RESPIRACIÓN 3
Cuando Echoe Cuatro Vientos despertó no imaginó que vería a una joven con una toalla blanca envuelta a su esbelto cuerpo, contorneando sus caderas al son de una melodía tarareada y con el cabello blanco tirando para rubio cayendo sobre sus hombros delgados.
Echoe podría reconocer esa voz en todas partes, incluso debajo del mar. Giza Blankheart ¿pero y ella?
—¿Quién eres tú? —su voz sonando ronca por el sueño.
La joven se volvió y lo miró a la cara sonriendo con diversión, sin duda alguna era Giza. ¿Pero y su cabello violeta que tanto la diferenciaba de los demás? Desaparecido. Echoe tragó saliva al ver que los grandes pechos de Giza quedaban apretados por la toalla. Al instante sintió cómo todo su cuerpo se tensaba a más no poder.
—La misma a la que desvelaste tu profundo amor desde los doce.
Porque claro, él era menor que ella por doce años.
—Ese ego no te lo curará nadie ¿no?
Echoe se rascó los ojos con los puños torpemente. Ella se encogió de hombros.
—Algunos me llaman la incorregible.
—Estarán orgullosos de saber que no se equivocan.
Los hoyuelos se marcaban en Echoe.
—De hecho, ellos nunca se enteran.
Giza dejó caer la toalla sin parecer que le incomodase darle una buena vista de—ahora—su buen trasero en forma de corazón.
Echoe contuvo el aliento sin saber cómo reaccionar, como ella no hiciese algo rápido terminaría por ponerse en pie e irse corriendo de allí.
Cualquiera diría que era una joven inexperto.
—¿Giza?
Ella sonrió y lo miró por encima del hombro moviendo un poco el cuerpo sabiendo lo que provocaba en él.
—¿Sí?
No obtuvo respuesta por parte de Echoe, quien estaba demasiado concentrado en...sus propias preocupaciones.
Soltó una risita por lo bajini y se metió en el baño. Cuando volvió a salir llevaba una gran camiseta blanca de Echoe ¿cuándo la debió sacar de su armario?
—Pues espera a oír la mala noticia, ya verás cómo la calentura se te pasa de una querido Echoe Cuatro Excitaciones.
Las mejillas de él se pusieron rojas como tomates. Ella aprovechó su momento de debilidad para caminar hasta situarse a un paso delante de él, se sentó en su regazo y rodeó su cuello con picardía en sus actos.
Ladeó la cabeza.
—Lucien está un poco mal, no podrá participar por el momento.
—¿Significa que me...toca a mí?
—Supongo. ¿Estás bien o mal con ello?
Echoe no sabía qué decir. La verdad era que después de ver las pruebas de sus compañeros tenía miedo a lo que vendría para él. Sólo podían ocurrirle dos cosas; que matasen a Giza o que el Røssete fuera destruido. Entonces el infierno caería para él y se apoderaría de su vida.
—¿La verdad?
Giza asintió, juntó tanto sus rostros que la punta de sus narices se tocó. La de Giza estaba congelada.
—Estoy acojonado.
—Pero si ya viste que nos fue a todos muy bien.
Echoe negó.
—A ti te fue muy bien, porque endureciste el corazón y te hiciste cargo de tus actos pasados por culpa del arrepentimiento. Lesra en cambio se desmoronó ¿y qué pasará conmigo?
—Lo harás mejor que nosotros.
Echoe la besó en los labios, ella cerró los ojos disfrutando.
—A veces me pregunto que pasaría si hubiésemos dado el paso antes y no ahora ¿habrían funcionado las cosas tan bien?
Echoe no dijo nada, sino que con un movimiento puso a Giza bajo él y comenzó a salpicar todo cuerpo con calientes besos, comenzando por su rostro, continuando por su cuello quedándose poseído en su clavícula. Giza se arqueó a medida que él respiraba y la besaba, jugueteaba con sus sentidos. Hasta que comenzó a descender de nuevo y ella sintió que podría explotar en cualquier momento. Cogió a Echoe del cabello guiándolo.
Aquella mañana, Giza fue de Echoe, y Echoe: de Giza.
Dos piezas de un colgante que encajaban perfectamente.
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