—¿Sigues enfadado conmigo? —Deirdree miró de soslayo enarcando un poco las cejas a Opal Brillantine—, ya te dije que esto es un secreto que tu padre debe contar, no yo, una chica a la que podrías matar porque ya de por sí le guardas pelusilla.

Opal de nuevo la atacó con su látigo de la indiferencia, era extraño lo que había entre ellos ahora. Opal estaba enfadado con Deirdree por guardar un secreto con Quinn, y ella estaba enfadada con Opal porque no podía contarle nada y él estaba reaccionando de ese modo que ella tanto detestaba.

—Pues bien, sólo te diré que dejes de ser tan niñato y escojas qué quieres hacer con tu vida porque no estoy para niñatos boca chancla.

Deirdree se puso en pie, su cabello cayó en un suave baile sobre sus hombros, sus duras facciones se relajaron y caminó para alejarse de allí. Se encontraban en la plaza central de Langhart, todo el que se atreviese a dar un poco más de atención podía ver que ellos no eran de allí, sobre todo Opal con aquellos ojos y la perfección envolviéndolo.

A todas horas.

—Dree...

Opal fue tras ella como esperó, el problema era que no esperaba ver paciencia en sus ojos. Tranquilidad, un mar de tranquilidad en que Deirdree podía navegar con facilidad.

—Opal, sé que siempre nos estamos molestando. Pero no soy tu enemigo, sólo te estoy evitando que te haga más daño porque al menos si lo escuchas de tu padre...

—¿No será tan sufrido? Te equivocas, saber que mi padre me ha estado ocultando algo toda mi vida es mucho peor.

Deirdree suspiró, entrelazó sus largos dedos con su cabello y dio un tirón suave.

El bullicio a su alrededor a medida que el tiempo pasaba y la mañana avanzaba, cada vez era mayor, hasta tal punto que en el medio día apenas lograrían caber allí, quizá apretujados. Pero con mucha suerte.

—Tu vida y muerte—bromeó ella, y Opal no pudo evitar que una de las comisuras de sus labios se elevase.

—Todavía sigo consternado por la historia de Giza, yo siempre la he llamado niña de papá para bromear y en cambio...me siento mal.

—Yo nunca le he dicho nada, pero estoy segura de que si te permitió decirlo todos estos años es porque de algún modo le gustaba, sino estarías muerto porque si sé algo, ese algo es que ella siente un gran amor hacia sí misma. Quizá estuviese en una jaula sin poder amar, o apenarse, pero era muy capaz de desear lo mejor para ella misma, de mimarse.

—Y si le decía algo hiriente me lo haría saber con un ataque.

—Eso mismo.

Opal sonrió.

—No sé qué haces, Deirdree Thwyll, que todas tus palabras me las creo como si fueras tú la hechicera y no yo.

—Por algo estafaba a la gente ¿no crees?

—Tienes talento.

Deirdree guió el paseo que dieron por Langhart, le pareció ver un rostro conocido, y luego supo que era así al avistar a Ared en la lejanía. Aceleró el ritmo de sus pisadas hasta estar delante de él.

—No sé por qué estás aquí, pero no te diré que no me alegro de verte.

Ared parecía inquieto.

—Bueno Dree, la verdad es que...

—Estás afaenado. Lo entiendo.

Airin Mallerian salió de una tienda con unos cuantos vestidos entre sus manos. Las mejillas de Ared enrojecieron al segundo.

—Veo que no andas solo ¿eh, Ared?

—Tú tampoco.

Los ojos de Ared se clavaron en Opal. Deirdree asintió enarcando una ceja, desvió la vista hacia Airin y frunció el entrecejo. ¿Ared y Airin?

—Mañana le tocan las pruebas a Lucien...espero que os presentéis.

Deidree cogió a Opal del brazo y tiró de él hasta que perdieron que vista a Airin y Ared.

—Ha sido muy grosero por tu parte dejarlos así.

—¿Tú? ¿Tú me vas a decir a mí qué es ser grosero?

Ella soltó una risotada cargada de mofa, adelantó unos cuantos pasos a Opal y ni siquiera miró hacia atrás.

—Puedes irte, otros tenemos que participar en el Campeonato.

* * *

—Lucien se ha hecho un esguince que le impide correr y saltar—masculló Lesra, cargando con un débil Lucien hasta la cama.

Giza la miró sin un solo gesto en su rostro ¿estaría enfadada? ¿Decepcionada? Lesra lo ignoró al instante y se ocupó de comprobar que Lucien se encontraba medianamente bien.

—¿Y cómo ha sido eso, si se puede saber?

Lesra jugueteó con sus labios con nerviosismo, las palabras quedando atoradas en su garganta y después un suspiró, miró a los ojos directamente de Lucien. Él asintió débil y Giza arqueó una ceja desde su posición.

—Estábamos paseando cuando unos cuatreros intentaron robarme a pesar de no tener nada. Lucien se interpuso entre nosotros antes de que pudiese defenderme.

—Y ¿entonces? Él maneja muy bien sus puños también.

Pero a Lucien se le daba mejor ser discreto, ir por las espaldas y luego escapar una vez estaba todo cometido.

—Eran manipuladores de magia, lo hicieron saltar por los aires.

—Y cayó mal ¿no?

Lucien asintió avergonzado.

Ahora Giza parecía un verdadero témpano de hielo. Se volvió dándoles la espalda y sin decir nada se marchó ¿iría a por ayuda?

Por el modo en que efectuaba sus pasos seguros no parecía eso.

¿Así que la Giza de siempre había vuelto?

Lucien rodó los ojos.

—Odio esto de ella. Suelta la bomba y luego quiere que nos quitemos la metralla entre nosotros, es tan egoísta a veces.

—Mmm...quizá tenga sus motivos para ello—Lesra se sentó a su lado, lo miró de soslayo, ese fuerte hombro que le indicaba que apoyase su cabeza en él—, quiero decir...Para ella debe ser complicado que después de tantos años revele algo así cuando ha lidiado siempre sola.

—Pero nosotros la intentamos ayudar.

—Quizá lo que quiera es que todo continúe como siempre, que no sintamos lástima por ella.

Dejó caer la cabeza al fin sobre el hombro de Lucien y cerró los ojos por unos segundos ¿por qué se estaba tan bien allí?

—Quizá lo que quiera es que nos arrastremos por ella—apostilló Lucien con una sonrisa de lado, aún así débil.

—Quizá.

—Quizá...