Capítulo 13 - "Estudiando"
Mia alzó la vista del caso de estudio que estaba pretendiendo leer por la última media hora. Inmediatamente, Leo alzó la vista y siguió su mirada, cerrando ojos con ella y dándole su sonrisa lateral de marca.
"¿Qué?" Mia preguntó.
"¿No te puedes concentrar?" él preguntó jugando.
"No, es este estúpido caso de estudio. Está lleno de números que tengo que analizar. Tengo que calcular todos estos diferentes escenarios y realmente me podría importar menos si Colgate debería de vender su pasta de dientes como marca x o marca z. Ni siquiera sé por dónde empezar. ¡Te juro que estos casos me están empezando a sacar canas!" Mia gritó exasperada.
"Dime cómo realmente te sientes," Leo respondió bromeando.
"¡Leo! No empieces conmigo... ¡en serio estoy por tirar este paquete de curso por la ventana!" Mia dijo al enterrar su cabeza en sus brazos encima de la mesa.
Leo inmediatamente se paró y se arrodilló a su lado. "Dulzura, va a estar bien. Te puedo ayudar con esto," dijo desenredando sus brazos.
Mia se animó con esa declaración. "¿Dice el estudiante de literatura?" preguntó incrédula. "No te ofendas," agregó rápidamente, pensando que se podría enojar.
Leo sonrió en vez. "¿Cómo supiste?"
Mia se sonrojó. "Puede que estuviera poniendo atención durante orientación," admitió.
"De alguna manera encuentro eso muy confortable. Supongo que debería de decir que ya sabía que habías estudiado psicología antes de que fuéramos a cenar. Causaste tal impresión sobre mí ese día," sonrió ampliamente.
"Debí haber sabido. Y ahí estaba derramándote mi alma."
Leo besó su frente. "Y estoy agradecido por eso cada día."
"De cualquier manera, es Sr. Literatura para ti. Y sí, créelo o no, sé una que otra cosa sobre finanzas."
Mia simplemente le alzó una ceja.
Riéndose, Leo explicó. "Se supone que debí haber estudiado Finanzas. Tomé clases por casi dos años en la universidad antes que ya no pude más y cambié de estudios. No hace falta decir que mi querido padre no estuvo contento sobre eso," dijo medio de malas.
Mia se rió. "Si te hace sentir mejor, mi papá no supo lo que estaba estudiando hasta después que me gradué. Pensó que estaba estudiando Economía todo el tiempo."
"Que cosita más astuta. Creo que podría aprender un par de cosas de ti."
Mia encogió los hombros. "¿Entonces estoy asumiendo que no te gustan la finanzas?"
"Odié cada segundo. Irónicamente, en verdad era bastante bueno para ello y sacaba mayormente diez en mis clases. Mi papá no podía entender por qué quería cambiar cuando me estaba yendo tan bien."
"Tu corazón no estaba en eso," Mia dijo entendiendo.
"Exacto. Supongo que hubiese sido más fácil continuar pero sabía que sólo me iba a hacer miserable al final."
"Y sin embargo aquí estás tomando cursos de finanzas de nuevo."
"Supongo que la broma está sobre mí ahora, ¿no?"
"¡Definitivamente no! ¡No puedo creer que nunca me dijiste sobre esto! ¿Sabes cuántas horas de lágrimas y desamor me pudiste haber salvado?"
"¿Desamor? ¿Así que las finanzas te rompieron el corazón? ¡Espera a que le ponga las manos encima al maldito y le dé una lección!"
Mia sonrió. "Sabes lo que quise decir."
"Bueno, casi te lo dije una vez," Leo admitió.
Mia pensó sobre eso por un segundo. "Esa vez en la sala de estudio," dijo cuándo le vino la memoria.
"Sí. Me acuerdo que te veías tan adorable tratando de estudiar. Quería ofrecerte ayuda pero me rajé."
"¿En serio? Pensé que había parecido tonta con mi conversación centelleante sobre Facebook."
"Ven conmigo," Leo dijo de repente, jalando su mano.
"¿A dónde vamos?"
"A relajarnos."
"¿Y qué del caso de estudio?"
"Después," dijo jalándola hacia el sofá. "Necesitas esto ahora."
Leo se sentó en el sofá y la imagen de él sentado ahí parecía casi cómica, como si estuviera fuera de lugar.
Él jaló la cabeza de Mia hacia abajo para descansar sobre sus piernas.
"Leo, esto es ridículo. No tengo tiempo para esto ahora."
"Sí, lo tienes."
Ella abrió la boca para discutir cuando Leo empezó a jugar con su pelo. La cerró de inmediato y se relajó en él.
"¿Ves? ¿Esto es tan malo?"
Mia suspiró. "Supongo que unos minutos no pueden hacer daño."
Leo se rió y pronto empezó a inspeccionar su apartamento, como si de repente estuviera consciente de ello. Por alguna razón, ella empezó a sentirse insegura durante el acto.
"Tu sitio está súper bien, Mia," Leo dijo eventualmente. "Me gusta mucho."
"Supongo que tuve suerte. He escuchado varias historias de terror de gente que ni siquiera tenían ventanas en sus apartamentos. No sé cómo le hacen, tener luz natural es esencial para mí."
"Eso debe de ser tan deprimente. Bueno, tú tienes una muy buena vista del patio."
"Sí, me gusta mirar hacia él. Está iluminando bastante bien de noche también."
Él empezó a jugar con algunos adornos de mal de ojo que tenía tendidos sobre el apoyabrazos del sofá.
"¿Dónde conseguiste estos?" él preguntó.
"En Turquía. Fui con mi familia hace un par de años."
"¿Y los elefantes?"
"La India. Se supone que son de buena suerte. Por eso me gusta colgarlos en la entrada."
"¿Hay algún lugar en el que no has estado?"
"Claro. Muchos lugares."
"¿Entonces qué te falta que te gustaría ver?"
"Hmm. Buena pregunta. Probablemente Camboya o Sudáfrica. Definitivamente algo remoto y no turístico."
"A lo mejor podemos planear un viaje juntos algún tiempo. Sólo los dos."
"Sólo dime donde y cuando y estoy ahí." Mia dijo sonriendo.
Leo se rió y continuó acariciando su pelo con un ritmo lento. Mia no pudo recordar la última vez que se sintió tan relajada. Estaba por decirle a Leo cuando el sonido de su propia respiración suave la adormeció.
*******
Mia no se despertó hasta que el sol se estaba casi ocultando. Normalmente, esto hubiera causado que se despertara en pánico, pero el cuerpo dormido de Leo alrededor de ella la tranquilizó completamente. Sus piernas se enredaron con las de ella y sus brazos estaban envueltos apretadamente alrededor de su cintura. Su cabeza estaba presionada entre su pecho y el rincón de su cuello.
Era la primera vez que se había despertado así. Ella se había quedado dormida con novios previamente pero siempre parecían acabar en lados opuestos cuando despertaban.
Un rayo de luz naranja brillante del atardecer se desplazó lentamente en el cuarto y sobre de ellos. Su atención se fijó en las partículas en vuelo esparcidas por el rayo. Era una imagen tan pacífica. Mia se acurrucó más profundamente en Leo y se sumergió en su calor. Le encantó. Le asustó.
En verdad no prestando atención sobre lo que estaba haciendo, besó el cuello de Leo. Y luego lo besó otra vez. Pronto estaba arrastrando besitos hacia la línea de su mandíbula.
Eso es cuando Leo se movió. "Debo de estar teniendo el mejor sueño," susurró.
Mia se rió y continuó con su asalto de besos alrededor de su cuello.
"Dios, me encanta ese sonido. Y claro, lo que me estás haciendo." Leo movió su cara para poder mirarla a los ojos. "Hola."
"Hola," Mia contestó tímidamente.
"¿Estás más relajada ahora?"
Mia le sonrió alegremente. "¿No lo notas?"
"No sé por qué no pensé sobre esto antes," dijo besándola en los labios.
Mia no dudó en besarlo de vuelta y luego profundizó el beso.
"Me encanta besarte. Lo podría hacer todo el día," Leo dijo.
"Mmm, igual que yo," Mia respondió entre besos. "No pares."
"No digas eso porque no lo haré. Hubo tantas veces que te he querido besar. Es lo único en que podía pensar," Leo dijo, agarrando su cuello y jalándola más cerca.
"¿Cuándo?"
"En tu sala de estudio, en el baño de la universidad, mi coche, el concierto..." dijo besándola entre palabras. "Segunda sala de estudio, cuando bailamos, mi regadera, mi cama... ¿quieres que siga?"
"Hmm. ¿Así que cual hubieras escogido, si pudieras escoger uno?" ella preguntó, curiosa.
"Mi regadera. Definitivamente mi regadera," respondió de inmediato, asaltando su boca.
La imagen que instaló en su memoria la reventó. El beso pronto se volvió más urgente y Mia se encontró completamente sumergida en él. El sabor y olor de él confundió sus sentidos. Su respiración se hizo cada vez más agitada y todo pensamiento racional se le fue de la mente.
"Mia," escuchó desde algún lugar contra su piel, regresándola a la conciencia.
Se dio cuenta que sus manos se estaban arrastrando por el pecho liso de Leo cuando escuchó un gemido suave escapar por su garganta.
Debería de parar esto, Mia pensó. En vez, se encontró levantándole la camisa sobre su cabeza y sorprendiéndose ante su cuerpo glorioso semi-desnudo.
Los ojos de Leo se agrandaron al principio, pero luego se volvieron ardientes. El hombre mirándola de vuelta estaba lleno de necesidad y anhelo. Era la mirada más sexy que había visto y causó que su interior se derritiera. La hizo sentir querida. Hizo que ella lo quisiera. Ahora.
No, no deberías de sentirte así, Mia pensó.
Asustada que sus sentimientos la traicionaran, se movió a pararse para poder poner distancia entre ellos. El problema era que ahora se encontraba desparramada encima de él y lo podía sentir firme debajo de ella. De esa posición, era dolorosamente obvio cuánto la quería.
Un gemido traidor se le escapó, y Leo inmediatamente se puso derecho y continuó besándola tan apasionadamente como antes.
Justo cuando estaba a punto de empujarlo atrás, él movió sus labios a su cuello y susurró en su oreja.
"Diosa..."
Esa sola palabra fue su perdición.
Sus caderas se movieron contra él, casi automáticamente, y sus manos corrieron arriba de su cuello y jalaron su pelo.
Sintió las manos de Leo estabilizarse en sus caderas y después lentamente moverse a su cintura, sus dedos rastreando a los lados con suavidad. Una vez que ella se dio cuenta que él estaba jalando su blusa, ya estaba la mitad sobre su cabeza.
Cuando se las arregló para mirar hacia arriba y miró a Leo, su expresión anhelante la hizopausar. Miró dentro de un par de ojos azules que parecían devorarla, tanto física como emocionalmente. Sintió un rubor aparecer cuando él interrumpió sus pensamientos de vergüenza.
"Dios, eres tan sexy. Absolutamente hermosa, Mia."
Él alcanzó hacia ella y metió un mechón suelto de pelo detrás de su oreja. Sus dedos rozaron a través de su mejilla y luego corrió su pulgar tras su labio inferior, causando que sus labios se partieran. Luego procedió a darle el beso más tierno que había recibido.
Ella sintió sus dedos empezar a jugar con las tiras de su sostén.
"¿Siempre estás cubierta en encaje, o esto es sólo para mí?" él preguntó roncamente.
Claro que tenía que traer puesto un lindo color rosado. Ni mencionar la última vez que la había visto estaba usando lencería similar en la regadera, pero esa vez había sido negro. No sabiendo qué decir, Leo respondió por ella.
"No, no contestes eso," dijo, tomando su cara.
Él siguió con besos bajo su mandíbula, continuando contra su cuello y acabando bajo su hombro. Murmuró algo contra su clavícula, pero ella estaba demasiado perdida en el momento para entenderlo.
Lava fundida. Eso es lo que su rastro de besos le dejó atrás. Estaba siendo convertida en masilla cada segundo.
Mia sollozó lo que pensó sonaba como un suspiro. No fue mucho después que sintió que estaba siendo volteada y se encontró acostada contra el sofá con la longitud dura de Leo presionando contra su cuerpo suave.
"Leo," ella susurró.
"¿Mia? ¿Esto está bien?" dijo al correr sus dedos bajo su cuerpo, parando en su cadera y apretándola hacia él.
No, Mia pensó.
"Sí," respondió en vez. "Leo, por favor."
Ni siquiera sabía lo que le estaba pidiendo. ¿Parar? ¿Continuar? Lo que fuese, lo necesitaba desesperadamente.
"¿Qué, bebé? Dime lo que quieres."
Bajó su cuerpo sobre el de ella y empezó a presionar besos en su estómago, mandando escalofríos por su cuerpo.
"Yo..." ni siquiera pudo formar un enunciado y gimió en vez.
Leo se inclinó hacia arriba y apretó un beso suave en sus labios. "Tranquila, chiquita," susurró contra su cuello.
No puedes hacer esto Mia, escuchó su consciencia decir.
Eso es cuando sintió a Leo desabotonar sus jeans. No...sí...no. Sus dedos corrieron de un lado al otro sobre la costura superior de sus pantis y ella anheló.
"No puedo," alcanzó a chillar.
Los ojos de Leo volaron hacia ella. "¿Quieres...parar?" preguntó con dificultad.
Mia mordió su labio y sacudió la cabeza. Bueno, por lo menos estaba siendo honesta.
Leo dudó y luego subió su mano otra vez hacia su cara y acarició su mejilla.
"Pero crees que no deberíamos," dijo como una declaración en vez de una pregunta.
Esta vez ella asintió. Leo dejó escapar un suspiro largo y presionó su frente contra la suya. Permaneció de esa manera por unos momentos intentando que su respiración errática y latidos de corazón se nivelaran.
Cuando sus pechos empezaron a subir y bajar más lentamente, él susurró, "Tienes razón. Sólo dame un minuto."
Dejó caer su cuerpo del sofá, y se sentó contra él. Puso sus manos sobre su cabeza y descansó sus brazos contra sus rodillas.
Mia se levantó en el sofá e imitó la misma posición que Leo, pero cubriendo su cara con sus manos.
Sin voltear, Leo le pasó a Mia su camisa que se había caído al piso. "Ten, para el bien de los dos," susurró.
Mia la tomó y se la puso rápidamente. "Lo siento, Leo."
"No, yo lo siento. Yo debería de estar disculpándome."
"Yo fui la que lo empezó," ella insistió.
"Y estuviste bien en pararlo. Me voy a arrepentir diciendo esto después, pero deberíamos de esperar. No entiendas mal, eso fue asombroso, pero quiero que nuestra primera vez sea especial."
"Leo..." empezó a decir, su cara pálida y su voz llena de emoción.
Él se volteó y se sentó al lado de ella. Se inclinó a darle un beso rápido. "Me debería de ir."
"¿A dónde vas?"
"A mi casa...a bañarme con agua helada," dijo avergonzado.
"Probablemente debería de hacer lo mismo," Mia se enfurruñó.
"Perdón por actuar como un adolescente puberto."
Mia mordió su labio. "Debería de decir lo mismo."
Leo se rió. "Dios Mia, lo que me haces. Te recojo mañana, ¿okay? Prometo que me comportaré."
Se inclinó para darle un último beso. "No me he olvidado sobre el caso tampoco. A lo mejor podemos encontrar un mejor área de estudio para la próxima... ¿algún sitio que no involucre un sofá?" dijo con una sonrisa malvada.
"Sí, buena idea," Mia susurró.
"Te veo mañana, guapa," él susurró de vuelta.
Ella miró a Leo ponerse la camisa de vuelta y recoger sus cosas en silencio. Volteó para mirarla una última vez antes de sacudir la cabeza con incredulidad y salir por la puerta.
El apartamento se volvió sordamente silencioso en cuanto se fue. Mia sólo pudo quedarse ahí sentada congelada al sofá, pensando en los besos calientes de Leo prolongándose en sus labios. Pensando sobre lo que casi había pasado, o más bien, lo que casi no pasó. Pensando que había estado a diez segundos de estar completamente desnuda acostada bajo él. Pensando que Leo era peligrosamente atractivo para su bien y que su control estaba deslizándose fuera de ella muy fácilmente. Pensando que la hacía sentir cosas que nunca pensó fueran posibles. Y pensando que no se merecía nada de eso.
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