mis ojos se cristalizaron al mirarla. Asentí.
Me acerqué a la tumba con pasos temblorosos y coloqué la gorra sobre la cruz de madera que marcaba el lugar donde descansaba. Mi respiración se entrecortó y cerró los ojos con fuerza.
─ Adiós, Ty. ─susurré.
Entonces, lo recibí.
Recibí por él, por su alma, por todo lo que fue y todo lo que significó para nosotros.
Recé para que, en algún lugar del universo, Tyreese encontrará la paz.
VARIAS SEMANAS HABÍAN PASADO DESDE LA MUERTE DE TYREESE, y aunque el tiempo seguía avanzando, el dolor permanecía. No había un solo día en el que no pensara en él, en su risa, en sus palabras tranquilizadoras cuando el mundo parecía demasiado oscuro. Pero no podíamos detenernos. Nadie podía.
Sasha era quien más lo resentía. Cada día se alejaba un poco más del grupo, perdiéndose en su propio vacío. Y cada día, Maggs o yo íbamos tras ella, grabándole, en silencio, que aún tenía algo por qué seguir. No sé si de verdad la ayudábamos o solo estábamos aplazando lo inevitable, pero era lo único que podíamos hacer.
El viaje se hacía más difícil con cada paso. La gasolina se había acabado hace poco, así que ahora dependíamos solo de nuestras piernas. Carl y John caminaban a mi lado mientras yo cargaba a Judith, sintiendo su pequeño cuerpo acurrucarse contra el mío. Su respiración tranquila era lo único que me daba un poco de paz.
Detrás de nosotros, Sophia iba junto a su madre, y las hermanas Greene caminaban junto a Glenn. Todos en silencio. El hambre, el cansancio y el duelo pesan sobre nosotros como una sombra.
─ ¿Cómo está tu pierna, Mara? ─preguntó Carl de repente.
Sonreí de lado.
─ Está bien, ya no cojeo.
Era una mentira a los medios. El dolor todavía estaba ahí, pero me acostumbré a vivir con él. Como me acostumbré a vivir con tantas otras cosas. Deje de pensar en eso cuando Judith se removió en mis brazos y la mecí suavemente. Este bebé adoraba que la cargara, y en el fondo, yo adoraba hacerlo. No lo admitiría en voz alta, pero había algo en sostenerla que hacía que mi pecho se sintiera menos vacío.
─ Tengo hambre. ─murmuró John de la nada, con el dramatismo que lo caracterizaba.
─ Como todos, hermano, como todos. aseguró Carl, dándole palmaditas en la espalda.
Rodé los ojos.
─ Tú te puedes comer a tu novia, pero, ¿y los pobres de amor como yo?
─ Hey, nadie me puede comer...─refunfuñe ─, bueno, tal vez los caminantes, pero ese no es el punto.
El grupo adulto se adelantó un poco. Papá, tío Merle y Carol iban en busca de agua o algo útil. Ese trío era un completo caos, pero nunca tanto como el cuarteto de adolescentes de este grupo.
Sophia aprovechó la oportunidad de caminar hasta nosotros y se colocó junto a Carl, dándole un codazo en las costillas.
─ Ya se lo diste? ─le preguntó en voz baja.
John soltó una carcajada.
─ Ya le dio qué? ¿El anillo de matrimonio?
─ ¡John! ─refunfuñó Carl, visiblemente exasperado.
Abrí los ojos de par en par. No quería casarme, soy muy joven para tener un esposo y todo lo que viene con eso.
─ Merlín, soy muy joven aún. ─murmuré, con el corazón latiendo más rápido de lo normal.
Carl suspiro, sacando algo de su mochila.
─ No, no es eso. No todavía. ─dijo con un tono divertido.
De entre sus cosas, sacó una pequeña cajita.
─ La encontré mientras buscaba agua ─explicó encogiéndose de hombros ─. Creí que te gustaría. Es una cajita musical... aunque está rota. Pero siempre dices que en las cosas rotas hay historia y magia.
Mis labios se separaron con sorpresa.
Él recordó eso.
Recordó algo tan pequeño, algo que dije al azar en algún momento y que probablemente ni yo misma recordaba del todo. Y no solo eso.
Él lo sabía.
Sabía que yo tomaba las cosas rotas e intentaba repararlas.
─ Oh no ─negó Sophia, tomando a Judith entre manos y cubriendole los ojos ─. Ya se lo que sigue, "Oh, gracias, Carl" "Oh, si, Sammy" "Te quiero" "Te quiero más" ¡Y luego comparten baba!. Judith no debe ver eso.
Reí con suavidad y, sin pensarlo mucho, me incliné a besar a Carl. Fue un beso corto, pero cargado de algo que no sabía cómo expresar.
Cuando me alejé, él pasó un brazo por mi cintura, atrayéndome hacia él. Caminamos juntos en silencio.
Y entonces lo dije.
Las palabras salieron de mis labios, palabras que estuve practicando decir durante todo el día.
─ Te quiero.
Carl sonrió.
Sonrió de esa manera que hacía que todo mi mundo se tambaleara.
Puede parecer tonto. Puede parecer sencillo. Pero cuando creces en un hogar donde las palabras "te quiero" nunca salieron de la boca de tus padres, cuando la primera vez que las escuchaste fue de un extraño, cuando la única vez que leíste un "te amo" fue en una carta de tu padre, que ya estaba muerto.
Es difícil, ¿saben?
Es difícil decirlo sin sentir que te vas a romper.
Es difícil no querer salir corriendo después.
Luego de un rato, Rick nos hizo quedar atrás, ya que se iban a enfrentar a la horda que nos venía persiguiendo, bueno, en verdad, iban a esquivarlos y hacerlos caer por el borde del puente, pero, vimos a lo lejos con Sasha no siguió el plan, y empezó a matar a los caminantes a navajazos, quise ir a ayudar, pero estoy cargando a Judith, ya que esta dormida.
Logramos observar con Sasha y Michonne tuvieron un pequeño enfrentamiento, pero no pasó a mayores.
ESTABA SENTADA FRENTE A JONH, Judith estaba al centro de mis piernas y entre el chico Walsh y yo entreteniamos a la bebe.
Todo es grupo se había sentado en el suelo a un lado de la carretera a descansar, ya que no teníamos fuerzas para nada.
Mi novio estaba conversando de algo con Sophia, lo cuál era extraño, pero adoro que se lleven bien.
─ Sam ─llamó John y levante la vista de Judith para verlo ─, ¿comó murió mi papá?
El aire se volvió más denso. No me lo había preguntado antes. Nunca. Mi cuerpo se tensó de inmediato, pero tuve que obligarme a mantener la compostura. Rick nos pidió que le diéramos una versión más... aceptable.
─ Lo mordieron ─murmuré, sintiendo el peso de la mentira cayendo sobre mi lengua ─. Ya lo sabes.
John asentía lentamente, pero sus ojos no se apartaron de los míos. Me miró como si supiera que algo no cuadraba, como si intentara leer entre líneas. Odiaba mentirle. Odiaba lo fácil que se me hacía.
Merle apareció en ese momento, sacudiendo una botella de alcohol como si fuera un premio.
─ ¿Quién quiere?
─ Soy menor de edad ─rodé los ojos, negándome de inmediato. John hizo lo mismo ─. Eso solo va a empeorar tu sed ─crucé los brazos, echándole una mirada a Abraham, que ya tenía un vaso en la mano ─. La tuya también.
─ Oh, él lo sabe. ─intervino Rosita, apoyando la barbilla en su mano con evidente fastidio.
─ No creo que las cosas puedan ir peor. ─soltó Eugene.
─ Siempre pueden ir peor. ─susurré.
Pero Sasha disparo antes que podamos decir algo. Yo cerré los ojos y tape los de Jude, odio que maltraten animales, por eso no dejo que maltraten a John.
(...)
─ Come. ─reitero papá, pero me negué, otra vez.
─ Sammy, come. ─dijo Glenn, que estaba mi lado.
─ Te voy a matar. ─murmuré entre dientes.
Al final, tuve que comer, me dió asco saber de donde provenía, pero al menos no me voy a desmayar, lo cual sería contraproducente para el grupo.
Beth apareció de la nada con una gran sonrisa, tendiéndome una botella de agua. No pude decir que no, pero solo bebí un par de sorbos antes de pasarla a Sophia. Mi garganta seguía seca, pero no quería desperdiciar más agua en mi.
Unos segundos después, me puse de pie y seguí a mi papá por el bosque. No sabía exactamente qué estaba haciendo, si estaba cazando, buscando algo o simplemente necesitaba un momento de paz. Pero no importaba. Solo quería estar con él.
El sol se filtraba entre las ramas, dibujando sombras alargadas en el suelo cubierto de hojas secas. Caminé con cuidado, tratando de no hacer ruido, hasta que lo encontré sentado contra el tronco de un árbol, con la mirada perdida en el horizonte, como si estuviera viendo algo más allá de lo que mis ojos podían percibir.
Me acerqué y me dejó caer junto a él.
─ ¿Puedo?
Él me miró con un poco de sorpresa, como si no esperara que estuviera ahí, pero al final ascendió. Lo que no esperaba era que me tendiera el cigarro que tenía entre los dedos.
Parpadeé, sorprendida. Siempre había asumido que si alguna vez fumaba, sería por culpa del tío Merle, no porque mi papá me lo ofreciera sin más.
─ Lo llevas a la boca, inhala, retiene unos segundos y luego sueltas. ─explicó con calma, como si estuviera dándome instrucciones sobre cómo cargar un arma o limpiar un cuchillo.
Lo miré con una ceja enarcada.
─ Sabes que fui asmática, ¿verdad?
Él soltó una risa seca, casi como un gruñido.
─ Tu hermana loca ya lo hizo una vez. Algún día te iba a un meter al lado oscuro. ─murmuró.
Solté una risa. Lo cierto es que Sophia me lo había contado. Meses atrás, había probado un cigarro por curiosidad y me había dicho que quería que lo hiciéramos juntas. Pero recordó que una vez en Atlanta mencione que odiaba el olor del tabaco y lo dejó estar.
─ Vamos, Glenn me va a matar, pero prefiero que lo hagas conmigo a que te encuentres con algún idiota que ni siquiera sepa encender uno. ─dijo con resignación.
Suspiré y tomé el cigarro entre mis dedos, algo insegura. Me lo llevé a los labios, inhalé y sentí el sabor áspero y fuerte llenarme la boca. Aguanté unos segundos antes de soltar el humo, carraspeando levemente.
Mi papá dejó escapar una risa burlona mientras me devolvía la mirada con un brillo divertido en los ojos.
─ No me gusta. ─hice una mueca de asco, devolviéndole el cigarro.
─ Eso ya lo sabía, pero eres curiosa...¡pero si te veo intentando fumar hierba, Samara Dixon, juro que te mato!
MI PADRE Y YO VOLVIMOS CON EL GRUPO, encontrandolos muy tensos. Rick nos ofreció una hoja de papel, bueno, se la ofreció a papá, pero yo la tome.
─ Mi papá no sabe leer ─dije, empezando a ver el contenido del papel ─, "De parte de un amigo" . Que raro, no tenemos amigos.
─ ¿Y ahora qué hacemos? ─preguntó Beth, mientras yo me acercaba a mis amigos.
─ No lo sé, no sabemos quien lo dejó. ─contestó Rick.
─ Si es una trampa, ya caímos ─murmuró Eugene ─. Pero yo prefiero creer que si es de un amigo. ─soltó, mirando con deseo aquellas botellas de agua.
─ ¿Y si le pusieron algo? ─inquirió John.
─ ¿Como saborizantes?
─ Carl, las botellas son de agua limpia, ¿saborizante a que le pondrían? ─le pregunté.
─ De limón. ─se encogió de hombros.
─ El de limón es verde o amarillo...─recordó Sophia, tirandolé un zape a mi novio, haciendome reír por lo bajo.
Sin embargo, mi risa se detuvo al ver como Eugene tomo una botella de agua, la abrió, pero antes que la beba, Abraham le metió una puñetazo a la botella, sacándola de las manos del hombre.
─ Las botellas ahí se quedan. ─sentenció Rick.
Y no pasó mucho, miramos al cielo, y ya estaba nublado.
─ Creo que va a llove...─no pude ni terminar, y ya empezó a llover.
Carl rápidamente dejó su sombrero en la cabeza de su hermanita, y me la paso. En pocos segundos ya estábamos empapados, sonriendo ante el tacto con el agua. Bueno, los que tenían motivos por los que sonreír. Me acerqué al chico Grimes, y planté un beso en sus labios, mientras acurrucaba a Jude contra mi pecho, tratando de que no se moje, porque se puede enfermar.
Además, John se había quitado su chaqueta, y la colocó encima de la cabeza de Judith que tenía el sombrero, como su fuera un grande paraguas.
─ Te vas a enfermar. ─regañe.
─ Una pequeña gripe no le hace daño a nadie. ─John se encogió de hombros.
A mi alrededor, veía a personas felices...casi todas, Sasha no lo estaba, y era comprensible.
Pero los demás si estábamos con sonrisas en el rostro, en especial Beth, que parecía niña chiquita jugando con Noah.
─ ¡A juntar agua, con lo que encuentren! ─ordenó Rick.
Entre todos nos movimos y empezamos reunir agua en botellas, toppers.
Aunque al poco tiempo, empezaron a caer truenos y relámpagos, y la lluvia se intensifico.
─ ¡Debemos movernos!
─ ¡Rick! ─llamé ─ ¡Papá y yo vimos un granero!
─ ¿Donde?
─ ¡Siganme! ─grité, sosteniendo a Judith y empezando a guiar al grupo hasta el granero que vimos al intentar cazar.
El granero era viejo y tenía un olor a madera húmeda y tierra, pero al menos nos ofrecía un poco de refugio de la tormenta. Investigamos el interior con linternas, asegurándonos de que no hubiera caminantes escondidos entre la oscuridad y la paja acumulada en las esquinas. Por suerte, estaba despejado.
Los adultos hicieron una pequeña fogata con lo que encontramos: restos de madera, pedazos de cajas y algunos trapos viejos que avivaron la llama. El fuego crepitaba, y aunque era débil, nos ayudó a secarnos un poco. Nos quitamos la ropa que no era necesaria: chaquetas empapadas, gorras, hasta los zapatos para que el calor llegara a nuestros pies fríos.
Los mayores estaban reunidos en un lado, murmurando sobre algo que no alcancé a escuchar. No me importaba demasiado, probablemente hablaban de lo mismo de siempre: un plan para mañana. Sophia se había dormido hacía un rato.
John, en cambio, estaba raro. No había dicho mucho en toda la noche, y cuando nos acomodamos, se alejó un poco, sentándose en un rincón con la espalda contra la pared. Incómodo. Parecía, su cuerpo inclinado en una posición que seguro le pasaría factura al día siguiente. No intenté hablarle. Sabía que cuando se ponía así, lo mejor era darle espacio.
Yo estaba en otra esquina del granero, junto a Carl y Judith.
Me había bajado los tirantes del overol y me quité una de las dos camisetas que llevaba, quedando solo con la de manga corta. La tela seguía algo húmeda, pero al menos no era tan fría como la que me había quitado.
Carl también se deshizo de su camisa de leñador, dejándola a un lado mientras se quedaba solo con una camiseta gris que aún tenía rastros de humedad. Sus brazos estaban llenos de pequeñas marcas y raspones, algunas nuevas, otras viejas. Sabía que la mayoría eran recuerdos de peleas con caminantes, de caídas, de huidas apresuradas.
A Judith la habíamos secado lo mejor posible hace un rato. Ahora estaba envuelta en una manta y la habíamos colocado cerca del fuego, asegurándonos de que estuviera lo suficientemente cerca para calentarse, pero no tanto como para que el humo le molestara.
Carl y yo nos acurrucamos juntos, dejando a Judith entre nosotros para que tuviera calor humano. No podía evitar preocuparme por ella; era tan pequeña.
El fuego iluminaba el rostro de Carl.
─ Necesitamos un lugar seguro.
Lo miré de reojo. Sabía que tenía razón, que lo que más queríamos era un sitio donde asentarnos, donde no tuviéramos que dormir con un ojo abierto y un arma cerca. Pero también sabía que eso era un sueño imposible. Así que, en lugar de preocuparme por eso, mi mente se fue a otra cosa.
─ ¿No has notado a John algo raro? ─pregunté en un susurro, cuidando de no despertar a Judith.
Carl tardó un momento en responder.
─ Sí... ¿no lo has notado en todos estos años?
Rodé los ojos.
─ Carl...
Él suspiró.
─ No me estoy burlando, pero, al igual que tú con tu cumpleaños, él se pone raro en las fechas en que todo esto comenzó ─dijo en voz baja. Se refería al apocalipsis ─. La madre de John murió al inicio de esto.
Sentí un nudo en la garganta.
─ ¿Te lo dijo?
─ Algo así.
Bajé la mirada. Lo entendía. Yo también odiaba mi cumpleaños porque me recordaba todo lo que había perdido. Para John, esta fecha era como un aniversario de muerte.
─ Yo creo que es por Shane. ─murmuré, haciendo una muequita.
Carl frunció el ceño.
─ ¿Shane? ─repitió, sorprendió ─. Hace tiempo que no lo mencionaba. ¿Te lo dijo? No le habrás dicho...
Negué de inmediato.
─ No, pero merece la verdad. Es nuestro amigo.
Carl se quedó en silencio por un momento.
─ ¿De qué sirve remover el pasado? ─inquirió finalmente.
De que sirve remover el pasado...¿Pero qué si el pasado viene a tu presente y arruina tu futuro?
No se que hora era en estos momentos, pero yo estaba absolutamente incomoda. No la culpo, claro, es una bebe que tiene que luchar con este nuevo mundo y con un hermano que duerme como piedra. Aun no entiendo Carl no se despertaba si Jude había puesto su pie en su boca. Yo me desperte apenas la bebe tomo mi brazo.
Intente calmarla y dormirme una vez más, pestañee un poco por el sueño. Para cuando volví a abrir los ojos Judith estaba junto a John, jugando con su mano. Me acerque rapidamente a ellos, tome a Judith en brazos y roge que no despertara al chico.
─ Si quieres la cuido mientras tu duermes.
─ No, esta bien ─dije en voz baja ─. ¿estas bien?
─ Si, no te preocupes.
─ Mentir sobre lo que siento es mi papel, no el tuyo ─le respondi, pero tampoco quería insisitir ─. Si necesitas hablar podemos salir un rato.
Me levante, aun con la bebe en mis brazo. Intente calmarla pero estaba muy inquieta, lo cual era raro. Siempre suele ser muy tranquila. Mientras la mecía, me encontre con la mirada de Rick, el se acerco a mi, tratando de no hacer ruido con sus pisadas.
─ Lamento cargarte la mano.
─ Adoro a esta bebe ─dije, mirando hacia afuera ─. ¿Puedo salir un rato a tomar aire? Quizá eso la calme.
─ Aun hay lluvia.
─ Hay un pequeño techito aquí cerca, no nos mojaremos...mucho, bueno, ella no se mojara.
─ Yo iré con ellas. ─la voz de John se escucho.
Rick asintió. Ahora que lo pienso salir en medio de una tormenta era mala idea. Los truenos había parado hace un rato pero aun seguía lloviendo, un poco, había mejorado el clima. Judith no se dormiría en un futuro cercano, así que esto era lo mejor que podía hacer.
Antes de salir me puse las botas y le robe a Carl su camisa de leñador y nos preparamos para salir. Igual que hace rato (solo que ahora con mi sombrero), se lo coloque a Judith y por encima John coloco su chaqueta sobre la bebe. Quitamos la cadena de la puerta, porque antes se azotaba por el viento de la tormenta, antes de alejarnos volvimos a ponerla, pero no asegurada como para no volver entrar, pero si lo suficiente para que no se abra y todos se despierten por el ruido o frio.
Corrimos hacia aquel techito, había una banca debajo y estaba relativamente cerca del granero.
[...]
Samara se sentó en la banca, sosteniendo a Judith contra su pecho mientras la mecía suavemente. La lluvia caía en una llovizna constante, y el sonido del agua golpeando el techo de metal sobre ellos llenaba el aire con un ritmo monótono.
John se dejó caer a su lado, frotándose las manos para calentarlas.
─ No estoy enojado con Carl, aunque supongo que eso parece ─murmuró, sin mirarla ─. Solo quería un momento a solas para mí.
─ Lo sé ─respondió Samara con suavidad ─. Todos necesitamos pensar en nuestras cosas a veces.
De pronto, sonrió.
─ Carl una vez me dijo algo...
Samara arqueó una ceja, con una expresión incrédula.
─ Si es algo estúpido, seguro fue hace menos de veinticuatro horas.
John soltó una risa breve.
─ Iba a decir que me dijo algo parecido a lo que dijiste, pero sí... recuerdo que en la prisión me dijo que si los caminantes llegaban a extinguirse, tendríamos que empezar a preocuparnos por los fantasmas.
Samara puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar sonreír.
─ Eso suena tan bien como Carl...
─ Lo peor es que lo decía en serio ─John se inclinó ligeramente hacia adelante, bajando la voz─. Mientras tú te morías lentamente por la gripe, él, en un intento de no llorar ni derrumbarse, dijo: "Imagínate que en este mismo instante hay un fantasma mirándonos, juzgándonos por todo. Imagínate que nos mira cuando vamos al baño".
─ Bueno, si los fantasmas existen, mi gemelo al que me comí en el vientre de mi mamá me lleva juzgando desde que nací. ─bromeó Samara.
John la miró con el ceño fruncido.
─ ¿Te comiste a tu gemelo?
─ No, pero una vez escuché sobre eso en el hospital donde trabajaba mi abuela. Me pareció chistoso.
Se quedaron en silencio después de eso. El ambiente se sentía menos tenso. Judith seguía jugando con el cabello de Samara, sus pequeños dedos enredándolo entre mechones oscuros. Poco a poco, comenzó a cansarse, incluso a bostezar.
─ Por cierto ─John rompió el silencio ─, nunca me contaste la historia completa sobre mi papá. Sobre cómo fue contigo y cómo... murió.
Samara se tensó de inmediato. No era la primera vez que John le preguntaba. De hecho, ya lo había hecho antes, pero ella siempre encontró la manera de esquivar el tema o darle respuestas vagas. Sin embargo, esta vez su mirada reflejaba una mezcla de curiosidad y preocupación sincera.
─ John...
─ Samara ─la interrumpió con suavidad ─. ¿Qué fue lo que realmente pasó?
Ella presionó los labios, desviando la mirada hacia la oscuridad. Afuera, el bosque seguía en calma, apenas iluminado por relámpagos distantes. El viento soplaba con fuerza, agitando las hojas mojadas. Samara tomó aire, preparándose para hablar. Para confesar la verdad que había evitado por tanto tiempo.
Pero antes de que pudiera decir una palabra, un trueno estalló en el cielo y la lluvia se intensificó de golpe. Judith se sobresaltó y dejó escapar un pequeño llanto. Samara la sostuvo con más fuerza, tratando de calmarla.
─ Debemos regresar.
─ Sí, vamos.
John tomó el sombrero de Sam y lo puso sobre Judith para protegerla de la lluvia. También la cubió con su camiseta antes de levantarse. Justo cuando giraron para volver al granero, la expresión de John cambió por completo. Sus ojos se abrieron con alarma.
─ ¿Qué pasa? ─preguntó Samara, pero antes de obtener respuesta, un escalofrío recorrió su espalda.
La puerta del granero se sacudió violentamente. Varias sombras tambaleantes se amontonaban contra ella.
─ ¿Cómo no los oímos? ─preguntó John, aunque la respuesta era obvia.
Entre la lluvia, la charla y los ruidos de la naturaleza, los gruñidos de los caminantes habían pasado desapercibidos.
─ Mierda. ─susurró él, llevándose instintivamente la mano al cuchillo.
Un grupo de caminantes seguía empujando la puerta del granero, pero otros habían notado su presencia y avanzaban hacia ellos. John reaccionó al instante, empujando a Samara detrás de él de forma protectora.
Dentro del granero, el resto del grupo ya se había levantado para ayudar a sostener la puerta.
─ ¡¿Dónde está mi hija?! ─rugió Daryl mientras forzaba contra la entrada.
─ ¡Salió con John y Judith, necesitaban tomar aire! ─respondió Rick.
Daryl, Merle y Glenn quisieron abrir la puerta para ir tras ellos, pero no pudo.
─ Tenemos que ayudarlos.
─ Primero salgamos de esto. ─sentencia John.
Samara miró a su alrededor, analizando la situación. No solo John estaba en peligro, sino todos. Si los caminantes lograban entrar, el grupo no estaba en condiciones de luchar.
Rápidamente, tomó la camisa de Carl y la ató a su torso, improvisando un fular para sujetar bien a Judith. Una vez estuvo seguro de que la bebé no se movería, sacó su cuchillo y terminó con uno de los caminantes que se acercaban.
─ Dame tu cuchillo. ─le exigió a John.
─ ¿Estás loca?
─ Soy mejor luchando con ambas manos. Tú carga a Judith y quédate aquí, que no se moje.
─ ¡Samara! ─gritó él, frustrado.
Ella estaba jugando al héroe, y aunque John la había visto luchar antes, no estaba seguro de que fuera una buena idea. Sin embargo, la realidad era que, si no detenían a los caminantes, el grupo entero estaría en peligro.
─ Vamos, juntos.
─ Te odio.
─ No puedes odiar a tu hermano mayor. ─replicó él antes de lanzarse contra los caminantes que intentaban entrar al granero.
Samara se aseguró de que Judith estuviera bien sujeta antes de seguirlo. Ajustó el sombrero en la pequeña cabeza del bebé y corrió tras John. Juntos, lograron reducir a algunos caminantes, lo que dio al grupo la oportunidad de salir y luchar. Fue una pelea rápida, agotadora, pero en pocos minutos todo estaba despejado.
Carl apareció de inmediato, buscando a Samara ya su mejor amigo. En cuanto vio a Judith, la tomó en brazos y la llevó hacia la fogata que Glenn estaba encendiendo. John lo siguió.
Pero Samara no tuvo la misma suerte.
─ ¡Vas a estar castigada por el resto de tu vida! ─gruñó Daryl, tomándola del brazo y arrastrándola adentro.
─ Lo siento... ─susurró ella, con la mirada baja.
─ Lo siento un carajo. ─espetó él.
No pretendía sonar tan agresivo, pero estaba preocupado.
Papá me había regañado mucho, aunque dejo de hacerlo cuando tío Merle hizo de abogado del diablo y argumento que a los dragones del gusta la noche y otras tonterias más. Creo que ahora el es el castigado por Daryl, pero lo bueno es que ya no soy yo.
Me levante del suelo, encontrándome con Beth sentada en una esquina del granero, alejada del grupo.
─ Sasha está mal.
─ Lo sé ─aseguré ─. Perder a un hermano debe ser difícil. Pero ella es fuerte.
─ Cuando un hijo pierde a sus padres, es huérfano, existe una palabra... Pero, ¿cómo se le dice a una persona que pierde a un hermano?
─ El misterio de la vida. ─me encogí de hombros.
Ella dio un pequeño saltito y sacó la cajita musical que Carl me había regalado.
─ Creo que la arreglé, tenía polvo en el engranaje. ─me sonrió, ofreciéndome el objeto.
─ Gracias. ─me acerqué más a ella y la abracé antes de levantarme del suelo y salir en busca de John.
Le di unos toquecitos en el hombro para despertarlo, echando un vistazo a Maggie, que se unía a Beth para ir a ver cómo estaba Sasha.
Al salir del granero, vimos los caminantes masacrados entre los árboles caídos.
─ Eso pudo matarnos. ─comentó él.
─ Pero no lo hizo. ─aseguré, pasando entre los troncos hasta quedar frente al hermoso panorama que teníamos ante nosotros.
─ ¿Para qué vinimos? —preguntó con algo de molestia cuando lo obligué a sentarse en un tronco caído.
─ Para esto ─señalé el alba y los colores que se formaban en este ─. Cuando vives en una granja, cada amanecer se vuelve repetitivo, pero no para mí. Cada mañana, de cada día, iba al granero y me subía lo más alto que mis bracitos de bebé me lo permitían. Me quedaba allí hasta que acabara... o hasta que me obligaran a bajar.
─ Carl te lo dijo, ¿no es así? ─giró a verme.
─ Sí, pero no te enojes con él. Sabes lo persuasiva y preocupona que puedo llegar a ser.
─ Sí... Es por mamá, por papá... pero poco a poco intento superarlo. Merle ayuda mucho.
─ ¿Merle y ayudar en la misma oración? ─inquirí en tono de broma.
─ Con sus bromas y sarcasmo... Es una buena persona. ─aseguró John, mientras yo sacaba la cajita musical.
─ Beth la reparó. ─sonreí, abriéndola y girando la llave para que sonara la melodía.
Esperamos expectantes... pero nunca pasó nada. Nuestra risa estalló.
─ Debe ser una broma. ─dije entre risas, sujetándome el estómago.
─ Hola.
Aquella voz nos sobresaltó. En un instante, tomamos nuestras armas y apuntamos al hombre. Yo con mi arco y flecha; John con revolver.
─ No quise interrumpir. Buenos días ─saludó, levantando las manos en señal de paz ─. Me llamo Aaron. Ya sé, no me conocen, pero soy su amigo, y quisiera charlar con la persona que está a cargo.
─ Yo estoy a cargo. ─sentencié, sin bajar el arma.
─ ¿No es Rick?
─ No conocemos a ningún Rick. ─contraatacó John.
─ Se que es raro confiar en un extraño, pero les tengo buenas noticias. ─nos dijo, y antes de que prosiga con lo que sea que nos quisiera decir, la cajita musicarl empezo a sonar.
Si, raro.
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