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── chapter twenty 𑁤.ᐟ


chapter twenty .
Invasores de habitación.
TADGH LYNCH

A veces creo que me paso de listo.

Digo cosas que suenan bien en mi cabeza, las suelto sin filtro, y luego me quedo con esa sensación de que tal vez debería haberme callado. Como ahora. No estoy seguro de por qué le he dicho eso a Ellie. Supongo que porque era verdad. Y porque se me da fatal no decir lo que pienso cuando se trata de ella.

Me dejé caer en el sofá del salón, donde Gibsie y Hughie estaban discutiendo sobre si la máscara de Ghostface daba más miedo que la de Jason. Me puse a mirar por la ventana, sin hacerles ni puto caso. Afuera, el cielo empezaba a apagarse. Octubre tenía esa forma rara de oscurecerlo todo antes de tiempo.

Vi mi reflejo en el cristal. Tenía la misma cara de siempre: esa que la gente cree que está enfadada aunque no lo esté. A veces ni yo sé cómo me siento. Pero hoy... hoy sentía algo raro. Como si me hubieran tocado una herida que llevaba tiempo sin notar.

Ellie.

Su voz. Su manera de retarme con los ojos. Esa mezcla de descaro y dulzura que solo tiene ella.

No sé cuándo empezó a afectarme tanto. Solo sé que últimamente, cuando está cerca, no quiero que se vaya. Y cuando se va, todo se queda en silencio.

—Estás muy callado —dijo Joey, dejándose caer a mi lado con una bolsa de patatas—. ¿Todo bien?

—Sí —respondí, encogiéndome de hombros.

—¿Claire te ha obligado a disfrazarte de calabaza o qué?

—Ghostface —murmuré, sin mirarle.

Joey soltó una risa.

—Eso tiene más sentido. Aunque no sé si pegas con lo de asesino silencioso. Tú te cabreas muy en voz alta.

No contesté. Estaba demasiado ocupado pensando en la última mirada que Ellie me había lanzado antes de volver con los demás. No había sido una mirada cualquiera. Había sido una de esas que te desmontan. De las que se quedan.

Me levanté y fui directo a la cocina, sin saber muy bien qué buscaba. Tal vez agua. Tal vez una excusa. Tal vez volver a verla.

Pero ya no estaba ahí.

Solo estaba Claire, escribiendo como una loca en una libreta llena de tachones, con una concentración que daba miedo.

—¿Dónde está Ellie? —pregunté, fingiendo que no me importaba.

Claire ni levantó la vista.

—Se ha ido a su cuarto. Dijo que tenía que llamar a Leah. O a Leah, o a su madre, no sé, no le estaba escuchando. Tú tampoco lo estás ahora, ¿no?

Negué con la cabeza.

—Nada nuevo, entonces —suspiró Claire.

Volví al salón. Gibsie me hizo un gesto para que me sentara a su lado, pero pasé de largo. Subí las escaleras sin hacer ruido, aunque no tenía ni idea de por qué subía. Solo sé que mis pies se movían solos. Como si mi cuerpo supiera lo que quería antes que yo.

Me detuve frente a la puerta de Ellie. Dudé. Estuve a punto de volverme.

Pero entonces, la puerta se abrió.

Ella apareció en el umbral con el teléfono en la mano, descalza y con esa cara suya de "¿qué haces aquí, Tadgh?"

—¿Has venido a practicar tu rol de asesino? —preguntó, apoyándose en el marco de la puerta, divertida.

—He venido a asegurarme de que no te rajes con el disfraz.

—No me voy a rajar.

—Bien. Porque si tú te rajas, yo no me disfrazo. Y Claire me mata.

—Vaya responsabilidad tengo encima.

La miré un segundo. No hablaba como una niña. Nunca lo hacía. Supongo que por eso me resultaba tan fácil olvidarme de que era la hermana pequeña de Johnny.

—¿Quieres pasar? —preguntó, abriendo un poco más la puerta.

No respondí. Solo asentí y entré. Su cuarto era... ella. Caótico pero cálido. Una mezcla de libros, carteles, una lámpara rara en la esquina y un jersey colgado en la silla. Me senté en la alfombra sin pedir permiso. Ella se sentó enfrente, con las piernas cruzadas.

Nos quedamos en silencio un rato.

No hacía falta decir nada.

A veces, estar ahí ya era suficiente.

Me senté en la alfombra, con las piernas estiradas, y apoyé los codos en las rodillas. Ella estaba justo enfrente, jugando con la cuerda del jersey que llevaba puesto, como si necesitara distraerse con algo. Supongo que yo también.

—¿Estás bien? —preguntó de pronto, sin mirarme.

—¿Yo? —fruncí el ceño, medio riéndome—. ¿Por qué no lo estaría?

—No lo sé —se encogió de hombros—. Tienes cara de que te han dado una mala noticia. O de que te han roto la guitarra.

—Solo tengo esta cara —contesté.

—Ya, pero hoy es más cara de funeral que de costumbre.

Me quedé callado. Podría haber soltado alguna gilipollez para salir del paso, pero no me apetecía. No con ella.

—Es solo que... hay días en los que todo me parece una mierda —dije al final.

Ella levantó la vista. Tenía esa expresión suya de "te estoy escuchando de verdad", no la típica cara de quien solo espera su turno para hablar.

—¿Y hoy es uno de esos días?

—Sí. Pero... también no.

—¿También no?

—Porque estoy aquí —respondí, mirándola.

Se quedó en silencio. Luego bajó la mirada y sonrió un poco, pero sin que se le escapara del todo. Como si intentara esconderla.

—¿Siempre dices cosas así? —murmuró.

—¿Así cómo?

—Así de... jodidamente bonitas sin querer.

—No sé de qué hablas —mentí.

—Ya. Seguro.

No me di cuenta de que me estaba acercando hasta que nuestras rodillas se tocaron. Estaba tan cerca que podía contarle las pestañas. Me pregunté si le latía el corazón tan fuerte como a mí. Si sentía ese puto vértigo absurdo por estar tan cerca de alguien y no saber si puedes tocarle sin arruinarlo todo.

—¿Tadgh?

—¿Mm?

—¿Por qué a veces pareces que me odias?

Me quedé quieto. Esa pregunta no me la esperaba.

—Porque a veces me gustas tanto que me jode —contesté.

El silencio que vino después fue diferente. No incómodo. No pesado. Solo lleno de cosas que ninguno de los dos sabía cómo decir.

Ella me miró, y no apartó la vista.

Y yo supe, en ese instante, que estábamos perdidos.

Los dos.

nota de la autora :

Está todo medio mal, pero el ipad no me carga hace días y lo tengo que hacer desde el móvil, asco.

— atexnicki.

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