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── chapter ten 𑁤.ᐟ


chapter ten .
Lo que sea para no perderla.
TADGH LYNCH

No sabía cuánto tiempo podía pasar sin pensar en ella, en serio.

Había hecho el intento. Me había puesto música. Había intentado leer un cómic. Había ayudado a Joey a reparar el jodido grifo que goteaba desde hacía poquísimo.

Incluso había intentado hacer deberes.

Pero todo me devolvía a ella.

A Ellie Kavanagh y su puta sonrisa.

Ah, y su maldito cuaderno.

Y la forma en la que me miró la última vez, como si yo tuviera el poder de joderle algo que ella estaba intentando mantener privado.

Desde que Edel me dejó en casa tras la pelea, no nos hemos visto, ya deberían haber salido del instituto hacía un par de horas, y ni de coña se tarda tanto en llegar aquí.

Mis hermanos pequeños sí que estaban en casa conmigo, puesto a que ellos iban en el coche con Edel.

Dos semanas. Eso me gané por abrirle la ceja a un capullo que no sabía cuándo callarse.

No me arrepiento.

No porque me metiera con Joey, ni porque hablara de Aoife, sino porque también dijo algo de Ellie.

Algo que no voy a repetir, algo que provocó que mi cuerpo reaccionara, era como cuando mi padre pegaba a Shannon.

Pero no era lo mismo.

Joder, ni la gravedad del asunto era comparable.

No sé si fue su nombre, o el tono con el que lo dijo. Pero se me cruzaron todos los cables.

Y entonces pensé que a Ellie no le gustaría que hiciera eso. Que seguramente me miraría decepcionada. O peor, dolida.

Y ahora no sé si va a poder mirarme igual cuando vuelva.

Joey me dijo que me calmase, que no la cagase más, que no lo arruinase. Pero él no tiene ni idea. No entiende lo que es tener algo metido tan dentro que te duele no poder tocarlo.

¿Qué cojones dices, Tadgh? ¡Es obvio que tu hermano lo ha sentido!

A veces me pregunto si ella me piensa un poco. Si aunque sea, al cerrar el cuaderno ese suyo, me dedica un segundo de su cabeza. Un momento de silencio.

Me levanté del colchón, agarré la chaqueta y salí al patio. Sean jugaba con una pelota y Ollie corría detrás, gritando nombres mal pronunciados, como siempre.

—¡Eyi aún no ha vuelto! ¡Taaay, dile que venga ya!

—No se llama Eyi, burro —le solté, medio riéndome.

—Sí se llama Eyi, ¡ella me lo dijo!

Sonreí.

Mentira.

Pero sonaba a ella.

Apoyé la espalda en la verja y saqué el teléfono que los Kavanagh me dieron no hacía mucho.

Pensé en escribirle.

No un mensaje cursi ni nada por el estilo. Algo simple.

Un "¿Estás bien?", o algo como "He oído que te enteraste", tal vez debería simplemente pedir perdón.

Pero no lo hice.

Porque no sabía cómo empezar a hablarle sin sonar como lo que soy: un lío andante con los nudillos rotos y el corazón más roto todavía.

En vez de eso, abrí nuestro chat vacío. Y escribí algo que no iba a mandar.

Si supieras lo que me jodió que te nombraran, entenderías por qué terminé con sangre en las manos.

Suspiré y guardé el móvil.

Decidí que cuando volviera, si ella me miraba con esos ojos... no iba a apartar la vista esta vez.

Poco después escuché el chirrido del portón.

No me moví.

Ya sabía que era ella. No por el sonido, ni por mi presenrimiento.

Era porque todo en mí se tensó de golpe, como si mi cuerpo la reconociera antes que mi cabeza.

Ellie.

Caminaba hacia la casa con el cuaderno abrazado contra el pecho. Cuando me vio apoyado en la mesa, frenó un segundo.

La miré.

Y ella me sostuvo la mirada, sin decir nada.

No había enfado en sus ojos.

Tampoco lástima.

Solo esa expresión suya tan jodidamente honesta. Como si pudiera ver todo lo que no sabía cómo decir.

Ella bajó la vista un momento, clavándola en mis manos.

—¿Te duele? —preguntó, sin rodeos.

Miré mis nudillos. Todavía estaban algo hinchados, con la piel abierta en un par de sitios. El tipo de heridas que pican más que duelen.

—Un poco —respondí.

—¿Y valió la pena?

Me encogí de hombros, sin quitarle los ojos de encima.

—No lo pensé tanto como para saberlo.

Ella esbozó una media sonrisa.

—Suena mucho a algo que tú dirías.

Hubo silencio, pero uno extrañamente cómodo y recomfortante.

—Pensé en escribirte —confesé.

—¿Y por qué no lo hiciste?

—Porque no sabía cómo sonar sin parecer un idiota.

Ella se rió, suave.

—Ya tengo asumido que lo eres, Tadgh. No pasa nada.

Su risa me relajó algo que tenía dentro dentro. El alivio fue tanto que fue como si me dejara respirar por primera vez en días.

—¿Te puedo acompañar un rato? —preguntó, señalando con la cabeza a mi lado.

—Siempre.

Se apoyó al lado mío, sin necesidad de palabras. Y por un buen rato, el silencio fue suficiente.

El atardecer empezaba a hacerse presente, pero ella seguía ahí, a mi lado, sin necesidad de llenar el aire con palabras.

Y yo pensaba en lo jodidamente injusto que era todo.

Porque ella estaba tan cerca que podía contar las pecas de su nariz, pero tan lejos que no sabía si alguna vez iba a poder tocarle el alma sin romperla.

No sabía si merecía su calma, su risa, o esa forma que tiene de mirar, que solo entendía.

Y aun así, estaba ahí.

Me giré un poco, para mirarla de lado.

—¿Te he hecho daño?

Ella no respondió enseguida.

Se quedó un momento mirando el horizonte, pensativa, como si estuviera eligiendo bien las palabras.

—¿Por la pelea? No, de hecho te lo agradezco —sonrió para poco después desvanecer esa sonrisa que tanto me gustaba—. Solo lo haces cuando no eres tú —susurró.

Y fue eso. Esa frase sencilla, sin dramatismos, la que me dejó sin aire.

Porque ella lo sabía, sabía que a veces me perdía, que no estaba bien.

Sabía que había días en los que me ganaban los recuerdos, pero también sabía que en el fondo yo era otra cosa.

Otra cosa que solo ella veía.

Clavé mi mirada el suelo como si ahí pudiera encontrar las palabras adecuadas a la situación, sin romper ni su corazón ni el mío.

—Estoy intentando ser yo —dije, bajito—. Pero no siempre sé cómo.

Ella no dijo nada. Solo deslizó su mano sobre la mía, con la suavidad de quien no quiere asustar a una herida.

Lo único que hizo fue coger mi mano y dar,e suaves caricias con el dedo pulgar.

No me pidió que hablara más, mi me obligó a explicar lo inexplicable. Solo me acompañó.

Tal vez, aún no lo había arruinado del todo.

Quizá todavía quedaba algo que salvar.

Y si lo había, juro por Dios que iba a hacer lo que fuera para no perderlo.

Para no perderla.

nota de la autora :

Este capítulo es un poco más largo, pero me he motivado.

Siento que he estado demasiados capítulos con lo de la expulsión de Tadgh, ni idea, pero juro que ya está😭

Voy a aprovechar a recordar que voten, me sigan y comenten si les gusta el fanfic, en tiktok me llamo igual que aquí, por si me quieren seguir.

— atexnicki.

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