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𝟬𝟭𝟯. mizuki nishimura

Noa Nishimura había llorado tanto con la película que había visto junto a Hinata. Ambos habían terminado abrazados en medio del cine, llorando a mares mientras maldecian al niño que hizo que Gin desapareciera, dejando a Hotaru sola. ¡Ellos merecían una mejor despedida! Y Noa no podía perdonarlo.

«En el bosque de la luz de las luciérnagas» había durado tan solo cuarenta y cinco minutos, pero había marcado profundamente a Noa. En momentos como esos, donde tenía sus sentimientos a flor de piel, todo la ponía sensible y con la película no solo había llorado por la historia, sino que aprovechó para soltar todo lo que tenía encima. Había podido ver un amor efímero, que únicamente había podido tomar lugar en el verano de aproximadamente diez años, donde ni siquiera se habían podido tocar a pesar de que se amaban. Demonios, eso había hecho sufrir tanto a Noa.

Pocos días después se verían, aunque Noa no le había dicho a Hinata a dónde irían. Pero, quería aprovechar para algo.

Él llegó a mediodía, saludando a su padre y yéndose con ella. La siguió sin preguntarle a dónde se dirigían, simplemente comentando cómo habían estado mentalmente después de la película, a lo cual ambos confirmaron que había sido un duro golpe, seguro pensando en la similitud que podía tener a su historia. Claro que, Hinata se percató de a dónde estaban yendo tras varios minutos caminando, reconociendo el lugar. No dijo nada, sino que la tomó de la mano con fuerza y después de un rato, llegaron al cementerio.

Se dirigieron en silencio hacia una tumba en específico… «Nishimura Mizuki» era el nombre que se leía en la lápida.

Noa se sentó frente a la tumba, y Hinata no demoró en seguirla. No la soltó de la mano, sino que la tomó con mucha más fuerza, esperando a que ella dijera algo. Se sentía nervioso de estar ahí, sintiéndose feliz de que ella hubiera querido llevarlo a un lugar tan personal, y triste de ver que, según la fecha de la lápida, un día antes la mujer había cumplido años de fallecida.

—Hola, mamá —saludó Noa tras varios minutos en silencio, sonriendo con tristeza, pero sus ojos brillaban—. Hoy estoy aquí de nuevo, sé que ayer vine a dejarte tus flores favoritas, pero hoy te traje otra cosa —con su mano libre sacó un par de barras de chocolate blanco de su bolsa, dejándolas en la orilla—. Son tus chocolates favoritos, que también son los míos.

» Te preguntarás quién me acompaña, ya que es la primera vez que traigo a alguien a verte —soltó una pequeña risita, dándole un apretón de manos, y mirándolo de reojo viendo que Hinata no quitaba la vista de la lápida—. Él es Hinata Shōyō, mi novio. Es repentino, solo podemos estar juntos una semana más… hemos salido por tres semanas y puedo asegurarte que pasé las mejores vacaciones de mi vida. Tuve a mi lado a la persona que quiero para toda la vida, pero aún no podemos decidir eso —apoyó su cabeza en el brazo de Hinata, tomándolo por sorpresa.

» En fin, quería presentartelo. Es muy bonito, ¿verdad? Se parece a mi tipo ideal… solo que él no se lo cree —murmuró como si fuera un secreto, soltando una risita al escuchar que Hinata soltaba una pequeña carcajada.

—Hola, señora Nishimura. Yo… le prometo que cuidare a su hija todo el tiempo que pueda. Ella es la persona más linda de todo el mundo, así que le agradezco que sea igual de buena que usted lo fue. Aprendió de la mejor.

Hinata tenía un pequeño nudo en la garganta. Sabía que sus palabras habían sido las indicadas, que tenía a la chica que quería a su lado dándole apoyo, pero por alguna razón había algo que no lo dejaba en paz. Tal vez era el hecho de que se iría pronto y dejaría a Noa sola, pero esperaba fielmente que en el futuro pudieran reencontrarse. En verdad lo quería.

Noa no quitó su cabeza de su brazo, quedándose en esa posición varios minutos más en silencio. Estando ahí, podía oír el viento, el canto de los pájaros, la respiración de Hinata, veía las hojas de los árboles volar frente a ella y caer lentamente en la tumba, decorándola de una forma que la hacía ver muy linda. Nao no quería irse, enamorándose de ese momento y guardándolo en su memoria.

—Shōyō, hay que irnos —le avisó, enderezándose y mirándolo de lado—. Mi padre siempre ha dicho que pasar tanto tiempo aquí afecta a la mente, y me gusta aprovechar el poco que estoy aquí. Ya le he dicho todo a mi madre.

Asintió, levantándose primero y ofreciéndole su mano para que se levantara, la cual ella aceptó con una sonrisa en su rostro. Noa y Hinata volvieron a unir sus manos y entrelazar sus dedos, encaminándose hacia la salida a pasos lentos. Se sentía muy pacifica y feliz de estar ahí con él, de haber compartido ese íntimo momento con Hinata, sabiendo que no lo olvidaría y podrían volver el día que el destino los uniera nuevamente.

—Gracias por acompañarme, aunque no sabías a donde te llevaba… —le dijo ella con una risita tras varios minutos yendo de regreso a su casa. Movió la cabeza un poco, mirándolo, y le sonrió. Hinata también lo hizo.

—Fue lindo, gracias a ti por llevarme a conocer a tu madre, Noa.

—Puedes decirle «suegra», seguro le hubiera encantado —propuso, un poco avergonzada, pero intentando bromear un poco con él. Hinata se rio, negando con la cabeza.

—Me sorprende que aún así intentes bromear, Noa. Pero, me encantaría decirle suegra. La próxima vez le diré así.

«La próxima vez» había significado tanto para ella que no pudo evitar sonreír internamente. Sobre todo, porque amaba que Hinata fuera tan inocente y puro, que todo lo que dijera fuera sin doble sentido o con un propósito, sino que le salían con naturalidad. Sin duda, era su cualidad favorita de él.

Al llegar a su casa, su padre invitó a Hinata a comer, ya que aún era muy temprano. Él aceptó encantado y pasaron la tarde junto a su padre, jugando juegos de mesa y contando anécdotas de los padres de Noa cuando eran jóvenes y se enamoraron. Para Noa su historia favorita era esa, con el hombre totalmente enamorado contándola y presumiendo que había logrado conquistar a la chica más popular de la preparatoria, y repitiendo que ella es el amor de su vida. Y aunque su amor también había sido efímero, Noa sabía que no había amor más puro que el que habían tenido sus padres.

Esperaba con Hinata tener lo mismo.

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