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𝟬𝟬𝟴. insecurities

ハート型のボックス

capitulo ocho
"inseguridades"

Kimi se desvío del camino de sus hermanas y se encaminó hacia el departamento de Mitsuya, aún con el sentimiento de lo que había sucedido con su hermano. Rin parecía una chica linda y diferente, considerando que Issey nunca había tenido una relación tan "formal" por distintas circunstancias, al verlo con ella sabía que su caso sería diferente, y le gustaba. Anhelaba tenerlo también con el chico que quería.

Mientras iba caminando comenzó a sentir una malas vibras, teniendo que acariciarse sus brazos con las manos buscando algún tipo de consuelo, avanzando cada vez más rápido al escuchar pasos detrás de ella. Llegó al edificio de Mitsuya y subió las escaleras con velocidad, y cuando justo estaba a punto de tocar la puerta fue que alguien la tomó por el hombro.

—¿Acaso estabas escapando de mí?

Se tensó al escuchar su voz, y no quiso girarse. Quieta en la misma posición, cerró los ojos y sintió como estos comenzaban a picarle, advirtiéndole que lloraría pronto si no se alejaba de ahí.

—¿Y además me estás ignorando?

Tocó la puerta sin responderle, pero no escuchaba que nadie se acercará. Una desesperación se hizo presente en su cuerpo, deseando tocar muchas veces la puerta hasta que alguien saliera del departamento. Nuevamente posó su mano en su hombro e inclusive lo apretó.

—Déjame en paz —le dijo, intentando regular su voz para que no la delatara y demostrará lo nerviosa y asustada que se sentía—. Aquí tengo que entrar, por favor, vete.

—No veo que te abran, querida Kimi.

Sus ganas de llorar aumentaron, y se negó todavía a girarse y verle la cara. Volvió a tocar la puerta ahora con más desesperación, ante la sonora carcajada que soltó Takeshi al ver que no había ruido dentro del departamento. La desesperación de nuevo la abrazó, deseando que abrieran ya o no sabría que podría pasar. Si él la había golpeado por una estupidez tres años antes, ¿quién le decía que ahora no haría lo mismo?

—No deben tardar, v-vete —se maldijo por tartamudear, y se tragó sus ganas de llorar, aunque sin mucho éxito. Nuevamente Takeshi apretó su hombro con fuerza, obligándola a mirarlo.

—¿Quieres llorar, Kimi bonita? —su otra mano le aplastó las mejillas, acercando su rostro al de él a pesar de las quejas que hacía la rubia y los movimientos que hacía en vano—. No llores. Las niñas lindas como tú no se miran bien así... mejor vamos a mi departamento y ahí nos la podemos pasar mejor que en este... lugar.

La mueca de desprecio que hizo por el hogar de Mitsuya la hizo enfurecer. Recordó entonces cómo se había sentido aquella vez hacía tres años atrás, en donde se culpo vario tiempo de que había sido su culpa el haber sido golpeada, y creía que tal vez lo había provocado.

Kimi ya no era esa niña ingenua y sin saber como defenderse de esa ocasión, y sabía que no dejaría que Takeshi la volviera a tocar en su vida si no quería salir lastimado. Ya una vez había tenido que soportarlo, quedó en la enfermería del orfanato varios días a pesar de que tanto golpe no dio en ningún lado importante, y había estado siendo acechada por esa ocasión tres años, llorando en silencio y temiendo por convivir con algún hombre con miedo de que le pudiera hacer lo mismo. Su brazo libre golpeó el de él, provocando que la dejara de sujetar de las mejillas, y su pierna se elevó rápidamente dándole en la entrepierna con fuerza y haciendo que cayera al suelo.

—Maldita perra... —le escupió el chico, intentando levantarse, pero Kimi nuevamente le dio un golpe ahora en el estómago, sacándole el aire—. Carajo, hija de puta...

—Vete a decirle esas estupideces a tu pito, pendejo de mierda.

Pensó por un momento en irse corriendo de regreso para no encontrárselo, pero también recordó que no podía dejarlo en la entrada del departamento porque cualquier persona podría salir de ahí, incluyendo a Luna y Mana. Soltó un suspiro y se limpió con rapidez las lágrimas que le habían brotado, y sujetó a Takeshi de la camisa, dándole un golpe en la cabeza dejándolo inconsciente. Lo comenzó a arrastrar hacia debajo de las escaleras, pero de pronto escuchó como alguien abría la puerta.

—¿Quién está ahí? —la voz de Luna se hizo presente, y Kimi con desesperación lo único que supo hacer fue soltar a Takeshi, cayendo este contra el suelo y subiendo las pocas escaleras que había bajado.

—Luna, soy yo —hizo saber con una pequeña sonrisa, asomándose por el pasillo—. Pero... vuelvo en cinco o diez minutos como máximo, ¿sí?

Ella, aunque la miró con curiosidad y sin entender qué sucedió, asintiendo y cerrando la puerta. Kimi bajó de nuevo las escaleras, tomó a Takeshi de la camisa y comenzó a arrastrarlo hacía el primer piso. No conocía bien para allá, así que sólo siguió andando varias calles para la dirección contraria por donde iba a su casa y lo aventó en un callejón sin luminarias, por lo que no se vería fácilmente.

Siempre había odiado sentirse débil al recordar la ocasión en donde fue golpeada, con miedo y pesadillas... pero ahora, lo había logrado enfrentar. No tenía idea de sí había sido acaso tan fácil o la fuerza de sus golpes fueron sin darse cuenta, pero lo agradeció profundamente consigo misma. Un sentimiento de suficiencia se instaló en su pecho, y no pudo evitar sonreír de regreso al edificio; sabía que la marca que había dejado esa vez no se iría de la noche a la mañana, ni siquiera por haber golpeado a Takeshi y no haberse dejado intimidar, pero, era un gran paso para poder continuar. Ahora se sentía lista para poder hablar con Mitsuya de sus inseguridades, porque tal vez era lo que necesitaba para superarlo.

Subió las escaleras y cuando estuvo frente al departamento quiso reír por pequeños rastros de sangre que había en el suelo, pero por el contrario, decidió tocar de nuevo la puerta y casi al instante le abrió ahora Mana, saltando sobre ella con un fuerte abrazo.

—¡¡Te extrañamos mucho!!

No las había visto desde la ocasión en la que se quedó toda la tarde ahí, y aunque muchas veces si quiso verlas tenía tantas cosas en su vida y en su cabeza que se le había hecho imposible. Por lo que se sintió agradable saber que podría convivir con las hermanitas de Mitsuya.

—¡Yo también las extrañé! —exclamó sonriendo. Cargó a Mana en sus brazos (aunque no era tan pequeña si podía) y pasó una mano por el cabello de Luna como saludo—. ¿Están solas?

—Nuestro hermano dijo que tenía unos asuntos pendientes, no debe tardar mucho —le respondió la más grande, tomándola de la mano y llevándola a sentarse al sofá, en donde recostó a Mana en sus piernas y ella pasaba sus brazos por su cuello—. ¿Querías hablar con él?

—Y verlas también, obviamente —aseguró—. Tenía mucho sin verlas y quería tener tiempo... ya saben, con amigas.

—¡¡Pero no queremos escuchar de los besitos que le das a Taka!! ¡¡Puaj!!

Comenzó a reír por el comentario de Luna. Las niñas a su edad siempre decían que los besos eran cosas desagradables, e incluso Kimi hacía varios años atrás lo llegó a pensar. Pero ahora, se encontraba deseosa de besar a Takashi que le causaba vergüenza, por lo que sintió sus mejillas calientes sin pensarlo.

—¿O no se van besado? —Mana abrió la boca con sorpresa fingida—. ¡Nuestro hermano si que va lentísimo! ¡En las novelas ellos siempre se dan besitos!

—¡Tendré que darle otra lección a ese niño!

Sonrió. Luna y Mana eran tan lindas que Kimi solo quería protegerlas siempre y quedarse a su lado para que nada malo les pasará. La más pequeña se bajó de sus piernas y avisó que iría al baño, añadiendo que no hablaran nada sin ella, causándole mucha risa. Pero, la otra niña no pareció hacerle caso porque se sentó a su lado y le habló en susurros:

—Escuché todo lo que te dijo ese chico, Kimi —se veía asustada, y la rubia abrió ligeramente la boca con sorpresa—, p-pero, Taka siempre me dice que no abra si no sé quién es, y cuando ya no escuché nada me asusté y por eso salí... perdón por no haberte abierto antes.

El corazón de Kimi se estrujó, y mientras negaba con la cabeza le dio un pequeño abrazo a Luna, atrayéndola a ella. Los ojos de la niña de habían vuelto un poco rojos y seguro se había asustado mucho con lo que le había dicho Takeshi, tal vez por eso había dudado en abrir también. No la culpaba, porque si ella hubiera sido la que estuviera detrás de la puerta muy probablemente hubiera hecho lo mismo para no poner en peligro a Mana. En realidad no sabía qué había detrás de la puerta, y si se le hubiera ocurrido abrir tal vez las cosas hubiera sido diferentes y no para bien.

—No te pongas así, mi niña, no pasó nada —pasó su mano por el cabello de Luna—. Todo está bien y ese chico malo ya no me dirá nada... solo júrame que no le dirás nada a tu hermano, ¿sí? Y si alguien viene y saben que no es ni Takashi ni su mamá no abran. Llámame cualquier cosa.

Ella asintió, y en ese momento Mana salió del baño e inflo las mejillas fingiendo estar molesta.

—¡¡No me esperaron!!

Trató de actuar feliz por Luna, para que no se preocuparía más por ella. Takeshi no volvería a ponerle un dedo encima nunca más, y si lo hacía Kimi no se dejaría de nuevo y el que terminaría en cama sería él.

Mientras tanto, se puso a colorear con las niñas algunos dibujos que al parecer les había hecho Mitsuya para que se distrajeran, hablando y bromeando acerca de cómo les había ido en la escuela ese viernes que había sido el último día. Mana hablaba mucho ese día, y comúnmente Luna también, pero Kimi supuso que era porque se encontraba pensando en lo que había sucedido rato antes. No quería que ella se siguiera atormentando.

Posó su mano encima de la de ella, dándole un ligero apretón y brindándole una sonrisa. La niña alzó la vista y se le quedó viendo directamente a los ojos, y seguramente confió en la tranquilidad que le estaba brindando la rubia porque le sonrió también.

—Recuerda que es nuestro pequeño secreto ¿sí?

—Lo juro.

Separó su mano de la de ella, y Luna alzó su meñique esperando que Kimi hiciera lo mismo y de esa forma sellar esa pequeña promesa. Lo hizo, y al parecer tranquilizó más a la pequeña porque esbozó otra sonrisa pero más grande, y siguió coloreando.

La puerta se abrió de pronto mientras las tres se encontraban peinándose mutuamente, dejando a Kimi con una trenza mal hecha de un lado y una coleta del otro. Se giraron con preocupación (un poco más la rubia, en realidad), pero cuando vieron se que se trataba de Mitsuya fue más relajante. Cerró nuevamente con llave y no parecía haberla visto aún. Vagamente recordó lo de hace rato y se le quedó viendo a Luna, pero ella solo le sonrió y señaló su meñique discretamente.

Luego, Luna y Mana salieron a saludar a su hermano de una forma tan veloz que regresaron a su habitación antes de que pudiera decir algo. Mitsuya traía el uniforme de la Tokyo Manji, y supuso que había tenido algo con ellos y por eso no estaba en casa. No pudo evitar sentirse nerviosa por eso al ver su rostro.

—¿Estás bien? —le preguntó con preocupación, aun parada frente a la puerta cerrada de la habitación de las niñas.

—Sí, claro —no la convenció, y sin mirarla se fue hacia su habitación, cerrando la puerta.

Se quedó de pie, sola en el pequeño espacio de la cocina, la sala y el comedor. Soltó un suspiro, pasando su mano por su cara abatida. Sabía que no había hecho nada, y que la actitud de Mitsuya debía ser por algo externo que seguramente se encontraba atravesando. Ella se preocupaba por él, y aunque su propósito al ir a su casa había sido por algo diferente, se daba cuenta que no podría ser todavía.

Decidió sentarse en el sofá en silencio, mirando un álbum de fotos que había en el mueble de al lado con fotografías de Mitsuya, Luna y Mana junto con su mamá. Aun no tenía el placer de conocerla y, aunque quisiera que sucediera, le causaba mucha vergüenza porque temía no agradarle. Su cabeza comenzó a traerle pensamientos sobre la bonita familia que parecían ser los cuatro y la idea de formar parte hizo que sus mejillas se calentarán y su corazón fuera con fuerza; nunca lo hubiera pensado: el querer dar un paso inmenso.

La puerta de la habitación de Mitsuya se abrió de golpe, y a comparación de cinco minutos antes traía puesta ropa normal como la que le había visto el día que fue a su secundaria el viernes. Se sintió un poco nerviosa por sus pensamientos de un momento atrás, y se le quedó viendo mientras se encaminaba a la cocina.

—¿Quieres agua?

No se espero esa pregunta y casi se atragantaba, pero terminó diciendo que sí. Mitsuya le sirvió en un vaso y se lo entregó, sentándose a su lado y recargando su espalda en el sofá como cansancio. Le parecía extraño que él no preguntará qué hacía ahí, y a la vez le alegraba que no necesitará invitación para ir.

—¿Sucedió algo?

Mitsuya negó con la cabeza, tomándola de la mano y recargando su cabeza en su hombro. Su corazón volvió a acelerarse porque no se lo esperó, pero se sintió tan lindo que Kimi no era capaz de arruinar ese pequeño momento. Ella también recargó su cabeza y cerró los ojos, como si aquel momento fuera sagrado entre ellos y no quisiera que terminara. Aunque, en realidad así era. No quería que se separaran.

—Me preocupa todo lo que está sucediendo. Dudo mucho que Taiju respete el acuerdo de paz que hicimos y estoy nervioso...

Inconscientemente las palabras de Yuzuha se posaron en su cabeza, recordando cómo parecía querer decirle algo. Hasta a la propia Kimi le parecía extraño que Taiju aceptara así como así, por lo que lo comprendía.

—¿Te dijo algo más esa ocasión en la que fuiste? —cuestionó ella, sintiendo como el se quitaba de la posición en la que se encontraban.

—M-me preguntó por ti, ya que, según él tú también te encuentras involucrada.

Se sentó mejor en el sofá y volteó para verlo, notando como tenía el ceño fruncido y la mirada perdida en el suelo. Se veía preocupado, y ella odiaba que se sintiera de esa forma. Kimi lo último que quería en aquella ocasión era meterse en problemas, e indirectamente por eso se metió Mitsuya, lo cual no le agradaba. Y por su parte, a él tampoco le gusta haberla metido en eso.

No sabía qué responderle. Sabía que de alguna forma se encontraba involucrada, pero al solo haber sido algo "pequeño" la hacía pensar que Taiju no le había tomado importancia. Aunque, si Mitsuya decía eso, era porque lo hacía; y no le gustaba para nada. No era alguien a la que le gustara pasar desapercibida, puesto que sabía que en su secundaria por su apellido y sus hermanos llamaba la atención y eso le gustaba; por primera no quería ser el centro de atención.

—No dejaré que te toque un solo pelo, Kimi —le hizo saber con seriedad, girándose para verla y dándole una sonrisa que, aunque no le llegaba a los ojos la tranquilizaba un poco, porque confiaba en sus palabras—. Eso sería sobre mi cadáver.

Le sonrió, y se acercó a él para darle un abrazo inmenso y esconder su cabeza en su cuello, aspirando su aroma y no queriendo separarse nunca de él. No entendía cómo es que un chico lograba hacerle sentir tantas cosas en tan poco tiempo, moverle el piso y sus planes a futuro para incluirlo a pesar de ni siquiera ser novios... se sentía tan bien tener a alguien al que le preocupes todos los días. A sus quince años nunca había experimentado eso, ¿era realmente amor? A veces se lo preguntaba, pero la respuesta no le importaba. Mientras se sintiera bien a su lado ahí seguiría.

—No dejaría que me tocará de todas formas, Takashi —dejo claro, aún abrazada a él y sintiéndose arrullada ahí—. Yo también te defendería.

El recuerdo de lo que había sucedido antes de entrar al departamento volvió, y luego de haberse sentido intimidada por él no dejaría que sucediera de nuevo. Las cosas en el orfanato nunca habían sido felices, y aunque logró encontrarse a sí misma ahí cuando descubrió el mundo de la moda y el darse cuenta que dibujaba muy bien diseños como los de las revistas que veía a escondidas supo qué querría ser de grande, junto con modelar porque al ver a las chicas en las revistas le ilusionaba bastante. Y fuera de eso en realidad había sido una época muy solitaria, ya que los únicos que se le acercaban eran los chicos que decían tener sentimientos por ella, y el sólo recordar cómo había sido golpeada siempre le daba un mal sabor de boca.

Nunca lo había superado. Se había percatado cuando comenzó a darse cuenta de sus sentimientos por Mitsuya y tener miedo de iniciar algo amoroso por aquella horrible experiencia, porque, aunque tenía bien claro que él no era esa clase de persona que agredía mujeres, la inseguridad seguía ahí. Deseaba besarlo y que ambos fueran novios, para poder presumir que tenía a su lado al chico más increíble que había conocido en toda su vida del cual nunca quería alejarse, pero primero debía superar ese tipo de cosas.

Él la entendería, no tenía dudas, pero, por mientras quería seguir compartiendo ese tipo de momentos (algo extraños por el contexto) pero lindos a final de cuentas, en donde Kimi algún día llegaría al día en donde se sintiera mejor. Algún día.

—Yo creo que deberíamos dejar de hablar de ese tipo de cosas —murmuró con vergüenza separándose, pero tomándolo de las manos—. ¿Quieres que te cuente lo qué sucedió hoy?

—Sería un placer escucharte —le sonrió.

De esa forma Kimi terminó contando lo sucedido en el parque con sus hermanas, amigos e Issey con su novia Rin. Aún no superaba ese día, y sabía que nunca lo haría, porque parecía ser algo increíble de lo que estaba dispuesta a seguir recordando de viejita al estar todos los hermanos juntos tomando café y bromeando. Alguna vez escuchó en el orfanato a una niña decir que no quería ser mayor porque le saldrían arrugas y moriría, pero para ella era una de las cosas que más ansiaba; era una meta de vida poder llegar a una edad avanzada todos juntos y fallecer con toda su vida hecha. Anhelaba ser una abuela con estilo, que diera dinero a escondidas a sus nietos y regalarles cosas que desearan, tal y como ella nunca pudo recibir cuando era pequeña.

Además, sabía que a Mitsuya le interesaba lo que decía. Se notaba en sus ojos al ver sus expresiones, gestos y movimientos con las manos relatando todo con los más detalles posibles (exceptuando lo de Yuzuha) y amaba eso. Era una imagen que quería también guardar por siempre.

Luego, horas después, la noche cayó. Ni Kimi ni Mitsuya se percataron de que había oscurecido hasta que Luna y Mana llegaron corriendo emocionadas porque al parecer estaba nevando, y aunque la rubia no lo esperó, lo aceptó con gusto.

—¡¡Qué linda es la nieve!! —exclamó la chica desde la ventana del departamento que daba a la calle. Había estado tan emocionada contándole al chico sobre su día que no escuchó nada—. Lo único malo es que no traigo ropa para este clima. Moriré.

—No vas a morir porque te voy a prestar ropa y te llevaré a tu casa —respondió Mitsuya a su lado. Kimi se puso nerviosa incluso antes de tener ropa del chico que le gustaba en su poder—. ¿Ya quieres irte?

—Issey no me ha mandado mensaje... —sacó su celular de su bolsillo y efectivamente no tenía nada—. Tal vez sigue con Rin o ni siquiera se ha dado cuenta que no estoy. Menudo hermano que tengo, eh —bromeó.

—O porque tal vez sabe que estás conmigo, ¿no crees? —se veía ilusionado por la idea de que su hermano mayor no temiera con que le sucediera algo malo estando con él, y la rubia no tuvo la valentía de romper esa ilusión y decirle que en realidad Issey no tenía idea de dónde se encontraba.

—Seguro que sí.

Mitsuya le sonrió y la tomó de la mano en dirección a su habitación, poniéndola nerviosa de nuevo. Solo había estado en donde las niñas, y sentía que ese tipo de confianza era mucha para ella.

Adentro, pudo darse cuenta que en realidad era de lo más normal para un chico adolescente. Tenía varios posters de pasarelas de modas, una máquina de coser, telas, muchos lápices de dibujo y varias libretas encima de una pequeña mesita. Su cama era del color de su cabello y las paredes un beige muy lindo. Sintió un rubor en las mejillas pero trató de tranquilizarse: Mitsuya ni siquiera había dicho cualquier otra cosa y lamentablemente Kimi estaba malpensando un poco.

—Mira, por aquí tengo una chaqueta que seguro te queda...

Kimi era una chica alta para su edad, aunque más baja que Mitsuya, por lo que toda su ropa debía quedarle bien. Aún así aceptó, estando de pie, y viendo como él escogía algo en su ropa con la lengua de fuera con concentración. Era muy guapo.

—¡Esta! Pruébatela —le tendió una chaqueta verde muy linda, y la rubia la agarró, poniéndosela encima de su ropa, que consistió ese día en un pantalón roto con una blusa de tirantes roja—. Se te mira mucho mejor que a mí.

—¡No digas esas cosas!, seguro a ti se te ve mejor —lo regañó avergonzaba.

Viéndose en el espejo que tenía Mitsuya en su habitación no iba a negar que se le veía bien, además que combinaba con su ropa y eso le agradó; aunque solo fuera un rato, no quería traer algo que no quedará bien con lo demás. Él se acercó a ella y parecía que le acomodaba una manga, quedando demasiado cerca de ella.

—Siempre te miras guapísima, pero con ropa mía creo que te superaste —confesó con una sonrisa, dejándola embobada.

—Algún día debería entonces prestarte ropa mía para ver cómo te miras tú —bromeó Kimi, dándole un beso en la mejilla de pronto y alejándose rápido. No podía olvidar que se encontraban solos, ya que la puerta de su habitación la había cerrado y no quería hacer nada que no quisiera en esos momentos; tal vez estaba pensando de más, pero le avergonzaba.

Mitsuya se ruborizó.

—Creo que es buena idea también.

—Por supuesto, siempre tengo buenas ideas —se rio.

Agradeció que luego de eso se salieran de su habitación. Kimi tenía los nervios a flor de piel pensando en qué no quería quedarse a solas con Mitsuya sin saber bien por qué, aunque tenía una vaga idea. Tal vez no solo era el miedo de tener una relación sino también algo más íntimo, pero de todas formas sabía que él nunca intentaría algo que no quisiera. Debía tranquilizarse.

Soltó un suspiro al salir, comenzando a sentir más frío que rato antes a pesar de tener la chaqueta puesta y se fue a despedir de Luna y Mana. Ambas le hicieron prometer que se cuidaría al irse, sobre todo la más grande, y luego de guiñarle un ojo para no olvidar la promesa salió de la habitación de las niñas y vio a Mitsuya fuera de esta con una chaqueta también. Si hacía frío afuera, estando en motocicleta aún más debido al aire que corría, por lo que debían estar preparados.

Salieron del departamento muy abrigados, y en el momento en el que la puerta se abrió les llegó una ventisca muy fuerte acompañada de pocos copos de nieve que caían, provocando que Kimi casi cayera de trasero al suelo si no hubiera sido porque Mitsuya se encontraba detrás de ella que la tomó por los hombros.

—Soy joven y bella como para morir por nieve.

Él se rio y le tomó la mano, comenzando a caminar hacia la parte de abajo en donde se encontraba estacionada su motocicleta. La mano de Mitsuya era calientita a pesar del frío que hacía y lo único que supo hacer fue tomarla con más fuerza. Llegando a dónde la moto, se subieron con cuidado y Kimi se abrazó de la cintura del chico para no caerse. Seguía oliendo tan bien aunque lo que más inundar sus fosas nasales fuera olor a nieve y no pudo evitar sonreír.

El viaje fue tan rápido que cuando se dio cuenta ya habían llegado a casa. Tuvo suerte de que Issey no estuviera afuera sino la regañaría enfrente de Mitsuya y no quería pasar una escena de celos de hermano mayor, por lo que al bajarse miraba a cada rato hacía la puerta o las ventanas.

—Aunque no esperaba verte me gustó estar contigo, Kimi —le dijo sonriente, encima de su motocicleta—. Gracias por eso, bonita.

La sonrisa de Mitsuya era tan linda que lo único que quería era quedarse viéndola toda la noche, y en contraste con sus ojos que brillaban siempre que la veía era la escena perfecta. Kimi le devolvió el gesto y se acercó a él dándole un rápido abrazo y un beso en la mejilla.

—Hasta luego, guapo.

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