Truyen2U.Net quay lại rồi đây! Các bạn truy cập Truyen2U.Com. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

No todos los caminos llegan a Roma, algunos te llevan a casa.


Amalia despertó tan ansiosa como un niño que espera por abrir sus regalos en navidad. Corrió a abrir la puerta de su habitación para atravesar el pasillo lo más rápido que pudo, pero llegando a la escalera, se desvió a chequear su aspecto en el baño. Cuando se preparó bajar, imaginó a su madre sonriendo. Por fin su adorada hija estaba lista para seguir adelante.

Cuando estuvo frente al comedor, irguió su figura y entró fingiendo tranquilidad, pero Diego ya no estaba en la mesa del desayuno.

—Lo siento hija, se fue temprano, dijo que Reina estaba por volver —los ojos de Amalia brillaron de emoción.

—¿Reina? ¿Adelantó su regreso? —contestó emocionada, pero su mente rápidamente se desvió hacia un panorama más oscuro. Tal vez su viaje no había resultado bien, y antes de preguntar por su nuevo compañero de vivienda, tomó su teléfono para telefonear a Reina, no sin antes buscar la respuesta a una gran interrogante que no le había permitido descansar del tobo bien—. Papá, ¿Por qué conoces a Diego?

Ernesto arrojó una mirada de culpa a su esposa y un escalofrío recorrió el cuerpo de Amalia. Imposible. Pensó.

—No sé cuánto conoces de él, pero supongo que si vivirá aquí, es justo que estés al tanto. ¿Qué sabes de su familia?

—Solo lo de su madre y de la existencia de Amparo.

—Bien. Debes saber que su madre de suicidó cuando él tenía 15 años. Diego la encontró Amalia, fue una intoxicación con medicamentos, y yo estaba de turno cuando eso ocurrió. Fue algo impactante, cariño. Un pequeño de tu misma edad, con un bebe en brazos y su madre muriendo en una sala de hospital. Luego de eso, me aseguré de que el Servicio de Protección al Menor investigara sobre su vida, sé que su familia paterna no quiso reconocerlos, que estuvo junto a su a abuela unos años y que al tiempo perdió a su hermana. No he perdido el contacto con él, lamentablemente, por motivos poco agradables. Él ha estado involucrado en algunos problemas, y siempre le pedí que preguntara por mí, antes que por otro médico.

—¿En qué tipo de problemas? —indagó.

¿Sería posible que se refiriera a eso? Ernesto aclaró su voz antes de continuar.

—Verás, al parecer su genio no es muy bueno —dijo Ernesto sonriendo—. Ha golpeado a un par de personas, un chico de la escuela y un par de peleas callejeras. —Amalia abrió sus ojos con asombro.

—¿Diego? No lo creo, eso es imposible.

—Lo sé, es impresionante. —indicó entre risas—. Pero estoy seguro de que ellos se lo merecían. Siempre molestando a ese chico e inventando esos horribles rumores que supongo también has escuchado—. Por desgracia, ella sabía muy bien a que se refería. Pero no iba ser quién lo confirmara. Todo estaba a punto de quedar atrás y era mejor para todos comenzar a olvidar.

—Y ahora están otra vez con lo mismo... —respondió cabizbaja, sabiendo que mentía.

—No les prestes atención. Yo mismo hice la denuncia, porque debo admitir que también tuve la sospecha. Es muy difícil para un adolescente quedar solo. Pero no debes preocuparte, no encontraron nada, y denuncié directamente al Servicio de Protección al Menor. Diego es un chico normal, con una vida muy complicada, pero es igual a ti. No te separes de él y haz que su paso por nuestra casa sea agradable. Le he ofrecido apoyo en sus estudios mientras él se comprometa a dejar de trabajar. Deberías aprovechar que es un excelente estudiante e imitarlo.

—¿Entonces no tendrá mi apellido? —preguntó con entusiasmo. Ernesto respondió negando con su cabeza, y la alegría desbordó la sonrisa de su hija—. ¡Papá, eres el mejor! —gritó Amalia abrazándolo con fuerza.

—Lo sé, lo sé. Pero dormirán con las puertas abiertas y estoy pensando seriamente en que cambies de habitación y te ubiques en el primerpiso.

Esa mañana, Ernesto recibió muchísimos besos, Elena cantaba feliz por toda la casa, y Amalia tendría a Diego junto a ella. ¿Qué podría salir mal?

La misma pregunta se repetía Diego, una y otra vez, ¿Qué podría salir mal? Esa inmensa felicidad le parecía sospechosa. Tanto, que había tenido que escribir de noche a Reina para hablarle. Y es que no podía creerlo. Cada mañana despertaría y vería a un padre, una madre, a Amparo y a Amalia. No había forma, por más que lo pensara, de que aquello pudiera resultar mal.

Reina tampoco podía creerlo y temblando de emoción, tomó el primer tren para volver a casa.

—Entones, explícame, ¿nunca te dijeron que tenían una hija?

—Sí, lo sabía, pero jamás me dijeron el nombre.

—Dios, no puedo creer esto. En serio. Ahora sí que tu vida parece novela de Wattpad.

—Ni sé que es eso. Demonios. ¿Qué haré ahora? ¿Qué acaso el padre de Amalia no se da cuenta que somos dos adolescentes? ¿Sabes cuánto me ha costado contenerme junto a ella?

—No te contengas más entonces.

—No es tan fácil. No puedo tocarla sabiendo que hace una semana... bueno... ya sabes.

—Tienes que olvidarlo, y pronto. Debes comenzar a disfrutar el regalo que la vida te está dando.

Él sonrió con una alegría que Reina no conocía. Pero no todo se trataba de él, pero en el momento justo en que Diego iba a comenzar a preguntar sobre su viaje, una desesperada Amalia llamaba por teléfono.

—¡Reina! ¡No cuentes nada antes de que llegue! ¡Ya voy para allá!

Ambos rieron, y Diego pudo adivinar que también Reina había tenido un resultado favorable. No tuvieron más opción que esperar. Almorzaron los tres, rieron, bromearon y hablaron sin parar. El aire que se respiraba había cambiado por completo. Realmente, ¿Qué podía salir mal?

—Reina, te extrañaré tanto. Pensé que había salido mal y que por eso volvías —dijo Amalia tomando la mano de su amiga.

—No era eso, loca. Alguien aquí necesitaba una charla de chicas —respondió ella, lanzando una mirada cómplice a Diego.

— ¿Cómo salió todo? —preguntó él, intentando desviar el tema.

—Estuvo bien. Mi padre se acercó muy poco al principio, pero luego se rindió. Me siento un poco culpable, él realmente quería a un chico. Mamá lloró el ochenta por ciento del tiempo. Incluso vinieron algunos familiares a saludarme. En Marzo me matricularé en la escuela para adultos, terminare de estudiar y trabajaré en la florería de una de mis tías. Wow, suena lindo cuando lo digo en voz alta.

—Es lindo, Reina. Me alegra que recuperes a tu familia.

—Y a mí me alegra que te cases con Diego.

Con esta broma, Diego escupió su almuerzo antes de arrojar sobre su amiga uno de los paños que estaban sobre la mesa. Reina volvería pronto a casa y Diego comenzaba a vivir con su nueva familia. Todo avanzaba a pasos agigantados.

El lunes en que retomaron sus clases, Amalia se sentía diferente. Pensaba que los rumores ya no importarían, que desde ahí en adelante todo sería hermoso entre ellos, pero la vida tenía preparada otra sorpresa. Él estaba en su lugar cuando el silencio se apoderó de la sala, Amalia entro segura y desafiante. Sonrío a su compañero de asiento y se ubicó junto a él. Durante 3 horas intentaron ignorar, comenzaron la mañana sonriendo y poco a poco, el silencio volvió a entrar entre ellos. Al terminar la clase, Diego solo se levantó con rapidez y se fue.

Amalia caminó a los camarines a prepararse para la clase de gimnasia. Le costaba trabajo disimular la repugnancia que sentía de solo imaginar ver la cara del Profesor Domínguez. Pero lo peor era imaginar lo difícil que debía ser para Diego venir a clases cada día, y en medio de esto, una de sus compañeras le habló en tono desesperado.

—¡Amalia! ¡Diego está peleando en el gimnasio!

Uno de sus compañeros había bromeado sobre Amalia, y aunque él ni siquiera había logrado escuchar con claridad, el tan solo oír su nombre entre las risitas de sus compañeros fue suficiente. Diego se volteó para tumbar de un golpe a quien se arriesgó a faltarle el respeto a quién tanto quería. Pero el gran problema, fue que, a diferencia de su compañero, Diego no tenía ningún apoyo. Mientras ella corría por las escaleras, él recibía los golpes y patadas de sus compañeros de clase. Amalia recibió el último, al lanzarse sobre él para cubrirlo. El Profesor Domínguez se acercaba corriendo intentando averiguar que sucedía, pero ella no dejó que nadie se acercara.

—¡No lo toque! —gritó mientras sacaba su teléfono e intentaba con otra mano limpiar la sangre que salía de la boca y la nariz de Diego.

—Amalia, cálmate, debemos llevarlo a la enfermería —murmuró el profesor.

—¡No lo toque! —Volvió a gritar ella. Marcó el número de Elena sin permitir aún que alguien la ayudara.

—Amalia, por favor —repitió el profesor elevando un poco la voz.

—¡No se acerque nadie! —amenzó Amalia. Su voz, que había sonado amenazante, comenzó a quebrarse cuando Elena respondió—. Necesito que me ayudes... Diego está... ven al colegio por favor.

Elena abandonó la consulta y en cuestión de minutos estuvo en el colegio. Fue recibida por el Rector del establecimiento, quién informó a grandes rasgos lo ocurrido. En conclusión, Diego era un alumno violento y había sido culpable de la pelea. Elena se limitó a decir que esperaría la versión de sus hijos, y exigió entrar hasta donde se encontraban.

Cuando estuvo junto a ellos, él ya estaba incorporándose y Amalia seguía impidiendo que cualquier persona se acercara, ante la mirada atónita de profesores y alumnos.

—Hijo, ¿cómo estás? —murmuró Elena acercándose a él con voz temblorosa. Tomó su cara mientras revisaba rápidamente lo más que podía su rostro lastimado.

—Bien... ¿Amalia qué hiciste? ¿Por qué la llamaste? —bramó Diego con voz adolorida.

—Está bien, tenía que hacerlo, nos vamos a casa —ordenó Elena, que sin pedir autorización alguna se llevó a Diego con ella. Amalia buscó sus cosas y los alcanzó en el auto. Antes de volver a casa, se encargaron de llevar al chico al hospital para que le hicieran una completa revisión, y como era costumbre, al menos para Diego, fue Ernesto quien lo atendió.

—¿Qué pasó? —preguntó molesto. Pero no hubo respuesta. Solo la tercera vez que habló, Amalia fue capaz de responder.

—Me estaban molestando a mí, papá. No me importó en un principio pero esto fue creciendo. Hoy fue demasiado. Diego solo... me defendió.

—Diego, por favor... tienes que controlarte —regañó Ernesto.

—Lo hizo papá. Por muchos días. No fue su culpa.

Ernesto miró a su hija y la abrazó. Hace unos meses, ella solo se habría guardado todo. Había sido víctima de acoso en su anterior escuela, y ellos jamás se habían enterado. En el fondo estaban agradecidos, pero a la vez, preocupados. En silencio, Elena los llevó de vuelta a casa. Se subieron en el auto, ambos en la parte trasera del vehículo y cada uno observando a una ventana distinta.

—Pueden dejarlo —dijo de pronto, sorprendiéndolos. Diego sacó su vista de la ventana y Amalia puso atención.

—¿De qué hablas? —preguntó ella inclinándose hacia adelante.

—De la escuela. Pueden dejarlo. Diego, puedo conseguir que cierren tu año escolar. Con las calificaciones que tienes no tendrás problema, seguro eres el mejor de la clase. Amalia, tú también. Puedes dejarlo.

—Acepto —respondió Diego sin dudar, y volvió a concentrarse en la ventana. Amalia lo observó con cierta amargura y suspiró profundamente antes de responder.

—Elena yo... no puedo. Si cierran mi año, no lograré pasar. Yo... no soy tan buena alumna como Diego...

Ella estaba hablando en serio. Muy en serio. Pero por alguna razón, ese comentario logró relajar ese tenso momento. Diego volvió a quedarse en casa de Amalia, Elena había insistido con la excusa de que debía cuidarlo. Reina los visitó y terminó por quedarse a dormir también.

Esa semana la despidieron. Reina volvió con su familia llevando solo una pequeña maleta. Diego se cambió a casa de Amalia con sus ojos hinchados por los golpes, Amparo no preguntó qué había pasado, solo estaba ansiosa por mudarse junto a su hermano y sus nuevos padres y hermana. Elena y Ernesto discutieron junto al Rector de la Escuela reclamando la inocencia de Diego, quien no volvió a la escuela. Y los rumores, mágicamente, terminaron.

Era Octubre, y su vida juntos estaba comenzando.

¿Que podría salir mal?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Com