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𝟎𝟒 la carta

# CAPÍTULO 4
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LA CARTA





────────୨ CLARA ৎ────────
12 de septiembre 2025

Si alguien preguntara cómo se ve la paz, probablemente yo respondería esto: un sábado cualquiera, sentada en el sofá de casa con mi mejor amiga, con una manta encima y la tercera temporada de The Summer I Turned Pretty en pantalla.

¡SPOILER ALERT!
(por si no is habéis visto la serie)

—¿¡Cómo puedes seguir siendo team Jeremiah!? —le protesté a Bella. —¡Jeremiah le fui infiel, DOS VECES!

—¡NO ESTABAN JUNTOS! ¡Y no me discutas! —me lanza una almohada sin despegar la vista de la pantalla. —Además, Jeremiah la cuida, la escucha, la entiende... Conrad solo sabe desaparecer y escribir cartas cuando ya es demasiado tarde.

—¿Perdón? ¿Estamos viendo la misma serie? ¡Conrad está tan roto que no sabe cómo amarla bien, pero aún así lo intenta! —le digo, abrazando la almohada que me lanzó. —¿Y qué clase de defensa es esa? ¡Jeremiah se acostó 2 veces con una tía cuando hace una semana "habían terminado"!

—Y Conrad le escondió que su madre estaba enferma. ¿Eso está mejor?

—¡No es lo mismo! —le digo indignada. — ¡Eso era dolor real! Trauma, Bella. ¡Trauma!

Nos quedamos mirándonos en silencio durante unos segundos. Luego estallamos en carcajadas.

—Somos una vergüenza —murmura, secándose las lágrimas de risa.

—Literalmente estamos gritando por hombres ficticios mientras tenemos el período y comemos helado a cucharadas.

—Dios, qué cliché —dice, brindando con su cuchara de helado.

—Pero qué buen cliché —respondo.

—Que Belly se quede sola. —añadió.

—Por primera vez, estoy de acuerdo contigo. —contesté riendo.

Nos acomodamos otra vez, en esa especie de ritual no verbal de manta hasta el cuello, pierna encima de pierna, bol de palomitas en medio y cero intención de movernos en horas. Hasta que suena el timbre.

—¿Esperas a alguien? —preguntó.

—¿Yo? ¿Tú?

Negamos al mismo tiempo. Me levanto a regañadientes, quitándome la manta y cruzando el recibidor para abrir la puerta.

Un repartidor, vestido con chaqueta de cuero y una bufanda azul ridícula, me entrega una caja blanca, impecablemente envuelta. No tiene remitente visible, solo mi nombre escrito con letra elegante. Le doy las gracias con una sonrisa confundida y cierro la puerta.

—¿Qué es eso? —pregunta Bella desde el sofá, estirando el cuello para mirar.

—Ni idea...

Dejo la caja sobre la mesa y rasgo con cuidado la cinta. Dentro hay una carpeta negra con detalles dorados. Al abrirla, encuentro una carta doblada en dos.

Mi corazón da un mini vuelco.

Bella se sienta a mi lado, curiosa. Yo leo en silencio.

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Estimada Clara Flick:

Hace poco vi tu campaña con Dior y me tomé la libertad de seguir explorando tu trabajo. Al hacerlo, descubrí algo que me emocionó más de lo que esperaba: tu sesión reciente junto al FC Barcelona. No solo por tu presencia frente a cámara, que ya me parecía impactante, sino por lo que transmitías sin decir palabra.

Trabajo para una editorial de moda en París. No es casualidad que te escriba hoy, ni que esta carta haya llegado a ti en este preciso momento. Durante años he organizado encuentros artísticos entre personas con una conexión especial. Y tú, Clara, acabas de mostrarme algo que quiero explorar.

La energía que se proyectó en esa sesión no pasó desapercibida. Así que, con el respaldo de nuestro equipo creativo, me gustaría invitarte a formar parte de un proyecto editorial único en la capital francesa. No estarás sola. Queremos que compartas portada, plano y espacio creativo con alguien que, como tú, me sorprendió por su magnetismo.

Él también apareció en esa campaña. Su nombre: Pablo Gavi.

Esperamos que ambos digáis que sí.

Atentamente: Juliette D'Aubigny, directora artística de Bleu Magazine Paris

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Bella fue la primera en hablar.

—¿¡QUÉ!? ¿¡Pablo Gavi!? ¿¡Como el Gavi Gavi!?

—Como... el Gavi que me ignora profesionalmente desde que nos vimos dos veces por error, sí —dije, dejándome caer al sofá.

—¡No te lo puedes perder! ¡Clara, París! ¡Arte! ¡Un futbolista guapo y tú con tu cámara!

—No es un meet and greet, Bella. ¡Es una experiencia documentada de 3 días! ¡En París! ¡Con cámaras siguiéndome y encima con él!

—¿Y cuál es el problema?

—El problema es que no es real. Nada de eso lo es. Ni somos cercanos, ni pareja, ni conocidos. Y encima... ni siquiera sé si él aceptó.

Tomé el teléfono y marqué el número de Rebecca, mi representante. Ella sí sabría si esto era una locura de marketing o si alguien se había fumado un documental.

—¿Clara? —contestó de inmediato.

—Recibí una caja —dije sin saludar. —Tiene mi nombre, una carta firmada por una tal Juliette D'Aubigny, y dice que me quieren llevar a París a grabar un proyecto artístico con Gavira.

Pausa.

—Ah... Ya te llegó —respondió Rebecca, tranquila, como si me hubieran invitado a merendar.

—¿Tú sabías?

—Sabía que estaban interesados. Me contactaron hace dos semanas, pero pedí que te lo propusieran por escrito primero.

—¿Y no pensaste en avisarme?

—Quería que lo leyeras sin que nadie te condicionara. Si lo hacía yo, pensabas que era una campaña publicitaria. Pero no lo es. Es un híbrido entre arte y narrativa. Y lo están produciendo medios importantes. Vogue está metido, Clara. Y no quieren a una modelo. Te quieren a ti. Por cómo miras a la cámara. Por cómo haces que el otro se abra. Y sí... lo quieren con Gavi porque vieron la química que se generó, aunque fuese mínima.

—¿Él lo aceptó?

—Está evaluándolo —dijo. —Pero si tú dices que sí... es probable que él también lo haga.

—Esto es una locura, Rebecca.

—Es una oportunidad. Si no quieres, lo dejamos. Pero... al menos considéralo.

Suspiré. Miré a Bella. Me sonreía como si estuviera viendo el primer capítulo de una comedia romántica.




───────────「 GAVI 」───────────

El pitido final del entrenamiento retumbó en el campo como un pequeño suspiro de alivio. Aún con el sudor en la frente, me dejé caer de espaldas sobre el césped, con los brazos extendidos. Había sido una sesión intensa. Como todas últimamente, pero lo prefería así: entre más ocupado estuviera, menos espacio quedaba para pensar.

—Moriré un día de estos. —dijo Cubarsí tumbándose a mi lado.

—¡Pero si tú estás joven! —dijo Lewan mirándonos.

—Ya pero es demasiado. —contestó él riendo. —Mira a Gavi, está peor que yo.

—¿Pero que dices, tío? Si yo estoy perfecto.

Pau rió levantándose.

—¡Venga, va! Que el que no aguanta nada es Fer. —dijo lo suficientemente alto para que Fermín, que estaba del otro lado del campo, lo escuchara.

—¿Qué yo qué? —gritó.

Mientras los 3 nos reíamos, unas pisadas se acercaron.

—Eh, Gavi —me dijo, dándome una palmada ligera en el hombro. —Te ha llegado algo a recepción.

—¿A mí? —pregunté, frunciendo el ceño mientras me incorporaba.

—Una caja. Bastante mona, si me preguntás. Tiene tu nombre.

No contestó. Me limité a asentir y recoger mi botella de agua.

—Bueno, ¡nos vemos más tarde, eh! —me despedí
mientras caminaba hacia el edificio principal.

Mi cabeza intentaba descifrar qué podría ser. No era mi cumpleaños. Tampoco esperaba paquetes. ¿Una campaña nueva? ¿Regalos de algún patrocinador? ¿Otra de esas cosas de prensa que acababan en la basura?

Entré al vestíbulo aún con las botas puestas, mis pasos dejando marcas húmedas en el suelo pulido. Al llegar a recepción, vi al chico de siempre, Enric, detrás del mostrador.

—¡Hola! —saludé.

—¡Tío, por fin aparecés! Llevo rato esperando darte esto.

Enric desapareció por un momento y luego volvió con una caja blanca, elegante, como de esas que se usan para invitaciones importantes. Nada de logos, nada de marcas. Solo mi nombre, escrito a mano con una caligrafía perfecta. La tomó con cuidado. Era liviana, pero tenía algo dentro.

—¿Sabés qué es esto? —pregunté, más por romper el silencio que por curiosidad real.

Enric se encogió de hombros.

—Solo sé que llegó de París. Firma francesa.

París. Genial. Otra colaboración random.
Suspiré y con una mano comencé a levantar la tapa. Pero lo que vi dentro no tenía absolutamente nada que ver con marcas. Ni con campañas.

Había una carta. Un sobre sellado con cera y una cinta azul oscuro. Y encima, una tarjeta pequeña:
"Te vimos. Queremos que vengas. Juntos."

Mis dedos se tensaron sobre el papel.

Clara.

No hacía falta que dijera su nombre, lo supe. Era como si el aire a mi alrededor se hubiera detenido por un segundo. Me quedé allí, de pie, leyendo en bucle la nota absurda, desconcertante, surrealista.

—¿Te vas a quedar viendo eso todo el día? —dijo una voz a su lado.

Lamine.

—¿Qué? —murmuré, intentando volver a la realidad.

—Esa cara de shock, tío. Parecés un NPC que acaba de recibir su primer pensamiento propio.

—Callate.

—¿Qué te llegó, a ver? ¿Una invitación a la boda de Mbappé?

—Nada. —cerré la tapa y la aparté.

—Vamos, tío, no seas así. ¿Es de una chica? ¿De tu novia secreta francesa? ¿Tenés novia secreta francesa?

—No.

—Entonces lo confirmás. Sí tenés novia, pero no es francesa.

Le lanzó una mirada de advertencia, una de esas que usaba en el campo cuando alguien se pasaba de listo. Pero Lamine solo sonrió, como siempre.

—Tranquilo, bro. Guardate tus secretos. Pero eso huele a lío.

—Chau, Lamine.

—Chau, Pablito. Disfrutá París o lo que sea que esté pasando.

Con un último resoplido, salí por la puerta de recepción. El sol de la tarde me golpeó la cara, cegándome por un momento. Iba directo hacia mi coche, cuando vi una silueta conocida apoyada en el capó.

—¿Mister?

El hombre levantó la vista, sonriente.

—¡Hombre, Gavi! Justo te estaba esperando.

—¿A mí? —pregunté, levantando las cejas.

—Sí. Me han dicho que viniste por un paquete.

Alzó la caja en respuesta.

—No pienso ir. —dije sin rodeos, sabiendo exactamente de qué hablaba.

—Ya me imaginaba. —respondió Flick, sin sorpresa—Pero quiero que sepas que tienes mi permiso.

—No se trata de permiso —dije, bajando la vista hacia la caja. —Se trata de que no estoy para distracciones. Estoy centrado en lo mío. En el fútbol. En el equipo.

—Y eso me parece perfecto. —asintió Flick. —Pero también sé cuándo algo podría hacerte bien.

Lo miré sin entender lo que quería decir.

—Mirá, quiero que vayas. —continuó Flick, con calma. —No solo porque creo que va a ser una experiencia increíble... sino porque confío en ti.

—¿Confías en mí?

—Para cuidar a mi hija.

Un silencio denso se instaló entre los dos.

—¿Clara, la del otro día? —pregunté, como si no supiera la respuesta.

Flick rió suavemente.

—Es mi hija, Gavi. ¿Creías que no me iba a enterar? Me lo contó esta mañana.

Desvié la mirada. No sabía qué decir.

—No te estoy obligando. —dijo Flick, suavizando el tono. —Pero si decides ir, me haría sentir más tranquilo saber que ella no está sola.

Tragué saliva.

—Lo pensaré.

—Eso es todo lo que te pido.

Le estreché la mano. Flick me dió una última sonrisa antes de alejarse por el aparcamiento.

No lo pensé 2 veces.

Le escribí a Clara por Instagram.

¿Por qué lo hice? No lo sé, pero lo hice.




────────୨ CLARA ৎ────────

Tenía el móvil en la mano, pero ni siquiera lo estaba mirando. Estaba más pendiente de que Bella no se cayera del sofá mientras dormía, con la boca medio abierta, la manta medio caída, y la serie en pausa justo antes del momento más importante.

Pensaba levantarme, ir por algo de cenar, quizás ponerme mi mascarilla de noche y olvidarme del mundo hasta el lunes. Pero entonces vibró el móvil.

Instagram.
Un DM.
Cuenta verificada.

Mi corazón dio un micro-brinco. Vi el nombre antes de abrirlo.

@pablogavi

¿Y si era hate? ¿Una pulla pasivo-agresiva? ¿Una indirecta sobre la caja? ¿Un "gracias pero no gracias"? Porque si algo tenía claro, era que a ese chico no le caía bien. Lo supe desde que lo vi mirar hacia otro lado durante la sesión con Flick, como si estar a un metro de mí le diera alergia.

Pero abrí el mensaje igual.

@pablogavi

— ¿aceptarás la sesión?

Que lindo él, ¿no?
Ni un "hola" me dice el gilipollas...

Fruncí el ceño. Volví a leerlo, por si se me había pasado alguna ironía.

Apagué la pantalla. Me giré hacia Bella.

—Bells.

Nada.

—Bella.

—Hmmmm.

—ME ESCRIBIÓ GAVIRA.

—¿QUÉ?

Despertó de golpe. Y como si no le costara ni un segundo, estiró la mano.

—Dámelo.

—Ni de coña.

—CLARA.

—Dije que no.

—¿Me vas a hacer esto? Yo te defendí en el debate de los Fisher, ¿recuerdas?

Suspiré. Le tendí el móvil.

—¡No! —se quejó en cuanto terminó de leer. —No puede ser tan seco.

—Eso mismo digo yo. ¿Para qué escribir si vas a sonar como si te estuvieran apuntando con una pistola?

—¿Y si está nervioso?

—¿Pablo Gavi? ¿Nervioso? Por favor.

Bella me miró.

—¿Y tú qué sientes?

—Nada.

—Clara.

—¿Qué?

—Te estás tocando el collar.

Bajé la mano de golpe. Maldita costumbre.
Siempre lo hacía cuando estaba incómoda.

—Le responderé que no es su problema. —murmuré.

—¡Clara, no! —dijo Bella, fulminándome con la mirada.

—¿Por qué no?

—Porque es grosero.

—¿Y desde cuando hay que ser amables con el imbécil ese?

—Clara, no es un imbécil.

—Él es arrogante, egocéntrico, y claramente cree que el mundo gira a su alrededor.

Bella sonrió.

—No tienes que ser amable, solo no seas grosera.

Rodé lo ojos pero asentí.

Cuando abrí Instagram, miré y tenía otro mensaje suyo.

___________________________________

— ¿Y bien? ¿Me dejas en visto porque me odias o porque te pongo nerviosa, Flick?

Amaneciste con el ego por la nubes —
o siempre eres así de pesado?

— Yo no soy pesado, princesa.

No me digas así. —

— ¿Aceptarás o no?

Aceptaré porque es mi trabajo. —

— ¿O aceptas porque quieres pasar más tiempo
conmigo, Clara?

___________________________________

—AHHH!! —gritó Bella. —Clara, este tío está loco por ti.

—¿Pero qué dices?

—¿Hola? Te ha dicho "princesa"! ¡P r i n c e s a, Clara, princesa! —dijo chillando.

—Lo hace por molestar. ¿No ves que el tío es un pesado?

Antes de que Bella pudiera decir algo más, la última notificación llegó.

—Nos vemos en París...




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Capítulo #4, check!!

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Me dijisteis que intercalara el largo de los capítulos, por lo que este ha sido más corto. Y desde ya os digo que el #5 será largo...

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