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𝟬𝟬𝟴. coração dividido

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Kai se sentía demasiado confundida. Por un lado se encontraba María, quién a pesar de todo seguía queriendo aunque intentó negarlo. Y por el otro estaba Shōyō, pero ni siquiera la misma Kai sabía qué era lo que sentía por él. 

Con todas esas dudas en su mente, ese día después de haber ido a comer con Shōyō, decidió que iría a platicar con Pedro porque quería su consejo. Aprovechó que Shōyō iba de regreso al departamento para después ir a hacer una entrega, así que la dejó ahí. Cuando Kai entró a la habitación de Pedro cerró la puerta detrás de ella, se recostó en su cama y cerró los ojos mientras enterraba el rostro entre sus manos. Él la miró con curiosidad.

—¿Ahora qué hiciste? —le preguntó directamente, girando su silla hacia ella. Kai soltó un suspiro.

—¡Besé a María!

—¿Pero cómo…?

—Y eso no es lo peor —siguió, soltando una risa ronca—. Shōyō nos vio.

—Oh.

—¡Exacto! ¡Oh!

—Kai, sabes que no me gusta decirlo, pero…

—Lo sé. Me lo dijiste —terminó por él para después ahogar un grito en una de las almohadas de Pedro. Se sentía una tonta y no sabía cómo expresarlo.

—Sí, te lo dije —repitió Pedro, riéndose sin gracia. Se levantó de la silla y se sentó al lado de Kai, viéndola fijamente y esperando que hiciera algo más. Pero ella no parecía dispuesta a levantarse o seguir la conversación—. Sólo que… Kai, entiendes lo que hiciste, ¿verdad? Ya no hay vuelta atrás. Debes decidir.

—¿Decidir? —murmuró con voz cansada, negando con la cabeza y recostándose de lado en la cama, así que ahora Pedro podía verla. Kai tenía los ojos llorosos y la nariz roja, por lo que no pudo evitar sentir pena y asintió a sus palabras, dándole una palmada en la cabeza.

—Sí, Kai. Debes decidir. María debe estar esperando a que decidas si vuelves o no con ella. Y tampoco te hagas la tonta, te agrada Shōyō y no es justo que hagas algo sin estar segura de tus sentimientos.

Por supuesto que Kai lo sabía, era quién más estaba consciente de su situación. ¿Qué estaba haciendo?

La pregunta resonó en su mente mientras su corazón latía con fuerza. María… María, con su forma de mirarla como si aún fueran algo. Como si el pasado pudiera resucitar con un solo beso. Y quizá, por un momento, Kai lo había sentido así. Pero luego, la realidad se coló entre ellas como una ráfaga fría. Habían terminado por una razón, ¿no?

Pedro mientras tanto, la miraba, dándose cuenta que estaba debatiéndose todo y decidió no molestarla.

Kai suspiró y dejó caer la cabeza hacia atrás, mirando el techo como si en él pudiera encontrar respuestas. Entonces, el rostro de Shōyō apareció en su mente. Su sonrisa fácil, su forma de hacerla reír sin esfuerzo. Con él todo era simple, fresco, sin el peso de un pasado enredado. Además, no podía olvidar aquellos momentos vividos en Buenos Aires, como si fuera el inicio de una novela.

Pero ¿y si lo de María no era solo el pasado? ¿Y si aún quedaba algo allí, esperando ser rescatado?

Después, se pasó una mano por el cabello, frustrada. No quería hacerle daño a nadie, mucho menos a sí misma. Pero esa tarde, con los labios de María sobre los suyos, había sentido algo. Algo real. Y ahora tenía miedo de lo que eso significaba. Porque también sentía algo por Shōyō aunque no sabía qué era.

—¿Ya lo decidiste? —le preguntó Pedro, quien se había puesto a mensajear por el teléfono mientras la miraba de reojo. Kai no quería mentirle, así que negó con la cabeza.

—Creo que ahora estoy más confundida que cuando llegué.

Pedro soltó una risita disfrazada de un suspiro, dejando el teléfono a un lado y cruzando las piernas mientras veía a Kai debatirse internamente. Antes de la ocasión que terminó con María, nunca la había visto así de consternada. Normalmente Kai era una persona que no pensaba tanto las cosas y actuaba casi por inercia, por eso decidió terminar su relación cuando se enteró que le fueron infiel. Incluso Pedro, quién tampoco era partidario de las segundas oportunidades, le dijo que tal vez podría pensarlo, considerando que María le dijo la verdad tan solo recobró la consciencia; pero tampoco la iba a obligar y aceptó su decisión.

Sin embargo, Kai sí pensó en sus palabras en ese momento. Sólo que ahora ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto con María, o al menos eso pensó días antes, porque ahora teniendo la oportunidad frente a ella no sabía qué decisión tomar. A la vez quería hablarlo con Shōyō, ¿pero qué le diría? ¿Que tenía un sentimiento especial por él, pero que estaba confundida por su ex novia?

—Creo que quiero darme de baja de la vida —murmuró con voz cansada y fingiendo desmayarse, colocando una mano en su frente y cerrando los ojos. Pedro soltó una carcajada y le dio un golpe en la cabeza.

—No lo harás, así que cállate, Kai.

—Qué aguafiestas —le sacó la lengua, por fin levantándose de la cama y sentándose recargada a la pared, justo al lado de Pedro.

Él rodó los ojos.

—Lo que tú digas.

—Pero… Pedro, es en serio. No sé qué hacer.

—Kai, no puedo interferir en esto. Será tu decisión, necesitas pensarlo bien y no hacer nada sin estar segura por completo. Y recuerda que te voy a apoyar decidas lo que decidas.

No pudo evitar sonreír ante sus palabras, sintiéndose comprendida y validada. Sabía perfectamente que sólo ella podía decidir sobre qué hacer, pero aunque la mayoría parte del tiempo actuaba por inercia, cuando no lo hacía pedía mil opiniones para poder tomar una decisión final. Normalmente les pediría ayuda a Jéssica y Simone, sólo que ellas odiaban a María aunque no lo dijeran, y seguro le dirían que ni siquiera lo pensara.

Miró su teléfono de reojo, ya que lo había lanzado a la cama al llegar, y vio que tenía un mensaje de Shōyō. Rápidamente lo abrió.

«Shōyō: Hola, Kai. Perdón, sé que estás con Pedro, pero… ¿Podríamos hablar cuando llegue?»

Al leer su mensaje, Kai probablemente se hubiera hiperventilado de no ser que Pedro le arrebató el teléfono y tocó su hombro con cuidado para tranquilizarla. Él ni siquiera había leído el mensaje porque estaba en japonés, así que de igual manera agradeció el gesto y prosiguió a inhalar y exhalar. Y es que por supuesto quería platicar con Shōyō, pero no sabía sí en ese momento ya estaba lista.

Aún así, le respondió que sí y dejó su teléfono a un lado, comenzando a preguntarse qué diría Shōyō.

—¿Quiere hablar? —le preguntó Pedro, adivinando. Kai asintió y él también, secundándola—. Ya veo. Supuse que quería hablar contigo después. Bien, buena suerte.

—¿Eso es todo lo que me dirás?

—Pues claro. Confío en que tomarás la mejor decisión para ti, Kai.

Odiaba oír eso porque ella ni siquiera estaba segura de lo que le iba a decidir y la estaba carcomiendo por dentro. A pesar de sentirse completamente pesimista por dentro, le agradeció a Pedro por haberla escuchado y salió de la habitación, quedándose en la sala donde decidió matar tiempo en el teléfono antes de que Shōyō llegara. Le sorprendió ver un mensaje en el grupo de sus amigas donde preguntaban cómo les había ido en su primer día a las demás, y Kai que no sabía cómo responder ignoró el chat.

Después de varios minutos, la puerta se abrió. Shōyō estaba ahí, con las manos en los bolsillos, su expresión tranquila pero seria.

—¿Puedo pasar? —preguntó con suavidad.

Kai asintió. —Tú vives aquí, Shōyō.

Él se rio, asintiendo. Se acercó y se sentaron en el sofá, uno frente al otro, con un espacio entre ellos que se sentía más grande de lo que realmente era. Hubo un silencio tenso antes de que Shōyō hablara primero.

—Lo vi —dijo sin rodeos, pero sin rastro de reproche en su voz. Kai bajó la mirada, sintiendo el peso de su propia confusión.

—Lo sé… —murmuró, frotándose las manos—. No sé qué decirte.

—No tienes que decirme nada si no quieres —respondió él—. Pero quiero que sepas que te apoyaré en lo que decidas hacer.

Rápidamente Kai lo miró, sorprendida.

—¿D-De verdad? Es que… Bueno…

Shōyō negó con la cabeza, poniendo su mano encima de la de Kai, deteniendo entonces sus palabras. Ninguno dijo nada. Ni siquiera Shōyō, quien tenía sus pensamientos confusos, ya que no quería poner más tensa a Kai de lo que ya se encontraba. Es decir, no eran nada, solo amigos. Pero a pesar de eso, ambos lo tenían muy claro, sabían que algo había sucedido entre ellos en Buenos Aires y que existía la tensión que los delataba frente a todos. Bastaba con verlos para darse cuenta que sentían algo el uno por el otro.

Sólo que mientras no dijeran nada, nada iba a suceder.

—Claro que no fue fácil verlo, pero… lo entendí. Se nota que todavía tienes algo por resolver con ella.

Kai soltó una risa amarga. Lamentablemente lo sabía.

—Ojalá lo supiera yo también. Estoy confundida, Shōyō. No quiero hacerme daño. Me da miedo intentar algo y que resulte peor…

—Tranquila, Kai —él se inclinó un poco hacia ella, sonriéndole con delicadeza—. Harás lo correcto, pero primero debes hablarlo con ella francamente. Comprendo que tienes miedo, es normal y muy válido, pero, Kai, no puedes vivir toda la vida con miedo. Debes aprender a afrontar los problemas y de esa forma superarlos, ya que de lo contrario, nunca van a terminar de irse de ti y te van a arrastrar.

Las palabras la golpearon con fuerza. Él tenía razón. Y ese era su mayor miedo.

Kai era muy débil en ese aspecto. Tal vez se debía a la falta de su madre en su vida que no sabía cómo actuar ante los problemas, porque su padre era una persona muy sincera y no tenía complicaciones. Si bien, creció viéndolo ser así, nunca pudo imitarlo y por más que intentaba, era casi imposible.

Cuando había algo que la asustaba, actuaba por inercia y hacía lo primero que viniera a su mente. Bueno o malo, lo hacía. Después de eso siempre se arrepentía porque se percataba que era impulsiva y no pensaba bien las cosas antes, por lo que ahí era cuando Kai tenía su dilema y por más que intentara cambiar sus acciones del pasado, era imposible. No sabía cómo pedir perdón si lo arruinaba. Y cuando Kai por fin se percataba de su error, pedía opiniones, incapaz de poder actuar por su cuenta.

El hacer algo distinto a lo usual la aterraba.

Pero en ese preciso momento, Kai quería cambiar. Sabía que María hizo mal, pero también fue su error no haber intentado hablarlo bien con ella. Decidió huir de ese problema como siempre. Y si bien le dijo que lo iba a pensar en las vacaciones fue solo para esquivar el tomar una decisión después. Como siempre.

—Gracias, Shōyō —dijo tras varios segundos en silencio, volteando a verlo con vergüenza, un leve rubor en sus mejillas y una sonrisa pequeña. Él rápidamente le devolvió el gesto y dio un apretón leve y amistoso en la mano de Kai que aún sostenía.

—No hay de qué. Lo importante es que seas feliz.

—¿Sería imprudente de mi parte pedirle vernos hoy? ¿O crees que me deba esperar a mañana en la universidad?

Shōyō se encogió de hombros.

—Tú decides, Kai.

Como siempre ella quería que alguien más la aconsejara, porque aunque en su mente tenía la respuesta, ocupaba que la rectificaran sino Kai era capaz de no hacerlo por miedo a estar en lo incorrecto. La respuesta de Shōyō la dejó con dudas y se mordió el labio inferior, dubitativa.

—Es que…

—Kai, ¿qué es lo que realmente quieres? ¿Prefieres verla hoy, o esperar tranquilamente a mañana?

—No lo sé…

—No siempre necesitas una segunda opinión —la reprendió con voz tranquila, pero seria. Kai lo miró con detenimiento—. Escoge lo que quieras hacer. No te dejes influir por lo que los demás piensen o que te digan si les pides su opinión. A final de cuentas, quién irá a resolverlo eres tú, Kai. Me he percatado que siempre haces lo mismo y creo que por esta vez debes hacerte caso a ti misma.

Tragó saliva en seco y su garganta dolió, por lo que hizo una mueca. Eso no ayudaba mucho, en realidad.

—Me duele la garganta. Uh, creo que prefiero hablar con ella mañana. Sería mejor idea. Así puedo pensar en qué decirle.

Shōyō asintió a sus palabras, mostrándose de acuerdo. Soltó su mano y se levantó del sofá, mirando a todos lados como para asegurarse de que Pedro no estuviera por ahí. Luego se dirigió a la cocina sin decirle nada aún a Kai y sacó del refrigerador un pie de limón, recordando que era su postre favorito.

—¿Quieres que te sirva un poco?

No pudo decir que no y Shōyō sabía eso de antemano, así que se dedicó a partir una rebanada y dársela a Kai junto a un tenedor para que pudiera comerla. No lo diría en voz alta, pero lo había preparado pensando en darle a probar.

Kai dio el primer bocado y al instante soltó un gemido involuntario, abriendo la boca con sorpresa.

—¡Esto es delicioso! ¡Por Dios…!

—Me alegra que te guste. Lo preparé yo así que esperaba que no fuera un fracaso —se rio, apoyando su cabeza en su mano, teniendo su codo apoyado en el respaldo del sofá. Kai no se percató de la cercanía ya que estaba concentrada comiendo y Shōyō se sintió tranquilo de ver cómo su rostro consternado y preocupado se había transformado en uno feliz.

—Es excelente, lo digo en serio —murmuró emocionada, continuando con su comida lentamente—. Debes enseñarme qué usas. A mí no me sale tan rico.

—Supongo que tengo buena mano.

Ella soltó una pequeña risita.

—Probablemente. Pero, aún así, no seas envidioso y comparte la receta.

—Tal vez lo haga.

—Advertido estás, Shōyō.

Pasaron varios minutos mientras Kai comía y Shōyō la veía fijamente, sin poder quitar su sonrisa de su rostro. No iba a negar que estaba encandilado viéndola porque se veía tan feliz que no quería que ese sentimiento se fuera de ella, más al saber que se venían días difíciles para Kai. De igual manera, esperaba poder ayudarla lo más que fuera posible.

—¿Estuvo bueno? —se rio Shōyō cuando Kai terminó de comer y miraba su plato con tristeza. Para su pesar, ella asintió.

—¡Eso fue delicioso! ¡Qué tristeza!

—Gracias, me hace sentirme mejor.

Kai lo miró y rodó los ojos, dándole un leve golpe en el brazo.

—No seas tan egocéntrico, Shōyō.

—Perdón —él sonrió para después cambiar el tema de la conversación—. Por cierto, Kai. ¿Si hablaste con Pedro hace rato?

Si Kai hubiera tenido comida en la boca, probablemente se estuviera ahogando. No esperaba aquella pregunta y ahora sentía vergüenza de la realidad de la conversación que tuvo con Pedro, pero no podía decirle.

—Sí, claro. Ya sabes, Pedro es Pedro. No habla mucho, sólo me escucha hablar. Le conté un poco de nuestro viaje a Buenos Aires.

—Genial. Yo también le conté aunque no parecía haberme escuchado —murmuró un poco triste, como si eso le hubiera afectado. Kai comprendía la situación.

—Lamento que ese tonto te haga sentir así, Shōyō, pero realmente te prestó atención. Le decía varias cosas que ya sabía porque le contaste. Tal vez es serio y no responde cuando le hablas, pero es bueno escuchando.

—Oh, ¿de verdad? Eso me hace sentirme mejor —sonrió un poco más animado.

—Lo juro.

Aunque a Kai, por una parte, le hubiera gustado seguir ahí un poco más para estar con Shōyō, recibió una llamada rápida de Lucio pidiéndole ir a casa, así que decidió retirarse.

—Shōyō, debo irme. Gracias por hablar conmigo. ¿Nos vemos pronto? Espero que mañana —le dijo, levantándose del sofá y sonriéndole. Él asintió, acompañándola a la puerta de salida del departamento.

—Por supuesto. Descansa, Kai. Y recuerda lo que hablamos.

Kai asintió para demostrarle que lo tenía en cuenta, pero, aún así no pudo evitar despedirse de Shōyō con un abrazo. Y él tampoco dudó en envolverla gentilmente, para después acariciarle la cabeza.

No dijeron nada más, pero en el aire quedó todo lo no dicho, así que cuando cerraron la puerta ambos soltaron un suspiro. Lo peor aún estaba por venir.

yo no diré nada, sólo lo dejo aquí y m voi
no olviden votar y comentar, les quierooooo <33

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