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01. 🩸 ──── A NEW BIGINNING

    

—Abuela, ¿de verdad está bien que me vaya? —preguntó Thalia Elie Bennet, ahora con 26 años, mientras doblaba cuidadosamente su ropa y la colocaba en su maleta abierta. Su voz reflejaba la inquietud que la carcomía por dentro.

Celia, su abuela, suspiró con paciencia y le dedicó una sonrisa tranquila mientras tomaba una prenda y la ayudaba a empacar.

—Elie, te lo he dicho al menos una docena de veces. Está bien que te vayas. Conseguir un puesto de profesora en Manhattan es una oportunidad maravillosa. No puedes dejarla pasar.

Thalia dejó escapar un resoplido y giró hacia su abuela, agitando las manos en el aire con frustración.

—¿Y quién va a comprarte las medicinas? ¿Hacer las compras? ¿Pagar las cuentas? ¿Recordarte que tomes tus medicamentos?

La anciana rió suavemente, sacudiendo la cabeza.

—Te preocupas demasiado. No estoy tan vieja. Apenas tengo 65 años y, si no lo recuerdas, soy yo quien siempre te recuerda tomar tus vitaminas. No voy a olvidarlo ahora. Y sobre las cuentas, ya me enseñaste a pagarlas en línea. ¿Las compras? Ningún problema.

La sonrisa de Celia era serena, confiada. Los años habían sido amables con ella; su piel apenas mostraba signos del paso del tiempo. Las banshees envejecían más lento que los humanos, lo que explicaba su fortaleza y la suavidad en sus rasgos.

Thalia suspiró y cerró su maleta con un leve clic al deslizar el cierre.

—Creo que solo sigo buscando excusas para quedarme porque te voy a extrañar demasiado.

Celia rió y, sin dudarlo, rodeó con sus brazos a su nieta, dejando un beso tierno en su frente.

—Aún no te has ido y ya me extrañas. —Su voz era una mezcla de ternura y diversión—. Siempre podrás llamarme, hacer videollamadas... Nunca estaremos realmente separadas, mi niña.

Thalia apoyó la cabeza en el hombro de su abuela mientras esta acariciaba su cabello con delicadeza.

—No estoy acostumbrada a estar lejos de ti. Desde que mamá y papá murieron, hemos estado juntas todo el tiempo...

Celia sonrió con suavidad, aunque en su mirada brillaba un matiz de nostalgia.

—Pero los pájaros necesitan abandonar el nido para aprender las lecciones de la vida.

Sus palabras eran cálidas, pero su tono cambió al instante cuando tomó con suavidad el rostro de Thalia entre sus manos y la miró con seriedad.

—Thalia, quiero que tengas cuidado. Si nosotras, las banshees, existimos... significa que otras criaturas también lo hacen. Y algunas pueden ser peligrosas. Confía en tu instinto. Siempre hemos podido sentir cuándo algo está mal. Mantente alerta y ten cuidado en quién confías.

Thalia asintió, tragando en seco. La idea de mudarse a una ciudad tan grande, rodeada de miles de humanos y, tal vez, de seres que preferiría no conocer, la hacía sentir un escalofrío recorrer su espalda.

Celia se puso de pie y alisó su vestido con calma.

—Basta de cosas pesadas. Ve a descansar, que mañana tienes que tomar el tren temprano.

Se giró para salir, pero antes de llegar a la puerta, sintió un leve tirón en la muñeca. Miró hacia abajo y vio la mano de su nieta sujetándola con suavidad.

—¿Te quedarás conmigo esta noche, abuela? —preguntó Thalia en un susurro.

Celia sonrió, acariciando la mano de su nieta.

—Por supuesto, mi niña.

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