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── chapter fifty 𑁤.ᐟ


chapter fifty .ᐟ
Pillados.
TADGH LYNCH

La tenía entre mis brazos, con la frente apoyada en la suya, y por un momento pensé que el recreo entero se había quedado en silencio.

—También quería decirte que eres la mejor parte de mi día. Siempre —solté, antes de poder convencerme de callarme.

Ellie se rió bajito, ese tipo de risa que no es para burlarse, sino para esconder que te has quedado sin palabras. Me abrazó más fuerte, y yo me quedé ahí, pensando que, si no fuera por el frío que nos mordía las manos, podríamos quedarnos así todo el día.

Y entonces escuché un "ooooooh" exagerado, que me dio ganas de lanzar algo.

—¡Ajá! —Gibsie apareció desde detrás del seto, con esa sonrisa de idiota profesional que le salía tan bien—. Lo sabía, Lynch. Eres un blando.

Rodé los ojos, sin soltar a Ellie.

—Vete a la mierda, Gibs.

Claire venía detrás, intentando contener la risa.

—No le hagas caso —me dijo ella a Ellie—. Lleva semanas apostando con Hughie sobre cuándo te iba a pillar.

—¡Y gané! —saltó Gibsie, levantando las manos como si hubiera marcado un gol—. Ahora me debes diez euros, Lynch.

—Te debo una patada en el culo —le respondí.

Ellie escondió la cara en mi hombro, riéndose. Y yo, aunque intentaba parecer molesto, no podía evitar sonreír. Porque así era siempre con Gibsie: se metía donde no debía, arruinaba los momentos... y al final te dejaba de buen humor.

—Bueno, tortolitos, seguid con vuestro momento, que nosotros vamos a... —Claire lo empujó para que se callara, pero él seguía hablando mientras se alejaban.

Me quedé mirando cómo desaparecían por el pasillo, y Ellie me miró de reojo.

—Creo que deberíamos buscar sitios más seguros —murmuró.

—O aceptar que con Gibsie no existe eso —le contesté.

Ella sonrió. Y sí, la había besado hacía dos minutos, pero tuve que hacerlo otra vez.

Cuando Gibsie y Claire se alejaron, el silencio volvió, pero ya no era el mismo. Ellie todavía sonreía, con esa expresión que me dejaba medio desarmado, como si hubiera pillado algo que yo no había dicho en voz alta.

—Tenemos unos amigos muy discretos —dijo, con sarcasmo suave.

—Nah, Gibsie no es mi amigo —le respondí, encogiéndome de hombros—. Es como una enfermedad que te agarras de niño y ya nunca se te quita.

Ella se rió, y me miró de esa forma que me hacía olvidar a dónde tenía que ir después. El timbre no sonó todavía, pero las voces de la gente en el patio empezaron a llenarlo todo. Yo no quería moverme.

—¿Volvemos? —preguntó.

—En un minuto.

Me quedé observándola, intentando memorizar cada detalle: el mechón de pelo que se le había escapado de la coleta, la forma en que mordía la esquina de su labio inferior, el calor de su mano en la mía a pesar del frío. Y pensé que si alguien me hubiera dicho hace un año que iba a estar aquí, con Ellie Kavanagh, sin tener que inventarme excusas para hablarle, le habría dicho que estaba loco.

El timbre rompió ese minuto. Ella empezó a caminar hacia la puerta lateral, y yo la seguí, todavía con su mano atrapada en la mía.

El timbre rompió ese minuto. Ella empezó a caminar hacia la puerta lateral, y yo la seguí, todavía con su mano atrapada en la mía.

—Oye —la llamé antes de entrar—. Cuando lleguemos a casa... ¿te apetece seguir lo que estábamos haciendo antes de que Gibs metiera las narices?

—Depende —contestó, con una sonrisa que me dejaba sin aire—. ¿Qué estábamos haciendo?

—Tú estabas intentando besarme y yo estaba dejándote —respondí, encogiéndome de hombros como si fuera obvio.

Ella soltó una carcajada y negó con la cabeza, pero no soltó mi mano hasta que nos sentamos. Y yo me quedé ahí, fingiendo que prestaba atención a la profesora, mientras en realidad estaba contando los minutos para llegar a casa.

El resto del día pasó en modo automático. Clases, deberes medio hechos, y el murmullo de que Gibsie ya le había contado a medio Tommen que Ellie y yo estábamos juntos. No me sorprendía. Lo que sí me sorprendía era llegar a casa y encontrar a Johnny sentado en el sofá, con la chaqueta aún puesta, como si hubiera estado esperando.

—Lynch —dijo, sin apartar la vista de la tele.

—Johnny —respondí, dejándome caer en el sillón de enfrente.

Ellie apareció detrás de mí, con una sonrisa demasiado tranquila para mi gusto.

—Hola, Johnny.

—Hola, Ellie. —Su tono era neutral, pero sus ojos me estudiaban como si me estuviera haciendo un examen sorpresa.

El silencio se estiró un par de segundos más de lo cómodo. Gibsie, que estaba en la cocina saqueando la nevera, asomó la cabeza como si fuera a disfrutar del espectáculo.

—Así que... —Johnny se inclinó hacia adelante—, tú y mi hermana, ¿eh?

Ellie resopló.

—¿En serio vamos a hacer esto?

—Sí —dijo él, sin mirarla. Seguía mirándome a mí.

Me encogí de hombros.

—Sí —confirmé.

—¿Y qué piensas hacer para que no la fastidies? —preguntó, cruzándose de brazos.

Antes de que pudiera responder, Ellie se interpuso, colocándose entre nosotros.

—Johnny, no estamos en una película de policías.

—Solo quiero asegurarme —dijo él, aunque sonaba más protector que amenazante.

—Tranquilo, Kavanagh —le respondí—. No pienso fastidiarlo.

Él me sostuvo la mirada un segundo más y luego se recostó en el sofá.

—Más te vale, Lynch.

Gibsie, desde la cocina, no aguantó más y gritó:

—¡Esto es mejor que la tele! ¿Alguien quiere palomitas?

Ellie rodó los ojos y se dejó caer a mi lado, como si ya estuviera acostumbrada al caos. Yo, por mi parte, estaba bastante seguro de que esa iba a ser mi vida de ahora en adelante... y no me importaba en absoluto.

Johnny no tardó en relajarse un poco. O al menos, dejó de mirarme como si estuviera evaluando cuántas formas había de enterrarme en el jardín de casa.

Ellie se levantó para ir a la cocina, probablemente para huir de la incomodidad, y me quedé a solas con él y el murmullo de la tele.

—Ya eras mi cuñado por Shannon —dijo de pronto, sin apartar la vista de la pantalla—. Y ahora también por Ellie.

—Mira que lo nuestro es raro —contesté, medio sonriendo—. No todo el mundo puede presumir de doble cuñado.

Él soltó una risa breve y negó con la cabeza.

—Raro y peligroso. Porque si le pasa algo, Lynch, me lo vas a tener que explicar tú.

Lo miré de reojo. Esa era su manera retorcida de decir "cuídala".

—Cuenta con ello —dije, serio.

En ese momento, Gibsie apareció con un bol gigante de palomitas, que claramente no había hecho para compartir.

—Entonces... ¿ya puedo empezar a llamarte doble cuñado o tengo que esperar a la boda?

Johnny lo miró con una expresión que hubiera hecho huir a cualquiera con dos dedos de frente, pero Gibsie, claro, se limitó a sonreír y seguir comiendo.

—Si este es el circo que tienes montado aquí, Ellie va a necesitar suerte —dijo Johnny, pero esta vez con una media sonrisa.

Ellie volvió con tres latas de refresco y le lanzó una a su hermano sin previo aviso. Él la atrapó al vuelo, lo que me hizo pensar que, aunque viniera en plan guardaespaldas, al final del día... seguía siendo su hermano mayor.

—Por cierto, Lynch —añadió, justo antes de abrir la lata—. No me caes tan mal como pensaba.

Gibsie hizo un sonido dramático, como si hubiera presenciado un momento histórico. Ellie rodó los ojos, pero yo solo sonreí. Era un buen comienzo.

nota de la autora :

Tengo depresión post-concierto...

YA QUEDA NADA PARA ACABAR EL FIC.

— atexnicki.

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