── chapter fourteen 𑁤.ᐟ
chapter fourteen .ᐟ
Inquieto y jodido.
TADGH LYNCH
Caminaba al lado de Ellie por el pasillo vacío, sintiendo por primera vez en todo el día que podía respirar sin preocupaciones, aunque realmente sí las tenía. Ni profesores, ni amenazas, ni broncas. Solo ella. Y, joder, eso ya era suficiente.
No dijo nada al principio, y yo tampoco. A veces era mejor así. Ni ella necesitaba explicaciones, ni yo sabía cómo darlas. El silencio con ella siempre era cómodo.
Y cuando digo siempre, es siempre.
Nos conocimos el día que Johnny nos secuestró a mí y a mis dos hermanos pequeños.
No literalmente, pero apareció en la puerta de casa con una cara de "ni se os ocurra decir que no" y nos dijo que nos subiéramos al coche.
A ellos les convenció en seguida con tan solo mencionar comida, aunque yo tardé un poco más en acceder.
—Si me porto bien, ¿puedo pedir nuggets? —preguntó Ollie, y Johnny asintió.
Veinte minutos después, estábamos en su casa, con una bolsa de McDonald's por cabeza y el estómago lleno, más de lo que nunca lo habíamos tenido.
Yo pensaba que era comer y largarnos, quiero decir, mamá no tardaría mucho en despertarse y ver que ninguno de sus hijos estaba en casa, en canvio, nos llevó al salón, y allí estaba ella.
—Ah, hola —saludó, sin apartar la vista de la tele—. ¿Sois los Lynch?
—Depende —pregunté al ver que la chica era mi tipo incluso de espaldas—. ¿Quién pregunta?
Levantó la vista.
Y ya está, fin, estaba jodido.
—Soy Ellie —se presentó, sin dar ninguna explicación más.
No hacía falta.
No me hizo falta saber que era la hermana de Johnny para saber que no podría dejar de pensar en ella.
Y no estaba equivocado, porque ahora nos acababamos de escapar de las clases.
Cuando giramos la esquina y salimos por la puerta del edificio, me metí las manos en los bolsillos y la observé de reojo.
—Gracias por venir... antes —dije al fin, rompiendo el silencio.
Ella me miró de lado, con esa sonrisa que me estremecía sin querer.
—¿Estás bromeando? Aisling activó el código rosa. Pensé que te habías cargado a alguien.
—Estuve cerca —murmuré, clavando la mirada en el suelo unos segundos antes de volver a mirarla—. Pero entonces pensé que si acababa expulsado, no podría verte ni molestarte durante unas buenas horas al día.
Lo solté sin pensar, pero tampoco me arrepentí de hacerlo.
Ella no respondió al instante, pero vi cómo le temblaban un poco los labios, como si estuviera conteniendo una risa o algo más.
—Eres idiota —dijo al final, empujándome con el hombro.
—Ya me lo han dicho hoy. Varias veces.
Nos detuvimos al borde del campo de rugby vacío, y me dejé caer sobre la hierba sin importarme el uniforme. Ellie dudó un segundo, pero terminó sentándose a mi lado, abrazando las rodillas mientras evitaba que su falda se levantara.
—Tu hermano te va a matar —solté sin mirarla, con una sonrisa burlona.
—¿Johnny? Bah. Está acostumbrado a que me meta en líos —respondió—. Aunque si se entera de que me fui contigo, probablemente me encierre en casa hasta los dieciocho.
—Tiene cara de querer encerrarte por cualquier cosa. El día que descubra que me gustas, va a reventar.
Ellie me miró en silencio. No se rió. No me pegó. No cambió de tema.
—¿Y tú cuándo lo descubriste? —preguntó en voz baja, jugueteando con una hoja seca.
Tragué saliva.
—No sabría decirte. Pero fue antes de esta semana. Bastante antes.
Ella asintió despacio, sin mirarme. El viento movía los mechones sueltos de su pelo, y por un segundo me dieron ganas de tocarle la cara. Solo para asegurarme de que estaba ahí.
—A mí me pasa algo parecido contigo —dijo—. Pero me costó más darme cuenta.
—¿Y ahora qué? —pregunté, sin atreverme a sonreír.
—Ahora... no lo estropees, Tadgh.
—Estoy intentando no hacerlo, te lo juro.
—Entonces sigue intentándolo.
La miré un momento más, en silencio. Y aunque no la besé, aunque no le dije nada más, supe que algo había cambiado.
Y por una vez, no sentí que lo arruinaría todo.
Los minutos fueron pasando, y Ellie estaba jugando con una piedra en el campo, tirándola contra el cesped.
Yo no sabía qué hacer con las manos. Nunca sabía. Las metía en los bolsillos, las sacaba. Me las frotaba. Las dejaba caer a los lados. Siempre había sido así. Inquieto. Jodido. Pero ahora era peor, porque quería tocarla y no sabía si podía.
Esta vez, ella rompió el silencio.
—No deberías pegarte por mí.
—No fue por ti.
Ella me lanzó una mirada que decía "no mientas".
Me encogí de hombros.
—Vale. Fue por ti. Pero también por mí. Por lo que dijo ese capullo. Me hace sentir como el putísimo culo, como si no valiera una mierda.
—Tú no eres eso, Tadgh.
La miré. Y por un momento no vi a la hermana de Johnny, ni a la chica que todos decían que era lista y dulce y que tenía la vida resuelta. Vi a Ellie. Solo a Ellie. Mirándome como si no me faltara nada.
—¿Y tú qué sabes? —le pregunté, bajito, casi sin fuerza.
Ella ladeó la cabeza.
—Sé que me das paz. Incluso cuando estás cabreado contigo mismo o con cualquiera. Y eso no lo hace cualquiera.
Se me formó un nudo raro en el estómago. Uno de esos que no sabía si daban ganas de llorar, burlarme, abrir mis sentimientos o de besarla. Pero como no sabía besar, opté por hacer lo segundo que peor se me daba.
—¿Te vas a quedar conmigo un rato?
—¿Y si tu plan era besarme? —preguntó, medio en broma.
Me giré hacia ella, sonríendo de manera burlona.
—¿Y si te dijera que llevo semanas queriendo hacerlo?
—Entonces me darían ganas de dejarte hacerlo. Pero me jodería saber que después no sabrías qué hacer conmigo.
—Estoy intentando aprender —confesé.
—Entonces aprende despacio.
Y eso hicimos. Nos quedamos sentados hasta que las voces de la gente saliendo de las clases. No hablamos mucho más. No hacía falta. Cuando Ellie se levantó y me ofreció la mano para ayudarme a incorporarme, supe que no me iría a casa siendo el mismo.
Porque por primera vez desde hacía mucho, alguien había elegido quedarse. Y no por pena.
Por mí.
A la hora de ir a casa, nos acercamos a la clase para ir por sus cosas, que una rubia —que suponía que era amiga suya— ya nos había extendido con una sonrisa.
De camino al coche de Johnny no hablamos. Caminamos cerca, pero sin rozarnos, ambos queríamos decirnos muchas cosas que no sabíamos cómo verbalizar,
Ella iba pateando piedritas, mientras yo observaba como algunas se le perdían.
—No le digas nada a Johnny —advirtió.
—Ni una palabra.
—Lo digo en serio, Tadgh. No es que me arreptienta, joder, ojalá me hubieras besado, pero lo último que quiero es que mi hermano me mire como si estuviera en peligro.
—No lo estás —dije—. Al menos no conmigo.
Ella asintió lentamente, con esa sonrisa que siempre me derretía,
Finalmente entramos al coche, yo ya no era el chico que llegó a esa casa obligado, con ganas de fingir que todo iba bien cuando tus padres habían muerto. Y ella, acababa de hacerme sentir que todo iba bien.
Solo me hacía falta que alguien creyera en mí.
Y ahora alguien lo hacía.
nota de la autora :
Pensaba que el capítulo se me iba a quedar corto y no, he pasado de 1000 palabras y querer morir a llegar a las 1200.
— atexnicki.
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