𝟬𝟬𝟲. amor de verão
━━━━━━✧❂✧━━━━━━
Cuando llegaron al Airbnb, todo fue extraño. Simone decidió pedirle a Sofía que se quedara con ellos para no dejarla regresar a su casa tan noche, por lo que Shōyō tuvo que cederles la habitación pequeña. Entonces Kai y Jéssica debían compartir su habitación, sin embargo, la segunda había tomado tanto después de la medianoche que se la pasó parte de la madrugada en el baño y cuando por fin se recuperó, quedó rendida en el sofá donde originalmente dormiría Shōyō.
Los dos se miraron después de ver a Jéssica completamente dormida en el sofá. Kai soltó un suspiro, consciente de lo que iban a tener que hacer, y Shōyō por su parte no dijo nada para no incomodar la situación.
—¿Puedes traerme una cobija y una almohada, Shōyō? Para que descanse mejor —le pidió Kai, señalando a Jéssica. Él asintió, yendo a la habitación más grande en busca de lo que pidió. Mientras con desmaquillante, le removía todo lo que se había puesto horas antes, recibió una llamada. Ilusamente creyó que era su padre así que respondió sin ver—. ¿Sí, bueno?
—Hey, Kai.
Aquella voz no era la de Lucio. Al oírla e identificarla se quedó quieta, y por poco se le cae el teléfono de no ser que podía caer encima del rostro de Jéssica y lo tenía bien sujetado.
—¿Qué quieres? —le preguntó en voz baja, teniendo un sentimiento extraño en su interior. Tenía semanas sin oír su voz, así que no pudo evitarlo. Dejó el desmaquillante en la mesita de noche y se dirigió hacia la cocina con pasos lentos.
—Desearte feliz año, por supuesto —dijo Maria sin dudarlo. Esto hizo que Kai pensara que tal vez bebió demasiado, sin embargo no se oía borracha. Con voz cansada, le siguió respondiendo.
—Gracias. ¿Es todo? Estaba a punto de ir a dormir.
—No… —ese tono era justo el que Kai más odiaba. Y es que siempre caía ante ella—. Lo siento, es que te extraño mucho. Vi que estás en Argentina y yo…
—No lo hagas, Maria —la interrumpió, cerrando los ojos con pesadez y apoyándose en la barra de la cocina. Su corazón de pronto empezó a latir con fuerza, algo que ella odiaba cuando se trataba de Maria—. Por favor.
—Kai, escúchame… —la voz de María tembló, pareciera que iba a llorar y eso rompió a Kai. Se mordió el labio con fuerza, negando con la cabeza y poniendo el teléfono en la barra, viendo la pantalla para colgar. Sin embargo, su dedo nunca presionó la tecla—. Perdóname, ¿sí? Lo arruiné, perdón, pero… Fue un error, te lo expliqué al instante y no sabes lo mucho que me arrepiento…
Maria, su ex novia con la que salió seis meses, le había sido infiel con su mejor amiga. Según ella, estaban borrachas y sucedió, y tan solo se despertó llamó a Kai para explicarle y pedirle disculpas. Tal vez comprendía un poco, agradecida de que le fuera honesta y no se lo escondiera, pero Kai era fiel creyente de que las segundas oportunidades no existían así que no dudó en decirle que debían terminar. Desde entonces Maria la buscaba siempre en la universidad, pero Kai le pidió que la dejara de buscar para pensarlo.
—Te di el tiempo que me pediste, pero ahora no puedo soportarlo. Quiero estar contigo, Kai, eres mi vida entera.
—Maria, ya hablamos de esto… —intentó sonar dura, pero sabía que fallaba. Y ella también.
—Me dijiste que lo ibas a pensar.
Pasó su mano por su rostro con cuidado, consciente de eso. En ese momento no tenía las palabras adecuadas, pero sabía que lo que diría, era real.
—No fue en serio, Maria. Sólo quería que me dejaras de buscar. Te dije que yo no perdono infidelidades…
—¿Kai?
La voz de Shōyō la sacó de su burbuja, levantando la vista al instante hacia él y quedándose en silencio un par de segundos. No sabía qué hacer o decir, ya que seguía teniendo a María en altavoz y en línea. No quería que pensara algo erróneo, pero aún así era imposible no hacerlo.
—¿Estás con él? —la voz de María sonó dolida y débil, como si aquello le hubiera dolido mucho. Kai abrió la boca y la cerró varias veces, sin saber bien cómo responder ante eso. Notó que María había visto sus historias de Instagram donde publicó todo lo del viaje, y en todas salía Shōyō.
—Hablamos después —murmuró, colgando la llamada. Se sintió mal de hacerlo y dejar a María así, pero no podía dejar que pasará algo más. No deseaba hacer sentir mal a nadie.
Dejó su teléfono ahí, ya sin muchas ganas de mirarlo, y se acercó a Shōyō lentamente mientras él la miraba con curiosidad. Estaba de más decir que ya sabía con quién hablaba, sólo que no sería capaz de decir algo si Kai no quería hablarlo. Sólo que, por suerte, ella no quería ocultar nada.
—Era… María —explicó sin pensarlo mucho, esbozando una sonrisa ladina—. Nada importante.
Podía ver que el rostro de Shōyō era curioso, más no molesto. No dudó en asentir y darle una palmada en la cabeza a Kai, brindándole una sonrisa genuina.
—Tranquila, Kai. Hay que descansar, ¿vamos?
De su boca salió un suspiro al percatarse que Shōyō no estaba molesto y asintió, encaminándose hacia la habitación donde ambos dormirían. Se sorprendió de ver ya tapada y con la almohada a Jéssica, dejando entrever que Shōyō lo hizo, y sonrió de nuevo. Cuando entraron a la habitación, se sorprendió de ver unas sábanas en el piso y una almohada.
—Ahí dormiré yo y tú dormirás en la cama.
—Pero… La cama es king, cabemos perfectamente los dos —murmuró al instante, preocupada de que Shōyō durmiera en el piso. Sabía que los japoneses estaban acostumbrados, pero de igual manera para ella era inhumano. Él, en cambio, solo se rio.
—No pasa nada, Kai. No quiero que nos sintamos incómodos.
Aunque él tenía un punto (del cual tenía terror si dormían juntos), tampoco quería que durmiera en el piso. Los ojos de Kai viajaron entre la cama y las sábanas que colocó Shōyō en el suelo, indecisa. Tenía que ser rápida porque sino él se acostaría en el suelo sin más.
—No —dijo firmemente, tomando del brazo a Shōyō, puesto que estaba acercándose a las cobijas que tendió—. Por favor, Shōyō. ¿Puedes dormir conmigo? Prometo no abrazarte.
Al oír sus palabras, él se quedó quieto y se giró para mirarla lentamente. Esperaba ver el rostro de Kai avergonzado o nervioso, sin embargo, se llevó la sorpresa de que se veía decidida. Eso le alegró un poco y esbozó una pequeña sonrisa.
—Bien. Pero no le digamos a tú padre, ¿de acuerdo?
Kai rápidamente soltó una carcajada, negando con la cabeza.
—Nadie tiene que enterarse, Shōyō. Menos él.
—Perfecto —asintió, levantando sus cosas y dejándolas en la cama. La verdad es que Kai tenía razón y la cama era enorme, por lo cual los dos cabían perfectamente, uno en cada lado.
Se acomodaron y fueron varios minutos en los cuales ya estaban listos para dormir, pero ninguno lo hacía. A pesar de que Kai estaba reacia a permitir que Shōyō no durmiera en el suelo, ahora tenía tantos nervios y sentía que su corazón saldría de su boca en cualquier momento, latiendo desembocado. Sentía el calor que emanaba Shōyō y sus mejillas se sonrojaron, por lo que se giró del lado que no pudiera verlo y cerró los ojos con fuerza.
—Descansa, Kai.
Por un segundo se preguntó sí en realidad a él no le importaba o sólo era bueno fingiendo, porque personalmente Kai no podía fingir. Se mordió el labio antes de responder.
—Bonita noche, Shōyō.
✺
El primero de enero amaneció lento para los cuatro amigos. El festejo de la noche anterior aún pesaba en sus cuerpos, pero la emoción de estar en Buenos Aires los obligó a levantarse, sacudirse la resaca con café fuerte y salir a turistear por la ciudad, aunque con pasos más pausados y gafas de sol cubriendo sus rostros cansados.
Kai, a pesar de lo cansada que estaba y lo poco que había dormido esa noche por saber que Shōyō estaba en su cama, era quien estaba arrastrando a sus amigas e incluso a Sofía a explorar la ciudad, puesto que ellas querían dormir un poco más. Por suerte Shōyō la secundó, así que se encontraban yendo en dirección al itinerario que ella tenía planeado.
Por supuesto que los comentarios burlones de sus amigas no se hicieron esperar al enterarse que Kai y Shōyō durmieron juntos, aunque ella se dedicó en recordarles sus situaciones de las cuales les convenía no decir más, porque podía divulgarlas. Evidentemente no lo haría ni aunque le pagarán un millón de pesos, pero era gracioso ver cómo sus amigas se asustaban y dejaban el tema por la paz.
La primera parada fue el barrio de La Boca. Caminaban por Caminito, entre las fachadas coloridas y los bailarines de tango que ya empezaban a llenar las esquinas con sus movimientos precisos. Shōyō, todavía un poco somnoliento, se dejó convencer para posar con una bailarina vestida de rojo, mientras las demás reían y sacaban fotos. Compraron recuerdos en los puestos de artesanos, tocaron un par de bandoneones viejos que estaban en exposición y se sentaron en un café a probar medialunas con café con leche, disfrutando del ritmo tranquilo de la mañana.
Después de recorrer La Boca, tomaron un colectivo rumbo a Recoleta. El cementerio, con sus mausoleos imponentes y sus callejones silenciosos, contrastaba con el bullicio de la ciudad. Caminaban entre las tumbas de mármol, leyendo los nombres de figuras históricas y comentando en voz baja, como si el respeto del lugar les exigiera bajar la intensidad. Simone, una apasionada por la historia, se entusiasmó contando anécdotas sobre los personajes enterrados allí, mientras los otros la escuchaban con curiosidad, aunque con un pie en la salida, listos para la siguiente parada.
Al mediodía, el hambre los llevó a Palermo nuevamente, donde encontraron una parrilla con mesas en la vereda. El aroma a carne asada y chimichurri los revivió de inmediato. Entre platos de entraña, chorizo y provoleta, brindaron con cerveza helada y rieron al recordar momentos de la noche anterior. En algún momento, la conversación derivó en planes futuros como viajes que querían hacer juntos, ideas de reencuentros en otras ciudades, pero sabían que, por más que planearan, ese viaje a Buenos Aires siempre sería único. Sobre todo Simone, que no quería irse por Sofía.
—No quiero dejar a Sofía —les dijo Simone, aprovechando que la mencionada había ido al baño. Jéssica suspiró, dándole unas palmadas en el hombro.
—Te dije que no era buena idea ligar aquí. Pero, he de admitir que Sofía es muy agradable y se ve que se gustan mucho.
—Eso no ayuda en nada —murmuró, haciendo un ruido de molestia. Kai se rio en voz baja, porque concordaba con Jéssica, pero ahora que estaba hecho debían hacer algo.
—Bueno… Puedes intentarlo con ella, el problema es que tú odias las relaciones a distancia, Simone.
—¡Y lo hago! Es horrible no poder ver a la persona que quieres todos los días.
Shōyō compartió una mirada discreta con Kai, aunque ella no se diera cuenta, ya que estaba preocupada intentando consolar a su mejor amiga.
—Lo siento, Simone. Es eso o dejarla ir.
—¿Y si me quedo aquí con ella? —se le ocurrió decir a Simone, provocando que los tres se mirarán entre ellos y rápidamente negaran con la cabeza.
—Estás loca —le dijo Jéssica, decidida. Kai no dudó en secundarla.
—Eso, estás loca. ¿Qué crees que vamos a dejar que te quedes aquí, cuando tus papás nos hicieron jurar que te íbamos a regresar? O peor aún, considerando que eres una estudiante sin dinero.
La mencionada hizo una exagerada mueca, sin aceptar sus opciones. Se recostó en la mesa con resignación.
—No quiero.
—Lo siento, Simone. Debes decidir, pero si yo fuera tu, escogería el regresar a mi casa.
—¡Lo dices porque no estás enamorada…! —dramatizó, alzando las manos—. Podría dejar la escuela y venir con ella. Me encanta. Amor lésbico.
—Simone, no es por ser aguafiestas, pero… —Jéssica dijo con voz lenta para no hacerla enojar más, acariciando su cabello—. Necesitas una carrera y un trabajo, mujer. Si dejas la universidad, ¿de qué van a venir? ¿De amor?
—Pues claro —señaló como si fuera obvio, por lo que Jéssica se dio un golpe en la frente, dándose cuenta que era un caso perdido. Compartió miradas con Kai, esperando que ella fuera más sensata y dijera algo que no molestará a Simone.
—¡O…! ¿Podrías regresar a Brasil, terminar la universidad, conseguir un trabajo aquí y venir para ser feliz con Sofía?
Simone pareció pensarlo un poco, aunque después negó con la cabeza.
—¡No! ¡¿Y si me deja de querer, se olvida de mí y ya no quiere saber nada sobre nuestro amor?! ¡¿Qué haré?!
Entonces Shōyō decidió hablar, con un poco de vergüenza debido a que no se sentía el más apto para aconsejar a alguien que no era cercano a él.
—Si de verdad te quiere, te va a esperar. Valdrá la pena la espera, ya verás.
Ella soltó un resoplido, dándose cuenta que no iba a ganarle a los demás. Aunque, la idea de Kai y Shōyō no le pareció tan mala. Cuando pensaba decir algo, Sofía llegó y le dio un beso rápido a Simone en la mejilla.
—Lo siento, debo irme. Mi madre me ha dicho que quiere que festeje con la familia. ¿Nos vemos mañana temprano? —le preguntó con una sonrisa amable, por lo que Simone no dudó en decir que sí.
Fue a despedirla a la salida del restaurante y los tres se quedaron solos. Rápidamente intercambiaron pensamientos sobre Simone y Sofía, porque aunque nadie quisiera admitirlo en voz alta, se veían demasiado enamoradas para conocerse apenas hace dos días.
—Me da miedo, debo admitirlo. Y es que… Siento que esto va en serio —confesó Jéssica, encogiéndose de hombros y consciente de sus palabras. Kai asintió, dándole la razón.
—Pienso lo mismo. Pero no podemos prohibirle nada, Jéssica. En primera porque no somos sus padres y en segunda porque como mejores amigas hay que apoyarla, incluso en las decisiones más locas.
La mencionada se carcajeó, pero aún así, muy de acuerdo con sus palabras.
—Lo sé. Y la verdad me da mucha envidia. Es fecha que yo no he tenido ninguna pareja formal y Simone incluso consiguió el amor en otro país —murmuró Jéssica, con un leve tono triste. Ella, de las tres, era la única heterosexual y nunca había tenido novio. Si le preguntarán a Kai, le parecía imposible ya que Jéssica era una mujer hermosa. Pero era verdad.
—A veces es mejor no conocer sapos e ir directamente con el príncipe, Jéssica —le aconsejó Kai, sonriéndole. La mencionada también esbozó una pequeña sonrisa por sus palabras.
—Gracias. Uh, por cierto… —volvió a hablar, sólo que ahora su tono de voz cambió y parecía más seria—. Perdón por ver tu teléfono, pero en la mañana quería marcar al mío y vi que tu última llamada fue de María anoche…
Kai se quedó callada varios segundos, avergonzada. No quería que sus amigas se enteraran de aquello, era molesto saber que no podía dejar atrás por completo a su ex novia.
—No te preocupes, está bien. Me llamó para desearme feliz año nuevo.
Sabía que no la iba a convencer del todo, pero no quería hablar de más. Jéssica miró a Kai con los ojos entrecerrados, sin creerle mucho, y después miró a Shōyō de la misma manera como si supiera que era su cómplice.
—¿Eso es verdad, Shōyō? —le preguntó con voz firme. Él miró rápidamente a Kai pidiendo auxilio, pero ella estaba en las mismas o peores condiciones.
—Claro. Si Kai lo dice, es correcto.
—Bueno, supongo que tendré que creerte.
Entonces Simone volvió y todos se dieron cuenta que había llorado un poco, ya que su naríz la delataba. Jéssica se mordió los labios al verla y no dudó en abrazarla cuando se sentó a su lado, y por encima de la mesa, Kai sujetó su mano y comenzó a acariciarla.
—Simone, todo estará bien. La veremos mañana —intentó consolarla Jéssica, acariciando también su cabello. Aún así, Simone comenzó a sollozar en voz baja.
—La voy a extrañar cuando me vaya. Por Dios, ya me imagino una vida con ella. ¿Estoy exagerando?
Los tres compartieron miradas cómplices al oír sus palabras, ya que Simone estaba mirando hacia el suelo. Nadie diría eso, pero para ellos era difícil poder comprenderlo al no vivir lo mismo. Y Shōyō, aunque poco conocedor, decidió hablar.
—No, es completamente válido. La quieres y ella te quiere, eso es suficiente. Si en verdad se quieren cuidar, después podrán ser felices juntas.
Aparentemente las palabras de Shōyō hicieron efecto en Simone porque se separó de Jéssica y los miró a todos esbozando una sonrisa triste mientras estaba llena de lágrimas. Con su mano libre, puesto que una la sujetaba Kai, le dio una palmada a Shōyō en el hombro.
—Muchas gracias, Shōyō. Gracias por no invalidar mis sentimientos.
Esto provocó que él se sonrojara un poco al no esperarse esa reacción, pero no dudó en sonreírle de vuelta.
—No hay de qué.
Simone se limpió las lágrimas, sonó su nariz y trató de tranquilizarse. Fueron un par de minutos suficientes para que pareciera la de siempre, dejando atrás su sentimiento de tristeza y dispuesta a tener la mejor actitud para el viaje y con sus amigos. Se apoyó en la mesa con cautela, juntando sus manos y mirando a cada uno.
—Y bien, ¿de qué hablaron cuando me fui?
Jéssica no dudó en hablar.
—A Kai le habló María en la noche.
Rápidamente abrió los ojos con sorpresa, inclinándose sobre ella y con una expresión de sorpresa y preocupación.
—¡Pero…! ¿Estás bien?
Con toda la vergüenza del mundo, Kai asintió y procedió a explicarle lo que había sucedido. Ahora cambiaban del tema de Simone y Sofía, aunque inconscientemente ella seguía teniendo actitudes extrañas después de eso.
Posteriormente, con el sol de la tarde golpeando fuerte, decidieron dar un último paseo por los Bosques de Palermo. Caminaron entre los lagos y los rosales, disfrutando del verde y de la sombra de los árboles. En algún momento, Jéssica se dejó caer en el pasto, y sin pensarlo mucho, los demás hicieron lo mismo. Se quedaron ahí, con el cielo azul extendiéndose sobre ellos, dejando que la brisa cálida los envolviera. Al menos habían logrado que Simone se distrajera, que era lo más importante ese día.
Kai sintió que la mano de Shōyō se acercó a la suya y la acarició con cuidado. Se quedó en silencio mientras sentía el dulce tacto del chico, e inconscientemente esbozó una sonrisa. Aunque no se tomaron de las manos, sí se acercaron lo suficiente para sentir el calor del otro.
Por un momento, nadie habló. Solo estaban ahí, respirando la ciudad, absorbiendo el instante. Sabían que el viaje acabaría al día siguiente, pero ese día, Buenos Aires era suya.
HOLAAAA espero les guste, les quiero y no olviden votar<3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Com