Truyen2U.Net quay lại rồi đây! Các bạn truy cập Truyen2U.Com. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

03 -RECUERDOS Y DOLOR

"Perdóname por no llegar a tiempo… por no poder salvarte."












(...)

La lluvia golpeaba las ventanas de Rocadragón con furia, como si los cielos quisieran llorar lo que Aeron ya no podía expresar. Caminaba por los pasillos solitarios, la tormenta exterior nada comparada con la tormenta en su interior. Y entonces lo sintió, como una ráfaga que lo partió en dos… el recuerdo.

Un suspiro. Un murmullo. Una voz infantil que se colaba en sus oídos como un eco perdido en el tiempo.

—¿Puedo hablar contigo… papá?

Aeron cerró los ojos y, por un instante, el presente se quebró.

El sol caía suavemente sobre los jardines interiores de Rocadragón. Era un día tranquilo, uno de los pocos que la guerra aún no les había robado. Lucerys estaba sentado en un banco de piedra, con las manos entrelazadas, moviéndolas nerviosamente. Cuando Aeron se acercó, su hijo alzó la vista y sus ojos estaban llenos de un miedo que ningún niño debería cargar.

—Tengo miedo —murmuró Lucerys, apenas un susurro, como si decirlo en voz alta lo hiciera real—. Miedo de Driftmark. De que no me acepten… de que digan que no soy legítimo. Que no merezco estar allí.

Aeron se sentó a su lado y lo abrazó con suavidad, como si su tacto pudiera espantar esos temores.

—Tú eres sangre valyria, Lucerys. Sangre de dragón. No hay nada más puro ni más fuerte que eso —le dijo con firmeza, pero con ternura en la voz—. Que digan lo que quieran. No les debes nada.

Lucerys apretó los labios. Su barbilla tembló.

—¿Y si no puedo hacerlo? —dijo con un hilo de voz—. ¿Y si no soy suficiente? ¿Y si… si decepciono a mamá? ¿A ti?

—Nunca —respondió Aeron de inmediato, rodeándolo con los brazos mientras el niño se derrumbaba por completo—. Tú eres suficiente, tú eres todo lo que deberías ser. Mi lindo y dulce niño, no tienes que ser fuerte todo el tiempo. Está bien llorar. Está bien tener miedo.

Lucerys lloró con fuerza, con la angustia de alguien que sabía que el mundo estaba en su contra. Y Aeron lo sostuvo. Lo abrazó con el alma rota, sabiendo que protegería a ese niño de todo y todos.

—Voy a estar contigo, siempre —susurró, acariciando su cabello—. No importa cuánto cueste, no importa contra quién tenga que luchar. No dejaré que nada ni nadie te haga daño. Porque soy tu padre. Y porque te amo, Lucerys.

Lucerys alzó la cabeza, con los ojos hinchados, la cara roja.

—Confío en ti —dijo, temblando—. Te quiero mucho, papá… gracias por estar para mí.

Aeron sonrió, con lágrimas contenidas.

—Siempre estaré, mi niño. Siempre.

---

El recuerdo se desvaneció como un espejismo, dejando tras de sí un silencio devastador. Aeron quedó inmóvil en medio del salón, mirando el espacio vacío como si aún pudiera verlo, como si aún pudiera oír esa vocecita dulce que le decía "te quiero, papá".
Pero Lucerys ya no estaba.
Y él no había podido protegerlo.

Un nudo ardiente se formó en su pecho, subiendo hasta su garganta como fuego contenido. Y entonces cayó. Sus piernas cedieron bajo el peso del dolor, como si el mundo mismo lo empujara hacia el suelo. Se desplomó de rodillas, las manos abiertas contra el mármol frío, jadeando como si le hubieran arrancado el alma.

—¡LO PROMETÍ! —rugió con desesperación, la voz quebrada por el llanto—. ¡TE PROMETÍ QUE TE PROTEGERÍA!

Sus gritos retumbaron en las paredes de piedra, como si el castillo mismo llorara con él. Las lágrimas brotaron con furia, cálidas y amargas, cayendo al suelo como gotas de sangre. Se aferró a su pecho, como si pudiera arrancarse el corazón con las propias manos, como si así pudiera detener ese dolor que le partía el alma.

—Eras solo un niño… ¡mi niño! —sollozó, desgarrado, su voz apenas un susurro perdido entre sollozos—. No debiste morir. No así. No solo. No con miedo…

Se inclinó hacia el suelo, apoyando la frente contra la piedra, como si necesitara tocar algo real para no perderse por completo en su agonía. El recuerdo de Lucerys, de sus ojos grandes y brillantes, de sus palabras tiernas, de su miedo… lo atravesó como una espada envenenada.

—Perdóname… —susurró, roto—. Perdóname por no llegar a tiempo… por no poder salvarte.

Su llanto se volvió más fuerte, más crudo, más humano. No era un príncipe. No era un jinete de dragón. No era un Targaryen.

Era un padre que había perdido a su hijo.

Y no había dolor más grande que ese.

---

La noche parecía no tener fin. La lluvia golpeaba con furia los ventanales, y los truenos retumbaban como si los propios dioses lloraran con ellos. Todo el castillo estaba en silencio, como si supiera que esa noche, ni el fuego de los dragones podía calentar un corazón roto.

Rhaenyra estaba de pie en la sala, frente al fuego apagado. Sostenía una pequeña figura de madera tallada, una que Lucerys había hecho con sus propias manos. Sus dedos acariciaban los bordes, una y otra vez, con un amor silencioso que dolía más que mil gritos. Tenía el rostro descompuesto, los ojos vacíos. Parecía un fantasma de sí misma.

Aeron la encontró allí, bajo la luz tenue de las llamas moribundas. Caminó hacia ella, con pasos lentos, como si temiera que un solo sonido pudiera romperla aún más. Pero ella ya estaba rota. Los dos lo estaban.

—No puedo más… —murmuró Rhaenyra sin mirarlo, su voz temblaba como una hoja al viento—. No puedo seguir fingiendo que estoy bien… que soy fuerte. Porque no lo soy, Aeron… no si se trata de la muerte de algún hijo mío, como Lucerys.

Él cerró los ojos al escucharla. Sus manos temblaron. Se acercó, hasta estar a su lado.

—Yo tampoco puedo —dijo con voz quebrada—. No he tenido un solo día de paz desde que Lucerys… —su garganta se cerró, como si decir su nombre fuera un puñal—. Desde que nos lo arrebataron.

Rhaenyra se giró al fin para mirarlo. Sus ojos estaban enrojecidos, húmedos, rotos.

—¿Cómo se sigue respirando cuando te falta el alma…? —preguntó, sollozando—. ¿Cómo se sigue viviendo cuando tu hijo… cuando nuestro niño ya no está?

Aeron cayó de rodillas.

Como si sus piernas ya no pudieran sostener el peso de su pena.

—Yo lo vi crecer… —dijo, con la voz desgarrada—. Lo vi correr por estos pasillos, reírse a carcajadas, esconderse entre las columnas con sus hermanos. Lo tomaba en brazos cuando tenía pesadillas… Lo cuidaba más que a mí mismo, como a cualquier hijo mío, Rhaenyra. Era mi hijo, mío

Ella cayó también de rodillas frente a él, abrazándolo. Ambos se derrumbaron, fundidos en un llanto que parecía no tener fin.

—Era tan dulce… —dijo ella—. Nunca alzaba la voz, nunca hacía daño a nadie. Solo quería ser amado… aceptado… tener su lugar en el mundo. ¿Y qué hizo el mundo, Aeron? ¡Se lo tragó!

—Le prometí que lo protegería —gimió él, escondiendo el rostro en su cuello—. ¡Le prometí que jamás dejaría que le hicieran daño! ¡Y fallé! Fallé como padre, como hombre, como todo.

—¡No! —gritó Rhaenyra—. No fue culpa tuya. Fue culpa de ese monstruo… ¡de Aemond! Lo mató como si no valiera nada, como si fuera solo un nombre en su lista de odios.

—Era un niño —Aeron apretó los dientes con rabia, con dolor—. ¡Mi niño! Tenía miedo… me lo dijo. Me lo dijo aquella tarde, cuando no podía dormir. Me abrazó, y lloró como un niño pequeño. ¡Me dijo que no podía con la presión! Que sentía que no era suficiente. ¡Y yo le prometí que siempre estaría con él!

—Yo también lo recuerdo… —susurró Rhaenyra—. Cuando vino a mi cama en plena noche, pidiéndome que no lo dejara solo. Que no lo enviara lejos. Y lo hice. Lo mandé a Eysenmouth. Pensé que lo protegía. Pensé que hacía lo correcto… y lo perdí.

Aeron se llevó las manos al rostro y rompió a llorar como nunca antes. Gritó. Gritó de dolor, de impotencia, de furia. Sus gritos fueron como cuchillas cortando el aire.

—¡Quiero que regrese! —sollozó—. Solo quiero abrazarlo una vez más, decirle que lo amo, que estoy orgulloso de él. Que no tenía que demostrarle nada a nadie, que ya era suficiente… que era valiente, que era bueno. ¡Que era perfecto así como era!

—Yo también lo quiero de vuelta… —dijo Rhaenyra en un hilo de voz, abrazándolo con fuerza—. Daría mi trono… daría mi vida, todo, si pudiera escuchar su risa una vez más.

El silencio se hizo, interrumpido solo por sus respiraciones entrecortadas.

La figura de madera que Lucerys había tallado cayó al suelo, y se partió en dos.

Como sus corazones.

Porque el dolor de perder a un hijo no se va.

No se sana.

Solo aprendes a vivir con el vacío.

Con el eco de su voz en cada rincón del alma.

Y esa noche, en Dragonstone, dos padres lloraron hasta que el cuerpo ya no les respondió.

Porque Lucerys no era solo un príncipe.

Era su hijo.

Su niño.

Su alegría.

Y el mundo… el mundo lo arrebató sin piedad.

(...)

-PARA EL PRÓXIMO CAPITULO:

COMENTARIOS: 10+
•VOTOS: 40+

-Les recuerdo que los capítulos deben llegar a la meta que les pongo, si veo que no llegan, no habrá más actualización, porqué da un coraje que existan lectores que no se tomen el mínimo segundo en votar en la historia, y también les pido que comenten, comenten que les parece, todo con debido respeto, interactúen con la historia, sean buenos lectores, espero que les haya gustado el capítulo, besoss

—ÁNGEL

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Com