── chapter fourty-six 𑁤.ᐟ
chapter fourty-six .ᐟ
Hermanos.
TADGH LYNCH
Me desperté antes de que Ollie se pusiera a gritar desde la cocina, lo cual era raro. Me quedé tumbado un rato, con el brazo sobre los ojos y el corazón todavía algo desbocado. Había algo en la luz que se colaba por la cortina, en el frío de la habitación y en el eco de su voz en mi cabeza que me dejaban claro que todo había cambiado. Pero no de forma brusca. Era algo tranquilo. Como si el mundo hubiera girado justo lo necesario.
Ellie.
La palabra me salió sola. Su nombre. Su cara. Su risa. Su manera de mirar cuando intentaba disimular que estaba nerviosa. Anoche me dijo que sí. Que quería ser mi novia. Mi novia.
Dios.
Me pasé las manos por la cara y suspiré antes de salir al pasillo. Joey estaba en la cocina, con el pelo hecho un desastre y una taza de café en la mano. Llevaba la camiseta del Tommen Rugby y los calcetines desparejados. En la encimera había restos de cereales, una tostada chamuscada y un dibujo de Ollie pegado con celo que decía: "te quiero aunque grites".
—Qué buena cara, Lynch —dijo Joey al verme entrar—. ¿Has dormido en una nube o qué?
—Más o menos —contesté, apoyándome contra la mesa.
—¿Has follado? —preguntó sin mirar, como si fuera la pregunta más normal del mundo.
—Joder, Joey —resoplé.
—Es que pareces otro. Como si por fin se te hubiese soltado el nudo que llevabas desde hace años.
—Cállate.
—O como si Ellie Kavanagh te hubiese dicho que sí anoche —añadió, levantando una ceja.
Le miré. No dije nada.
Joey sonrió.
—Sabía que iba a pasar. Desde hace siglos, Tadgh. Te mira como si fueras el puto protagonista de una peli de sobremesa. Y tú llevas años con esa cara de cordero degollado cada vez que respira.
—¿Puedes no decir esas cosas en voz alta?
—No.
Me senté en una de las sillas, todavía medio dormido. Apoyé la cabeza en la mesa.
—No sé cómo ha pasado, tío. Solo... fue tan fácil. Como si lleváramos mucho tiempo esperando.
—Lo llevabais. Pero te costó tanto admitirlo que pensábamos que nos íbamos a morir de viejos antes de que te decidieras.
Escuchamos pasos suaves en el pasillo. Shannon apareció con el pelo recogido, un jersey enorme de Edel y cara de "he dormido mal pero no pienso quejarme". Nos miró a los dos con los ojos entrecerrados.
—¿Qué hacéis tan temprano?
—El poeta de la familia acaba de tener una noche romántica —dijo Joey, señalándome—. Y ahora está en fase de resaca emocional.
—¿Con Ellie? —preguntó Shannon, como si la respuesta fuera evidente.
Asentí.
—Por fin —murmuró, sentándose a mi lado—. No te haces una idea de cuánto he rezado por esto.
—¿Tú rezas?
—Cuando me conviene.
Me reí por lo bajo. Joey nos miró a ambos con cara de orgullo.
—Ahora que por fin sois pareja, ¿puedo pasar página y dejar de aguantar tus dudas existenciales sobre "y si no le gusto" y "y si arruino todo"?
—No hacía esas preguntas así —me quejé.
—Claro que sí. Eres como un poema triste con patas.
Shannon me dio un codazo.
—¿Y ahora qué? ¿Lo sabe Johnny?
—No. Aún no.
—¿Y lo sabrá antes o después de que se entere por su mejor amigo? —preguntó Joey, muy serio.
Le lancé una mirada asesina.
—No pienso hacer el anuncio oficial por el grupo de WhatsApp, si es lo que estás sugiriendo.
—Pues a Gibsie le va a dar un infarto.
—Me da igual.
Shannon sonrió. Esa sonrisa suya, tranquila, que siempre me daba la sensación de que estaba orgullosa aunque no lo dijera en voz alta.
—Va a ir bien, Tadgh. Ella es buena para ti. Y tú para ella. Aunque seas un grinch con complejo de mártir.
—Gracias por el halago.
Justo cuando Shannon se levantó para meter las tazas en el lavavajillas, la tranquilidad de la mañana se fue a la mierda.
—¡Tadgh! —la voz de Ollie retumbó por el pasillo como un aviso de tormenta—. ¡Sean me ha escondido las Converse!
—¡Solo una! —gritó Sean desde el salón—. Porque él me robó el cargador de la tablet.
Joey soltó una carcajada desde la encimera.
—¿Y estos no habían madurado ya?
—Madurado dice —bufó Shannon, cerrando la puerta del lavavajillas con el pie—. Si esta casa fuera un árbol, vosotros tres seríais las manzanas podridas.
—¡He oído eso! —gritó Ollie mientras entraba al comedor, despeinado, con una zapatilla puesta y la otra en la mano.
Me miró directamente, ignorando a Joey y Shannon por completo.
—¿Es verdad?
—¿El qué? —pregunté sin levantarme de la silla.
—Lo de Ellie.
Me tensé. Joey se giró con media sonrisa y Shannon se apoyó en el marco de la puerta, brazos cruzados, esperando.
—¿Qué has oído tú? —le pregunté, dándome tiempo.
Ollie me lanzó una mirada entre incrédula y divertida, como si estuviera hablando con un idiota.
—Que por fin sois novios. Que ayer fuiste a casa de Aisling a buscarla y le dijiste todo. Sean te vio por la ventana. Dice que estabas en plan dramático, como en las pelis esas que le gustan a Mam.
—¿Y?
—Y que le diste un beso en la calle.
Tragué saliva. Me pasé la mano por la nuca.
—¿Y a ti que te importa+
Ollie me miró en silencio unos segundos, luego asintió despacio.
—Ya era hora.
Sean asomó desde detrás del marco de la puerta con su pelo revuelto y su cara de sueño a medio borrar.
—Yo pensaba que ya erais novios desde hace mucho. Os miráis raro. Como Johnny y Shannon, pero más intenso —añadió Ollie.
—No es raro —soltó Sean, encogiéndose de hombros—. A mí me gusta Ellie. Aunque una vez me regañó por dejar migas en su cama.
—Es que le dejaste medio bocadillo de galleta dentro de la almohada —le dijo Ollie, muerto de risa.
—¡Era una trampa para ratones!
—¡No había ratones, capullo!
—¡Porque funcionó!
Los dos se enzarzaron en un forcejeo estúpido que terminó con ambos rodando por la alfombra entre gritos y empujones suaves. Joey cruzó los brazos, divertido. Shannon puso los ojos en blanco, pero sonreía.
Y yo me quedé allí un segundo. Mirándolos. A los cuatro.
Joey, que había sido más padre que hermano tantas veces.
Shannon, que a veces parecía llevarnos a todos a cuestas.
Ollie y Sean, que ya no eran críos, pero seguían buscando nuestra atención como si les diera vida.
Éramos una familia rota. Pegada con cinta aislante, con cicatrices viejas que nadie decía en voz alta. Pero nos teníamos. A nuestra manera. Caótica, agotadora, leal.
Y Ellie.
Ellie encajaba en esto. No como una pieza nueva, sino como una que siempre había estado ahí y que, por fin, habíamos colocado donde tocaba.
—Eh —me llamó Joey, dándome una palmada en la espalda—. Estás pensando otra vez.
—Siempre estás pensando —añadió Shannon, caminando hacia el salón—. Pero por primera vez en años no tienes cara de estar huyendo.
Me levanté de la silla.
—Porque ya no tengo ganas de huir.
Y cuando los pequeños me arrastraron al salón para "jugar a boxeo con cojines", pensé que por primera vez en mucho tiempo, no tenía miedo de quedarme. Porque tenía todo lo que necesitaba justo aquí.
Y a Ellie. Esperándome donde siempre.
Después de que Ollie me golpeara en la cara con un cojín y Sean se tirara encima de Joey como si fuera un luchador profesional, decidí rendirme.
Me metí en mi cuarto un rato. Cerré la puerta. Necesitaba aire. Silencio. O... no silencio exactamente. Solo algo que no fuera caos infantil, tostadas quemadas o gritos de "¡devuélveme eso, idiota!"
Me dejé caer en el suelo, al lado de la cama, el móvil entre las manos. Estuve a punto de escribirle, pero no lo hice. Solo repasé la conversación de anoche. Leí su sí tantas veces que me lo sabía de memoria. Cada palabra. Cada espacio.
Llevaba tanto tiempo imaginando lo que sería estar con ella, que ahora que era real me sentía un poco descolocado. Como si todo lo demás tuviera que recolocarse para dejarle sitio. Para dejarle sitio a nosotros.
Oí la puerta de entrada abrirse. Cerrarse. Pasos rápidos. Conocía ese ritmo. Era ella.
Mi corazón se puso tonto sin preguntarme.
No tardó ni un minuto en aparecer en el umbral de mi habitación. Bueno, el de Johnny, pero en esta casa nadie respetaba demasiado la propiedad ajena.
Llevaba la sudadera de Aisling, el pelo en un moño mal hecho y esa cara suya de estar en mil sitios a la vez.
—Hola —dije, desde el suelo.
Se apoyó en el marco de la puerta, como si no supiera si entrar o quedarse ahí un rato más, mirándome. Esa pausa me mataba. Y me encantaba.
—¿Cómo has entrado? —preguntó al fin.
—Johnny. Ha dicho que si vamos en serio, al menos le avise antes de que me plante en tu cuarto.
Ella sonrió. De ese modo que me hacía pensar que todo lo demás daba igual.
Caminó despacio hasta donde estaba. Se sentó a mi lado sin decir nada. Apoyó la cabeza en mi hombro, como si lo hiciera todos los días. Como si esto —nosotros— fuera lo más natural del mundo.
—No he dejado de pensar en ti —murmuré.
—Yo tampoco —respondió, bajito.
No me moví. No quería que ese momento se fuera. No necesitaba besos ni fuegos artificiales. Solo eso: su respiración, su peso leve en mi hombro, el silencio sin tensión.
Y entonces sonó el timbre. Dos veces. Corto. Insistente.
Ni me moví.
—¿Esperas a alguien? —le pregunté.
—No.
La miré. Ya me estaba mirando. Con esos ojos suyos que decían mucho más de lo que ella se atrevía a poner en voz alta.
—No bajes —le dije.
—No pienso hacerlo.
Me apoyé un poco más contra ella. Dejé que el mundo siguiera girando sin nosotros un rato más. Afuera seguirían los gritos de Ollie, las bromas de Joey, las miradas tranquilas de Shannon. Esta casa era un lío, pero era mía. Y ahora, por fin, ella también lo era.
Y mientras abajo alguien seguía llamando al timbre, supe que no importaba.
Estábamos justo donde teníamos que estar.
nota de la autora :
Más largo de lo normal, pero si no no había interacción entre ellos.
MAÑANA VOY A VER A TRUENO POR SEGUNDA VEZ Y EL SÁBADO A BLACKPINK 😭🫶
— atexnicki.
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