✶ first sight, we love without reason
Chapter One.
first sight, we love without reason.
Claire.
Solía amar el verano. Era mi estación favorita del año. Los tardes eran largas y calurosas, las noches más frescas, no había escuela, ni todas las responsabilidades que esta conllevaba, solo días despertando con los rayos del sol entrando por mi ventana, y tardes en el establo con los caballos, o en Grand Hollow Lake con mis amigos. Mis padres preparando el desayuno, bailando en la cocina, haciendo planes para todo el verano, siendo felices. Todos éramos felices.
Crecí en una granja de un pueblo en Massachusetts, lleno de música country, tradiciones, montañas, edificios antiguos, y muchas áreas verdes. Amaba ese pueblo. Por lo que, mudarme a los 12 años, después de que finalizará el año escolar, me había roto el corazón. Y había roto mi espíritu veraniego. Me había roto por completo, simplemente.
Ese verano, fue el peor que puedo recordar haber tenido. Nos mudamos a Filadelfia, donde vivía la abuela Maggie. Mi madre ni siquiera se levantaba de la cama, y pasaba llorando gran parte de sus días, nuestra abuela se encargó en gran parte de nosotros, alimentándonos y asegurándose de que no acabáramos en un agujero de depresión como mamá, lo que en cambio provocó, que nos llenáramos de ira y resentimiento. Tardamos todo el verano —y un poco más allá— en desempacar nuestras cosas y hacer que nuestra nueva casa se convirtiera en nuestro nuevo hogar.
Lo culpaba a él. Había roto el corazón de mamá, y nos había obligado a todos a cambiar nuestra vida por completo. Mi padre era el culpable de todo.
Ese año, el verano dejó de ser lo que solía ser para mí, y se convirtió en una estación más, aburrida y húmeda. Nuestro padre ni siquiera nos visitó una vez, y tampoco era como que lo esperáramos con los brazos abiertos. Justin y yo estábamos demasiado molestos para hablar con él, o mirarlo a la cara. La cosa es que, papá desapareció de nuestro radar después de eso, por años. Desde ese verano, no volvimos a saber absolutamente nada de él, además de que mensualmente le mandaba a mamá mil dólares para nosotros. No tocábamos su dinero. No queríamos nada que viniera de él. Ya no.
Destruyo nuestra familia, y destruyó cualquier idea de amor que existiera en mi cabeza. Porque si el amor, te provocaba lo que le había hecho a mi madre, no lo quería.
No conocimos a nuestros vecinos hasta que el verano finalizó, y con el nuestra agonía.
Recuerdo ese día perfectamente. Era domingo, tarde por la noche, las clases iniciaban al día siguiente, y yo estaba sacando la basura a la acera, y entonces, un auto azul se estacionó en la casa contigua. Tenía 12 años y era curiosa, así que no pude evitar seguir el auto, y a cada uno de los integrantes que salían del mismo.
Fue la primera vez que lo vi, y odié el cosquilleo y la sensación extraña que recorrió mi cuerpo. Era un chico alto, extremadamente apuesto, con rasgos asiáticos y un cabello tan oscuro como la noche, estaba un poco quemado por el sol y tenía la cara roja, me miró por encima de su hombro, mientras se quitaba sus audífonos de cable de los oídos y me sonrió ligeramente de lado.
Sentí mis mejillas arder ante su mirada, y desvié mis ojos rápidamente, avergonzada, como si hubiera hecho algo terriblemente malo.
—Buenas noches, cariño. Debes ser la hija de los nuevos vecinos —saludó la mujer que los acompañaba, que era una viva imagen del chico que aún me observaba. La miré, y sonreí tímidamente mientras asentía con una sonrisa—. Dile a tu madre que le mando saludos y que espero que nos conozcamos pronto. Soy Laurel, su vecina.
Con una última sonrisa, se apartó del auto y comenzó a caminar hasta la casa. Había otra niña, que parecía de mi edad, con los mismos rasgos asiáticos y el cabello oscuro, tenía unos grandes lentes, y unos frenillos cuando me sonrió sacudiendo la mano con entusiasmo y siguió a su madre al interior de la casa. Un hombre, quien supuse era el padre, las siguió también.
—Steven, ¿vienes? —llamo a su hijo, el chico que seguía mirándome. Me había observado por tanto tiempo, que estaba segura de que hasta mis orejas estaban rojas como un tomate.
—Voy —hablo, y salió corriendo hacia su padre, no sin antes lanzarme una última mirada, con esa sonrisa en su rostro.
La mañana siguiente, Justin y yo nos encontramos con nuestros nuevos vecinos mientras salíamos de casa para ir a la escuela.
Justin y Steven se hicieron cercanos con mucha rapidez, compartían gusto por los videojuegos, y las películas que involucraran autos y muchas explosiones. La hermana de Steven, quien pronto descubrí que se llamaba Belly, también se hizo mi amiga, teníamos la misma edad, y estábamos en la misma clase, me presentó a Taylor, su mejor amiga, y las tres nos volvimos inseparables.
Con el paso de los años, y un par de veranos horribles y deprimentes, porque Belly y Steven se iban a Cousins Beach en Massachusetts, y en los que yo me pasaba las tardes en el centro comercial con Taylor, o leyendo libros en mi habitación, escuchando música y practicando un horrible baile con "Party in the USA" de Miley Cirus, que Taylor y Belly me habían enseñado; me acostumbre a vivir en Filadelfia. Justin incluso había conseguido una novia, que era muy guapa, y con la que llevaba dos años.
Sin embargo, la abuela Louise —la madre de mi padre—, había querido mantener el contacto con nosotros, muy insistentemente. Mamá quería olvidar que papá existía, y nosotros también, de cierto modo. Pero la abuela no nos lo permitía, nos llamaba prácticamente cada día, y pedía fotos de todo lo que hacíamos. Por los primeros 3 veranos, pudimos escapar de ella e inventar excusas sobre escuelas de verano y deportes que ni siquiera practicábamos, para escapar de tener que visitarla en Massachusetts.
Pero nuestra suerte se había terminado.
—Odio esto —dije, por quinta vez en la última hora, mientras el camino para llegar a Cousins cada vez se hacía más corto.
—Será bueno salir de Filadelfia un rato, Claire. ¿De verdad quieres pasar otro verano con mamá caminando por la casa como un fantasma? —inquirió mi hermano, conduciendo.
Bufé en respuesta.
—Tu madre está enferma, Justin. Se que es difícil no juzgarla, pero esa mujer necesita ayuda —le recordó Sloane, su novia, y quien nos acompañaría en este viaje, porque, aunque Justin fingía estar feliz de salir de Filadelfia y volver a Massachusetts, la realidad era que tampoco quería visitar a la abuela, así que había traído refuerzos.
—Lo sé, cariño, pero ya han pasado cuatro años. Nosotros lo superamos, lo aceptamos. Es tiempo de que ella lo haga también. No solo tuvimos que vivir con un padre ausente, sino con una madre ausente también —espetó, apretando un poco demasiado fuerte el volante.
—Era el amor de su vida, Justin, y la engañó. No puedes culparla por seguir en duelo —repliqué, molesta por que juzgará a nuestra madre de esa forma.
Sloane se quedó muy quieta y en silencio en el asiento del copiloto, fingiendo que veía algo muy entretenido a través de la ventana.
—¡No la culpo por eso, Claire! —se defendió mi hermano, mirándome a través del espejo retrovisor—. La culpo por no hacerse cargo de nosotros cuando perdimos a nuestro padre también.
Lo fulminé con la mirada, deseando poder arrancarle la cabeza, aunque eso haría que perdiera el control del coche y todos termináramos muertos, así que no era una opción.
—Debí quedarme con ella. Se deprimirá más si no estamos ahí. Alguien tiene que cuidarla —mascullé, mirando por la ventana, con los brazos cruzados.
—Eso no es tu responsabilidad... Y nana Maggie prometió que la cuidaría por nosotros —dijo, derrotado, mientras el letrero que anunciaba que estábamos entrando a Cousins Beach aparecía.
Una ligera llama de esperanza se abrió paso en mi pecho. Steven y Belly estaban en Cousins, visitando a esa familia de la que tanto hablaban. Quizá, con un poco de suerte, y tal vez un mensaje, podría pasar el verano divirtiéndome con ellos, y no en casa de la abuela Louise.
Cuando era pequeña, había pasado muchos días en Cousins Beach, estaba a tan solo una hora de Plymouth —el pueblo donde crecí—, y mis padres nos llevaban cada vez que podían, en especial durante el verano, pensar que todos esos años, todos esos veranos que pasamos algunas semanas en ese lugar, Steven había estado aquí también, me provocó un escalofrío.
—Les propongo esto. Durante las próximas semanas que pasemos en Cousins, los dos tienen prohibido preocuparse por otra cosa que no sea disfrutar el verano —soltó Sloane, y Justin y yo intercambiamos una mirada cómplice—. Encontraremos algo divertido para hacer, y nos enfocaremos en pasar unas vacaciones agradables —Justin abrió la boca para protestar, pero Sloane lo fulminó con la mirada—. No aceptaré un no como respuesta —agregó, y yo reí por lo bajo.
Mi hermano era muy afortunado por tener a una chica como Sloane Hastings a su lado. Era la chica más popular de la escuela, y mi estúpido hermano que había reprobado su primer año en Filadelfia por un arrebato de rebeldía, la había conocido cuando tuvo que repetir noveno grado, desde entonces su relación se había cultivado, y había florecido en algo que jamás imaginé que Justin pudiera querer. Algo real y honesto. Amor verdadero, tal vez. Pero yo no creía que algo así existiera.
Justin me repetía todo el tiempo que el amor no era real, y que evitara a los chicos, que todos me romperían el corazón. Era muy sobre-protector en ese aspecto, así que no le conté que Steven y yo nos habíamos hecho muy amigos a lo largo de los años. La ventana de mi habitación daba a la suya, y desde que había llegado a Filadelfia y nos habíamos hecho amigos, Steven y yo salíamos al tejado todas las noches y escuchábamos recopilaciones de música que yo hacía para él. Me gustaban los CD's. Le había regalado unos 20 en los últimos 4 años. Hablábamos de casi todo, y me escuchaba hablar horas y horas sobre mis libros favoritos. No era una amistad que Justin hubiera aprobado. Así que no se lo dijimos.
Después de deambular por algunas calles, finalmente llegamos a la casa de los abuelos. Estaba en un lugar bonito y costoso. Habían comprado la casa apenas un año antes de que nos mudáramos a Filadelfia, y la usaban cada verano desde entonces. Era una casa demasiado grande para solo la abuela y el abuelo, pero supongo que la habían comprado pensando en los veranos familiares que pasaríamos ahí, y que nunca llegaron porque su hijo arruinó todo. Solo esperaba que papá no se presentara en estos meses.
—Le enviaré un mensaje a Steven para que nos veamos más tarde, siempre hay una fiesta más tarde en la playa para darle la bienvenida al verano. Deberíamos ir, bebé —le propuso a Sloane.
Me asomé por en medio de los asientos y miré a Steven con una gran sonrisa en la cara, estaba a punto de hablar, cuando empujó mi cabeza hacia atrás y dijo:
—Ni lo pienses, Claire.
—¡Ni siquiera me dejaste preguntar! —me quejé.
—No es un ambiente para mí hermanita de 16 años. Ni una palabra más. No irás —Antes de que pudiera gritarle que no era una niña, salió del auto y se dirigió a la cajuela.
—¡Idiota! —grité, dejando caer las manos sobre el asiento trasero. Sloane se asomó en medio de los asientos y me dio una sonrisa cargada de compasión.
—No te enojes con él, solo quiere cuidarte. Algunas fiestas se son muy descontroladas. —me explico lentamente, ¡como si hablara una niña!.
—No tengo 10 años, Sloane. Tengo edad para ir a una fiesta, no soy una niña —bufé, apretando los puños.
Ya había ido a fiestas. A un montón de ellas. Claro que, mi hermano no tenía conocimiento de ello.
—Lo sé, pero él aún no lo ve así. Dale tiempo. Quizá más adelante —lo excuso, y sentí que me ponía roja del enojo—. No te enojes, Claire, te saldrán canas antes de tiempo —dijo, y con eso, salió del auto y comenzó a ayudar a mi hermano con las maletas.
Suspire muy hondo, intentando tranquilizarme. No quería pasar la tarde con los abuelos. Era horrible, hacía años que no los veía y la situación sería indudablemente incómoda. Y odiaba que Justin me tratara así, como si fuera de cristal y una niña pequeña. Pero no interesaba. Iría a esa fiesta de una manera u otra, y Belly sería mi cómplice.
Baje del auto con mejor humor, incluso lo ayude a cargar mis maletas y llevarlas hasta la entrada, justo cuando la puerta de la casa se abrió. Mi abuela, con un vestido largo blanco y floreado, apareció en la entrada y nos extendió los brazos.
—Odio el verano —susurré, más para mi misma que otra cosa. Estos meses solo me hacían añorar lo que alguna vez había tenido, y que ahora solo era un recuerdo.
—Pórtate bien, Claire, por favor. Verás que el verano se terminará antes de que puedas notarlo y estarás en casa con tu mami —dijo Justin, pasando por mi lado, su voz había sonado sarcástica, como si se estuviera burlando de mí .
Mi hermano solía decir que yo era muy blanda con mamá. Yo solo no quería preocuparla o darle problemas. Si podía ser una buena hija, lo sería. Claro que, había algunas cosas de las que ella no tenía conocimiento, como que Taylor y yo nos escabullíamos algunas noches a fiestas de los de último año, y que me había emborrachado por primera vez el año pasado en mi cumpleaños número 15. Eran pequeños detalles que mamá no necesitaba saber, y yo me portaba bien la mayor parte del tiempo, así que, no importaban.
Justin fue el primero en abrazar la abuela, desde mi lugar a un par de metros de las escaleras que llevaban a la entrada, percibí la incomodidad de mi hermano. Después le presentó a su novia, Sloane era muy amable con todo el mundo, la abuela la amaría inmediatamente, y esperaba que estuviera muy ocupada adulando a la novia de Justin para fijarse en mi. Lamentablemente, posó los ojos sobre mi y algo brillo en su mirada, me sentí muy incómoda de repente —que novedad—, suspire hondo, me obligue a poner mi mejor sonrisa, y me acerqué a la abuela.
—Mi pequeña Aurora —exclamó con un cariño que me asfixió de repente. Solía llamarme así cuando era más pequeña, como la princesa del cuento, pero hacía mucho que nadie me llama así. No desde papá.
—Hola abuela —dije, y me recibió con un gran y apretado abrazo—. Es bueno verte —Esperaba que no se notara la mentira en mi voz.
—No sabes cuánto te extrañe. A ambos —dijo ella, apartándose de mi para mirar a Justin—. Pasen, pasen. Les prepare sus habitaciones. Sloane, tú tienes la tuya propia, así que no será necesario que compartas con Justin. No quiero nada impropio ocurriendo en esta casa.
—Ah... Claro. Gracias —Sloane le lanzó a mi hermano una mirada cargada de significado y yo reí, demasiado fuerte para mi gusto.
—¿Qué es tan gracioso, querida? —quiso saber mi abuela, deteniéndose en el vestíbulo y mirándome expectante.
—Nada —me apresuré a decir, apretando los labios en una línea recta—. Nada en absoluto.
La abuela había decorado mi habitación como si aún tuviera 12 años. Me extrañaba la cantidad de figuritas y objetos de mi niñez que había en la habitación, cosas que había dejado atrás cuando nos mudamos a Filadelfia. Era como si el tiempo se hubiera detenido en esa habitación, excepto que nada pertenecía a esa casa. Ni siquiera yo.
Todo era tan brillante y costoso, teníamos incluso un bote, y una alberca en la parte trasera de la casa. Era un jardín enorme, la casa era enorme. Los abuelos eran ricos, eso no era ningún secreto. La granja les había dejado mucho dinero a los largo de las décadas, y papá había crecido rodeado de todos esos lujos en Plymouth. Mi hermano y yo gozamos de todo eso durante nuestra niñez, ahora, cuatro años después del divorcio y con una madre que trabajaba horas extra en un hospital cuando no se encerraba en su cuarto a llorar, o se desprendía de la realidad, vivíamos como podíamos. Justin tenía un trabajo en un taller mecánico en Filadelfia, pero no le pagaban mucho, ya que trabaja medio tiempo. Todo había cambiado drásticamente, y me sentía como un pez fuera del agua en ese lugar.
Me acerqué al baúl que había a los pies de mi cama, y levanté la tapa, suspirando cuando noté cuántos recuerdos de Plymouth había ahí escondidos. Me preguntaba cómo habían llegado todas estas cosas aquí. Quizá la abuela había robado nuestra antigua casa y lo había llevado todo hasta allí. Después le preguntaría.
Hurgue un poco entre el baúl, y encontré el par de mis patines viejos. Sonreí con nostalgia al verlos. Mamá y papá me habían enseñado a usarlos cuando tenía 10, los saqué y les quité el polvo con las manos, sentándome en la esquina de mi cama para inspeccionarlos. Solía amar esos patines porque la talla era ajustable, así que me durarían por mucho tiempo, pero cuando nos mudamos, los dejé atrás, como todo lo demás.
—No, abuela. No habíamos podido venir porque estábamos adaptándonos a nuestra nueva casa, no porque los estuviéramos evitando —escuché decir a Justin en el pasillo.
—Solo digo que ha sido de muy mala educación dejarnos al abuelo y a mí a un lado. Nosotros no somos responsables por lo que el imbécil de tu padre ha hecho —espeto la abuela. No llevamos ni 20 minutos en esa casa, y todo parecía indicar que sería un muy, muy largo verano—. Los he extrañado muchísimo. ¡Ustedes también son mis nietos! —Podía deducir por su tono, que había comenzado a llorar.
—Lo sé, abuela. Lo sé. Pero, ¿traer todas nuestras cosas desde Plymouth? ¿Por qué está todo esto aquí? —quiso saber mi hermano, con un deje molesto en su voz. Supongo que su habitación también estaba igual que la de aquel niño de 14 años.
—Su padre... —La abuela tomó una gran bocanada de aire y suspiró—. El envío todo esto aquí cuando terminaron las remodelaciones de la casa. Pensó que sería bueno que pudieran tener un espacio para ustedes, ya sabes, igual al que tuvieron en Plymouth —Hasta yo podía escuchar la mentira en su voz.
Papá se había desecho de nuestras cosas, porque ya no nos quería.
Sintiendo una punzada en mi pecho, tome mi mochila del suelo y busque mis audífonos, no podía permanecer un segundo más en ese lugar lleno de recuerdos, no podía soportar a la abuela en ese instante. Colgué los patines en mis hombros y salí de mi habitación.
Justin y la abuela me observaron un momento, parecían conmocionados. Yo solo los miré con indiferencia por un segundo, y me dirigí a las escaleras.
—¿A dónde vas? —inquirió Justin.
—A explorar el vecindario. Ya sabes, pasar un buen verano y todo eso —dije sarcástica, y así, salí de esa casa.
Recorrí las calles de la pequeña residencia, patinando a través de ellas, observando a los vecinos preparase para el verano. Había estado dando vueltas por cada calle sin parar durante aproximadamente dos horas. Aún no quería volver, no quería que el verano comenzara. Quería volver a casa con mamá.
Cuando doble la esquina de la calle en la que vivía la abuela, para recorrerla otra vez, "Dancing With Our Hands Tied" de Taylor Swift comenzaba a sonar a través de mis audífonos. Era una de mis canciones favoritas de Taylor. Y luego lo sentí. Ese imán invisible que me atraía a él como la miel a las abejas, levanté la vista, y vi a Steven caminar hacia el coche de su madre, aparcado en la entrada de la casa al lado de la nuestra.
El levantó la mirada, y nuestros ojos se encontraron. Esa hermosa sonrisa apareció en sus labios. Sentí que mi corazón se detenía en ese instante. Todo se detuvo. No existía otra cosa que no fuera ese chico.
Y al minuto siguiente, estaba en el suelo.
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