ESTOCADA 13
Cinco concursantes de los otros equipos habían caído ya, y con ellos sus acompañantes al verse reducido el número de participantes hasta ser el no permitido.
Giza se sentía orgullosa por eso, las pruebas ya eran demasiado complicadas para que además hubiese que competir contra un gran número de personas, no le gustaba lo que estaba viendo de momento pues sabía que alguien se saldría mal parado, muy mal parado.
Y ella no podía permitir que eso ocurriese.
—Te ves jodidamente callada—ella se encorvaba hacia el frente con una pierna cargando con todo su peso y la otra flexionada contra la base de la ventana.
—Cuando pienso soy jodidamente callada, y distante—miró por encima del hombro a Echoe—, así que lárgate, Cuatro Pedos.
Echoe rodó los ojos molesto, vale que dijesen el apodo unas cuantas veces para bromear un poco ¿pero no se estaba pasando?
Una ráfaga de viento más fuerte que las demás entró en la habitación, erizó los bellos de la nuca de Giza y hondeó su cabello hasta que la brisa desapareció y volvió a caer por sus hombros. Empezaba a descolorirse por la raíz, sin embargo las puntas seguían iguales, quizá un poco más claras.
Echoe avanzó unos pasos, su mirada hambrienta indicando que estaba para juegos, y más.
—¿Cómo reaccionarías si te llamase: Blankpidge?
Ella se encogió de hombros.
—Sencillo, me daría igual porque desconozco su significado.
—Paloma blanca, emisora de paz. Tranquila, y estúpida.
—Y una mierda, Cuatro Mierdas.
—Muy elocuente ¿por qué de paso no hacemos un concurso para ver quién de los dos dice la misma palabra en contextos diferentes?
—Que te den.
Pero Echoe ya estaba tras ella, rodeó su cintura con esos fuertes brazos sin tatuar y le dio la vuelta hasta que estuvieron cara a cara. Aliento chocando contra aliento, su mirada penetrando en ella y Giza inmovilizada por un extraño sentimiento.
—¿Crees que todo se soluciona con besos fogosos?
—¿Quieres más? —las cejas del pirata se elevaron con picardía. Sus hoyuelos se marcaban.
—Ni hablar, lo que yo deseo es que te quites de encima de mí y te pires.
—No lo deseas.
Ella achinó los ojos.
—Que a ti de duelan las bolas no es mi problema.
—Oh, créeme. Lo es porque es lo que tú provocas en mí.
Ella rodó los ojos.
—¿Qué pasaría si yo bajase la mano, encontraría un río? —prosiguió él.
—Pruébalo.
La sonrisa de él indicó que lo haría sin lugar a dudas, pero antes de todo necesitaba un beso.
—Espera.
—¿Y ahora qué? Nunca te he visto tan insegura ¿estás segura de que eres Giza?
—Yo...
—Giza.
Alguien sacudiéndola de los hombros. Ella se encogió todavía más.
—Giza.
—Oh sí, Echoe.
¿Eso había sonado como un gemido? Después un jadeo.
Echoe Cuatro Vientos, el de verdad, no podía ocultar su sonrisa ¿qué clase de sueño perverso estaría teniendo ella con él?
—Oh Dios, estoy tan...
Bajo las sábanas y la camiseta los pezones de Giza estaban erizados por la excitación de su húmedo sueño con el pirata, él pudo darse cuenta con facilidad y deseó continuar viéndola así, en su estado más natural y salvaje a pesar de estar encogida en una bolita nada sexy.
—¿No crees que es hora de despertarla? —la voz molesta de Lucien llegó de la entrada. Echoe lo miró por encima del hombro borrando de inmediato su sonrisa.
Lucien no parecía muy contento de verlo en la misma habitación.
—¿Ocurre algo, Lucien? No tienes muy buena cara.
Los puños del asesino de condes se apretaban con fuerza a sus costados, pasó por al lado de Echoe e hizo chocar "accidentalmente" sus hombros.
—¿Qué está mal contigo?
Lucien se dignó a clavar las pupilas en él, después se encogió de hombros y volvió a alejar su atención del pirata para concentrarse en sus propios divagues rompe cabezas que tanto parecían mantenerlo absorto hasta no darse cuenta de con quién hablaba.
Maldita sea, Echoe era su amigo ¿y él le estaba gruñendo casi como un perro guardián?
—Lo lamento, es un mal día.
—¿Qué ocurrió? Puedes contárselo al tío Cuatro Vientos.
Más gemidos provenientes de Giza.
—Ponle una almohada en la cara y te lo cuento.
—Mejor, usaré esa mordaza que tanto le gustó.
Echoe caminó hasta el sifonier de madera desgastada y abrió un pequeño apartado para sacar de allí la mordaza, se sentó junto a Giza y se la puso hasta que ella se vio obligada a respirar por la nariz.
Una de dos, o tenía un sueño muy profundo, o ella no había dormido en muchos días.
—Ahora cuenta.
Echoe se echó hacia el frente y refregó sus ásperas manos grandes entre sí
—Es por Lesra. Desde el día de la prueba está horrible, y desde que pasáis tanto tiempo juntos Giza no ha hablado apenas con ella. Ni siquiera se dio cuenta de lo que escondía tras su mirada o esas palabras temblorosas.
—Giza siempre se ha dado cuenta de eso.
—Pues creo que ahora no, y es por tu maldita culpa.
—¿Y yo qué tengo que ver con que se esté portando como una adolescente hormonada?
—Creo que ella se está enamorando de ti.
Echoe soltó una risita gruesa y señaló a Lucien con gesto bromista.
—Esa fue muy buena.
—Igual no es amor amor, pero hay algo.
—Claro que sí, amigo.
Echoe no podía dejar de sentir la necesidad de mofarse de Lucien.
—Dime que una vez consigas tenerla no le harás daño. Asegúrame que no le darás ilusiones estúpidas.
—No soy de esos, ni siquiera sé cómo has podido pensar eso de mí.
Las cejas de Lucien se arquearon con suspicacia.
—Entonces es recíproco.
—Ni hablar.
Ahora Giza sollozaba en silencio. Echoe le acarició la pierna por encima de las sábanas para tranquilizarla. Lucien cruzó los brazos sobre el pecho observando el tierno gesto.
—Lo que iba diciendo, ¿por qué ahora y no antes de toda la mierda? He visto que siempre la has tratado genial ¿pero por qué ahora te echarías sobre ella como un predador?
Porque ahora puedo, ya no soy el capitán hormonado con acné por todo el rostro, ni estoy delgado en exceso.
—No es de tu incumbencia, así que no te metas en eso.
—Si la concierne a ella lo es. Soy su mayor consejero, y apuesto a que cuando le rompas el corazón vendrá a hablar conmigo, me preguntará por qué, si sabía algo. Y tendré que mentir como si fuese de nuevo una cría pequeña.
—No la compares de niña.
—No lo hice, pero te digo que eso es algo habitual en gente que ha perdido su infancia. Ahora mismo tú eres como su "primer novio verdadero"
—Ni siquiera salimos.
Había burla en la mueca de Echoe.
—Ella te mira mal cuando estás con otros hombres.
—Ella mira mal a todo el mundo.
—¿Entonces es casualidad que después de que flirtees con alguna mujer de por ahí, luego Giza aparezca preguntándome si hay algo malo en ella?
—No me lo creo.
—Causas inseguridad en Giza.
—No hablaré más de este tema.
—Créeme, ella quiere que esto entre vosotros funcione, el problema es que no sabe cómo, y tampoco es que ella te lo vaya a decir.
—¿Y qué me cuentas?
Lucien negó con la cabeza.
—No hagas como si mis palabras no te afectasen, por algo estás con ella últimamente y me da a mí que un polvo rápido no es el motivo.
Se volvió y retiró dejando a Echoe con las palabras en la boca.
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