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┊ epílogo ❱ ✿

Ha pasado un tiempo desde que ambos terminaron. Era difícil seguir así, ya que aunque Torū parecía estar bien, Satoru no. Tenía que soportar que ahora todos le dijeran que efectivamente, tuvieron razón al decirle que Torū no lo tomaba en serio, que ellos tenían razón y siempre la tuvieron.

Al final sí lo había avergonzado.

«Te lo dije. Torū nunca te tomó en serio», «Era obvio que iba a terminar así», «Solo jugaba contigo», «Él merece algo mejor»…

Las palabras lo perseguían como un eco constante. Al principio, intentó ignorarlas. Trató de convencerse de que lo que tuvo con Torū había sido real, que hubo momentos en los que verdaderamente lo amó. Pero conforme los meses pasaron y vio cómo Torū parecía seguir adelante sin problemas, su fe en todo eso comenzó a desmoronarse.

Torū seguía siendo el chico popular, el capitán del equipo de voleibol, el centro de todas las miradas. Se le veía reír con sus amigos, entrenar como si nada hubiera pasado, vivir su vida como si lo de ellos nunca hubiera sido importante.

Mientras tanto, Satoru tenía que cargar con la humillación de haber sido el único que realmente creyó en su relación.

Era difícil. Muy difícil.

Sin embargo, el último año de preparatoria estaba por terminar, y con él, la última oportunidad de Torū de llevar a su equipo a la competencia nacional. El partido con el Karasuno era el más preocupante para el Aoba Jōsai porque ambos equipos lucharon hasta el final, pero al final, Torū y su equipo fueron eliminados.

Todo su esfuerzo, todos esos años de entrenamiento, todas las veces que se quedó hasta tarde practicando… todo se esfumó en un solo partido.

El gimnasio se sentía más silencioso de lo normal.

Sus compañeros intentaban animarlo, pero Torū apenas los escuchaba. Estaba frustrado. Se sentía impotente. Sabía que debía aceptar la derrota con la cabeza en alto, pero lo único que podía pensar era en que había fallado.

No solo en el voleibol.

Falló en todo. Falló en su última oportunidad de llegar a nacionales, con Satoru y con él mismo.

Cuando se dio cuenta de que no podía soportar estar ahí más tiempo, tomó su mochila y salió del gimnasio sin decir una palabra. Pero su cuerpo se movía por inercia. Ni siquiera sabía a dónde iba, solo dejó que sus pies lo llevaran hasta el único lugar donde alguna vez encontró consuelo.

La casa de Satoru.

Y cuando él abrió la puerta y vio a Torū parado ahí, su corazón se detuvo por un segundo. Tenía el cabello revuelto, los ojos apagados y la mandíbula tensa. Para su pesar, no tenía que preguntarle qué hacía ahí porque lo sabía perfectamente..

—Perdimos —murmuró él, con la voz ronca.

Satoru tragó saliva.

Había tantas cosas que quería decirle. Quería preguntarle por qué había venido, por qué, después de tantos meses de silencio, tenía el descaro de aparecer en su puerta buscando consuelo. Pero, al mismo tiempo… verlo así, derrotado, con la mirada rota, le removió algo en el pecho.

Torū no era alguien que mostrara debilidad tan fácilmente.

Suspiró y, sin decir nada, se hizo a un lado para dejarlo entrar. Torū pasó y se dejó caer en el sofá, apoyando los codos en las rodillas y frotándose el rostro con las manos. Y Satoru se quedó de pie, sin saber qué hacer.

—¿Por qué viniste aquí, Torū? —preguntó finalmente. Él tardó en responder, y cuando lo hizo, su voz fue apenas un susurro.

—No lo sé.

Cerró los ojos un instante. Se cruzó de brazos y respiró hondo.

—¿Quieres que te diga que todo estará bien? —Torū no contestó y él continuó—: Porque no lo haré. No voy a mentirte. No voy a decirte que esto no importa, que tendrás otra oportunidad. Porque sé que para ti esto lo era todo —al decir esto, Torū levantó la vista y lo miró con algo parecido a la sorpresa. Satoru suspiró y se sentó a su lado, sin mirarlo.

» Pero al menos, por esta noche… puedes estar aquí.

Torū sintió un nudo en la garganta. Tal vez no merecía ese pequeño acto de compasión. Tal vez nunca lo mereció. Pero en ese momento, se aferró a él como si fuera lo único que le quedaba.

Pocos minutos después, se dirigieron al destino de esa noche. La habitación estaba en penumbras, con la única luz proveniente de la lámpara del pasillo que se filtraba por la puerta entreabierta. Ambos yacían en la cama, uno frente al otro, compartiendo el mismo espacio, la misma calidez, pero con un abismo entre ellos.

No hablaron mucho. No había necesidad.

Torū solo había murmurado un "gracias" antes de cerrar los ojos, y Satoru, sin darse cuenta cómo, terminó abrazándolo. Fue un abrazo silencioso, uno que no prometía nada ni buscaba redimir errores pasados. Solo eran dos personas compartiendo un momento en el que el dolor de la derrota y la confusión del pasado quedaban suspendidos por unas horas.

Como siempre, Satoru sintió cuando Torū se relajó en sus brazos, cuando su respiración se volvió más tranquila. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero por esta noche, decidió que podía permitírselo.

El aroma del café recién hecho llenaba la cocina cuando Torū despertó. Por un momento, se sintió desorientado. No estaba en su habitación: el colchón, las sábanas, el ambiente… todo era diferente.

Entonces recordó: El partido, la derrota, la forma en que, sin pensarlo demasiado, había terminado en casa de Satoru.

Giró la cabeza y vio la puerta entreabierta. Se levantó, estirándose un poco antes de seguir el aroma del desayuno hasta la cocina. Satoru estaba de espaldas, sirviendo café en dos tazas. Entonces se apoyó en el marco de la puerta, observándolo en silencio y, por un momento, se permitió imaginar otra realidad.

Una en la que nunca lo lastimó, en la que Satoru nunca tuvo que dudar de su amor… Una en la que eso (despertar juntos, compartir la mañana) era parte de su rutina, no un instante robado del pasado.

Satoru se giró y lo vio.

—Buenos días —dijo, con una pequeña sonrisa.

Torū correspondió el saludo con un asentimiento.

Se sentaron a desayunar juntos. Hablaron poco. Comentaron cosas sin importancia, como si fueran dos amigos compartiendo una mañana cualquiera. Pero ambos sabían que no lo eran. Y sabían que se acercaba la hora de la verdad.

Cuando terminaron, Satoru suspiró y dejó su taza a un lado.

—Torū… —El tono en su voz hizo que el mencionado sintiera un nudo en el estómago. Sabía lo que venía—. No vamos a volver —dijo con suavidad.

Apretó los labios, aunque no dijo nada, porque ¿qué podía decir? Intentó convencerse de que ya lo sabía. Que desde el momento en que apareció en su puerta, había sido consciente de que esto no cambiaría nada. Pero una pequeña parte de él había querido aferrarse a la idea de que tal vez, solo tal vez, había una segunda oportunidad.

Satoru lo miró con ternura.

—No quiero que pienses que no significaste nada para mí —continuó—. Porque sí lo hiciste. Pero también sé lo que merezco, y sé que no quiero volver a vivir con miedo o inseguridad.

Torū desvió la mirada, con el pecho ardiendo de arrepentimiento.

—Lo entiendo —murmuró. Ante sus palabras, Satoru sonrió, aunque había un atisbo de tristeza en sus ojos.

—Pero quiero que sepas algo —Torū levantó la vista, expectante—. Vas a llegar lejos.

Al instante frunció el ceño, extrañado.

—¿Qué?

—Eres un jugador increíble, Torū —dijo con convicción—. No importa si esta vez no lo lograste, sé que lo harás en el futuro. Vas a estar en equipos más grandes, en competencias más importantes. Y cuando eso pase, quiero que te recuerdes a ti mismo que eres más que una derrota.

Entonces Torū sintió que algo en su interior se quebraba: Satoru todavía creía en él. Incluso después de todo, después de cómo lo lastimó, después de cómo lo decepcionó… todavía creía en él.

Se pasó una mano por el cabello y dejó escapar un suspiro pesado.

—No sé qué decir.

Se encogió de hombros.

—No tienes que decir nada. Solo prométeme algo —la voz de Satoru fue firme y no titubeó ante su mirada—. Cuando estés ahí afuera, cuando logres todo lo que estoy seguro de que vas a lograr… prométeme que no dejarás que el miedo te controle nunca más.

Torū sostuvo su mirada, sintiendo un peso en su pecho y asintió lentamente.

—Lo prometo.

Entonces, Satoru sonrió, satisfecho. Sin embargo, tras eso, cocina quedó en silencio después de que Torū hizo su promesa. Ambos sabían que no había nada más que decir, pero también sabían que aún faltaba lo más difícil.

La despedida.

Después de prometerle aquello, no podía fallarle. Torū miró su taza vacía, como si intentara encontrar las palabras en el fondo de ella. Finalmente, suspiró y levantó la mirada hacia Satoru.

—Hay algo más que debo decirte —ante eso, él inclinó la cabeza en señal de que continuara y Torū tomó aire—. Me voy a Argentina.

El tiempo pareció detenerse por un instante.

—¿Argentina? —repitió Satoru, sorprendido. Él asintió.

—¿Recuerdas a José Blanco? Mi más grande inspiración. Bueno, él estuvo en Japón hace poco y pensé en buscarlo porque quiero entrenar a su lado, pero… Ha regresado a Argentina, por lo que he decidido seguirlo. Ya me he contactado con el equipo donde se encuentra y… me aceptaron.

Satoru sintió un nudo en el estómago. Sabía que él llegaría lejos, pero no imaginó que sería tan pronto. Aunque tampoco se engañó a sí mismo porque sabía lo que significaba… No volverían a verse. No habría una última conversación en la escuela, ni despedidas dramáticas antes de la graduación. Ese momento, en la mesa de su cocina, era el final. Entonces tragó saliva y sonrió con suavidad.

—Sabía que llegarías lejos.

Torū le sostuvo la mirada, como si intentara grabarse cada detalle de él en la memoria.

—Quería decírtelo porque… porque sé que después de hoy no habrá otra oportunidad.

No dudó en asentir, consciente de aquello..

—Tienes razón.

Se quedaron en silencio por un momento, dejando que el peso de la despedida se asentara en el aire. Finalmente, Satoru se levantó, por lo que Torū lo imitó.

Se quedaron uno frente al otro, como si estuvieran esperando a que el otro hiciera el primer movimiento. Fue Satoru quien lo hizo. Se acercó y rodeó a Torū con sus brazos, apoyando el rostro en su hombro. Él tardó un segundo en reaccionar, pero cuando lo hizo, lo abrazó con fuerza, como si con ese gesto pudiera decir todo lo que las palabras no alcanzaban.

Era un abrazo de despedida. De un último adiós.

Satoru cerró los ojos y sonrió con tristeza.

—Te deseo suerte, Torū. De verdad.

Él apretó los labios, sintiendo un ardor en el pecho.

—Gracias. Sólo… Quiero que sepas que te amé, te amo y seguramente te seguiré amando mucho tiempo más. Pero sé que cometí un error y no lo puedo enmendar. Espero hayas podido perdonarme, y si no… No te puedo culpar. Pero te agradezco todo. Gracias a ti he entendido todo y llegaré lejos por ti.

Se quedó en silencio porque no sabía qué decir. Satoru ya se había confesado así que no era necesario responder a todas sus palabras, por lo que se limitó a sentir y esbozar una pequeña sonrisa.

—Llegarás lejos porque lo mereces. Pero, aún así te agradezco por todo. Y te perdono.

Se quedaron así unos segundos más, hasta que, finalmente, Satoru se separó y Torū lo miró una última vez, grabándose cada detalle. Luego, sin más, se giró y salió por la puerta. No hubo palabras finales, ni promesas vacías de mantenerse en contacto. Ambos sabían que ese era el cierre definitivo.

Satoru suspiró y miró la puerta cerrarse detrás de Torū. Era el final de algo. Pero también, el inicio de lo que cada uno debía vivir por separado.

Es gracioso y es irónico que sólo yo me sienta así.

Y este es el final! Sinceramente, no tenía idea de cómo terminaría este fanfic cuando lo comencé. En mi mente pensé que se me ocurriría algo conforme escribiera y aunque pensé en que terminarán juntos, debido a que está basado en la canción de Sabrina y todos sabemos cómo terminó… Quise serle fiel.

No quiero comentarios groseros para Oikawa, porque tampoco es una mala persona. Sólo que como saben a veces las relaciones entre personas del mismo sexo tienen sus conflictos (lo experimenté de primera mano) y su único delito es no poder ser seguro, sé que en un futuro podrá avanzar con la experiencia de Satoru. Te quiero mucho Toto <3

Solo espero que les haya gustado, y si no, pues imaginen un final feliz jajajaja pero uno que no voy a escribir:c

No olviden recomendar el fic si les gustó y comentar qué piensan del final, les estaré leyendo <3

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