Capítulo 2. Raquel Mendoza.
La consciencia volvió a Hera y abrió los ojos en cuanto pudo, pues recordaba perfectamente cómo se había quedado dormida; bueno, más bien como la habían hecho dormir.
-Creo que hemos empezado con mal pie-Comentó una voz detrás de Hera.
El dueño de la voz anduvo sin prisa por el sótano en el que se encontraban hasta quedar frente a ella, y Hera lo reconoció como el conductor del coche.
-No eres tú el que está atado a una silla-Respondió, sarcástica.
-Dado que no has querido colaborar es una medida que hemos creído necesaria-Explicó el hombre, mostrando una piedad que quería que se notara que era falsa, burlándose de ella.
-Al grano, Mayne- Pidió otra voz detrás de la chica, y esta se sorprendió de que no escondiera su nombre.
El llamado Mayne suspiró- Le quitas lo divertido a la vida.
Hera analizaba la situación.
Les había visto la cara a ambos hombres, señal de que si no importaba que le vieran la cara era porque no saldría de allí. Además, el de ojos grises no había tenido problema en decir el nombre del otro así que eso reafirmaba lo anterior.
El lugar no contaba con luz natural, por lo que Hera había supuesto que era un sótano.
Estaba atada consistentemente, nudos profesionales, admitía Hera.
Y bien, si todo esto no era suficientemente desalentador, justo debajo de la silla en la que se encontraba atada, un charco de sangre seca descansaba en el suelo. Mirándolo a distancia Hera no le ponía más de tres días de antigüedad.
-Disculpa el desorden, se me olvidó limpiar la sangre, fallo mío-Comentó Mayne, como si hubieran quedado a tomar el té, y no tuvieran a una chica de 17 años atada en un sótano.
Hera no respondió, y observó como el hombre se cruzaba de brazos, su mirada cambiando por una mucho más astuta.
-Aunque, bueno, no te veo muy afectada por la sangre, ¿Estás acostumbrada a ella?
Hera no le retiraba la mirada al hombre, cuando se trataba de miradas ella siempre ganaba. Aunque también, esos ojos eran adictivos, Hera nunca había visto unos iguales.
-Bueno, corre ahora mismo por mis venas-Respondió la chica, sagaz, tras unos segundos.
Mayne construyó una sonrisa falsa, e iba a hablar, pero fue interrumpido.
-No te quejes, tiene tu humor de mierda-Habló la voz de antes, la que Hera supuso que pertenecía al de ojos grises.
Mayne le dirigió una mirada al de ojos grises, y luego miró a Hera, serio.
-¿Te dice algo la palabra "cacería"?-Preguntó finalmente Mayne.
Hera hizo ver que pensaba- Es una práctica común en pueblos cercanos, muchos adultos son aficionados y salen con perros especializados...
-Repetiré la pregunta, y me responderás sin mierdas-La interrumpió Mayne, y Hera estuvo segura de que a cualquiera se le habría puesto la piel de gallina- ¿Te dice algo la palabra "cacería"?
Uno... Dos... Tres... Cuatro... Cinco... Seis...Siete segundos tardó Hera en contestar.
-No.
-Pues yo creo que sí que te suena-La corrigió Mayne- ¿Puedes hacer memoria tú solita o necesitas nuestra ayuda?
-No necesito hacer memoria para saber que nunca he oído esa palabra en otro contexto-Zanjó Hera.
Mayne la observaba, cuando el teléfono del de ojos grises anunció una llamada.
-Ahora vamos-Dijo el hombre tras escuchar lo que le decía la persona que había llamado, y colgó.
-¿Cómo que ahora vamos?-Se extrañó Mayne.
-Sí-Dijo el de ojos grises con una autoridad implacable, y Hera vio como Mayne tensionaba la mandíbula.
-Vamos a hacer una cosa. Nos vamos a ir y así te dejamos hacer memoria, pero cuando volvamos nos lo contarás todo-Explicó Mayne, como si le contara el plan de un día de playa a un niño de cinco años.
Mayne se dio la vuelta y subió las escaleras del sótano.
El hombre de ojos grises, que se había mantenido todo el rato detrás de Hera, por fin estuvo a su vista, aunque solo su espalda, porque lo único que vio fue como subía las escaleras y salía de allí.
Cuando la puerta del sótano fue abierta, Hera pensó en gritar, pero también supo que era inútil, pues si hubiera modo de escapar gritando no la habrían dejado allí sin más.
El sonido de la puerta de metal cerrándose de golpe resonó entre las paredes descuidadas, y la mente de Hera comenzó a trabajar.
Todavía notaba el destornillador en su bota, y aunque no sabía qué podría hacer con un destornillador contra una soga, era lo mejor que tenía. Problema: estaba atada de pies y manos, no había modo físico de alcanzarlo.
Miró a su alrededor.
Trató de moverse con la silla, pero esta se encontraba anclada al suelo.
Solo le quedaba deshacerse de las ataduras por su cuenta, así que comenzó a mover sus manos de una manera específica, tratando de liberarse.
Cuando se encontraba en esa tarea, la puerta del sótano se abrió y alguien comenzó a bajar las escaleras.
Hera pensó que se le había acabado el tiempo y con él la única oportunidad de salir de allí, pero se llevó una sorpresa al darse cuenta de que el que había bajado no era Mayne.
Con el rostro totalmente neutro, y sin inmutarse por ver a una chica atada en un sótano, un chico con el pelo negro y ojos grises se encontraba al pie de las escaleras mirándola.
-Volveré en otro momento- Murmuró, y se giró para volver a subir los escalones.
-¡Espera!-Trató de pararlo Hera, pero no surgió efecto.
Tenía de tiempo lo que el chico tardara en subir los escalones, así que debía buscar una estrategia rápidamente.
Dos minutos después Hera atravesaba la puerta del sótano, percatándose de que era una casa.
Avanzó rápidamente por un pasillo y agradeció el llegar al salón. Finalmente llegó a la puerta principal de la casa, y cuando la abrió todavía más alivio la inundó, pues la recibió una calle que conocía, pues no vivía lejos de ella.
Cerró la puerta a sus espaldas y llegó a la cera, donde vio el coche de Mayne.
La ventanilla del conductor comenzó a bajarse y Hera se alejó del coche, aunque se quedó a escuchar lo que tenían que decirle, sabía que ya estaba a salvo.
-¿Cómo has salido?-Le preguntó Mayne, totalmente serio.
-Frey-Pronunció Hera con satisfacción.
Hera sabía que Mayne no era sencillo de leer, pero le fue fácil ver un atisbo de sorpresa en su rostro.
Mayne buscó algo en el hueco que tienen los coches junto al cambio de marchas y Hera se puso en alerta.
Finalmente, el hombre dejó ver lo que había buscado y se lo ofreció a Hera. Su móvil, pues se lo habían quitado.
-Lánzamelo-Le pidió Hera, pues no iba a acercarse a él.
Mayne se encogió de hombro y se lo lanzó. Ella lo atrapó, afortunadamente.
Hera dio unos pasos hacia atrás, no perdiendo de vista a Mayne.
-Volveremos a hablar-Le aseguró el hombre.
-Como me volváis a atar a una silla no diré ni una palabra-Aclaró Hera, y se giró, pues entendió que la dejaba marcharse.
*El día siguiente, instituto local, salida*
Lunes al mediodía, la salida del instituto se encontraba llena de alumnos deseosos de llegar a sus casas.
Como en todas partes, siempre había gente que pasaba de todo, pero en general todos hablaban de los nuevos alumnos.
-¿Son hermanos?-Preguntó Lili a Mack, Irene y Nolan.
-Cómo van a ser hermanos, si el mayor es rubio y los otros dos azabaches-Contestó Mack.
-Pues sí que lo son-La corrigió Nolan- Me he informado. Son hermanos, los de pelo negro son mellizos, y el otro es el mayor, que por cierto, ya debería haber salido de bachiller.
-¿Ha repetido?-Se interesó Lili.
-No lo sé, creo que tiene que ver con que vienen del sistema educativo de Alemania, pero me enteraré, no lo dudéis-Aseguró Nolan.
-Ya veo a medio instituto babeando-Canturreó Irene.
-Cómo para no hacerlo, ¿Los has visto?-Contestó Nolan.
*A unos metros*
-El rubio no está nada mal, lástima que los rubios no son mi tipo-Comentó Alejandra en otro grupo, a Roxy, Abril y Troy.
-No, claro, a ti te van más los dioses griegos...-Murmuró Roxy, ganándose una mirada mala de Alejandra.
-Pues sí que son el mío-Dijo Abril sin oír a el comentario de su hermana, mientras miraba al nuevo rubio salir del edificio.
-No es tan guapo-Le restó importancia Troy.
-¿Celoso, Bolton?-Se burló una voz a sus espaldas.
-Cállate, Douglass-Le respondió Troy, mientras Eros Douglas se les unía a la charla.
-¿Qué tal estáis, preciosas?-Preguntó Eros.
-Echándote de menos no-Respondió Roxy, haciendo un puchero falso.
-Tú eres la primera que me amas, Roxanne-Dijo Eros, mirándola con una sonrisa pícara.
-En tus sueños-Contestó Roxy.
-Cada noche- Eros le guiñó el ojo y Roxy soltó una carcajada.
*También a la salida*
-¿Me has traído las cerillas?-Inquirió Hera, nada más ver al azabache acercarse a ella.
-Primero que nada, buenos días-Se burló el chico, dándole las cerillas.
-Gracias-Dijo Hera guardando la caja en su mochila, mientras el chico se encendía un cigarro.
El barullo de alumnos saliendo del edificio era el usual, solo que ahora en boca de todos se encontraban los nuevos alumnos.
-¿Cómo has estado?-Preguntó Hera, pues el chico llevaba un tiempo fuera del pueblo y acababa de volver.
-Bien- Se encogió de hombros- Me conoces.
-¿Has visto ya a Leigh?
-¡Rhett!- El llamado al chico interrumpió la respuesta a la pregunta.
Una chica de pelo negro y ojos grises, que resultaron familiares a Hera, se acercaba hacia ellos con una hermosa sonrisa. Era la melliza nueva.
Cuando llegó abrazó a Rhett, sorprendiendo a Hera, aunque nadie lo notó.
-¿Nos presentas?-Le pidió la chica a Rhett cuando se separaron, mirando con esa sonrisa a Hera.
-Kaia, Hera. Hera, Kaia-Simplificó Rhett, señalándolas al decir sus nombres, para después darle otra calada a su cigarrillo.
-¡Encantada! Me gusta mucho tu nombre, Hera- Saludó Kaia, sin perder la sonrisa.
-Igualmente-Contestó Hera, componiendo una pequeña sonrisa, pues no quería ser descortés.
-Oh, él es Frey, mi mellizo-Explicó Kaia, al ver como su hermano se colocaba tras ella, observando a Hera, serio.
-Hola, Frey-Lo saludó Hera, lentamente.
El ojigrís hizo un asentimiento con la cabeza y miró a Rhett.
-Me alegro de verte-Le dijo Frey a Rhett, aunque su cara no lo demostraba.
-Y yo a vosotros-Contestó Rhett, él sí con una pequeña sonrisa.
-Hera,-La llamó Kaia- me has parecido muy maja, y no conozco a nadie aquí... ¿Te apetece que quedemos a tomar algo esta tarde?
-Claro, así te puedo explicar un poco como van las cosas aquí-Le respondió Hera, totalmente sonriente, dejando caer una risa.
-¡Muchísimas gracias!-La imitó Kaia- ¿A las cinco en la plaza principal?
-¡Perfecto!-Respondió Hera, su sonrisa iluminando todo- Luego nos vemos, Kaia.
Hera se acercó a darle un abrazo a Kaia y se despidió de los chicos con un gesto.
Rhett se desestabilizó brevemente al ser empujado.
-¡Joder, pero no taponéis la maldita salida!-Gritó la chica que se había chocado con él, todavía sin mirarle.
-Fíjate que a nadie le hemos molestado, eres la primera en chocar conmigo, quizá el problema lo tienes tú-Le contestó Rhett, girándose hacia ella, imponente.
La chica, Evelyn, lo miró entonces.
Cualquiera se habría, aunque fuera, sorprendido al encontrarse a Rhett así de repente tan cerca suyo, pues era una persona que gritaba "peligro"; pero no Evelyn. Ella simplemente lo observó con su mirada. Esa que componía como si tratara de contener las ganas de matar a alguien con sus propias manos.
-Por gente como tú el champú lleva instrucciones.
Tras esas palabras de Evelyn, esta se dio la vuelta y continuó su camino fuera del recinto del instituto.
Rhett y Kaia (Frey miraba a la nada como solía hacer) la siguieron con la vista mientras se iba.
-Ella sí que me cae bien-Admitió Kaia.
-Ya nos veremos-Se despidió Rhett, ignorándola.
*A la salida del instituto, pero ya fuera, en la calle*
Adara se acababa de despedir de sus amigas y ya andaba camino a casa, cuando algo la hizo pararse.
-Señorita Adara, sus padres han ordenado que viniera a recogerla-Explicaba un guardaespaldas que salió de un coche negro con los cristales tintados, que Adara ya conocía por haber acompañado a la familia en ocasiones.
-Pero, ¿Por qué?-Preguntó, confundida.
-Su amiga, la señorita Mendoza, se ha suicidado. Siento su perdida-Se disculpó el guardaespaldas bajando la cabeza.
Los ojos de Adara parecían que podían ver el aire, pues ahí miraban.
El guardaespaldas, al no ver reacción por parte de la joven, la agarró de los hombros cuidadosamente y la metió en la parte trasera del coche, para luego llevarla hasta su mansión.
*Casa de los Cox*
La puerta de la entrada se cerró con fuerza.
-¿Ya has llegado, cariño?-Preguntó la madre, desde la cocina.
-NO, MAMÁ, NO HE LLEGADO-Contestó Evelyn desde el recibidor, gritando para que su madre la escuchara.
-¡Qué humor!-Murmuró Nolan torciendo la cabeza, pues justo pasaba por allí viniendo de su habitación hacia la cocina.
Evelyn miró mal la espalda de su hermano, pues es lo único que veía de él, y la intensidad de la mirada fue tal que Nolan se llevó una mano a la nuca.
-¡La comida está lista!-Anunció la mujer.
Ambos hermanos llegaron a la cocina y se sentaron en la mesa mientras su madre les servía la comida.
-Vamos, mamá, suéltalo-Se cansó Evelyn- Has hecho la última reserva de croquetas de la abuela, mi comida favorita, algo tienes que decirme que no me va a gustar. Pero tranquila, hoy ya ha sido un día de mierda, así que no lo puedes estropear mucho.
La madre de Evelyn suspiró y se sentó en su sitio.
-Cariño...-Empezó su madre, sin saber cómo continuar.
-De golpe, mamá, es mejor rápido, como una tirita-La animó Evelyn.
-Es Raquel, se ha suicidado-Finalizó la mujer, mirando con pena a su hija, esperando cualquier reacción.
-¿Raquel?-Preguntó Evelyn, le resultaba difícil de creer- ¿Mendoza?
-Sí-Confirmó su madre, y le cogió la mano encima de la mesa- Cariño, sé que ella era buena contigo...
-No, mamá, estoy bien-La cortó Evelyn, soltando su mano para coger los cubiertos.
-Evelyn, es normal estar triste, era tu amiga... creo-Intentó ayudar Nolan, tratando de mostrarse comprensivo.
-Empezad a comer, se van a quedar frías-Pidió Evelyn, comenzando con su plato.
-Qué aproveche-Deseó la madre, no convencida y apenada, mientras también se ponía a comer.
Aunque Evelyn comenzó a comer, su hermano esperó a su madre, pues algo cabe explicar.
En ese pueblo, aunque en esta generación empezaba a haber gente que no, casi todas las personas eran creyentes de una religión autóctona.
Su dios, el altísimo como ellos lo llamaban, era por quién bendecía la mesa en esos instantes la madre. Nolan, aunque tampoco creía, respetaba las oraciones de su madre, al contrario de Evelyn, que desde bastante pequeña dejó claro que solo creería en lo que viera, y que como ella nunca había visto al altísimo, no creería en él.
*Casa de Irene*
-¿Cómo?-La voz de Irene decayó totalmente, pasando a ser un susurro.
-¿La conocías?-Le preguntó su padre, sentados en la mesa para comer.
-No mucho, pero... era una gran chica- Sus ojos se llenaron de lágrimas- De las únicas personas que me devolvían la sonrisa por los pasillos.
-Lo peor siempre les pasa a las mejores personas-Se resignó Cole, el hermano de Irene, recordando a su querido amigo.
-Lo sentimos mucho, hija-Dijo su madre, dejando el ambiente de la mesa bastante lúgubre- ¿Quieres que le dediquemos las oraciones de hoy?
-Sí, por favor. ¿Podré ir al entierro?-Preguntó, consternada.
-Si tu hermano te acompaña-Condicionó el padre.
-No pienso pisar un cementerio-Zanjó Cole, y los demás lo respetaron, todavía era reciente para él.
-Yo te acompañaré-Se ofreció la madre.
Irene agradeció con la mirada y comenzaron a bendecir la mesa, como buenos devotos que eran.
*Casa de los Fox*
El silencio reinaba en la mesa como de costumbre, solo el ruido de los cubiertos llenaba intermitentemente la nada.
Como en cada comida, cuando la madre terminaba de comer el postre, encendía la radio, como siempre, en la misma cadena local.
Hera también había terminado, e iba a levantarse cuando escuchó algo.
-Por favor, dediquemos nuestras oraciones del mediodía a nuestra querida Raquel Medoza, que asistía a todas las misas como buena creyente, siendo un miembro de suma importancia de las iluminadas. Lamentablemente, el mal hizo mella en ella, pues se dice que dudó en su fe, siendo corroída por el diablo, llevándola a suicidarse.
Los cubiertos ya no hacían ruido en esa mesa, solo lo que decían en la radio se escuchaba.
Hera, que estaba mirando la radio, dirigió la mirada a su hermano.
Este se la devolvió.
Negro con negro chocando.
Damián se levantó dejando su plato encima de la mesa sin recoger y subió a su habitación, seguido por los ojos de su hermana.
-Me parece ridículo que culpen al diablo, deberían culpar a su religión de mierda por ser tan arcaica y opresora.
Las palabras de Hera resonaron en la habitación, mientras se levantaba y apilaba el plato de su hermano sobre el suyo.
-Hera...-Susurró su madre como reprendiéndola, sin mirarla.
-¿Qué? ¿Me lo vas a negar?-Le preguntó, dura, clavando su mirada en ella.
La mujer se limitó a negar, cabizbaja.
Hera llevó su plato y el de su hermano al fregadero, y volvió a acercarse a su madre.
-En este condenado pueblo, aunque te cueste creerlo, lo de menos son los cazadores, mamá-Dijo, mientras le acariciaba la cabeza. Su mirada fija en la pared de enfrente- Que el cementerio crezca cada año es lo que menos debería preocuparte.
Le dio un beso en la cabeza e imitó la acción de su hermano subiendo las escaleras.
*Casa de los Garza*
-Desapareció hace tres días, pero hoy se ha confirmado su defunción. Raquel Mendoza ha sido encontrada, muerta a causa de suicidio-Explicaba el comisario del pueblo, también padre de Abrily Roxy-El funeral será mañana a las siete de la tarde-Aclaró, su mirada concentrada en cortar su comida- Iremos juntos, como la familia perfecta que somos, todos vestidos de negro y con flores.
Silencio en la mesa.
-¿Ha quedado claro?-Preguntó el hombre, su voz imponente haciendo pegar un pequeño salto a Abril.
-Sí, padre-Respondió Roxy por su hermana y madre.
*Mansión Hidalgo*
Todos se encontraban sentados en la mesa.
Todos menos Adara.
-¿Dónde está Adara?-Preguntó la madre, severa.
-Está en su habitación...-Contestó Ares, algo incómodo por cómo había oído a su hermana desde el pasillo- llorando.
-¿Se puede saber por qué no ha bajado todavía?-Insistió la mujer.
-¿No acabas de oír que está llorando?-Preguntó Apolo, molesto por la actitud de su madre.
-Puede llorar más tarde, ahora es el momento de comer-Zanjó su madre.
-Hoy comemos sin ella-Zanjó, definitivamente, el padre, comenzando a cortar su caro filete- Ha sufrido una gran pérdida para ella.
-Ah, ¿Es por la vecina esa?-Preguntó, indignada.
-Era su amiga desde muy pequeñas-Explicó el padre.
-Como Hidalgo, Adara debe saber mantener la compostura en cualquier situación, además, si realmente lo fueran no se habría suicidado-Contestó, mordaz.
-Ah... Entonces... la culpa es mía.
Todos dirigieron su vista a Adara, que acababa de entrar al comedor. Sus ojos rojos y su rostro hinchado de llorar.
-No digo que la culpa sea tuya-Explicó la mujer- Simplemente, que una persona que tiene amigos no se suicida, es muy simple. De todas formas, ese no es el punto. La cuestión es que esto no se vuelva a ocurrir, tienes que mantener la compostura...
-¡ME IMPORTA UNA MIERDA MI COMPOSTURA!-Gritó Adara, interrumpiendo a su madre- ¿¡NO ENTIENDES LO QUE ES EL DOLOR!? ¿¡NO ENTIENDES QUE ME DUELE Y QUE LO ÚNICO QUE QUIERO ES HUNDIRME EN MI CAMA LLORANDO HASTA QUEDARME SIN LÁGRIMAS!?
-Hija, no seas dramática...-Dijo su madre, sin siquiera mirarla.
-Tienes un puto problema, y estoy harta de ignorarlo- Finalizó Adara, dándose la vuelta.
-¿Estamos comiendo en familia, a dónde vas?-Exigió saber su madre, como si que se marchara fuera lo que la molestara.
-No-Negó Adara, parándose de golpe y volviendo a mirar a su madre- Tú eres incapaz de tener una familia.
Adara volvió a darse la vuelta y salió de allí.
-¡ADARA HIDALGO COMO NO VUELVAS EN ESTE INSTANTE ESTARÁS EN PROBLEMAS!
Adara ignoró los gritos de su madre y se dirigió a la salida de la mansión.
Abrió la puerta y casi chocó con alguien.
-Hey, ¿Estás bien?-Le preguntó Jack al verla bien. Se encontraba allí pues iba a visitar a los chicos.
-Necesito pedirte un favor-Dijo Adara secándose unas lágrimas.
-Lo que sea-Aseguró Jack, preocupado.
La chica lo agarró de la mano y lo arrastró fuera del recinto de la casa.
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