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𝟬𝟬𝟲. HOOKED ON A FEELING

♡̸̸  🌻 ETHEREAL ',⌇ぬ 🐺◞ ¡ ִֶָ˚ 𖥔 ࣪˖
. ⋆ ❰ atrapada en un sentimiento ❱ . ˚
- ̗̀ A DEREK HALE FANFIC ·˚ ༘ ₍🥂₎⊹

BEACON HILLS, CALIFORNIA.
actualidad.

INHALA —sus fosas nasales se contrajeron, dejando que el aire ingresara profundamente a su sistema—, y exhala —Narcissa soltó, desde su interior, todo lo que había aspirado segundos atrás, permitiendo que sus músculos se relajaran notoriamente.

Recargó sus codos sobre la gran mesa de metal en medio de la clínica, y enfocó su absoluta atención en la hermosa flor que reposaba dentro de una maceta, a pocos centímetros de ella.

La ninfa odiaba con toda su alma el tener que continuar intentando llevar a cabo la inútil actividad que Alan le había puesto, no le veía sentido alguno a matar a una inocente e indefensa flor solo para controlar sus sentimientos, era algo más que innecesario, pero aquel hombre no lo veía de la misma manera.

Alan creía, firmemente, que el depositar toda energía negativa sobre algo en específico, la ayudaría a liberar toda tensión, y evitaría que cometiera algún error, al estar cegada por emociones nada positivas.

—Esto no está funcionando —resopló con enojo—, me veo ridícula observando una planta fijamente. Solo mira la cara de Scott... —señaló con su vista al adolescente parado frente a ella—, sabe que luzco como una idiota.

Deaton desvió sus ojos hacia el joven McCall, quien no dudó en negar rápidamente con la cabeza, sin soltar sus brazos cruzados.

—Hazlo —le insistió el veterinario—. Esto es lo que hacía tu madre cuando su enojo la sobrepasaba, tratar de enfocar toda esa mala vibra en una pequeña e inocente planta.

—Lo único que quiero es enfocar todo mi enojo en Gerard Argent. Pero esto... —tomó la planta entre sus manos—, no es Gerard Argent.

—Imagina que lo es —Deaton ordenó una vez más. Caminó hasta llegar al lado de la rubia, y se acercó a su oído—. No estás enojada solo por la existencia de Gerard, ¿cierto?

—Recuérdame nunca volver a contarte algo sobre mi vida amorosa —Narcissa tomó desesperadamente su cabeza entre sus manos, masajeando su cráneo en el proceso.

—Tienes que recordar, que una ninfa lo suficientemente enojada puede provocar grandes problemas.

—¿Tormentas con animales salvajes descontrolados, miles de árboles muertos, y otras cosas que no suenan para nada bien juntas? No me interesa.

—¿Puedes hacer eso? —la cuestionó el McCall, abriendo sus ojos de par en par.

—Si, puede hacerlo porque se supone que es un ser de la naturaleza, que debe hacer todo para protegerla, pero en lugar de eso, vive cegada por la ira.

Los zafiros de la ninfa se posaron una vez más sobre la flor, cuyos brillantes tonos rosados comenzaron a perderse poco a poco, pasando a ser de un intenso color marrón, desde sus puntas hacia adentro, y culminando con cada uno de sus bellos pétalos desecados.

—¿Eso es suficiente para ti? —espetó, desviando su vista hacia su antiguo guardián legal.

—¿Tu enojo disminuyó? —averiguó este, recibiendo un suspiro de cansancio de parte de la Lahey—. Entonces creo que no es suficiente.

—Tus invitados estrella ya están aquí —le avisó, al escuchar como un auto se detenía fuera de la clínica.

—Sigue intentándolo —Deaton mandó, antes de caminar hacia la entrada, junto a Scott.

Narcissa bufó, tratando de enfocar, de una vez por todas, la ira que colmaba su interior. Mientras la rubia cumplía con su ardua tarea, Derek Hale se adentraba a la clínica, en compañía de Isaac, para buscar una manera de acabar de una vez por todas con el kanima, de quien habían logrado descubrir su identidad: Jackson Whittemore.

—¿Qué está haciendo?  —averiguó Isaac, al mismo tiempo que fruncía su ceño, puesto a que no comprendía la labor que su prima realizaba.

—Trataba de hacer que la planta floreciera... —el McCall mintió, llevando sus ojos hacia la marchitada flor, la cual la ninfa ya había colocado lejos de ella—, pero no funcionó.

Isaac trató de esbozar una sonrisa, sin estar seguro aún de lo que ocurría con Narcissa. Caminó junto a Derek hacia la mesa, mientras Alan buscaba su especiero, para mostrar lo que tenía para ofrecer.

—¿Qué eres? —preguntó el joven Lahey, recargando sus codos sobre la mesa, al igual que su prima—, ¿una especie de brujo?

—No... —el mayor negó—, soy veterinario —lo corrigió, mientras rebuscaba entre los frascos—. Por desgracia, no veo nada aquí que sea una protección efectiva contra una toxina paralizante.

—Estamos abiertos a sugerencias —dijo el alfa.

Deaton asintió con levedad y observó a su protegida, quien aún pensaba en algo que les pudiera servir de ayuda para atrapar al kanima.

—¿Protección? —repitió la rubia—. No tengo nada, pero el Ortosiphon Aristatus podría ser útil para que la toxina se desvanezca más rápido, por supuesto, si no les interesa vomitar todo lo que haya en su estómago y no poder ir al baño por días.

—No me gusta como suena eso —Isaac musitó—. ¿Qué tal una ofensiva efectiva?

—Ya probamos eso —le recordó Derek—. Casi le arranco la cabeza, y Argent le vació el cargador entero. Esa criatura se recupera.

—¿Captaron alguna debilidad? —indagó el veterinario.

—Una. No sabe nadar.

—¿Eso también aplica a Jackson?

—No —Scott respondió—. Es el capitán del equipo de natación.

—En esencia, están intentando atrapar a dos personas —les explicó Deaton. Caminó hacia una de sus gavetas, y sacó de ella un medallón, el cual mostraba una ilustración del dios Cernunnos—. Un títere, y un titiritero —colocó el dije de plata sobre la mesa—. Uno mató al marido, pero el otro se encargó de la mujer, ¿sabemos por qué?

—No creo que Jackson pudiera hacer eso —el omega les aseguró—. Su madre murió estando embarazada también, quizá asesinada. No podría dejar que le pasara lo mismo a otro.

—¿Cómo sabemos que no es parte de las reglas? El kanima mata asesinos. Si Jackson mata a la esposa, el bebé también muere.

—¿Eso significa que tu padre era un asesino?

El Lahey miró a su prima, quien se encogió de hombros, sin tener idea alguna de lo que había ocasionado que su tío fuese asesinado.

—No me sorprendería si lo fuera.

—Un momento. El libro dice que están vinculados ,¿cierto? —Deaton los cuestionó, recibiendo un asentimiento de parte de Derek—. ¿Y si el miedo al agua no fuera de Jackson, sino de la persona que lo está controlando? ¿Y si algo que afecta al kanima... —tomó uno de los frascos, que contenían las cenizas de un árbol de fresno de montaña, y formó un círculo alrededor del medallón—, también afecta a su amo?

—¿Y eso qué significa?

—Que podemos atraparlos —el McCall respondió a la pregunta de Isaac—. A los dos.

Narcissa había pasado gran parte de aquel día pensando en el plan que Deaton había formulado la noche anterior. Todo parecía ser perfecto, una idea que los llevaría a una victoria garantizada, pero la ninfa no podía dejar pasar el hecho de que su primo pondría su vida en riesgo, una vez más, por el hecho de querer proteger y servir a su alfa, Derek Hale.

«¿Por qué siempre son los Hale?», solía pensar la rubia, puesto a que no era la primera vez que un miembro de la pequeña familia Lahey se relacionaba de alguna manera con los de aquella familia de licántropos, y claro estaba que tampoco sería la última ocasión.

Desde el momento en que había sentido los finos labios de Derek sobre los suyos, por fin lo había logrado entender, el porqué su madre le pedía, casi de rodillas, que por nada del mundo se acercara a aquel castaño, y es que Galya sabía el inmenso poder que corría por la sangre de los Hale, un poder que un ser como ella no podía simplemente ignorar.

—¿Por qué estás tan molesta? —la dulce voz de Iris la sacó por fin de sus pensamientos. Desvió su mirada hacia la pelinegra, mientras fruncía su ceño—. Todas las flores... —señaló su alrededor—, están perdiendo color.

—Lo sabes —se sorprendió la Lahey.

—Mi madre trabajó para la tuya por años. Por supuesto que lo sé, Narcie —confirmó, sintiéndose orgullosa por aquello—. Entonces, ¿por qué estás tan molesta?

—Algo que no vale la pena contar.

—¿Y si no vale la pena contarlo... —arqueó una de sus cejas, al mismo tiempo que cruzaba sus brazos—, vale la pena el enojo?

—Probablemente no —masculló, dándole la razón a la más joven—. Es por un idiota. Me besó, hace unos días, y no he hablado con él desde entonces.

—¿Ese idiota tiene nombre?

—Derek —pronunció su nombre por lo bajo, mientras agachaba su mirada, apenada por su confesión.

—Por dios, Narcissa. ¿Te estás metiendo con un hombre lobo? —le reprochó, retractándose al instante—. Lo siento, no te estoy juzgando, él es demasiado atractivo, pero fue buscado por asesinato, y honestamente, solo pensar en él me da miedo.

—Los Hale suelen provocar ese sentimiento —suspiró, levantando su mirada para observas los castaño ojos de su empleada—. No estoy diciendo que estoy enamorada de él o algo como eso —se excusó—, es solo que me besó, y después se marchó, y me molesta demasiado que sea tan él.

—Tal vez deberías de tomar la iniciativa y buscarlo para hablar —sugirió Iris, ganándose la ofendida mirada de la ninfa a su lado—. Mira, él no me agrada para nada, tu madre se relacionó con su familia, y ambas sabemos como terminó todo, pero si sientes algo...

—No siento nada —Narcissa afirmó, antes de que la mujer terminara su discurso.

—Tus ojos no dicen lo mismo —insistió la menor.

La atención de la Lahey se desvió hacia el bolsillo de su pantalón, en donde su teléfono vibraba después de haber recibido un mensaje. Llevó sus manos hasta el dispositivo, y leyó para sí misma el texto, el cual anunciaba que era hora de llevar el plan acabo.

—Necesito irme —anunció la ojiazul, regresando el teléfono a su lugar—. Lo siento por molestarte con lo de Derek, y por dejarte cerrar sola.

—No me molestas. Estoy aquí siempre que lo necesites, y disfruto cerrando sola, me da tiempo para pensar —Iris le aseguró, sosteniendo una gigantesca sonrisa en su rostro, mientras veía a la Lahey caminar hacia la puerta—. ¡Cuídate!

—¡Tú también! —vociferó, antes de abandonar la florería, para acudir, por fin, al lugar en donde todo se llevaría a cabo.

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