𝟬𝟬𝟭. dias de verão
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Matsubara Kai se consideraba a sí misma como una persona entusiasta y extrovertida. Normalmente cada lugar que pisaba se contagiaba de su alegría, de su buena personalidad y su voz. Era amante de hablar, nunca se le terminaba un tema de conversación y era prácticamente imposible apagarla. Por lo que, cuando su padre, Katō Lucio, la vio triste al inicio del verano y de sus vacaciones de la universidad, supo que debía hacer algo al respecto.
Tal vez fue una coincidencia que recibiera la llamada de Washijō Tanji, su ex entrenador de la preparatoria, informándole que el joven del que le habló antes (que estaba interesado en practicar voleibol de playa) llegaría en un par de días, supo que podría ser una buena coincidencia para hacer que su hija cambiará de actitud.
—¿Sabes de alguien que esté buscando roomie? —le preguntó su padre una noche mientras cenaban, provocando que Kai lo mirara con curiosidad. Dejó su tenedor y alzó una ceja, acercándose a él.
—¿Qué? ¿Acaso pretendes sacarme de la casa y aventarme con alguien para vivir juntos?
Katō Lucio se carcajeó, dándole una palmada en la cabeza a su hija. Kai frunció los labios al darse cuenta que por ahí no iba la situación.
—Aún no, Kai. Te decía porque conozco a un joven que llegará a la ciudad en un par de días y necesita un lugar para dormir.
Kai volvió a su comida, moviendo el tenedor como si en realidad no le interesara el tema.
—Pues da la casualidad de que sí conozco a alguien. Pedro está buscando un roomie, dice que ser estudiante en un departamento para él solito es mucho gasto y tiene una habitación extra.
—¡Es perfecto! —Lucio sonrió con emoción, juntando sus manos—. Dile a Pedro que ya no busque más. Su compañero será un joven japonés, creo que tiene la misma edad que ustedes.
—¿Japón? —intentó curiosear, ya que hacía mucho no hablaban sobre su país natal. Lucio asintió.
—El entrenador Washijō me pidió el favor de enseñarle vóley de playa a un joven que conoció. No puedo decirle que no, claramente. Él me apoyó mucho en mis años de preparatoria.
—Interesante.
Su padre siguió con su comida, tras una conversación de otro tema que inició su hija. Entonces fue cuando se enteró que había terminado con su ex novia esa semana, comprendiendo por qué su actitud tan distante y extraña. Sabía que Kai la quería mucho, pero debía confesar que aquella chica nunca le había terminado de convencer.
—¿Por qué no le enseñas portugués al chico japonés que vendrá? —se le ocurrió la idea a Lucio, dándole una sonrisa que solo usaba para intentar convencerla. Kai alzó una ceja.
—¿Yo? —repitió insegura. Él asintió.
—¡Sí, es perfecto! Hablas muy bien japonés, ¿por qué no le enseñas la ciudad? Podrías ayudarle a acoplarse a esta ciudad, es todo un caos para un extranjero.
De hecho, en ese momento hablaban japonés. Kai y su padre siempre usaban su primera lengua para no perder la costumbre y poder ser capaces de dominarla por sí fuera necesaria en una situación así. Además, su padre seguía siendo japonés en todo el esplendor de la palabra, con las costumbres japonesas en su día a día. Kai, en cambio, se sentía brasileña y arraigada a la cultura latina que no podía, pero a pesar de eso quería a su país de origen; había ido un par de veces a visitar a sus abuelos, así que no era desconocida para ella.
—Digamos que acepto ayudar al japonés... —siguió Kai, mirando de reojo a su padre—. ¿Qué ganaré yo?
Lucio la miró con ojos entrecerrados. Sabía de antemano que su hija le pediría algo por el favor, así que se quedó pensando varios segundos en darle la respuesta que quería.
—Bien. Te pagaré el viaje que querías con tus amigas a Argentina a final de año.
Los ojos de Kai brillaron con sorpresa, sin poder contener la emoción que sintió al oír las palabras de su padre.
—¡¿De verdad?!
—Sí, lo prometo —él le sonrió.
—¡Eres genial! —Kai se levantó de su silla y se acercó a darle un abrazo con todas sus fuerzas.
—Lo sé.
La relación de Kai y su padre era tan fuerte que en realidad ella no necesitaba un pago tan grande por el favor, sin embargo, era una excusa de su padre para cumplirle su pequeño deseo que llevaba pidiéndole desde que inició el año. Kai era una buena estudiante e hija, por lo que solo hacía falta un pequeño labor de convencimiento para que Lucio aceptara pagarle el viaje.
Los días pasaron y entonces fue momento de recibir al japonés, de nombre Hinata Shōyō, al aeropuerto internacional Antônio Carlos Jobin. Su padre y ella iban con un pequeño letrero con su nombre, esperando reconocerlo fácilmente. Kai debía confesar que esperó ver a alguien estirado y sin destacar mucho... Pero, al ver a Hinata Shōyō, un japonés de cabello anaranjado con una enorme sonrisa, pudo darse cuenta que lo había juzgado mal. Él fácilmente podría pasar como un latino más de no ser por sus rasgos japoneses, parecía ser igual de extrovertido que ella y eso le agradó
—¡Soy Hinata Shōyō, por favor cuide de mi! —le gritó él, inclinándose levemente frente a él. Su padre se rio.
—Yo soy Katō Lucio y ella es mi hija, Kai —la presentó con una seña, y entonces fue cuando los ojos de Hinata se posaron en ella con curiosidad. Kai le sonrió con amabilidad y le hizo una seña de paz con la mano derecha.
—¡Hola, Shōyō! Espero que podamos ser buenos amigos —se acercó para darle un abrazo como saludo, y después le dio una palmada en el hombro. No se percató que él se había ruborizado, sin esperarse aquella reacción de la chica—. Yo me dedicaré a enseñarte la ciudad y portugués, ¡no quiero que te pase nada por ser extranjero! Diario veo como son asaltados o se pierden en la ciudad y tú luces como un buen chico. ¿Te imaginas perdiéndote? Eso sería terrible, ¿verdad?
Tampoco se percató que Hinata había perdido el hilo de la conversación a la mitad al verla hablar tanto y estar nervioso de la calidez de la chica con él, poco acostumbrado a eso de una desconocida. Pensó incluso que ella no podía ser japonesa (de no ser que Kai le estaba hablando en su idioma natal, podría fácilmente creerlo). En respuesta a todo lo que dijo, aún sin haber entendido nada, se dedicó a asentir; Kai le sonrió.
—¡Exacto! No, aún eres muy pequeño para esto. Por cierto, ¿cuánto mides? ¿De verdad jugabas voleibol? ¡Eso es genial! Estoy segura de que te gustará el vóley de playa, es muy divertido y...
—Kai, creo que lo estás mareando —la interrumpió su padre, colocando su mano en su hombro para detenerla, sino era capaz de seguir y seguir. Kai normalmente olvidaba ver el estado de las personas con las que hablaba y fue entonces cuando vio el aspecto perdido de Hinata. «Tal vez era por el cambio de horario», pensó ella.
—¡Lo siento, Shōyō! —se miró apenada de verdad, lo cual hizo que Hinata se sintiera un poco mal de comportarse así y que fuera su primera impresión de él.
—No te preocupes, gracias por tu hospitalidad, Katō —le sonrió en respuesta, intentando verse tranquilo. Kai entonces frunció los labios y negó con la cabeza.
—Me llamo Matsubara, pero dime Kai, por favor —le pidió con un poco de vergüenza, ya que ahí no era común decirles por su apellido—. Aquí es más usual decir el nombre. Y... Tengo el apellido de mi madre, por eso es Matsubara y no Katō.
Recordó que debía ser confuso para él ver que padre e hija tenían apellidos distintos, así que decidió explicárselo. Hinata pareció comprender un poco más.
—Bien, Kai... —dijo su nombre con extrañeza, pero se dijo a sí mismo que debía acostumbrarse—. Kai, sí. Gracias.
—¿Qué tal está el entrenador Washijō? —preguntó su padre, dispuesto a cambiar el tema y hacer sentir cómodo a Hinata con cosas conocidas para él. Al parecer esto funcionó.
—Le está yendo bien.
Después de las preguntas básicas por parte de su padre, los tres se dirigieron al carro de Lucio. Guardaron las maletas de Hinata en la cajuela y, estando con él en la parte trasera del carro, Kai pudo ver que todo el camino estuvo viendo por la ventana con demasiada emoción, provocando que sonriera para ella misma, mientras también veía por la ventana tranquilamente.
—Te estoy viendo, Kai —le dijo su padre en voz baja en portugués, para que Hinata no escuchará. Kai movió la cabeza hacia él sin comprender de qué hablaba.
—¿Eh?
—Te pareció lindo, ¿verdad?
Kai abrió la boca con sorpresa, sintiendo sus mejillas arder. Al instante negó con la cabeza, creyendo que no podía ser posible si apenas lo había visto por primera vez. Pero, no entendió por qué se puso tan nerviosa por la simple pregunta de su padre, ¿por qué se ruborizaba si era falso? ¿Acaso...? ¡No, no podía ser!
—¡Estás demente! —se quejó Kai en un chillido, cruzándose de brazos y esquivando su mirada, volviendo a mirar la ventana de nuevo.
—Te conozco, Kai. Hablas mucho más cuando te gusta alguien justo como lo hiciste con él. Así como cuando fuimos de vacaciones a Chile y te pusiste a hablar con una chica sobre el clima cinco minutos enteros.
Sin mirar a su padre, se dedicó a negar con la cabeza. Es decir, sabía que era cierto, pero no lo admitiría porque era como decirle que le parecía lindo Hinata. Aunque tal vez... No, por supuesto que no. Solo se había interesado por conocer a un japonés de su misma edad por primera vez y eso no significaba que le pareciera lindo.
Al cabo de unos minutos llegaron al edificio donde vivía su amigo Pedro, que conocía desde la secundaria. Él se había ido a vivir solo por conflictos con sus padres hace años, y de hecho, podría decirse que ella era prácticamente su única amiga. Pedro no era muy social.
—¿Es aquí donde me voy a quedar? —exclamó con emoción Hinata al entrar al departamento. Kai asintió.
—¡Hey, Pedro! —fue a saludar a su amigo, que al instante cambió su expresión por una pequeña sonrisa.
—Hola, Kai.
—Deberías ser más cuidadoso, entramos sin avisarte y no saliste siquiera. ¡Pudieron haber intentado robar el departamento! —lo reprendió, dándole un golpe en la cabeza sin nada de fuerza. Pedro puso los ojos en blanco en respuesta.
Llegó Hinata a su lado, mirando a Pedro. Entonces, él cambió y nuevamente puso una expresión neutral, como solía ser con los desconocidos.
—Ah, umm, Pedro, ¿cierto? Soy Shōyō, un gusto conocerte.
—Ah, okay —se puso sus audífonos nuevamente y lo ignoró. Kai lo reprendió con un golpe en el brazo al ver la cara confundida de Hinata.
—Al parecer no todos son extrovertidos —le explicó su padre al chico—. Por cierto, a las nueve voy a tener una clase de vóley playa, ¿quieres unirte? Sí estás cansado puedes unirte mañana...
Rápidamente Hinata negó con la cabeza.
—¡Me uniré!
A su padre le gustó su actitud, sonríendole.
—Muy bien. Será repentino, pero serás mi asistente. Después de eso, ¿podrías jugar con una pareja que estará en el torneo más tarde?
—¡Seguro, gracias!
Antes de salir del departamento para dejar que Hinata se instalará, Kai se acercó con cautela hacia él.
—Oye, Shōyō, ¿me pasas tu número de teléfono? Así podríamos acordar vernos para enseñarte la ciudad.
Hinata se ruborizó un poco, asintiendo y dándole su teléfono para que copiara su número. Kai se agendó y después sacó su teléfono para que él pusiera el suyo. Después de despedirse de Pedro salió del departamento, recordándole a Hinata que se verían en el la clase de su padre.
Regresaron a su departamento en silencio, algo extraño en ellos, ya que Kai era la primera en hablar sin parar, pero debido a que se habían levantado muy temprano para ir a recoger a Hinata al aeropuerto, moría de sueño. Una de las cosas que Kai no perdonaba por nada eran sus ocho horas de sueño y ese día solamente había dormido cinco, comenzándole a cobrar factura.
Cuando dieron las nueve, Kai le envió su ubicación a Hinata para que pudiera llegar al lugar de la clase, que estaba prácticamente a varios metros de su departamento. No quería que se perdiera en su primer día.
Al llegar, como bien dijo su padre, Hinata fue su asistente, viendo como los equipos practicaban y él les ayudaba con los detalles. Kai estaba ahí viéndolos atentamente, siendo la encargada de los primeros auxilios por si sucedía una emergencia.
En un punto, su padre mandó a descansar a Hinata y le dijo que comiera algo, pero él lució tan confundido al no saber a dónde ir que rápidamente recurrió a Kai.
—¡Mi padre es un bobo! Perdónalo, Shōyō, seguro olvidó que no sabes nada de esta ciudad —se rio con vergüenza, dándole una palmada en el hombro. Hinata negó con la cabeza.
—No pasa nada, debe estar ocupado con su trabajo.
—Bueno... ¿quieres seguir comiendo comida japonesa un tiempo o quieres acostumbrarte a la comida de Brasil? —le preguntó con genuina curiosidad, tomándolo del brazo con autoridad y llevándolo fuera de la playa—. Tú decides.
—Huh... —él pareció pensarlo en verdad, pero se decidió un par de segundos después—. Quiero empezar con la comida de aquí.
Kai asintió emocionada, arrastrándolo a un restaurante cercano. Era barato, aunque pensaba pagarle la comida a Hinata, pero eso se lo diría después.
El sol estaba horrible en esas fechas del año, ya que recién iniciaba diciembre y el verano no perdonaba en Brasil. Se imaginó que Hinata debía estar confundido por el cambio de estaciones entre Brasil y Japón, ya que en esos momentos allá hacía frío, pero se acostumbraría poco a poco. Vivir en el sur del planeta tenía sus distintas cuestiones con el norte.
Aunque, debía admitir que esas fechas le gustaban mucho. Invierno y otoño eran épocas buenas, le gustaba estar abrigada y poder caminar sin necesidad de sudar, pero verano y primavera eran como el pan de cada día de los brasileños. Las playas estaban a reventar, tanto de turistas como nativos, y claro ese momento no era la excepción. El sol caía encima de ellos, por culpa de este Kai era bronceada, a pesar de que de muy pequeña había sido muy blanca, y viendo a Hinata sabía que tarde que temprano terminaría igual que ella si practicaba todos los días vóley playa.
Al entrar al restaurante, Hinata miraba todo con emoción y asombro. Claro que los precios fueron ilegibles para él, tanto por los números como por la forma de escribir. De hecho, Kai prefería no escribir en japonés porque era terriblemente difícil.
—No entiendo cómo pagar... —murmuró con nerviosismo Hinata, sin soltar su brazo. Kai se rio en voz baja.
—Descuida, yo te invito. Después de la clase te explicaré sobre el dinero, ¿de acuerdo?
Hinata asintió.
Ella decidió pedir feijoada, una comida típica de Brasil, y le recomendó a Hinata pedir lo mismo. Él aceptó sin rechistar, lo que la hizo sonreír con ternura.
Se sentaron mientras esperaban su comida en una esquina alejados de todos. No quería que las personas mirarán mucho a Hinata por ser extranjero, ya que a veces eso podía jugar un poco en contra y no quería que tuviera una mala experiencia en su primer día. Hinata preguntó un par de cosas básicas y Kai respondió con toda amabilidad a cada una de sus dudas.
—Mi mayor consejo es actuar como si vivieras aquí desde hace mucho tiempo. Recuerda que la seguridad es todo —le recomendó, una vez que les llevaron sus platillos—. Ah, por cierto, aquí no todo se come con arroz, aunque esta comida si tiene y por eso te la recomendé. Si tienes dudas en cómo se come, solo imítame.
Él hizo eso mismo y aunque batalló un poco al final pudo seguirle el ritmo. Kai se sentía feliz de verlo de esa forma, muy dispuesto a llevar cómodamente su nueva vida. Sabía que él no estaría en Brasil eternamente, así que no dudo en preguntarle.
—Shōyō, ¿puedo hacerte una pregunta un poco personal? —lo miró con curiosidad, comiendo aún. Él asintió—. Bueno... ¿Cuánto tiempo piensas estar en Brasil?
—No tengo idea. Me gustaría aprender todo lo posible y regresar a Japón con más conocimientos —se encogió de hombros. Podía ver que estaba indeciso, algo que era muy normal.
—Ya. Bueno, espero te guste Brasil —le sonrió con calidez—. Es un buen país, personalmente me gusta más que Japón. Nunca me he sentido japonesa, toda mi vida he estado aquí y creo que es genial que quieras experimentar nuestra cultura. Si algún día deseas volver después de irte, recuerda que tendrás una amiga aquí.
—Gracias, Kai, eres muy amable —Hinata dijo con sinceridad, lo que le causó un poco de vergüenza—. Creí que mi primer día sería peor, pero tú lo estás mejorando mucho. Gracias también por hablar mucho, me hiciste sentir en confianza contigo.
Se ruborizó un poco, haciendo gestos con la mano indicando que no había problema. Ahora sí no podía negar que Hinata le parecía lindo, pero solo eso. Si pudiera definirlo mejor diría que lo consideraba interesante y sabía que no debía emocionarse en ningún aspecto porque él volvería a su país.
—Me alegra hacerte sentir cómodo, ¡ese es mi propósito principal en la vida! —confesó—. De hecho estudio fisioterapia, no sé sí te dijo mi padre, y me gustaría mucho apoyar a los deportistas lesionados. ¡Si algún día te sucede algo, no dudes en acudir a mí! Me gusta ayudar. Siempre me ha gustado ayudar a las personas, creo que ese fue mi motivo principal de estudiar algo de la salud. Luego, mi padre me contaba de sus conocidos que se lesionaban en el deporte y pensé: ¡¿por qué no ayudarlos?! Sí, definitivamente es buena idea. No quiero que más deportistas sufran, quiero darles una segunda oportunidad...
Hinata la miró mientras hablaba sin parar, sorprendido de que una persona pudiera hablar sin respirar siquiera, o pensar en sus palabras. Supo que era genuina al no tener mucho cuidado con lo que decía, y le sorprendió más ver que tenía un amplio vocabulario en japonés a pesar de vivir en Brasil.
Kai, en cambio, disfrutó ver como Hinata le prestaba suma atención a cada una de sus palabras. Era inconsciente, una vez que comenzaba a hablar de un tema en específico no se detenía hasta que la otra persona lo hiciera, por lo que le parecía lindo ver qué él solo la admiraba, asintiendo cada tanto. Ahora ya no tenía expresión de asustado y veía que en verdad le prestaba atención.
Cuando menos se dieron cuenta, en ese momento ambos estaban dispuestos a seguir platicando en aquel verano sin importar nada más.
* lo dicho en cursiva está en portugués, y sí se habla en otro idioma se dirá 👁️
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