007. ¿SENTIMIENTOS?
CAPÍTULO SIETE
Es evidente que algo sucedió y todos en el entrenamiento del día siguiente lo notan. A pesar de que estaban practicando hasta el cansancio para las nacionales y Tsukishima es de los primeros en decir que se ha cansado para descansar, ahora entrena como si no hubiera fin. Como si estuviera completamente motivado por algo.
Tsukishima no es capaz de decir lo que ha sucedido, tal vez se deba a su personalidad y a que no está acostumbrado a expresar sus emociones en voz alta. Tal vez sólo pensaba decirle a Yamaguchi, más no pensaba entrar en detalles. Hinata y Yachi son unos de los más curiosos, puesto que todos en el entrenamiento le preguntan si algo le sucede o por qué de pronto «parece tan animado».
—No ha pasado nada —les dice con voz neutral, viéndolos de reojo y siguiendo con su rebote usando el balón. Hinata frunció el ceño y negó con la cabeza, a sabiendas que es mentira.
—No te creo nada, Tsukishima. De pronto eres muy amigo de Haru después de decir que lo odiabas, fueron a un festival juntos y veo cómo se saludan ahora. ¿Crees que estamos ciegos?
—De hecho, sí —responde con una sonrisa burlona, mirando a Hinata por debajo con gracia y encogiéndose de hombros. Él suelta un resoplido frustrado.
—Tsukishima, sabes que no te vamos a juzgar, sólo queremos saber la verdad como tus amigos que somos —insiste Yachi, evidentemente de una forma más amable que la de Hinata. Tsukishima no dice nada al inicio, pensando en sus palabras, aunque finalmente dice algo que deja mucho a la imaginación de ambos chicos y los demás que oían discretamente la conversación.
—Me cae mejor ahora, eso es todo.
Ambos comparten miradas, sorprendidos de haberle sacado la verdad a Tsukishima. Porque, aunque haya sido muy poco lo que quiso admitir, era evidente que ahora era otra persona al llevarse bien con Haru. Era grandioso, ya que ellos querían mucho al chico y saber que por fin Tsukishima se atrevió a ver la buena persona que es Haru, los hace estar felices. Pero claro que sólo piensan en que se llevan bien, aunque Yachi tiene sospechas de algo más, deciden dejarlo así y permitirle a Tsukishima averiguar por sí sólo sus sentimientos, los cuales son más que evidentes.
Al menos, estaban felices de ver al fin otro Tsukishima. Uno más tolerable.
Finalizando el entrenamiento, Haru apareció de sorpresa con una bolsa llena de barritas con proteínas para todos, así que dejó la bolsa en la banca para que todos pudieran agarrar una. Los de primer y segundo año estaban encantados al ver a Haru, el tan famoso y popular, teniendo ese gesto con ellos. Y aunque el Tsukishima antes no hubiera no agarrado ninguna, lo habría visto feo e ignorado, ahora agarró una y la comió con tranquilidad.
Eso sí, después de la plática que tuvieron sobre la familia de Haru, Tsukishima ya no lo veía igual. No diría que le tenía lástima, ya que sabía que no era lo que él quería, pero ahora tenía más consideración sobre sus actitudes a sabiendas que estaba forzado a fingir.
—Para ti traje dos, Kei —le dijo Haru con una sonrisa y apoyando su brazo en su hombro. El mencionado sonrió de lado.
—¿Por qué? ¿Estás insinuando que estoy delgado, Kimura?
—¡Eso no es cierto! —se defendió rápidamente, resoplando y negando con la cabeza. Aunque, decidió ignorar ese hecho—. Pero, ¿por qué me llamas Kimura? Yo te digo Kei. Lo justo sería que me hables por mi nombre.
—Tú decidiste llamarme por mi nombre, Kimura —resaltó su apellido con una sonrisa divertida. Él rodó los ojos.
—Da igual cómo sucedió. El punto es que yo te digo Kei, así que llámame Haru.
—Huh, bueno…
—¡Kimura, muchas gracias por las barritas! —le dijo muy feliz Hinata, llegando a su lado. Rápidamente el semblante del mencionado cambió, poniendo esa sonrisa fingida de siempre. Tsukishima sintió una leve molestia al notarlo, más no dijo nada porque no le correspondía
—No hay de qué, me alegra que estén felices. Espero que les vaya bien en las nacionales, probablemente pida permiso para ir a verlos.
—¡¿De verdad?! —los ojos emocionados de Hinata brillaron, comenzando a gritar—. ¡Yachi, dice Kimura que irá a vernos a las nacionales!
—Pero, ¿cómo irías? Vas a perder clases —señaló ella con curiosidad, y aunque Tsukishima no preguntó, tenía la misma duda. Haru sonrió con autosuficiencia, pero era una sonrisa forzada.
—Nada que no pueda arreglar con los profesores, ustedes no se preocupen.
—Vaya, como siempre demostrando que nosotros somos unos simples mortales, Haru.
Al oírlo, el mencionado se quedó quieto por un par de segundos. La manera en que Tsukishima dijo su nombre lo hizo sentir un escalofrío recorrer su cuerpo, sintiéndose adicto ya que deseaba que volviera a llamarlo por su nombre. Como si recién tomara un shot de espresso. Nadie lo llamaba Haru, tal vez se debía a eso, pero estaba seguro que había algo más. Fue… hipnotizante, magnético. A pesar de que fue a propósito, Tsukishima no se percató del efecto que causó la forma en la que le habló. Sólo que Hinata y Yachi sí, que rápidamente compartieron miradas cómplices.
Haru tosió para poder recuperar el habla, separándose de Tsukishima y miró hacia el reloj que se encontraba en el gimnasio.
—Bueno, debo irme porque me estarán esperando afuera en cinco minutos, debo ir a una sesión.
—Que te vaya bien, Kimura —le sonrió Hinata antes de regresar al entrenamiento, al igual que Yachi yéndose tras él. En cambio, Tsukishima ahí se quedó y lo miró con detenimiento, sonriendo de lado y dijo:
—Suerte, Haru.
De nuevo Haru sintió un escalofrío y eso no era normal. Fingió, como siempre, sonriéndole de regreso y salió del gimnasio con el corazón a mil por hora y pensando qué estaba sucediendo para sentirse de esa manera con Tsukishima. Es decir, sabía que en algún momento quiso acercarse a él porque lo consideraba interesante, y aunque lo logró, que le dijera por su nombre era un gran avance. Además, también estaba consciente de que sentir eso no era normal. Algo sucedía. Algo que probablemente Haru ya sabía pero se negaba a admitir.
Estando en la sesión, una hora más tarde, aún sentía un poco de extrañeza por ese nuevo sentimiento que experimentaba. Por suerte esa sesión fue algo romántica, ya que la tienda de ropa que lo contrató era muy famosa en Japón y estaban preparando una sorpresa. Y de alguna manera se sentía inspirado.
—Kimura, lo estás haciendo muy bien —le dijo uno de los fotógrafos, muy feliz.
—Gracias —le sonrió devuelta.
—Hasta parece que estás enamorado, ¿eso es cierto? ¿O me equivoco?
La pregunta de la otra fotógrafa lo consternó y por un segundo la postura que tenía tambaleó. No entendió por qué. No estaba enamorado, por supuesto. Pero, cuando los fotógrafos se percataron compartieron miradas curiosidas a pesar de que ninguno dijo algo, conscientes de que tenía que estar inseguro respecto a sus sentimientos.
Rápidamente se recuperó, riéndose de forma nerviosa para negar lo que dijeron.
—Para nada. Todo bien.
Pero no estaba bien. Haru no podía sacarse de la mente a Tsukishima, aún cuando estaba intentándolo. Lo peor es que hasta ese momento se percató de todas sus acciones que se podían interpretar de otra manera, preguntándose si acaso Tsukishima tenía otros pensamientos o suponía algo específico. ¿Entonces, a Haru le gustaba? ¿El chico que siempre lo ignoró y que no quiso ser su amigo? Siempre supuso que sucedería, su afinidad por él no era normal y más el hecho de que nunca se hubiera interesado en una chica.
Sólo que no estaba listo para admitirlo sin saber si sería correspondido.
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Haru siempre ha sido bueno ignorando cosas que lo incomodan. Es un talento que ha perfeccionado a lo largo de los años: si algo duele, lo empuja al fondo de su mente; si algo lo hace sentir vulnerable, lo cubre con una broma. Pero últimamente, hay algo que no puede ignorar.
O más bien, alguien.
Está acostado en su cama, lanzando una pelota de tenis contra el techo y atrapándola de vuelta sin mucho esfuerzo. Su habitación está oscura, iluminada solo por la pantalla de su teléfono, que parpadea con mensajes que no ha respondido.
Podría estar en otro lugar ahora mismo. Con otros amigos, en alguna fiesta, riéndose de cosas sin sentido. Es lo que siempre hace. Lo que debería estar haciendo. Pero en vez de eso, está ahí, atrapado en sus propios pensamientos, con el molesto e inevitable recordatorio de que Tsukishima le está ocupando demasiado espacio en la cabeza.
Se supone que ya no deberían ser desconocidos. Hace semanas que dejaron atrás esa tensión de constantes discusiones por parte de Tsukishima, de buscar formas de sacarse de quicio mutuamente, porque aunque lo negara, Haru amaba hablarle porque Tsukishima se molestaba de su mera presencia, estaba encantado de ver cómo se irritaba y le hablaba mal. Pero ahora las cosas son… diferentes. No son exactamente amigos, pero tampoco enemigos. Se saludan entre clases, a veces se quedan cerca sin darse cuenta, Haru va a verlo a su entrenamiento, y lo peor de todo es que él se ha sorprendido más de una vez esperando ver a Tsukishima antes de clases y el resto del día.
Y cuando lo ve, cuando Tsukishima sonríe sin darse cuenta, intentando ignorarlo, cuando le lanza una mirada rápida antes de mirar hacia otro lado… Haru siente un extraño cosquilleo en el estómago que no quiere analizar demasiado.
La pelota de tenis golpea el techo una vez más, y cuando cae, no la atrapa.
Deja escapar un suspiro largo y cierra los ojos.
—No puede ser…
Pero lo es.
Lo ha sido desde hace tiempo, pero solo ahora lo acepta de verdad.
Tsukishima le gusta.
La realización le pesa en el pecho, pero no en un mal sentido. Es solo que nunca pensó que llegaría a este punto. Nunca pensó que la persona que más lo odiaba, quien no quería verlo ni en pintura, la que era feliz diciendo que lo odiaba, era ahora la misma persona que lo hacía sentirse de esa manera.
¿Desde cuándo empezó? ¿Desde el festival? ¿Desde que compartieron música en el coche? ¿O incluso antes, cuando todavía Tsukishima fingía odiarlo?
Haru no sabe la respuesta. Solo sabe que eso es real.
No puede negarlo y eso le aterra, porque sabe que sus padres no lo aprobarían. Que antes de eso son capaces de correrlo de la casa o prohibirle ser feliz, ya que eso sería una «mala imagen» para su carrera. Sin embargo, a Haru no le importaba. Él era capaz de separarse de sus padres, sólo que no sabía si ellos lo permitirían.
Y que tarde o temprano, tendrá que hacer algo al respecto.
maratón 4/4!! iré actualizando poco a poco para terminar el fic, en total son 12 capitulos!! no olviden votar les tqm <3
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