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10. 🩸 ──── KNOWING

CARLISLE CULLEN ESTÁ HECHO UN MANOJO DE NERVIOS.

Alice ya le dijo que todo saldría bien, pero eso no lo tranquilizó ni un poco.

Maldice en silencio a su yo del pasado por haberse convencido de que contarle todo a Thalia sería pan comido, de que ella lo aceptaría tal y como es.

¿Qué pasaría si lo dejara? ¿Si sintiera asco por él? ¿O peor aún, si le tuviera miedo? Esas ideas solo empeoraron mientras conducía hacia el edificio de apartamentos de Thalia.

Carlisle Cullen no sabría qué hacer si Thalia Bennet ya no quisiera su presencia en su vida. Se estaba preparando mentalmente para ser recibido con gritos y reproches.

Las semanas que pasó con Thalia han sido de los mejores días que ha vivido en siglos, y desea que duren el resto de su vida inmortal.

Pero siendo honesto, Carlisle Cullen jamás la culparía si decidiera alejarse. Un monstruo como él no merece un ángel como Thalia.

Golpea la puerta de su apartamento con el rostro serio. Cuando ella abre, le recibe con una sonrisa amable, dejándolo completamente confundido.

¿Acaso la visión de Alice estaba equivocada? ¿Quizás Thalia aún no lo sabía? ¿O es que la visión no era para hoy, sino para la próxima semana?

—Buenas tardes, Carlisle —lo saluda con dulzura mientras toma su fría mano y lo guía hacia el interior de su apartamento. Lo lleva hasta el sofá y luego regresa a la cocina.

Entonces, él escucha el sonido de una botella destapándose... y percibe el inconfundible aroma de sangre animal.

Ella lo sabía. Sin lugar a dudas.

Cuando vuelve, lleva dos copas en sus manos y las coloca frente a él. Con una sonrisa, le anima a beber. Y lo hace.

—Así que lo sabes —dice Carlisle.

—Lo sé.

—¿Cómo?

—Eso es algo que solo yo debo saber —responde Thalia con una sonrisa misteriosa. El libro es un secreto familiar. Solo la línea de sangre Cohen puede conocerlo, y si eso significa mantenerlo oculto incluso de Carlisle, lo hará.

—¿Y no tienes miedo? —pregunta él con cautela.

—¿Por qué habría de temerte? Jamás me harías daño.

—No puedes estar segura de eso.

—Oh, créeme, lo estoy. Si quisieras hacerme daño, lo habrías hecho la segunda vez que nos vimos. O el momento en que entraste a este apartamento.

Thalia sonríe mientras toma un sorbo de su vino. Ambos saben que tiene razón. Carlisle nunca le haría daño. Ni permitiría que nadie le tocara un solo cabello.

Carlisle suspira.

—¿Qué te gustaría saber?

—Ya conocía algunos detalles menores: la piel, los ojos, el sol, que nunca duermes ni comes comida humana... De hecho, me sentí culpable cuando leí sobre eso. Deberías haberme dicho desde el principio que eres un vampiro, así no habrías tenido que irte a casa a vomitar.

Carlisle suelta una carcajada.

—No parecía el mejor tema de conversación para iniciar una charla. Además, no me habrías creído.

—Ahí es donde te equivocas. Te habría creído.

—¿Por qué dices eso? —pregunta Carlisle, curioso.

Entonces lo recuerda: Thalia no es una humana normal. Es una banshee, parte de la comunidad sobrenatural, como él y su familia.

—No eres la única criatura en esta habitación, Carlisle —dice Thalia con una sonrisa traviesa.

Él suspira, ya sabe lo que viene.

—Soy una banshee, Carlisle. Puedo sentir la muerte y gritar como ninguna otra.

Carlisle ni siquiera reacciona, lo que hace que Thalia ruede los ojos.

—Y ya lo sabías.

—Efectivamente —admite él, riendo. Esta conversación es mucho más tranquila de lo que había imaginado antes, y lo prefiere mil veces sobre lo que se había preparado.

—¿De dónde sacaste la sangre? —pregunta Carlisle, seguro de que Thalia no caza.

—De una carnicería del centro. Dije que la necesitaba para preparar un platillo especial —responde ella con tranquilidad. Luego lo mira con curiosidad—. ¿Este es el tipo de sangre que prefieres?

Carlisle asiente.

—Mi familia y yo somos distintos a los demás. Mientras que otros beben sangre humana, nosotros elegimos un estilo de vida diferente. Nos alimentamos de sangre animal.

—Eso explica el color de tus ojos. ¿Y el sol? Siempre encuentras una excusa para no ir de picnic conmigo. Quiero saber por qué.

Carlisle suspira y comienza a desabotonar su camisa. Thalia lo observa con los ojos muy abiertos, incapaz de apartar la mirada. Se ve increíblemente atractivo.

Él se acerca a las cortinas y las abre, dejando que la luz del sol inunde la habitación. Luego da un paso al frente, y Thalia está a punto de advertirle, temiendo que se queme...

Pero lo que ocurre es aún mejor.

Carlisle Cullen... ¡brilla bajo el sol!

Thalia deja escapar un chillido de emoción, como una niña con exceso de azúcar. Corre hacia él y coloca una mano sobre su pecho, maravillada. Carlisle se siente completamente abrumado.

—¡Esto es increíble! Dios, pareces una bola de discoteca.

Carlisle ríe al ver su reacción. Durante años ha considerado su piel como la de un monstruo, pero ahora, viéndose a través de los ojos de Thalia, la percepción cambia.

Thalia saca su teléfono y comienza a tomarle fotos.

—Por supuesto, las borraré después de que te vayas, por privacidad y para proteger tu secreto —dice ella, aunque no puede evitar hacerlo.

—Eres como una bola de discoteca andante. Esto es lo más genial que he visto.

—Sí, amor, brillamos bajo el sol. Ahora, ¿puedes dejar de tomar fotos y llamarme bola de discoteca?

—¡Pero lo eres! ¿Te has visto en un espejo? Me encantaría verme brillar.

Carlisle se tensa. No quiere esta vida para Thalia. Ella merece la normalidad que tanto anhela, y si permanece con él, nunca la tendrá.

Después de eso, Carlisle le cuenta todo. Cómo fue transformado, sus luchas, su estilo de vida, su familia. Incluso le habla de los Volturi y sus reglas.

Thalia escucha con atención, haciendo preguntas aquí y allá, y Carlisle responde con honestidad. Su confianza en él solo aumenta.

Luego es el turno de Thalia. No tiene tanto que contar, después de todo, solo ha vivido 26 años. Le habla sobre su primer grito, cómo la muerte de sus padres lo desencadenó, su infancia llena de cadáveres, su adolescencia rebelde, sus arrepentimientos en la adultez... y lo que sucedió la semana pasada. Al compartirlo, siente que un peso se le ha quitado de encima.

—¿Has sentido muerte esta semana? —pregunta Carlisle, preocupado. No quiere más asesinatos en la ciudad. Si quieren quedarse aquí, deben mantener un perfil bajo.

—No... pero tengo la sensación de que algo va a pasar. Lo presiento —responde Thalia. Carlisle asiente. Debe protegerla, especialmente si deambula por la ciudad de noche.

—Siendo completamente honestos... Debo decirte que estuve ahí cuando gritaste por primera vez —revela Carlisle.

Por primera vez en toda la noche, Thalia parece genuinamente sorprendida.

—¿Cómo?

—Alice tuvo una visión de ti. Tu lado de banshee aún estaba dormido, pero vio el momento en que gritaste. Supimos lo que eras... y tuve que vigilarte para asegurarme de que estuvieras a salvo.

Thalia se queda en silencio un momento.

—Wow... Gracias, Carlisle.

—¿Por qué?

—Porque después de todos estos años... no estuve sola al presenciar la muerte.

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