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𝟬𝟭𝟱. the beginning of something

capitulo quince

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Yamagawa Kenjiro sabía que debía hacer algo respecto a sus sentimientos. Su corazón ya no podía soportar más cada vez que veía a Mitsuya Takashi siendo tan... él. Se ponía tan nervioso, su corazón parecía salirse de su pecho, sus manos sudaban, su cuerpo entero temblaba.

Pero a la vez tenía mucho miedo de su respuesta, de haber confundido sus sentimientos y que haya creído que podría estar mínimamente interesado en él. Tal vez Mitsuya solo era su amigo sin más, o tal vez no. Los pensamientos intrusivos eran tan difíciles en esos momentos que Kenjiro no sabía dónde estar para sentirse tranquilo, ya que en su casa estos solo empeoraban y lo atacaban en cada segundo; sus padres cada vez estaban más insistentes en que tuviera siquiera una novia para calmar los rumores que comenzaban a aparecer en su círculo de amigos sobre que era gay, y no podía salir de su casa cuando ellos estuvieran ahí o lo interrogaban. Era terrible.

Para intentar aclarar sus pensamientos decidió invitar a salir a Mitsuya, aunque se sentía demasiado nervioso por eso y temía arruinarlo. Sabía que muy probablemente le confesaría sus sentimientos de forma inconsciente, así que mínimo trataría de que fuera en un buen momento. Asimismo, ese día mientras iba en su motocicleta hacia casa de Mitsuya, estaba entrenando a su mente para cualquier posible resultado e incluso el peor de todos. Eso sí, sabía que él no lo ofendería porque ya sabía su preferencia sexual y lo aceptaba, así que estaba un poco más tranquilo.

Dejó estacionada la motocicleta y subió al departamento de los Mitsuya, tocando y pasando tras ser recibido por Luna.

—¡Ken-Ken! —habló emocionada, saltando a sus brazos y envolviéndolo. Él sonrió, sintiéndose tranquilo con la presencia de la pequeña y la cargó.

—Hoy te miras muy linda, Luna —dijo dándole una palmada en la cabeza, lo que provocó que sus mejillas se tiñeran de rojo. Todo esto mientras se adentraba al departamento.

—G-Gracias... Pero no me digas cosas tan bonitas o creeré que estás enamorado de mí.

Sus ojos se abrieron en grande al oír sus palabras, comenzando a reírse de su ocurrencia. Luna infló las mejillas al verlo.

—Tranquila, pequeña, ya estoy echándole el ojo a alguien —murmuró en voz baja. Kenjiro puso su dedo índice en sus labios—. Es un secreto entre los dos, ¿de acuerdo?

—¿Que no te gustaba mi hermano?

Kenjiro detuvo su paso, mirando fijamente a Luna como sí estuviera recapitulando lo que dijo. Por un segundo creyó que había escuchado mal y que realmente dijo algo que no tenía nada que ver, solo que al ver la expresión de Luna, pudo darse cuenta que no era así. Kenjiro podía hacer muchas cosas bien, pero mentir no era una de esas; él solía llamarle «ocultar la verdad» porque sí intentaba mentir le salía fatal. Titubeó un poco antes de responderle, o al menos lo intentó antes de que Luna sonriera con complicidad.

—Guardaré tu secreto solo porque quiero que seas novio de Takashi. Por el meñique —extendió su dedo, esperando pacientemente que Kenjiro le correspondiera. Aunque él aún se sentía anonadado por todo eso, asintió y puso su meñique ahí para sellar la promesa—. Genial. Esperaré pacientemente hasta que sean novios en secreto. ¡Qué divertido es ser cómplices!

—¿Cómplices de qué?

Mitsuya llegó a ellos con una mirada curiosa, alzando una ceja; se detuvo y fijó su vista en cada uno como si los analizara, mientras que los dos se veían delatándose un poco ante él.

—Nada, esto es entre Ken-Ken y yo —Luna habló por ambos, sonriéndole y después a su hermano. Mitsuya no podía ocultar su genuina curiosidad, pero sabía que sí Luna se veía dispuesta a esconder una secreto no podría ganarle.

—¡Ken-Ken! —Ahora llegó Mana a su lado y lo abrazó con fuerza.

—Hola, pequeña. Cada vez crecen más, ¿se los había dicho? —se rio con cariño, bajando a Luna y ahora correspondiendo al pequeño abrazo de Mana, poniéndose de cuclillas. Ambas se vieron antes de reír.

—¡Crecí cinco milímetros esta semana! —dijo la mayor. La menor infló las mejillas, fingiendo molestia.

—¡Y-Yo... crecí tres!

—¡Vaya! A este paso creo que serán más altas que su hermano y que yo. Comenzaré a temerles un poco entonces —se burló con cariño Kenjiro. Mitsuya se rio.

—Oh, puedo apostar que sí, Ken.

Se puso de pie y miró al chico, intentando no verse aún sorprendido por la confesión de su hermana y el secreto que ahora guardaban. Intercambiaron unas pocas palabras antes de que Kenjiro tuviera que despedirse de las niñas, y Luna aún tenía esa sonrisa cómplice en su rostro. Al menos sabía que ella no diría nada.

En camino a sus motocicletas, Kenjiro intentó pensar a dónde invitar a Takashi a salir. Le había dicho que irían a comer, pero no era conocedor de buenos lugares además de restaurantes de comida rápida y no eran aptos para lo que quería ofrecerle. Sus manos sudaron un poco al sobrepensar y las pasó por sus pantalones (que, por cierto, eran los que le había regalado Mitsuya).

—¿Todo bien, Ken? —le cuestionó el chico que siempre rondaba sus pensamientos, provocando que saliera de su trance y se diera cuenta que ya estaban al lado de sus motocicletas. Se subió a la suya antes de responder.

—Sí, claro.

—¿Seguro?

Soltó una risita nerviosa, desviando la mirada de un preocupado Mitsuya, que no había arrancado su motocicleta para verlo. Kenjiro supo que no podía mentirle, lo haría mal y se iba a delatar; por lo que, como siempre, decidió simplemente evadir un poco la verdad.

—Ya sabes, problemas familiares. Pura mierda que no me importa, pero que a veces me afecta... No siempre puedo evitarlos.

Mitsuya asintió a sus palabras, comprendiéndolo mejor.

—Entiendo. ¿Han insistido más en el trabajo familiar?

—Sí, quieren enseñarme e Ichiro está insoportable por eso, no acepta el hecho de que está arruinando la empresa... Y también según mis padres han circulado rumores míos, así que me piden una novia para mínimo calmar la situación. No me prestaré para eso, que sus socios piensen lo que quieran.

Ahí había salido un poco más de la verdad que quería esconder, por lo que se arrepintió al instante. Kenjiro soltó un suspiro a la vez que encendía su motocicleta, y sin esperar la respuesta de Mitsuya volvió a hablar:

—Mejor vayamos. Conozco un buen lugar para comer algo —propuso con una sonrisa, arrancando sin más. Mitsuya se rio entre dientes y yendo detrás de él.

Había recordado que una vez con sus padres fue a un restaurante que según ellos «era de clase, pero entre todos era el peor», aunque para Kenjiro había sido el mejor de todos y había vuelto varias veces solo para deleitar la comida. Podía costearlo, así que no tenía problema alguno en llevarlo a un buen lugar que estaba en Shinjuku.

No demoraron mucho en llegar, ya que Mitsuya era quien seguía a Kenjiro y cuando llegaron, al instante pudo ver que era un lugar refinado, intentando detener el paso del pelinegro.

—Ken... Este lugar debe ser caro. ¿Estás seguro? Podemos ir a otro lugar...

—Insisto. Lo mereces... —pidió con una mirada gentil. Este gesto hizo que el corazón de Mitsuya se derritiera, sabiendo que no tenía otra opción más que aceptar.

—Me has convencido.

Al entrar Kenjiro pudo ver que, como siempre, el lugar era refinado, pero no todas las personas iban tan elegantes y podrían pasar desapercibidos. Se sentaron en una mesa al fondo del lugar, cubriéndose de todos. Pronto un mesero llegó y le encargaron de comer, aunque Mitsuya quería verse reservado en pedir algo barato, Kenjiro le hizo saber que podía pedir lo que quisiera; a regañadientes pidió una bebida un poco más elevada.

—Tengo que aprovechar este estilo de vida mientras pueda —le dijo en cuanto el mesero se fue de la mesa, esbozando una sonrisa un poco triste y nostálgica—. No sé sí mis padres decidirán dejar de darme dinero o quitarme las tarjetas algún día por no querer aceptar lo que ellos me están ofreciendo, así que...

—Ken, no necesitas darme explicaciones. No te hablo solo por tu dinero —se burló un poco, dándole una palmada en el brazo. El pelinegro se rio en voz baja.

—Lo sé, Takashi, gracias.

—Aunque debo admitir que nunca podría costear un lugar así... —murmuró mientras vislumbraba el lugar entero con admiración, ya que era estructuralmente bello y sabía que le gustaría mucho, por eso lo llevó.

—Tienes un buen gusto.

Les trajeron la comida poco después, así que ambos comenzaron a comer entre risas y bromas, claro en el mayor silencio posible, pero fue demasiado divertido para Kenjiro y sabía que para Takashi también. Lo mejor definitivamente había sido la comida e incluso Kenjiro se atrevió a repetir plato (aunque intentó que Takashi hiciera lo mismo no quiso), por lo que ambos comieron del segundo plato juntos.

—Estuvo delicioso, Ken. Creo que sí comiera algo más vomitaría —dijo el chico, tocándose el estómago. Kenjiro soltó una carcajada no tan fuerte, negando con la cabeza.

—Te entiendo, la primera vez que vine me pasó lo mismo. Poco a poco mi estómago se acostumbró y ahora puedo comer más sin problema... Pero no es tan bueno, ¡imagínate que engordo y ya no puedo pelear igual!

—No engordarías, Ken —se burló de él, riéndose sin parar. El pelinegro puso los ojos en blanco, aunque tenía una sonrisa burlona en su rostro.

—Es que no me conoces en ese aspecto, Takashi. Si me descuido aunque sea un poco termino engordando bastante.

—No puedo imaginarte gordito.

Kenjiro no pudo evitar reírse también, ya que las imagino suyas de pequeño llegaron a su mente. Recordaba que se veía muy gracioso y si alguien las viera seguramente se reirían también.

—Algún día.

Cuando ya estaban dispuestos a irse, una voz muy conocida por Kenjiro lo detuvo, quedándose a una posición donde casi se salía de su pedazo de mesa. Mitsuya iba a hablar, pero él negó con la cabeza e hizo una seña de que no hablara, prestando más atención a la voz que parecía haberse sentado a su lado.

—Entonces, ¿tú hijo también es rarito... gay, como el mío?

Esa era la voz de su madre, era indiscutible. Sintió como el alma se le caía a los pies, mirando hacia la mesa ya vacía y miró después a Mitsuya, que parecía no comprender bien qué estaba sucediendo. Puso su dedo índice en su oreja para que prestará más atención, y así lo hizo. Ambos siguieron escuchando.

—Sí. ¿Por qué no intentamos juntarlos? Es decir, no apruebo su enfermedad esa, pero sí les decimos que pueden estar juntos y solo fingir que tienen una pareja para aparentar, podría funcionar, ¿qué dice, señora Yamagawa?

¿Qué carajos? ¿Acaso era un juguete o por qué estaban hablando de su vida romántica como si pudieran hacer lo que quisieran? Kenjiro miró nuevamente a Mitsuya y él ya había comprendido todo, sentándose nuevamente con la expresión apagada. Sabía también que él mismo debía estar igual, porque sus manos estaban sudando y su cuerpo temblaba como si en cualquier momento se fuera a desbordar. No comprendía qué estaba haciendo su madre y eso le enfurecia.

—No me parece mala idea. Podríamos fingir que no sabemos nada y dejar que se conozcan, ¡así creerán que los estamos apoyando! Pueden hacerse cargo de nuestras empresas y asunto resuelto.

Kenjiro se cubrió la cara con ambas manos, apoyándose en la mesa y tratando de respirar tranquilamente. Sentía que en cualquier momento se iba a desmayar y aquello no le gustaba en nada. Mitsuya tuvo que sentarse a su lado y tomarlo por los hombros, provocando que Kenjiro quitara sus manos y lo mirara.

—Tranquilo —susurró, esbozando también una sonrisa muy linda y pacífica. El pelinegro asintió.

Tuvieron que pedir un postre para quedarse más tiempo en la mesa mientras seguían escuchando la plática de su madre con otra mujer. Al parecer el plan sigue haciendo el mismo y querían emparejarlo con un chico que no tenía idea de quién era, para ofrecerle después un plan de lo más bajo. ¿Cómo podía su madre siquiera imaginar que podría aceptar eso? Creía que cualquiera con sentido común estaría de acuerdo con él, ya que Mitsuya tampoco podía ocultar en su rostro que le estaba enfureciendo mucho lo que decían ambas mujeres.

No fue hasta que, veinte minutos después, ambas mujeres se fueron del restaurante y Kenjiro y Takashi pudieron irse, pidiendo para llevar el postre que no habían podido comer siquiera un bocado del mal sabor de boca que tenían al oír la conversación.

—Ken... —intentó hablar Mitsuya, tomando su mano. Kenjiro ni siquiera se percató de sus gestos ya que se sentía aturdido, por lo que negó con la cabeza para que no dijera más.

—Vámonos, por favor.

Mitsuya lo miró con preocupación, pero aceptó su petición. Tomaron la charola donde habían guardado el postre y siguieron su camino hacia la salida. Kenjiro ahí fue cuando recordó que sus motocicletas las habían estacionado en un pedazo escondido del estacionamiento, sino su madre la hubiera visto. Agradeció eso.

Pero, realmente Kenjiro no quería subir a la motocicleta aún.

—¿Podemos dar una vuelta? —le pidió en voz baja, a lo que Mitsuya al instante aceptó.

Caminaron por detrás del restaurante, descubriendo un par de calles casi solas, así que siguieron su camino sin pensar mucho hacia dónde se dirigían. Mitsuya quería decirle algo al pelinegro, pero tenía miedo de ser curioso de más y prefirió esperar a que él quisiera hablar primero.

—¿Sabes? Por un milisegundo creí que mi madre diría que no a ese estúpido plan. Que se arrepentiría al final y le dijera que no jugaría con mis sentimientos... —cerró los ojos, apoyándose en una pared y ocultando su rostro—. Soy un imbécil. Mis padres no me quieren y aún así a veces quiero creer que en el fondo de sus corazones sienten una pizca de cariño por mi... Joder, qué estúpido iluso...

—Ken, no hables así de ti. No eres un imbécil, o un estúpido y mucho menos un iluso. Eres una buena persona que ha tenido una vida difícil, así que no deberías preocuparte por eso. Y, con respecto a lo de tú madre... —Takashi suspiró, apoyando su espalda en la misma pared y quedando al lado de Kenjiro, pero sin posar su visita en él—. No eres un mal hijo, ella es una mala madre por no comprender qué es lo que quieres y a tu verdadero yo.

—Ni siquiera le he pedido nada, Takashi —murmuró abatido, dando un pequeño golpe a la pared—. Solo respeto. ¿Acaso es mucho pedir?

Para su sorpresa, unos brazos se posaron alrededor de él, pero Kenjiro no podía verlo porque estaba mirando a la pared. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y se tenso, quedándose en la misma posición mientras disfrutaba el abrazo.

—Ken, tú eres genial. No pides mucho porque es lo mínimo que todos deberíamos recibir. Todos merecemos respeto... Pero el respeto se gana y tú lo has intentado, ella simplemente no está interesada y es muy doloroso porque no mereces lo que está haciendo.

Quiso llorar, gritar y golpear todo para intentar liberar el dolor que tenía en su interior. Pero saber que tenía los brazos de Mitsuya alrededor suyo lo reconfortaba de una enorme forma que lo que pensó por un milisegundo desapareció en cuestión de nada. Se giró con cautela y ahora estaba acorralado por él, por lo que ambos se quedaron viendo sin decir o hacer algo. Kenjiro tragó saliva al sentir la intensidad de la mirada de Mitsuya en sus ojos, y que tenía una expresión de cariño. Sobre todo porque se veía tan hermoso...

Fue en ese justo momento que supo que quería esa mirada para él, quería que Mitsuya Takashi sólo lo mirará a él, lo quisiera a él y lo besará... Parecía que todo se había detenido a su alrededor, como si el tiempo no avanzará y simplemente fueran ellos.

Hasta que un sonido los alarmó, separándose al instante. Compartieron miradas al ver como varios chicos con uniforme de pandillero entraban en la calle abandonada, poniéndose en posición de pelea.

—Mitsuya Takashi y Yamagawa Kenjiro —habló alguien con tono burlón. Un chico casi calvo con cabello en medio de la cabeza y cejas delgadas y picudas se acercó a pasos lentos y seguros—. Qué curioso encontrarlos juntos, pero es mejor. Será dos en uno.

—¿Quién eres? —preguntó al instante Kenjiro, poniéndose un poco frente a Takashi para protegerlo de forma inconsciente. El chico se carcajeó.

—Me ofende, Yamagawa... Soy Mochizuki Kanji.

Por supuesto que él conocía aquel nombre, era el antiguo líder de Jugemu. Entonces se arrepintió un poco de su comportamiento, a sabiendas que aunque intentara hablar con Mocchi no iba a funcionar. Soltó un suspiro, ladeando la cabeza varias veces.

—Mocchi, no estamos buscando problemas —se adelantó Mitsuya, posándose a su lado y dándole una mirada de reojo. Él esbozó una sonrisa burlona.

—Qué lástima, yo sí estoy buscando problemas con ustedes.

—Podemos intentar hablarlo... —Kenjiro le dijo con voz calmada, pero ni siquiera pudo terminar porque Mocchi se acercó y le lanzó un puñetazo en el rostro, derribándolo. Kenjiro sintió un sabor metálico en su boca, tosió y vio sangre salir de ahí, además de un intenso dolor recorrerle el cuerpo desde la cabeza hasta los dedos de los pies, junto a un escalofrío. Mitsuya se arrodilló a su lado e intentó ayudarlo, pero el pelinegro lo hizo por su cuenta, aunque se terminó apoyando un poco en su brazo—. Ya veo, esto no irá para ningún lado conversando.

—¿Conversarlo? —repitió Mocchi, molesto—. ¿Quién carajos lo conversa? Yo quiero tenerlos en el suelo derrotados, no seas imbécil.

Mitsuya se miró enfurecido.

—No lo vuelvas a tocar —murmuró entre dientes, tomando la mano de Kenjiro.

Mocchi miró este gesto, cambiando su rostro molesto y comenzó a reír a carcajadas.

—Ya veo la realidad... Con razón estaban tan pegaditos. Mejor no me acerco o se me pegará su enfermedad.

Kenjiro pudo haber pensado mil cosas en un momento, pero no fue posible porque Mitsuya se lanzó sobre él a golpearlo. Se quedó en shock al verlo y sobre todo porque Mocchi le devolvió el golpe, comenzando una pelea. Miró a su alrededor y varios chicos que estaban detrás corrieron hacia su dirección, por lo que no tuvo de otra que comenzar a pelear con ellos sin dudarlo.

Fueron varios minutos de pelea, y por suerte los chicos con los que peleaba Kenjiro eran malos peleando y podía derrotarlos fácilmente, pero eran tantos y hubo un punto en el que empezaron a acorralarlo aunque lanzaba puñetazos y patadas sin parar. Escuchó como Mocchi les pedía que lo dejaran a la vez que se alejaba de Mitsuya; luego, el último habló:

—El mundo es vasto. No sabía que un monstruo como tú podía existir, hijo de puta.

—Hay gente de voluntad fuerte como ustedes, huh —pareció incluso haber olvidado el tema anterior, esbozando una sonrisa cínica. Luego canturreó—: Esto se está poniendo divertido.

—Hey, Mocchi. ¿Por qué te estás quedando toda la diversión?

Cuando se giraron vieron que había llegado uno de los hermanos Haitani, Rindo, el menor. Kenjiro se quedó en silencio, sorprendido, cuando escuchó un sonido extraño y vio que Mitsuya estaba en el suelo con una herida en la cabeza, mientras que Ran Haitani tenía un ladrillo en la mano y lo miraba con una sonrisa burlona.

—Te agarré, perdón por hacer trampa.

—Imbécil... —farfulló Kenjiro, intentando saltar sobre Ran. Sin embargo, unos brazos lo detuvieron. Rindo lo había sujetado y no permitió que se moviera—. ¡Suéltame, hijo de puta!

—Él es el joto del que hablaban —se burló Mocchi, acercándose a ellos. Kenjiro apretó los labios formando una fina línea, intentando no decir algo de lo que pudiera arrepentirse. Ran sonrió, acercándose peligrosamente a él.

—¿De verdad? Es lindo —tocó su mejilla, provocando que Kenjiro sintiera asco y le lanzará una patada aprovechando el agarre de Rindo. Pero no fue la mejor decisión ya que tras eso recibió un golpe en la cabeza y fue derribado al lado de Mitsuya. Lo miró de reojo, pero él tenía los ojos cerrados y con expresión de dolor; al igual que Kenjiro sentía que le dolía todo a pesar de que en ese momento no le prestaba mucha atención, ya que quería asegurarse primero de que Mitsuya estuviera bien.

—¡Hey, hijo de puta! ¡No solo te robes el objetivo de alguien desde atrás!

—Mi hermano siempre se lleva las mejores partes —le dijo Rindo a Mocchi con desdén—. Y también odio las poses que hace.

—Pero los resultados son lo que importan, ¿cierto? —sonrió burlonamente Ran—. No es fácil pelear contra ToMan. Aún no nos agarran la guardia baja, así que es mejor que nos encarguemos de ellos rápido. Suficiente por hoy.

—Retírense.

Fueron pocos minutos los que estuvieron en el suelo hasta que Kenjiro se levantó con pesar e intentó ayudar a Mitsuya, ya que su cabeza estaba sangrando a cántaros. En ese punto fue que sintió todo el dolor de su cuerpo, como mil cuchillas atravesarlo; pero no se permitió sentirlo, reprimiéndolo.

—Takashi, hay que irnos a curar las heridas... —dijo en voz baja. Él emitió un gruñido de dolor.

—Sí...

Puso su mano encima de la suya y de esta forma ambos se levantaron. Kenjiro entrelazó sus dedos, para después pasar su brazo sobre sus brazos, aún sosteniendo su mano; se giró para verlo y le brindó una sonrisa.

—Estaremos bien. Ellos fueron tramposos.

Mitsuya no dijo nada, simplemente asintió y le devolvió la sonrisa.

Ambos comenzaron a caminar hacia sus motocicletas, aunque a trompicones y gimiendo de dolor cada paso que daban. Kenjiro ayudó a Takashi a subirse a su motocicleta y tras unos minutos pudieron arrancar, llegando rato después al departamento de los Mitsuya. Nuevamente lo ayudó para subir las escaleras y avanzaron en silencio, hasta que entraron al lugar y agradecieron que las niñas no estuvieran ahí, así que Kenjiro fue hacia el botiquín de primeros auxilios.

—Te voy a curar —le avisó antes que nada, sacando un algodón con agua oxigenada. Takashi solo lo miraba atentamente, aunque Kenjiro no se daba cuenta y comenzó a limpiarle las heridas—. Esos hijos de puta te dejaron muy malherido...

—No importa. Estamos bien, ¿verdad? —fue lo que dijo Takashi, sonriéndole de lado. Kenjiro soltó una risita, aunque lo detuvo porque le dolió el rostro. Cuando tuvo que limpiar su herida que estaba debajo de sus labios sintió que su rostro ardió, así que lo hizo poco a poco con timidez para no tocar de más y arrepentirse.

» Oye, Ken —volvió a decir tras pocos minutos, al mismo tiempo que el pelinegro terminaba de ponerle una venda debajo del labio—. Hemos pasado tantas cosas hoy... Pero, ¿qué crees que se venga más adelante después de que nos atacaran?

—Huh, no sé por qué tengo un mal presentimiento. Solo espero estar pensando de más y que no sea cierto —confesó.

Él asintió a sus palabras, comprendiéndolas poco a poco; seguramente tenía unas ideas similares así que pudieron entenderlo. Se quedaron pensando, cuando ahora Takashi tomó el botiquín y sin decir nada comenzó a curarle sus heridas a Kenjiro. Desvió la mirada hacia otro lado de la habitación para evitar sus lindos ojos, soltando varios quejidos de dolor al sentir su toque en los múltiples golpes que tenía en su rostro.

De pronto el ambiente se volvió muy tenso. Kenjiro sintió nuevamente que sus manos estaban sudando y su corazón comenzó a ir a mil por hora, por lo que siguió evitando la mirada de Takashi. Sobre todo cuando él llegó a su mano a limpiarle sus nudillos llenos de sangre seca, acariciándolas lentamente. Se tensó al darse cuenta de las suaves y delicadas que eran las manos de Takashi sobre las suyas, sobre todo porque no parecían tener miedo de recorrerlas.

—Ken...

Su voz sonaba tímida, pacífica y delicada. El pelinegro por instinto lo miró, viendo que sus ojos brillaban y lo veía fijamente; luego miró sus labios levemente abiertos y rosados, notando que no era el único que veía los labios del otro. Tragó saliva al ver que Takashi se había acercado poco a poco y lo único que atravesó por su mente fue acercarse también sin importarle el resultado.

Llegaron hasta el punto que sintió su respiración golpear sus labios hasta que...

—¡Luna, devuélveme mi peluche!

Se separaron abruptamente al oír la voz de Mana entrar a la sala, ya que Luna traía un peluche de oso, pero se había detenido casi en la salida de su habitación dando a entender que los había visto (o al menos esto lo sabía Kenjiro, recordando su plática matutina). De la impresión Luna tiró el peluche de Mana que rebotó contra su cuerpo.

En ese momento fue que se dio cuenta de todo su día. Le cayó como un balde de agua helada en el cuerpo... Joder... ¿Qué acababa de suceder?

qué opinan jijiji? espero que les haya gustado! no olviden votar <3

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