08: primera visita nocturna.
—Vicky, muñeca, ¿qué tal tu día hoy? —Negan pronunció, sonriendo de oreja a oreja cuando la castaña entró a la celda acompañada del nuevo guardia que acababa de esposarlo de espalda contra los barrotes mientras que la mujer se encargaba de limpiar el urinal. Ella hizo una mueca de disgusto y él carcajeó entre dientes—. Es un tanto desagradable tener que encargarte de mi mierda, ¿cierto?
Victoria lo fulminó con la mirada, advirtiéndole que si volvía a hacer algún comentario sarcástico le iba a derramar su propia orina encima... O al menos eso fue lo que Negan dedujo que había cruzado por la mente de ella.
—¿Qué te dije acerca de colocarme apodos? Cierra esa mierda, Negan.
«Hablar con esta mujer es como hablarle a un jodido iceberg», pensó él. «Una víbora fría. Jamás había encontrado un apodo tan acertado para alguien. Definitivamente es el polo opuesto de Savannah.»
—¿Es eso una amenaza, querida? —A este punto, lo estaba haciendo a propósito. Le entretenía sacarla de sus casillas y, en realidad, era lo único bueno que podía resaltar de las visitas de aquella que se había convertido en su nueva cuidadora.
El prisionero nunca pensó que extrañaría tanto a la pelirroja introvertida, inocente y amable que le llevaba el alimento y conversaba más de la cuenta aunque estuviese en contra de las reglas. Nunca pensó que extrañaría tanto la sensación de sus dulces labios. Y tampoco pensó que extrañaría algo que todavía no había podido hacer: el tenerla contra su anatomía, envolviéndola con sus brazos a su alrededor y sintiendo la calidez de su cuerpo junto al suyo.
Estaba empezando a fantasear más de lo que le gustaría admitir con Savannah.
—¿Recuerdas cuando te hablé acerca de domesticarte? Porque me parece una excelente idea que empecemos el día de hoy con tus clases. Puedo ir a buscarte el bozal, estoy segura de que Daryl sabrá en dónde conseguirte uno. O quizás pueda prestarte el de Dog.
El recluso frunció sus cejas y arrugó su nariz en desacuerdo con la idea.
—No soy un puto animal.
Odiaba cuando lo trataban de aquella manera. En plural, porque ella no era la única que iba hasta la celda para darle de comer, de hecho, varias personas con diferentes horarios se turnaban entre sí, unos detestándolo más que otros; y Victoria no fue la excepción, ya que la castaña podría llegar a ser bastante cruel y cínica cuando se lo proponía.
—Pero estás encerrado como uno, muñeco. —DeVille le guiñó un ojo, entregándole la cubeta al nuevo guardia que se retiró unos minutos para vaciarla—. ¿Estás listo para salir a trabajar, grandulón? Puede que esta vez haya una sorpresa esperando por ti. —Ella le dio palmaditas en el pecho, sonriéndole sarcásticamente, disfrutando de ser quien dominaba la conversación y la situación en sí.
Las personalidades de ambos chocaban como cuando intentas unir dos imanes que se enfrentan el uno al otro con sus cargas eléctricas iguales en el signo; se repelen porque son incompatibles. Y quizás la explicación científica basada en la física básica de secundaria daba justo en el clavo para definir la relación que se había creado entre Negan Blake y la mejor amiga de Savannah Carter.
—¿Qué clase de puta sorpresa? —cuestionó Negan, ladeando la cabeza. Si algo sabía el hombre con condena perpetua era que nunca podría tratarse de algo bueno si provenía de la mujer que sus ojos verdes observaban en ese momento.
—Si te lo digo, arruinaré toda la diversión. Ya lo verás.
(...)
La gran sorpresa —si es que puede llamarse de aquella manera— consistió en que el prisionero tuvo que trabajar el doble de lo que normalmente le correspondía debido a la infestación que se produjo en una gran parte del campo de los cultivos de tomate, dañando casi la mitad de los que ocupaban lugar en la zona.
Negan limpió las gotas de sudor que caían por su frente con su antebrazo mientras arrancaba las malas hierbas con sus manos embarradas hasta las uñas de tierra seca y sucia. Ni siquiera habían tenido la misericordia de traerle una gorra que cubriera su rostro del ardiente sol de Virginia. Y tuvo que remangarse la camisa hasta los codos para no morirse carbonizado.
Sus muñecas estaban rojas y ardían por el roce de llevar las esposas la mayor parte del tiempo. Además de la herida que se había hecho en una de ellas aquel día que intentó ayudar a la pelirroja que no había podido volver a ver.
—Joder. —murmuró para sí mismo cuando estaba luchando con una de las hierbas que no podía desprender. Su cuerpo se impulsó hacia atrás cuando utilizó demasiada fuerza y arrancó toda la raíz.
Cayó sentado contra la tierra y gruñó de frustración, lanzando bruscamente en la cesta que había a su lado la plantación podrida y maldiciendo en el aire a la familia del fruto que normalmente sería de color rojo si estuviera en buen estado.
Apoyó sus antebrazos contra sus rodillas, dándose a sí mismo un merecido descanso de unos segundos mientras que el guardia que lo custodiaba se hallaba distraído con una morena que no paraba de discutir con él sobre quién sabe qué.
Negan observó el panorama de la nueva Alexandria. Todo era como un paraíso. Las familias iban y venían. Los niños jugando en la calle, riendo y gritando con tanta jovialidad y energía. Un cuento de hadas que ocultaba la verdadera realidad que había detrás de los muros. Una fachada que ocultaba toda la maldad que reinaba en el nuevo mundo que estaba llegando a su inminente extinción. Pero esa misma fachada con la que se estaba deleitando fue la que lo llevó a reconocer aquella melena roja y piernas desnudas que se hallaban sentadas sobre una banca de madera junto a Judith Grimes quien permanecía a su lado, intentando, en lo que parecía ser en vano, hacer reír a la mujer que había perdido ese brillo especial y ahora lucía totalmente desanimada.
Quizás el antiguo líder de Los Salvadores era el único que podía hacerse una idea del por qué la mujer se encontraba en aquel estado anímico tan deprimente. Y la entendía a la perfección porque nunca era fácil encontrarse con alguien —o algo— que te hiciera revivir el pasado que intentaban sepultar en lo más profundo de la mente para evitar el sufrimiento masoquista de pensar en lo que pudo haber sido si todo hubiese ocurrido de manera diferente.
El llamado de Michonne Hawthrone hacia su hija causó que Carter fuera abandonada por el espíritu jovial y electrizante que emanaba la niña de once años, quedándose acompañada por la soledad misma. Haciéndola sentir peor el simple hecho de que ya nadie estaba ahí para ayudar a distraer su mente aunque fuera tan solo un poco.
Negan Blake deseó levantarse y correr hasta Savannah Carter cuando la vio limpiarse las mejillas por culpa de las lágrimas que se deslizaron por su piel. Deseó abrazarla y finalmente otorgarle el debido consuelo aunque no tuviese la oportunidad de acercársele sin antes recibir algunos balazos por la espalda. Lo deseó; sin embargo, no pudo hacerlo porque se había quedado petrificado en su lugar cuando aquellos ojos mieles conectaron con los suyos. Ambos mirándose siendo incapaces de apartar la vista o siquiera parpadear. Olvidándose de su entorno y enfocándose únicamente en ellos.
Se hablaban con la mirada, y la pelirroja le acababa de decir que lo necesitaba tanto, así mismo como él la necesitaba a ella.
(...)
Esa misma noche, a altas horas de la madrugada, Savannah estaba a punto de cometer otra locura más que agregaría a la lista de: Reglas-que-no dejaba-de-romper.
Debido a la hora, nadie custodiaba la puerta de entrada a la casa donde se encontraba aquel sótano en el cual yacía encerrado el recluso que la gente aborrecía. Pero debía admitir que la ojimiel llevaba unos aproximados quince minutos dudando en si sería una buena idea, o mejor dicho, si sería una idea no tan terrible. Además de que, tampoco sabía si Negan aún permanecía despierto o se iba a encontrar con el hombre profundamente dormido luego de todo el trabajo que tuvo que llevar a cabo el día de hoy.
Una parte le decía que entrara sin importar los riesgos o lo que se encontraría del otro lado, y otra parte, la más razonable, le gritaba que dejara de cometer estupideces por un hombre que estaba en una celda por haber hecho cosas... inhumanas.
Y odiaba infinitamente que todo tuviese que ser tan complicado. Odiaba que se interesara por el hombre que estaba prohibido y le rechazara las invitaciones y coqueteos a Alden, un hombre dulce, bueno y prometedor para formar un futuro, solo porque no era quien realmente le llamaba la atención.
Soltó un pesado y entrecortado suspiro cargado de frustración segundos antes de jalar la manilla y abrir la puerta que le mostró los peldaños gélidos y oscuros. Los bajó uno por uno mientras que el olor a humedad le abofeteó los sentidos a su vez que a sus oídos llegaba el constante golpeteo contra la pared de un objeto que aún no lograba identificar.
Hasta que observó a Negan jugando con una pelota de tenis que lanzaba contra los bloques de cemento y la atajaba de vuelta con lo que parecía ser un guante de beisbol. Él no la había visto aún, continuando con lo que parecía ser uno de sus nuevos pasatiempos cuando no podía conciliar el sueño.
En uno de sus lanzamientos, la pelota tomó un desvío y traspasó los barrotes metálicos hasta llegar a los pies de la pelirroja. Él maldijo por lo bajo antes de pasmarse al encontrarse con una figura de pie al otro lado de la habitación. Savannah se agachó, tomando entre sus manos el objeto de goma a la par que le daba vueltas y la rugosidad le acariciaba sus dedos y palma.
—No debería de estar aquí.
La primera en animarse a hablar extrañamente fue ella, quien elevó su vista para conectarla con el hombre que ya se encontraba de pie frente suya.
—No deberías... pero quieres. —Los dedos del prisionero se enroscaron alrededor del metal una vez que había respondido con la verdad que hizo que la mujer cerrara sus ojos para retener las ganas de llorar—. Está bien, rojiza. Ven aquí y déjalo salir.
Ella obedeció.
Obedeció y dejó que el hombre la envolviera en un abrazo que desencadenó aquel llanto que había venido estado conteniendo desde hace días. Y se aferró a él, apretándolo contra su anatomía y contra las barras que anhelaba no existieran ni los dividieran. Le empapó con las lágrimas la camiseta blanca que llevaba y ahogó cada uno de sus sollozos contra la tela.
Se desahogó como jamás lo había hecho y Negan nunca se fue de su lado.
Le acarició la espalda y le besó el cabello. Le susurró diversas cosas al oído y la hizo soltar una muy pequeña risa, subiéndole un ápice los ánimos en medio del dolor. La separó para limpiarle el rostro con la yema de sus pulgares y le plantó besos fugaces en la frente, nariz, mejillas, mandíbula y se detuvo por último en su boca, rozando sus labios antes de que ella tuviese la iniciativa de unirlos en un beso necesitado y subido de tono.
Savannah quería olvidarse de los asesinos de su hermano. Quería olvidarse de cada una de las advertencias de Victoria DeVille. Quería olvidarse de la traición hacia Rick Grimes y Alexandria. Quería olvidarse de lo erróneo que estaba fraternizar con el supuesto enemigo.
Estaba desesperada porque quería que Negan la hiciera olvidar de absolutamente todo con su toque y presencia.
Coló sus manos dentro de la camiseta que lo cubría, rasguñándole con las uñas su abdomen y pectorales, provocándole un ronco gruñido al hombre que fue amortiguado por su boca. Sus dedos lo exploraron con frenesí hasta que encontraron el dobladillo de su pantalón de mezclilla; pero el prisionero la tomó de las muñecas, deteniendo a la inocente pelirroja que ya no era tan inocente.
—Savannah, cariño... —La llamó, separándose con mucho pesar de sus labios—. No suelo ser la voz de la jodida razón; sin embargo, me temo que no podemos llevar esto más allá. Y no me malinterpretes, joder, claro que me encantaría aquello; pero tú estás pasando por un mal momento y no quiero ser el que se aprovechó de ello.
La mejillas de la única superviviente de los Carter se tiñeron de un rojo intenso, avergonzada por lo que acababa de suceder y cómo se había comportado.
—Yo... Yo... Lo siento. —Sintió que toda su dignidad había quedado por los suelos. Jamás había actuado de semejante forma por un hombre. Ni consigo misma lo había hecho.
—No tienes por qué disculparte, rojiza. —Cuando él hizo el amago de acariciarle el brazo para tranquilizarla, ella evitó su tacto y dio dos pasos hacia atrás, alejándose de los barrotes y de él—. Vamos, nena. Todo está jodidamente bien, lo prometo.
La pelirroja no podía ser capaz ni de mirarlo a los ojos sin sentirse totalmente apenada.
—Debo... Debo irme. Esto no fue una buena idea.
Ignoró todos y cada uno de los llamados del prisionero mientras que huía de su presencia lo más rápido que sus temblorosas piernas se lo permitieron. Se apoyó contra la puerta una vez que se halló en el exterior, cerrando sus ojos y respirando con dificultad debido al acelerado martilleo constante de su corazón.
Negan rodeado de las penumbras se preguntaba por qué razón la había cagado cuando estaba intentando hacer lo correcto.
Mientras que Savannah se sentía patética y cachonda.
well, hello. ni tenía pensado actualizar esta fic hoy y de la nada me puse a inventar a hacerle con el celular una nueva portada que quedó más o menos pasable y me llegó la inspiración así que... here i am.
la verdad es que no tengo mucho que decir, solo espero que les haya gustado. pueden hacerme saber sus opiniones al respecto.
—vicioustwd.
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