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𝟬𝟲𝟵 | should have been me

069. ┊໒ ⸼ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗦𝗜𝗫𝗧𝗬-𝗡𝗜𝗡𝗘 ──

── 𝗌𝗁𝗈𝗎𝗅𝖽 𝗁𝖺𝗏𝖾 𝖻𝖾𝖾𝗇 𝗆𝖾 🐝•˖* 📼 ☄️

(denle mucho amor a este cap, así como a los últimos <3)



























╔══════❀・°・❀══════╗

Las heridas siguen abiertas, y quizá lo estén por mucho más tiempo. Heridas que no sanaran, heridas que cambiaran diferentes vidas. Heridas que quedaron marcadas en la piel y en el corazón.

Samara tiene que volver a Alejandría. No porque ella precisamente quiera, sino porque no puede abandonar a las personas que quiere. Esta decisión la lleva a encontrarse con Negan y su preferencia con ella. Además, de una supuesta traición.

Y lo que más duele. El pasado.

╚══════❀・°・❀══════╝























Desde hace un rato, el grupo había llegado a Hilltop. Maggie ya había llegado a enfermería y, apenas lo hizo, su cuerpo comenzó a cobrar factura por la larga y dura noche que habían vivido. Así que el doctor Canson la obligó a descansar, incluso le prohibió salir afuera, donde el resto del grupo estaba haciendo las tumbas de Beth y Abraham. Aunque claro, Maggie se las arregló para salir; prácticamente tuvo que empujar a Glenn e ir contra el doctor que la atendía. Lo único que quería era enterrar a su hermana.

Por otra parte, Samara seguía en un sueño profundo. Canson ni siquiera tuvo que usar un sedante o algo parecido para tratarla; lo único que hizo fue inyectarle algunos antibióticos y luego comenzó a curar su herida del rostro. La limpio con cuidado y suturo, rogando que no tenga una infección luego de tantas horas sin tratar el corte.

Glenn se quedó a su lado, escuchando atentamente cada palabra que decía el doctor. Rhee estaba triste por lo de Beth, pero ahora mismo, era lo único que Sam y Maggie tenían para sujetarse. No las iba a dejar, no iba a caer, al menos no por ahora. Así que cuando le dijeron que no despertaran a Samara, él aceptó sin dudarlo, diciéndole a Rick que, en ausencia de Daryl, él la cuidaría aquí, en Hilltop.

John también estaba a su lado; estaba esperando pacientemente a que su amiga despierte. Él no entendía cómo en tan solo un día, una noche, Sam se veía tan pequeña, tan delgada, tan frágil. Incluso al dormir, su expresión no era tranquila. Así que se dijo a sí mismo que tenía que quedarse, porque en este tiempo de conocerla, había aprendido a leerla; sabía muchas cosas que le hacían apreciarla. Por eso quería ayudarla al despertar; jamás la dejaría sola.

Merle Dixon había visto como su pequeña y extraña familia había colapsado en una sola noche. Beth Greene había muerto, su hermano había sido llevado por Negan y su sobrina estaba desmayada en los brazos del niño Walsh. Eso fue mucho para él, así que a mitad del trayecto obligó a detener la caravana y simplemente se fue.

Carl Grimes no se había acercado a Samara ni una sola vez, ni siquiera cuando John entró con ella inconsciente en brazos. Tampoco había preguntado por ella, lo cual era raro, considerando lo protector y amoroso que siempre había sido con su novia. Sin embargo, para los que estaban conscientes del asunto, como John y Glenn, les pareció que era comprensible; él también había sufrido esa noche, pensando que su novia iba a morir en su cumpleaños, y también cuando casi pierde un brazo esa misma mañana.

─ ¿Nada? ─preguntó Glenn, adentrándose a la habitación donde estaban los jóvenes.

John levantó la mirada; había estado jugando con las pulseras que tenía Sam en la mano, con la esperanza de que ella se levante y le tire un golpe por tocarlas.

─ Dijeron que dormiría lo que su cuerpo necesite. Debemos darle tiempo ─contesta ─. ¿Puedes quedarte con ella? Quiero ir a golpear a Carl por no venir a ver a su novia.

─ Ve rápido ─dice mientras asiente ─. El grupo está volviendo a subir a la caravana. Y la verdad, prefiero que ella se quede aquí, ya que ningún Dixon está. Una vez despierte, veremos qué decide ella.

John asintió. Se agachó un poco y dejó un beso en la frente de Sam, teniendo mucho cuidado. Finalmente salió de ahí, avanzando hacia las puertas de la comunidad, donde encontró a su grupo subiendo a la caravana.

─ Ya íbamos a ir a buscarte ─comentó Rick, dejando una palmadita en el hombro del chico ─. Anda, sube.

Él solo subió. Se sentó junto a Carl. Su mejor amigo estaba mirando por la ventana, con su mentón recargado en su mano derecha, y solo mirando el cielo; incluso podía asegurar que su mejor amigo estaba con la mirada perdida, y si no fuera porque lo tiene frente a él, pensaría que está tan inconsciente como Samara. O quizá lo esté, porque ellos dos eran una misma gota de agua, o quizá tal vez dos unidas por el destino. Ambos eran almas gemelas.

─ ¿No irás a despedirte de Sam?

─ Ella está con Glenn ─ murmuró, sin despegar la vista de la ventana ─. Va a estar bien. Ahora quiero llegar a Alexandria y ver a mi hermana.

─ No sé qué estarás pensando, ni qué pretendes hacer, pero seré Suiza ─se limitó a decir ─. Oh, sí, ten en cuenta que si comienzas a ser un idiota, te lo diré y lo tatuaré.

Carl solo asintió.





















Samara comenzó a abrir los ojos poco a poco. Ella no lo sabía aún, pero había dormido más de un día, aunque para ella esto solo había sido una pequeña siesta. Se frotó uno de los ojos cuando la luz cayó sobre ella; hasta ese momento no recordaba mucho lo que había pasado. Se removió unos segundos en la cama. Apoyó sus manos en el colchón, sentándose con un poco de dificultad mientras sus músculos terminaban de despertar, pues parecían adormecidos o algo así.

Una vez que todo comenzó a sentirse medianamente normal, bajó de la cama, comenzando a caminar con calcetines por toda la habitación, dándose cuenta de que no era una que hubiera visto antes, así que de inmediato sus sentidos de alerta despertaron. Buscó su arco o sus cuchillos, pero no encontró nada. Busco una salida de lo que parecía ser una especie de almacén o enfermería. Vio una puerta, pero estaba cerrada; no sabe si con llave, pero tampoco quería hacer mucho ruido por si la habían capturado.

Así que, como señal divina, vio una ventana abierta. Era su oportunidad de escapar, al menos hasta que se encontró con un espejo. Maldito espejo. Ver su reflejo la hizo detenerse de golpe. Ella tenía las ojeras muy marcadas, su piel estaba más pálida de lo normal, dándole un aspecto de muerto. Por su cabeza cruzaba una venda que cubría su ojo derecho; le hizo recordar mucho a Carl. Samara buscó el principio de esta, y comenzó a quitársela poco a poco, aunque segundos después ya con desesperación. Al principio, solo sintió un poco de dolor, pero después ya no sintió nada.

Ahí, por primera vez, vio la herida. Noto que había algunos puntos de sutura por todo el corte.

─ ¿Beth? ¡¿Beth?! ─llamó ella ─. ¿Dónde estás? ¿Tú...?

Dejó de hablar cuando la yema de sus dedos pasó la cicatriz que se formaba en su piel. Aquello le dio un golpe de realidad, y todos los recuerdos de aquella noche llegaron a darle un golpe de realidad. Comenzó a sollozar de repente, lo cual fue contraproducente porque su herida comenzó a arder. Recuerdo cada segundo, cada llanto, cada grito, cada palabra. Todo estaba marcado en su mente.

De inmediato, Glenn se adentró a la habitación, pues la hora en la que Sam despertó coincidió con el momento en que él se acercaba para supervisar todo.

─ Sammy ─llamó él con calma, acercándose con cuidado de no asustarla más de lo que estaba ─... te volveremos a poner la venda, ¿okay?

Si alguien podía calmarla, era él. No era un secreto, ni siquiera para Daryl, que Glenn Rhee tenía una conexión especial con Samara, la niña de cabellos rojos que llegó a su vida de la nada. Una fuerza de la naturaleza que no sabía que necesitaba, pero que estaba ahí. Sí, esa misma niña que respiraba y exhalaba referencias de Harry Potter. Él amaba a esa niña; siempre lo hará.

Samara Dixon (Potter en aquel momento) se ganó su corazón tan rápido que ni siquiera supo cuándo entró. Ahora mismo, él se sentía agradecido con ella, porque lo había salvado. Ella no había dudado en dar su vida por él. Y aunque se sentía triste por lo de Beth, tenía la oportunidad de ayudar a Samara. Porque ahora Glenn Rhee estaba con vida, y lo estaría por mucho tiempo para proteger a su esposa, a su futuro hijo y seguir cuidando a su hija. Samara Dixon-Rhee, porque si Daryl pudo colocarle el apellido, él también puede.

—Ven, te lo volveré a poner... No queremos que se infecte —dijo con calma, tratando de no alterarla. Por favor...

─ Yo tenía que morir.

Sentenciaba ella. Porque eso debía pasar. Samara Dixon tenía que morir. ¿Qué clase de truco barato había usado el destino para hacer que ella esté con vida y Beth Greene no? No tenía sentido.

─ Estoy aquí. Es un lugar seguro...

─ Yo... ─Ella llevó su mano al pecho, le dolía tanto respirar, hablar ─. Lo siento tanto... Debí de ser yo esa noche. ¡Debí ser yo! ¡Debí morir yo! ¡Tenía que ser yo!

─ Necesito que te calmes, Sam... ─dijo Glenn con voz muy suave, aunque por dentro estaba muy asustado por la reacción de la mencionada.

─ No, no, no. ─Negó repetidas veces ella, entre llanto, hipando mientras las palabras apenas se entendían.

Sus piernas fallaron y la hicieron caer al suelo. Las lágrimas no parecían parar, salían como grandes cataratas de agua sin freno alguno. Sintió como cada parte de su ser temblaba y dolía.

─ No puedo... yo... estoy rota... todo lo que toco muere o se va... tú lo sabes. Debes alejarte, no quiero que mueras.

Él se colocó junto a Sam, atrayéndola en un abrazo, sintiendo cómo cada parte del cuerpo de la menor se estremecía ante el toque.

─ Sh... estoy aquí... siempre lo estaré. Yo no me iré, yo no moriré.

─ Maggie me va a odiar.

─ Ella nunca te odiaría, Sam. Jamás te odiaría.





















Glenn le pidió a Samara que se quedara al menos un día más acá, que era peligroso que se fuera a Alexandria por los salvadores y Negan. Sin embargo, él lo hacía por ella, porque la había visto totalmente rota, y no debía ir por el mundo sola, no así. Así que la retuvo todo el tiempo que pudo.

Samara no salió de su habitación, o este lugar donde estaba. Tenía miedo de ver a Maggie, de enfrentarse a ella y al dolor. Solo se limitó a preguntar si ella estaba bien. El doctor Carson respondió sus dudas y le dijo que solo había sido un pequeño desprendimiento de placenta, que no había nada de que preocuparse, que su bebé y ella estarían bien, solo necesitaban reposo.

Era muy temprano en la mañana, pero Samara sabía que tenía que hacerlo. No podía vivir sin enfrentar a Maggie, no podía irse sin hablar con ella. Sin embargo, ahora mismo estaba acurrucada entre las sábanas mientras jugaba con sus pulseras; se estaba armando de valor para poder hacerlo.

De pronto, ella escucha un ruido. Escucha pasos. En un principio piensa que se trata de Glenn, pero casi de inmediato, se da cuenta de que no. Había pasado demasiadas noches viviendo con ella como para no reconocer sus pasos. Así que se incorporó de inmediato. Quedó paralizada unos segundos cuando la sintió más cerca.

La puerta se abrió con suavidad. El corazón de Sam dio un vuelco. Sus dedos soltaron la pulsera y sus uñas comenzaron a clavarse en sus propias palmas. Maggie entró, calmada. Había algo distinto en ella: el dolor estaba ahí. Quizá siempre estaría ahí. Samara sabía de eso.

La había mirado rápidamente, pero no podía hacerlo por más tiempo.

─ Hola... ─soltó Maggie, con la voz suave.

No estaba molesta. No lo estaría. Sin embargo, quería saber cómo estaba ella, quería saber qué haría ahora, si iría a Alexandria, si se quedaría. Necesitaba saber qué estaba pasando a hacer, porque si era una locura, o era la cosa más tranquila del mundo, ella quería estar al tanto.

Samara cerró los ojos por un segundo. Tragó saliva.

─ Lo siento. ─susurró, apenas audible.

─ No tienes que...

Sí, sí tengo que hacerlo ─la interrumpió Samara con voz temblorosa. Maggie, yo... yo debía estar muerta. No, Beth. Yo tenía que ser la que muriera esa noche.

La mirada de Maggie se tensó, pero no habló. Caminó lentamente hacia ella y se sentó en la silla junto a la cama.

─ Sam...

Lo siento tanto ─repitió Sam, rompiéndose por dentro ─. Intenté proteger a Glenn. Hice lo que pude... pero no fue suficiente. Nada de lo que hago es suficiente. Todo lo que toco se rompe. Y ahora ella está muerta. Y yo... yo estoy aquí, respirando como si eso tuviera sentido.

Las lágrimas comenzaron a caer por su mejilla herida, haciendo que el ardor se mezclara con el llanto.

—Yo la amaba —dijo en un suspiro. Beth era mi hermana también. Y ahora... no tengo cómo vivir con esto. Lo siento. Lo siento tanto.

Maggie la observó en silencio. Había dolor en sus ojos, pero no odio. Nunca odio. No con ella.

─ No fue tu culpa. Ni de Daryl, ni de Glenn, ni de nadie. Fue de él. De Negan. De los salvadores.

Samara negó con la cabeza, pero Maggie se inclinó y la sostuvo con ambas manos, haciendo que la mirara.

─ Tú no tienes que cargar con su muerte, Samara. Y no tienes que morir para demostrar que la amabas, no tienes que sacrificarte para hacernos saber que nos amabas.

La pelirroja rompió en llanto de nuevo. Su cuerpo temblaba. Se aferró a Maggie con desesperación, como si pedir perdón una vez más fuera a devolver el tiempo.

Perdóname, por favor... ─sollozó. Yo solo quería proteger a Glenn... y las cosas salieron mal... y-y...

─ Lo sé ─susurró Maggie, abrazándola de vuelta. Lo sé, Sam. Lo sé.

El silencio cayó sobre ambas, pero no se soltaron.




















narra Samara Dixon . . .

El doctor Carson me dijo que podía sacarme la venda, que la herida había cerrado, aunque debía mantener los puntos ahí, y que en un tiempo aún podía quitármelos (también me enseñó a hacerlo). Así que una vez fui dada de "alta", le conté a Maggie lo que quería hacer, mi plan de regresar a Alexandria. Necesitaba hacerlo, y por ahora, solo ella y Jesús sabían lo que haría, porque Glenn jamás me hubiera dejado hacerlo, al menos no sola. Aunque estoy segura de que hubiera preferido que me quede.

Jesús me esperaba junto a los portones, apoyado contra uno de los pilares con los brazos cruzados. Cuando me acerqué, sacó una botella de agua y la metió en silencio en el bolsillo de mi mochila.

─ ¿Segura que conoces el camino? ─preguntó en voz baja.

─ Sí. Puedo llegar sola...

─ ¿A dónde irás sola? ─interrumpió una voz detrás de mí. No tuve ni que girar para saber de quién se trataba.

Me di la vuelta y ahí estaba Sasha, con los brazos cruzados, una ceja arqueada. Su mirada se posó sobre mí.

─ A Alexandria ─respondí, encogiendome los hombros mientras sonreía ligeramente, para que no piense que esto esta mal ─. Necesito que calmes a Glenn cuando se entere... y que le digas que tiene que quedarse aquí. Es importante.

─ ¿No puedo hacerte cambiar de opinión?

─ Noup.

─ Solo quería intentarlo ─dijo con un suspiro, y en un segundo me rodeó con los brazos. Me dio uno de esos abrazos largos, uno que no la había visto dar, no desde Tyresse ─. Cuídate, ¿sí?

─ Sí... eso haré ─murmure. Y justo entonces, me acordé de algo que no le había dicho ─. Lo siento... por lo de Abraham.

Sasha me miró con los ojos brillosos, aunque no llegó a llorar.

─ Sé que, al igual que Daryl, habría querido patearle el trasero a Negan ─dijo, con una risa amarga que le quebró la voz al principio ─. Pero ya no hablemos de cosas tristes, ¿okey?

Asentí en silencio, mordiéndome el labio para no decir nada más que lo hiciera más difícil.

─ Toma tus pastillas para la locura y saluda a todos por mí ─continuó, dándome un pequeño empujón en el hombro ─. Yo me quedaré con Maggie... y si es necesario, encerraré a Glenn con llave para que no salga corriendo detrás de ti.

─ Dile a Maggie que traeré las fotos de Beth ─susurré con una sonrisa triste, aun con un poco de dolor en el pecho ─. Quiero que pongamos algo bonito en su tumba. Un recuerdo.

─ Lo haré. ─prometió ella, sonriendo apenas.

─ Adiós, Sasha.

─ Adiós, Sammy. ─respondió burlona.

─ Agradece que estoy medicada, o te lanzaría un ladrillo. ─le solté con una media sonrisa, lo bastante seria para que pareciera verdad.

Fue justo en ese momento que Jesús me hizo una seña con la cabeza. Lo seguí. Las puertas de Hilltop se abrieron delante de m. No miré atrás. No porque no quisiera, sino porque sabía que si lo hacía, no me iba a atrever a dar otro paso.





















Estaba caminando en el bosque, me tomé mi tiempo para avanzar, tratando de salir hacia la carretera para así poder ubicarme un poco en el mapa mental y las explicaciones que Jesús me había dado antes de irme. Y sí... sé que estar tan expuesta caminando por medio de la carretera es peligroso, pero es la única manera en la que evitaré perderme.

Este viaje también me servía para muchas cosas, para pensar en qué haré, al final qué decisión tomaré. Muchas cosas pasaban por mi cabeza, y aunque intenté reprimir aquellos recuerdos del pasado, no podía evitar pensar en la primera vez que conocí a Lucille en el hospital, y luego cuando me presentó a Negan... cuando conocí a Dennis.

Cuando los volví a ver una vez iniciado el apocalipsis, el teatro que Negan hizo para que su hijo y yo dejáramos de estar aburridos y tristes. Era divertido verlo actuar como un humano, un padre, pero esa noche... él no era ninguna de esas cosas. Simplemente era un monstruo.

Y... tal vez me pase un poco al pensar en él, porque yo misma lo atraje. De un momento al otro, los vehículos de los salvadores aparecieron de la nada, rodeándome, sin opción a huir.

Maldita ley de la atracción. . .

Ellos bajaron y me apuntaron con sus armas, al menos hasta que Negan bajó de su auto. Haciendo una seña, hizo que sus hombres se hicieran a un lado para él poder pasar como si de un rey se tratase.

─ Vaya, vaya, vaya ─comenzó a decir Negan, haciendo un truco con su bate, haciéndolo girar tal cual porrista profesional ─. ¿Qué tenemos por aquí? ¡Sí es Samara Potter!

En ese momento, llevé una de mis manos al corazón y luego apunté al cielo, para luego decir:

─ Creo que estoy pagando el karma de todos mis ancestros. ¡Zeus, lánzame un rayo ahora! ¡Te lo pido!

─ Bajen sus armas ─dijo en una voz firme ante mi show, y sus hombres obedecieron de inmediato ─, vuelvan a subir a los autos y espérenme en las puertas, tendremos una charla, como dos viejos amigos.

Casi de inmediato, Dennis salió en el mismo auto del que antes había bajado su padre.

─ Yo voy contigo, padre.

─ Como quieras, enamorado. ─se burló Negan, esperando a que su gente comenzara a conducir.

Y ahí me di cuenta de que no faltaba mucho para llegar a Alexandria; entre mis pensamientos y muchas otras cosas, el tiempo había pasado demasiado rápido.

Una vez se fueron, Negan pasó su brazo por mis hombros, y créanme, yo intenté zafarme, pero no me lo permitió; me había abrazado tan fuerte que no podía ni siquiera moverme. Con suerte pude caminar.

─ ¿Qué quieres? ─pregunté con brusquedad, mirándolo con mi mejor cara de pocos amigos.

─ ¡Auch! ¡Rompes el corazón de tu viejo amigo!

─ Tú lo dijiste, viejo amigo, ya no somos amigos.

─ Eso me duele, mucho, mucho, Mara ─comenzó a decir con mucho dramatismo ─. Pero considerando los pequeños contratiempos en nuestro reencuentro, esperaré lo suficiente.

Yo solté un suspiro, mientras seguíamos avanzando.

─ ¿Quieres al menos tratar de recuperar mi amistad? ─intenté apelar a nuestro pasado para así poder tratar de manipularlo, aunque considerando el hombre en que se convirtió, será muy difícil hacerlo ─. Devuélveme a mi papá, por favor...

─ Tu padre tiene los huevos bien grandes, creo que me puede servir...

─ Si le haces algo a mi papá, juro que...

─ No me gusta tu agresividad, Samara.

Yo rodé los ojos y, afortunadamente, él me soltó y comenzó a caminar un poco más rápido. No sé si se cansó de mí o si simplemente todo esto era para jugar con mi mente.

─ ¡Toda tuya, hijo! ─exclamó desde adelante. Espero que esto compense no estar contigo estos días.

─ Nunca está conmigo. ─escuche murmurar a Dennis con molestia.

Lo cual me hizo pensar una sola cosa: le puedo pedir ayuda, y tal vez él me dé un poco de información sobre su padre, y así poder vencerlo más rápido, pero primero debo confirmar algunas cosas.

Así que me acerqué a él, porque si tengo que elegir entre estar con Negan o con su hijo, mil veces prefiero a Dennis que a su padre.

─ ¿Cómo estás? ─me preguntó apenas llegué a su lado.

─ Bien, creo, pero podría estar mejor ─respondí, pero luego me di cuenta de algo ─. Por cierto... no ha pasado aún una semana, ¿verdad?

Inquirí, porque a palabras de Sasha, solo estuve un día y poco más dormida.

─ A veces llega antes; debes decirle a tu grupo para que se prepare.

Yo asentí, mientras seguía avanzando, viendo ya las puertas de Alexandria por delante, junto a los salvadores ya estacionados en la entrada.

─ ¿Cómo murió Lucille? ─inquirí, y vi a Dennis ponerse diferente; él se estremeció y miró hacia otro lado ─. Lo siento...

─ Mamá se...

─ ¡Chicos! ─llamó Negan en voz alta.─ ¡Vengan aquí!

Yo me crucé de brazos y me negué a caminar, al menos hasta que Dennis me susurró en el oído:

─ Mejor obedeces; papá es capaz de matar a alguien por no respirar de la manera que él quiere.

Tiene razón. Así que comencé a avanzar, llegando al lado de Negan, pero vi a mi papá, así, con el rostro demacrado, vestido con trapos y con una A pintada en su sudadera. Yo quise acercarme, pero Smith padre me tomó del brazo, evitando que vaya a lanzarme a los brazos de mi papá.

─ Alto ahí, velocista, no se mira, no se toca. ─me dijo, y yo solo refunfuñé, y más cuando vi a Emma colocarse junto a mi padre.

Decidí darle una mala mirada, para luego ver a Negan acercarse a la reja y tocar esta dando algunos golpes con su bate, para luego darmelo, no sin antes murmurar un:

 Sostén a Lucille, cariño.

Y sin querer, tuve que hacerlo.

─ ¡Cerdito, cerdito, déjame entrar! ─llamó desde fuera.

Pocos minutos después, Spencer abrió la puerta, haciendo una pregunta muy estúpida a mi parecer.

─ ¿Quién eres?

─ Oh, chico, espero que sea un maldito chiste ─dijo con burla, mientras yo veía a Rosita, que me daba una mirada algo extraña. Soy Negan, ella, Lucille ─apunto al bate que yo tenía en mis manos ─. La pelirroja que no es su Samara, es Emma, y estoy seguro de que cause una impresión muy fuerte.

De pronto, apareció Rick, quien me dio la misma mirada que Rosita, y los entiendo; verme aquí con él y este bate en manos, yo también me miraría así.

─ Miren quién está acá ─habló cuando vio a Rick, con su falso entusiasmo de siempre ─. No me obligues a pedírtelo.

─ Dijiste una semana. Llegas antes. ─mencionó Grimes, abriendo la reja de mala gana para que así Negan y su gente entren.

Una sonrisa malévola apareció en su rostro, y dijo: ─ Es que te extrañé.

Después, él volteó al escuchar los gruñidos de un caminante, uno que se acercaba a nosotros.

─ Oh, Rick, mira esto ─dijo Negan, para luego mirarme ─. Anda, es todo tuyo, te doy el honor.

Yo quise sacar mi cuchillo, pero él negó, señalando el bate. Yo suspiré, mirando a Rick antes de sujetar con fuerza el mango del arma, para luego acercarme a paso firme al errante y darle un buen golpe en la cabeza, acabando con él al instante.

─ ¡Muy bien, amigos, comencemos! ─le dijo a su gente. Hoy es un gran día. Por cierto, Rick, ¿quién es ese tipo? ─señaló a Spencer ─. Porque me negaron la entrada, ¿me enojé? ¿Le rompí el cráneo a un pelirrojo? No. Yo hice que tu chica matara a uno de esos imbéciles con mi Lucille; salvé a uno de ustedes de ser asesinado por estas cosas. Eso se llama servicio.

─ ¿Puedo entrar? ─le pregunté a Negan, interrumpiendo su acto.

Él me miró, y se acercó a mí, colocando su mano en mi cabeza y acercándome a él para dejar un beso en mi frente.

Causándome asco.

Tengo problemas con el toque de hombres no cercanos a mí.

─ Claro, ve a ver a tu novio, cariño ─dijo, tomando a Lucille de mis manos, para luego dárselas a Rick. ¡Hoy nos divertiremos mucho!

Me adelanté para ir a la casa Grimes, corriendo e ignorando la mirada rara de los que me habían visto llegar con los salvadores, o quizá me miraban por la cicatriz. No me importaba en este momento, solo quería verlo, verlo a él. No importa cómo me vea, necesitaba sentir su presencia cerca de la mía.

Cruce la calle, lo vi salir de su casa. Al verme, bajó las escaleras y se detuvo frente a mí.

Samara...

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