i. Too Soon, Too Fast.
CAPÍTULO I: TOO SOON, TOO FAST.
PARA UNA CHICA QUE NUNCA HABÍA SIDO TOCADA POR LA DESGRACIA, Paris Callaway descubre las consecuencias de ello de la peor forma posible. Los reporteros, ansioso por el poder de una buena exclusiva, no le permitían el paso a la chica de quince años, quien era acompañada por su madrina, la mejor amiga de su madre. Miles de preguntas resuenan a lo lejos, pero Paris no las escucha con atención, deseando que este día termine lo antes posible. Su cabello rubio antes brillante, se encontraba atado en una coleta y unos jeans, botas y un abrigo hacían el deber de ser una capa protectora entre ella y todos los que estaban allí. Cuando lograron llegar al vestíbulo del edificio, la chica miro a su alrededor por un momento, para luego bajar su mirada al suelo, de nuevo.
Siente como delicadamente una mano la arrastra para continuar su recorrido hasta llegar a un salón con suficiente espacio para las personas que estarían allí. Además de Paris y Julia, algunos de la junta directiva de la compañía de su madre se encontraban en el lugar. Aurora Callaway había sido la fundadora, propietaria y directora de una exitosa marca de ropa con pasarelas en todo el mundo y por ende, con mucho poder. Pudo reconocer uno que otro rostro, pero no se veían muy amigables, ni dolidos por la perdida.
Los resultados de su mala alimentación y de sus largas horas en la cama se ven reflejados cuando se marea un poco y debe detenerse a tomar algo de aire hasta que el malestar pase. Julia la mira preocupada, pero se dedica a frotarle la espalda y a decirle que podrá sentarse en unos minutos. Paris prefiere ignorar los suaves regaños que le da Julia recordándole todas las veces que le recordó comer al menos, tres veces al día , y no dormir más de nueve horas, pero el peso que siente desde su corazón hasta todos los extremos de su cuerpo desde esa noche parece calmarse un poco cuando duerme la mayoría del día.
La rubia toma asiento en la primera fila de sillas y espera pacientemente mientras el lugar se va llenando. Cuando todos los lugares son ocupados, un hombre de mediana estatura y con algunas canas en su cabello entra con una carpeta en su mano y toma asiento en la silla tras el escritorio de madera.
—Buenas tardes a todos, mi nombre es Andrew Ross y antes de comenzar me gustaría expresar mi más sentido pésame a ustedes, familiares y amigos de la señora Aurora Marie Callaway. —algunas personas asienten, bajando su mirada al suelo por unos segundos. Paris no mueve sus ojos del suelo. El hombre saca los documentos del sobre y los repasa primero antes de hablar. — En primera instancia, se aclarara los asuntos relacionados con 'Callaway' y las acciones que se tomaran por la ausencia de la fundadora y presidenta.
Paris decide desconectar su audición y jugar con los dijes de su brazalete plateado. No muestra ningún interés en saber algo sobre la empresa de su madre, hasta que el señor Ross menciona su nombre. — 'Callaway' será manejada por Paris cuando complete sus estudios universitarios, eso se decidió desde que fue creada. —La chica mira a su madrina, quien tiene una expresión seria en su rostro, pero cuando nota que Paris la observa, le da una pequeña sonrisa. —Mientras tanto la junta debe nombrar un nuevo director o directora.
Luego de hablar del dinero de la compañía, los demás asistentes se retiran para que Paris pueda saber que será de ella.
El señor Ross se aclara la garganta antes de leer. —En cuestión de mi hija Paris Kathleen Callaway, si mi muerte se da antes de su mayoría de edad, la custodia debe ser entregada a su padre biológico, el señor Noah Stilinski, ubicado en el pueblo de Beacon Hills, California.
Tanto Julia como Paris parecen sorprendidas, ambas había planeado que Julia adoptara legalmente a Paris, pero al parecer ello no sería tan fácil. —Disculpe, señor Ross. — dice Julia, tomando la mano de Paris. —Paris nunca conoció a su padre biológico. No podemos enviar a mi ahijada con alguien desconocido, ni siquiera yo sé quién es.
El hombre parece verse en un apuro al escuchar el comentario de la mujer. —Lo siento, señora. Se debe realizar el procedimiento de custodia exactamente como lo quiso la voluntad de la fallecida, e incluso si así no fuera, el familiar genéticamente más cercano debe hacerse cargo de la menor. En este caso, es su padre. —responde amablemente. — Además, hemos llamado para informarle sobre la situación y ha aceptado hacerse cargo de Paris.
Después de aclararlo, el señor Ross procede a contarle a Paris que todas las propiedades de su madre automáticamente pasaron a ser suyas y que todo lo que le será heredado, se liberara cuando cumpla 18 años. Ella piensa en que cualquier persona estaría emocionada de recibir tanto dinero, una cantidad tan grande que ella no tendría que trabajar alguna vez en su vida, pero en lo único en que puede pensar Paris es que ese dinero no se lo merece, ese dinero está manchado con la sangre de su madre.
Cuando la reunión termina, todo el recorrido a su departamento (ya no se siente como un hogar, así que no lo nombraría de tal modo) tiene un nudo formándose en su estómago, esta aterrada. No quiere vivir en un pueblo, no quiere conocer a su misterioso padre biológico y no quiere asistir a otra escuela. Julia habla por teléfono con alguien del personal de su madre, para que comiencen a organizar las maletas de Paris y todo lo que ella pueda necesitar para comenzar su nueva vida; continua sus parloteos con alguien que no puede identificar y luego con el director de su escuela para que realice la transferencia de Paris a la Preparatoria Beacon Hills, ella logra escuchar un poco a su director diciendo que lamenta por lo que estaba pasando con ella y que era una lástima que una estudiante tan buena se fuera permanentemente de St. Marianne.
(Paris sabe que ese hombre piensa en la falta que le hará las donaciones que le hacia su madre a esa escuela.)
Mientras su madrina consigue su cena, ella se queda en el auto, mirando por la ventana sin observar cosa alguna en realidad, y comienza a sentirse amargada. Ese hombre no tenía idea alguna de cómo se sentía estar en esta situación, nadie lo hacía. Todas las miradas y los 'lo siento' de personas que no la conocían o que solo se le acercaban por conveniencia le hervía la sangre. No sabía cómo, pero Paris siempre había tenido la habilidad para saber quien de verdad sentía algo genuino y quién no.
Su corazón siente rabia cuando recuerda también a sus amigas, aquellas chicas tan vacías emocionalmente habían minimizado su dolor, creyendo que con comida cara y una manicura volvería a ser la misma chica alegre que quería ir a todas las fiestas y atraer todas las miradas. Pero la chispa de superficialidad de Paris casi se ha extinguido y, la verdad, no cree que consiga volver a su burbuja rosa.
La siguiente media hora se basa en Paris comiendo unos pocos bocados de su cena y en terminar en su cama, intentando dormir otra vez.
Tal vez para siempre.
Su tranquilidad se ve interrumpida por unos golpes en su puerta. —Paris. —la llama su madrina, mientras se sienta en los pies de su cama. La rubia solo hace un sonido para que sepa que la escucha. — Los empleados acomodaron tus maletas con toda tu ropa, pero pensé que tal vez quisieras llevarte unas cosas de tu cuarto para tenerlas contigo. — las suaves pero delgadas manos de la mujer corren algunos mechones rubios del rostro de su ahijada. —Debo llevarte a Beacon Hills mañana temprano, así que debes hacerlo ahora.
Paris se toma su tiempo para sentarse y pasar las manos por su cabello que había soltado en el auto, haciendo una cola de caballo desordenada.
Sonríe levemente. — Lo haré, madrina.
La mujer de cabello oscuro y rostro cansado asiente, levantándose y acomodando su vestido.
—Gracias por todo.
Julia siente como sus ojos se humedecen un poco, pero intenta controlarse. —No es nada, linda.
Paris comienza a poner en la caja mediana de cartón algunas fotografías y algunos suvenires de los viajes que había hecho junto a su mamá. Su favorita era aquella bola de nieve que contenía en su interior el Arco del Triunfo, cuando su madre se lo dio le relató porque había escogido su nombre y lo mucho que significaba para ella.
Los recuerdos le juegan una mala pasada a Paris, llenándole los ojos de lágrimas y provocando que pequeños sollozos salieran de sus labios mientras abrazaba la esfera, tal vez intentando que su dolor se fuera.
La extrañaba tanto.
Luego de que la mujer del otro lado de la línea colgara el teléfono, Noah Stilinski se siente abrumado. La noticia de Aurora provoca que los recuerdos vuelvan a su mente, el día que la conoció, sus pequeñas citas como amigos, cuando le dijo que estaba embarazada...
Había cometido equivocaciones, una de ellas fue haber engañado a su mujer con Aurora. Pero de ese desliz, Aurora había traído al mundo a una bonita bebé de cabello rubio. A pesar de que Noah había insistido en que se haría cargo de sus dos hijos por igual, la madre de Paris le había dicho que lo mejor era que él se quedara con su familia y que ella se encargaría de Paris por su cuenta.
Aurora se convertía en una importante figura en el mundo de la moda y en una madre soltera ejemplar, Noah se encargaba de su humilde familia en Beacon Hills, sin que Stiles y Paris se conocieran, puesto que era lo mejor para todos.
Pero con aquella llamada informándole que la custodia de Paris sería dada a él, todo el dolor que sentía comenzó a convertirse en preocupación. No conocía a Paris en absoluto, solo había logrado obtener algunas fotografías que Aurora le mandaba cada cumpleaños para que viera a su hija crecer, pero la personalidad de Paris era un completo enigma para el.
Ni siquiera sabía si lograría llevarse bien con su hijo.
Su día no mejoraba en lo absoluto, no cuando un jovencito de 15 años se presenta en la comisaría como Derek Hale. El sheriff observa una y otra vez la fotografía de la computadora y el rostro de la persona que tenía enfrente. Esto ya era demasiado.
De un momento a otro, sus dos adolescentes predilectos aparecen en la comisaría.
El sheriff les hace una señal y los tres avanzan a su oficina. —Quiero que sean honestos conmigo. Totalmente honestos. —toma una respiración, algo cansado. — ¿Has estado viajando en el tiempo?
—Espera, ¿qué? — dice Stiles, confundido.
—Porque si lo de viajar en el tiempo es real, me voy, terminé. Me llevarán a Eichen House.
—Lo encontramos así. — le contesta Scott.
— ¿Dónde? ¿Nadando en la fuente de la juventud?
—No. Lo encontramos en una tumba de acónito en un templo azteca en México debajo de una iglesia en medio de un pueblo destruido por un terremoto.
Scott cierra sus ojos, sabiendo que Stiles lo había arruinado.
Stiles notó que era demasiado tarde para organizar una mentira cuando observa la mirada de su padre. — ¡Me dijiste que estabas de campamento!
—Sí, lo estábamos. — Dice Stiles intentando sonar relajado.— En México.
El sheriff le hace una señal amenazante a su hijo.
—Derek es más joven. No recuerda nada. —interviene Scott antes de que el padre de Stiles estallara.
—Debemos hablar con él.
—Sí, bueno, hasta ahora no habla con nadie.
—Hablará conmigo.
Ambos chicos hacen el amago de salir, pero el sheriff toma el brazo de su hijo. —Debo decirte algo, es importante.
Stiles pudo notar la mirada de preocupación en su papá, así que le hace una señal a Scott para que aguarde un momento— ¿Qué sucede, papá?
— ¿Recuerdas cuando eras niño y te comenté sobre tu media hermana...?
Stiles asiente. — ¿Qué pasa con ella?
—Su madre falleció. —Stiles se muestra un poco sorprendido. —Y cómo Aurora no tenía ni tiene algún otro familiar, Paris debe vivir con nosotros ahora. Tengo su custodia.
El pálido chico siente un revoltijo de emociones pasar por su pecho. Cuando era niño y su padre le había hablado sobre Paris, creyó que ella y su madre habían sido la razón por la que su mamá se había enfermado, decidiendo que nunca quería verla ni estar con ella jamás. Ahora que era un hombre, no sabía que sentir hacía su media hermana, pero no iba a negarse a darle una oportunidad mucho menos cuando él también entendía cómo se sentía perder a alguien tan importante.
Stiles le da una sonrisa comprensiva, asintiendo. —Está bien, papá. Somos su familia también.
El sheriff abraza a su hijo, sintiéndose orgulloso. —Lo seremos, vamos a intentarlo.
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