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𝟬𝟬𝟯. THE WOLF'S MOUTH

♡̸̸  🌻 ETHEREAL ',⌇ぬ 🐺◞ ¡ ִֶָ˚ 𖥔 ࣪˖
. * . ⊹  ⋆ ❰ la boca del lobo ❱ . ˚ *  . ˚ ⋆
- ̗̀ A DEREK HALE FANFIC ·˚ ༘ ₍🥂₎⊹

BEACON HILLS, CALIFORNIA.
actualidad.

                                 SU PAR DE ZAFIROS CONTINUABAN OBSERVANDO LA ENTRADA DE LA ESCUELA. No se sentía para nada orgullosa de lo que había hecho la noche anterior, si Deaton supiera que estuvo escuchando a Scott hablando por teléfono con Stiles desde la comodidad de su habitación, sin duda alguna le daría un buen sermón. Ella nunca había estado de acuerdo con invadir la privacidad de los demás al escuchar las conversaciones de los demás, le parecía de mal gusto, pero su excusa era que la ocasión lo ameritaba.

Después de oírlos platicar sobre cosas absurdas por un buen rato, por fin algo interesante había captado su atención. Derek Hale tenía otra persona en su manada, y si los cálculos no les iban mal, tan solo le faltaba una más para tener suficiente poder en una pelea.

¿Qué era lo que Narcissa había decidido hacer después de eso? Fácil, vigilar a Scott y esperar el momento en que este lograra descifrar quien sería la próxima víctima del alfa, para así poder aliarse con él e intentar destruir sus planes.

Tras una larga espera, por fin sus ojos se toparon con la silueta de Scott McCall saliendo apresuradamente de su escuela junto a Stiles, quien pronto se separó de su lado. Narcissa no lo pensó dos veces, salió de su auto lo más rápido que pudo y caminó detrás de él, sin que este se diera cuenta.

—¡Scott! —llamó al menor, quien rápidamente se dió la vuelta para poder observarla. Narcissa caminó hacia él, y le sonrió—. Llevo un par de días aquí y no había podido ver tu bello rostro. Estás tan grande —el McCall continúo sin decir una sola palabra—. Tienes algo importante qué hacer y yo te estoy quitando tiempo, ¿cierto?

—Si —asintió con nerviosismo—, es decir, no, no lo estás haciendo. Es solo que tenía mucho tiempo sin verte.

—Tu mamá me invitó a cenar con ustedes un día de estos—le contó la rubia—. ¿Estás seguro de que no te quito tiempo?

—Sí, todo está bien.

La ninfa negó con la cabeza, mientras agudizaba su oído lo suficiente como para escuchar la sangre bombeando en su corazón con bastante frecuencia.

—Estás mintiendo, puedo escuchar tu corazón acelerarse y no es porque estuvieras corriendo —esbozó una media sonrisa—. Creo que ambos necesitamos la ayuda del otro, Scott. Mi primo está en peligro, y la única cosa que a Derek Hale es conseguir más niños ingenuos. Según lo que escuché ayer en tu conversación con Stiles, ya tiene a dos, pero no son suficientes, necesita tres.

—¿Eres como nosotros? —inquirió Scott con sorpresa—, ¿y me escuchaste hablando por teléfono con Stiles?

—No te preocupes, no escuché nada indebido, sé establecer límites —le aseguró. Desvió su mirada hacia el Aston Martin estacionado detrás de ella—. ¿Por qué no subes a mi auto y hablamos sobre mí, mientras vamos en busca de Derek?

El dúo estaba ya a mitad de camino hacia la pista de hielo del pueblo, en donde el omega aseguraba que estaba su compañero, Boyd. La Lahey le había explicado algunas cosas sobre su vida, exceptuando las que le podrían traer problemas, y el adolescente escuchaba con atención.

—Así que... —repasó todo lo anteriormente dicho por la mayor—, eres una ninfa. ¿Eso significa que tus orejas son puntiagudas y tu piel es verde?

—¿Tú caminas en cuatro pulgosas patas durante la luna llena? —describió las características pertenecientes solo a los lobos evolucionados—. Sí, mis orejas son puntiagudas en mi forma natural, pero mi piel no cambia de color.

—¿Isaac lo sabe? —indagó el McCall, a lo que Narcie negó—. Hace unos meses no creía en nada, y ahora soy un hombre lobo, y descubro que tú eres una ninfa. ¿Qué más hay en este mundo?

—Hay muchas otras cosas allá afuera —le aseguró—, son demasiadas que nunca podrías llegar a conocerlas a todas.

—Deaton te contó sobre mí, ¿cierto? —averiguó—. Él no ha hablado conmigo aún

—Deaton me contó algunas cosas, como que estás saliendo con la hija de un Argent.

—Nosotros ya no salimos —la corrigió apresuradamente.

—Sí, tal vez Melissa te cree, pero yo no —desvió su vista del camino para ver al menor con una gigantesca sonrisa—. Amor adolescente. ¿Quieres saber un secreto? —Scott asintió—. Siempre estuve enamorada de Derek, ya sabes, uno siempre quiere lo que no puede tener.

—Lo sé. Para mi tú eras la mujer perfecta cuando solo tenía diez años.

—¿Ya no lo soy? —preguntó, ofendida, mientras aparcaba por fin el auto fuera de la pista de hielo—. Bien. Yo me quedaré aquí, si ese chico, Boyd, en serio es la nueva presa de Derek, entonces no hay nadie mejor para convencerlo que tú. Si necesitas ayuda, solo di mi nombre y estaré a tu lado en segundos.

Scott asintió por última vez, antes de salir del auto, en busca de Boyd. Narcissa soltó un suspiro, deseando que su vecino estuviera equivocado.

Los minutos comenzaron a contar, pero no pasó mucho tiempo para que sus ojos avistaran al alfa caminando hacia el edificio, siendo seguido por Isaac Lahey, y una joven de cabello rubio que a Narcissa le resultaba desconocida.

—¿Qué estás haciendo, Hale? —susurró para sí misma.

Abrió la puerta del auto, y salió para caminar a unos cuantos metros de distancia de ellos, siguiéndolos hacia el interior de la pista de hielo, en donde Scott intentaba convencer a su compañero de rechazar la oferta de Derek.

—...si vas a criticarme, al menos consulta otras opiniones —le pidió el alfa, ofendido por sus palabras—. Érica, ¿cómo ha sido la vida para ti desde que nos conocimos?

—En una palabra... —habló la joven de rubios cabellos—, transformadora.

De los labios de Érica se escapó un fuerte rugido, que iba acompañado de sus largos y filosos colmillos recién adquiridos.

—¿Isaac? —llamó al Lahey.

—Me deprime un poco ser fugitivo, pero aparte de eso, estoy muy bien —afirmó el de cabellos dorados.

—Espera, esta no es una pelea justa —se adelantó el McCall.

—Entonces veta a casa, Scott.

—Creo que se refería a justa para ellos —habló por fin la Lahey, quien no tardó mucho en rodear los cuerpos de ambos lobos adolescentes con las verdosas lianas que se desprendían por sus brazos, para finalmente estrellarlos contra la pared.

—Lo siento, Isaac, pero tienes que entender que a Derek no le interesa ninguno de ustedes. Todo esto lo hace solo por él mismo, para tener poder —miró al joven que estaba sobre la pulidora—. ¡¿Quieres ver lo que él es en realidad?! —vociferó—. Yo te lo mostraré.

—No pelearé contigo, Narcissa —el Hale rió, mientras negaba con su cabeza.

—Entonces... —desvió su mirada hacia sus brazos, que comenzaban a mostrar pequeñas ramas a su alrededor, el mismo lugar de donde pronto saldrían una vez más su par de lianas—, te obligaré a hacerlo.

Fuera de la clínica veterinaria de Alan Deaton caminaba aquel dúo. Mientras Scott lo hacía sin problema alguno, Narcissa lo hacía con lentitud, tratando de que su blusa no tocara la herida que le había dejado Derek Hale, después de su pelea.

—¿Por qué no estás sanando? —averiguó el menor con preocupación—, ¿te curas verdad? No debí dejarte pelear sola...

—Yo soy quien fue a meterse literalmente a la boca del lobo, además, no soy la única que salió con varios golpes —le recordó, mientras se abría paso hacia el interior de la clínica—. Son heridas hechas por un alfa, esas toman más tiempo en curarse. Estaré... —ambos detuvieron su paso, al avistar un desgarrado cuerpo sobre la mesa de metal de la clínica—. ¿Qué demonios es eso?

—¿Dónde metiste, Cissy? —Deaton frunció el ceño, al ver la gran cortada sobre el abdomen de la Lahey—. Ven aquí.

—Primero, no me llames Cissy —se ofendió. Caminó hacia él veterinario, quien buscaba el frasco de alcohol en sus cajones—. Segundo, tuve una pequeña discusión con Derek Hale, nada importante. Y tercero, aún no contestas mi pregunta.

Deaton tomó por fin el frasco. Humedeció un trozo de algodón con aquel líquido transparente y lo pasó por la herida de la rubia.

—No tardan en regresar, tienen que salir de aquí lo más rápido que puedan —habló con rapidez, mientras trataba de ayudar a su protegida—. Tienes que cuidarte la herida, ya sabes que tardará más en sanar.

—¿Cómo sabes tanto de esto? —inquirió Scott, quien no dejaba de observar con incomodidad el inerte cuerpo sobre la mesa.

—Es una larga historia —respondió. Cortó un trazo de cinta con sus dientes, y la colocó sobre una venda, para proteger la herida—. Lo que importa es que sé sobre los de tu especie, y la de Narcissa.

—¿Entonces sabes qué hizo esto?

—No, pero los Argent lo sabrán, y esta es la parte crucial. Tendrán una especie de registro o libro, con descripciones, relatos, anotaciones de todas las cosas que han descubierto.

—Se llama "Bestiario" —Narcissa bajó por fin su blusa. Su rostro se giró hacia la entrada, mientras escuchaba un par de carros estacionándose afuera—. Y nuestro tiempo se acabó. Ven aquí, Scott.

Tomó el brazo del omega y caminó junto a él hasta un pequeño armario que estaba en el lugar. Los dos se mantuvieron ahí, mientras escuchaban a un grupo entrar y acercarse hacia Deaton.

—Creo que tendré que comprar un letrero de "cerrado" que se vea mejor —se quejó el druida, quien fingía observar las heridas del fallecido cazador.

—Hola, Alan —la voz perteneciente a Gerard Argent. El hombre caminaba hacia el resto de sus cazadores, con un poco de apoyo sobre su bastón—. Cuánto tiempo, tenía entendido que te habías retirado.

—Y yo tenía entendido que los tuyos respetaban los códigos de conducta.

—Por si no lo notaste, este cuerpo es de los nuestros —le recordó Chris, el hijo de Gerard.

—Lo hice. Y también noté los restos de pólvora en sus dedos, no crean que me dejaré llevar por su filosofía aunque responda algunas preguntas.

—Tenía 24 años.

—Hay asesinos de todas las edades —dirigió su mirada hacia el hombre de cabello canoso.

—De todas las edades, tamaños y formas —afirmó—. Lo que nos importa es lo último.

—¿Por qué nos nos dices qué descubriste?

Todos se acercaron a ver más de cerca el cuerpo, en espera de que Deaton les explicara lo que había encontrado en él.

—¿Ven este corte? —les mostró la herida que había sobre la nuca del cazador—. Es preciso, casi quirúrgico, pero no es la herida que causó su muerte. El objetivo de esta herida es más interesante.

—¿Tiene que ver con la columna?

—Exacto. El corte se realizó con algo que contenía toxinas paralizantes de potencia suficiente para anular las funciones motrices —señaló el resto de las heridas que estaba sobre el pecho—. Estas provocaron la muerte. ¿Ven las marcas de cada lado?

—Cinco, una por cada dedo.

—Una por cada garra —Gerard corrigió a su hijo.

—Como verán, luego de clavarse, se deslizaron hacia arriba, eviscerando los pulmones y cortando fácilmente las costillas.

—¿Habías visto una cosa así antes? —el veterinario negó—. ¿Se te ocurre qué lo pudo haber matado?

—No, pero puedo decirles que es veloz y muy fuerte. Tiene la capacidad de inmovilizar a sus víctimas en segundos.

—Si insinúas que debemos tener cuidado, ya lo entendimos —le aseguró Chris.

—Insinúo que deben tener miedo, mucho miedo. Porque en el mundo natural, los predadores con toxinas paralizantes las usan para cazar y comer a sus presas, pero a esta presa no la comieron, o sea que solo quería matarla. De hecho, posiblemente matarla haya sido su único objetivo.

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