⠀⠀𝟬𝟭. ❛ EVELIA VANE ❜
chapter one ╱ evelia vane
LOS JUEGOS DEL HAMBRE.
⠀⠀Sólo con oír ese nombre, a cualquiera se le acelera el corazón, y con razón. Ser arrancado de tu vida y arrojado a una arena donde la supervivencia era casi imposible, con un noventa y nueve por ciento de probabilidades de encontrar un final brutal, era poco menos que aterrador, sobre todo porque los participantes en estos juegos eran adolescentes. Almas jóvenes que acababan de empezar su viaje por la Tierra, llenas de experiencias por vivir. Entrar en la arena significaba arrebatarles el futuro y sustituirlo por una lucha por la supervivencia en la que cada latido podía ser el último.
⠀⠀Todas las personas de doce a dieciocho años temían este día. Contaban los días que faltaban para la cosecha, calculaban sus posibilidades de ser elegidos e intentaban coger el menor número posible de teselas.
⠀⠀En el distrito de Evelia, las teselas no se utilizaban especialmente. Al contrario que en los Distritos 11 o 12, los habitantes del Distrito 4 no sufrían hambrunas. Claro que no vivían en el lujo, pero no tenían motivos reales de queja. Sus vidas bailaban al son del mar, cada día al ritmo de las olas y la brisa salada, y casi siempre disponían de alimentos. Si una familia pasaba necesidad, solía enviar a sus hijos a pescar, aunque el Capitolio lo hubiera prohibido.
⠀⠀La madre de Evelia tenía la peculiar costumbre de enviar a su hija a pescar, a pesar de la riqueza de su familia. Evelia no entendía la razón: ¿era un intento equivocado de enseñar humildad o tal vez una estratagema deliberada para provocar la acción de los agentes de la paz? Su madre, una figura formidable en su comunidad, parecía más que capaz de llevar a cabo intrincados planes.
⠀⠀Tres golpes agudos rompieron el silencio del dormitorio de Evelia, despertándola del calor de su cama.
⠀⠀—¿Piensas siquiera levantarte? —Gruñó su madre desde el otro lado de la puerta—. Hoy es el día de la cosecha, por si lo habías olvidado.
⠀⠀La chica rubia refunfuñó mientras se levantaba de la cama a regañadientes y echaba un vistazo al despertador, que marcaba las nueve de la mañana. A las once, todo el Distrito se reunía frente al ayuntamiento, esperando ansiosamente la cosecha. Comenzaba simultáneamente en cada Distrito, pero debido a la diferencia horaria, en el 12, 11 u 8, era a las dos de la tarde. Tenían más tiempo para dormir, algo que Evelia envidiaba, aunque dudaba que pudieran dormir bien con tanta presión sobre sus hombros. Los tributos de los Distritos del este, los más pobres, no tenían casi ninguna posibilidad de salir con vida de los Juegos.
⠀⠀Coral entró en la habitación de su hija como una furia, con un vestido en la mano.
⠀⠀—¿Todavía no te has duchado? —Preguntó con frialdad.
⠀⠀Evelia reprimió las ganas de poner los ojos en blanco. El día en que Coral dejara de ser la persona más desagradable del universo con su hija debería declararse fiesta nacional.
⠀⠀—Oh, debo haberme perdido el memorándum de que es un crimen dormir hasta tarde el día de la cosecha —respondió la rubia.
⠀⠀—Háblame con respeto, jovencita —replicó su madre, colocando el vestido azul que llevaba en la silla del escritorio—. Date una ducha, prepárate y ponte el vestido.
⠀⠀—No entiendo por qué insistes tanto en que me vista —replicó Evelia—. Después de todo, no es que me vayan a elegir, ¿verdad?
⠀⠀En el aire flotaba una pregunta cargada de verdades no dichas.
⠀⠀Evelia observó atentamente a su madre, midiendo su reacción. Quería ver cuánto tiempo Coral persistiría en su engaño, incluso el día de la cosecha. ¿Seguiría escudándose en falsedades?
⠀⠀—Nunca se sabe —respondió finalmente su madre tras unos instantes de tenso silencio.
⠀⠀Luego, con un chasquido, su madre salió de la habitación y la puerta se cerró tras ella. Evelia suspiró y se desplomó sobre la cama.
⠀⠀En la soledad de su ducha, en medio de la cascada de agua, luchó con sus emociones contradictorias. ¿Qué le pasaba? Debería estar temblando de ansiedad, temiendo el inminente giro que daría su vida en tan sólo unas horas. En el fondo, sabía que la llamarían para participar en los Juegos. No podía explicar cómo lo sabía: era una premonición que se cernía sobre ella como una sombra inquebrantable.
⠀⠀Mentira. Sabía muy bien la razón. Pero expresarlo le parecía peligroso, incluso en el santuario de sus propios pensamientos. Le faltaban pruebas concretas, pruebas sustanciales para corroborar sus sospechas. Su teoría era frágil, llena de agujeros, y sin embargo...
⠀⠀—Suficiente —murmuró Evelia para sí misma, cerrando la ducha con un giro decisivo del grifo.
⠀⠀Después de secarse, volvió a su habitación para arreglarse. Se maquilló ligeramente: una pizca de corrector para disimular las ojeras, un toque de colorete para añadir un brillo saludable y una pasada de rímel para definir sus casi invisibles pestañas rubias. Luego se dedicó a peinarse.
⠀⠀Tras unos momentos de duda, decidió dejar su larga melena rubia al natural. Al fin y al cabo, ningún peinado iba a impedir que su nombre saliera de la urna. Dejó que su pelo se secara al aire y se puso el vestido que su madre había comprado para la ocasión.
⠀⠀El vestido azul claro era sencillo pero elegante, con delicados tirantes que descansaban suavemente sobre sus hombros. Caía con gracia justo por debajo de sus rodillas, moviéndose con fluidez a cada paso. El corpiño era ligeramente entallado, abrazando su figura sin apretarla demasiado, mientras que la falda se acampanaba suavemente, proporcionando una sensación de libertad y soltura. La tela era suave y vaporosa, lo que permitía a Evelia respirar y moverse cómodamente, incluso en un día tan tenso.
⠀⠀El color del vestido complementaba sus ojos, de un azul intenso que recordaba a las profundidades del océano en un tranquilo día de verano. Sobre su piel bronceada, el azul claro aportaba calidez, realzando el brillo natural de su tez.
⠀⠀Evelia se acercó al espejo y se miró durante un largo rato. El peso de la realidad empezó a hacerse sentir. Esta noche probablemente no dormiría en su propia cama. En lugar de eso, subiría a un tren con destino al Capitolio, donde se sometería a un riguroso entrenamiento durante unos días antes de ser lanzada a una arena repleta de tributos dispuestos a hacer lo que fuera para sobrevivir.
⠀⠀Mientras bajaba las escaleras, Evelia se hizo una promesa solemne: no importaba el peligro al que se enfrentara, no sucumbiría a las exigencias del Capitolio quitándole la vida a otra persona. La sola idea de someterse a la barbarie de los Juegos la repugnaba. En la arena, en medio del caos y la desesperación, se mantendría firme en su desafío, negándose a convertirse en un peón del cruel juego del Capitolio.
DIEZ Y MEDIA. Evelia estaba en la cola para firmar en el registro, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Sus amigas permanecían en silencio frente a ella, con una tensión palpable. Nadie se atrevía a hablar, como si cualquier ruido pudiera inclinar la balanza del destino en su contra. No tenía sentido, pero el miedo nublaba la razón cuando se estaba al borde de la muerte.
⠀⠀Los ojos de Evelia recorrieron la multitud y se posaron en su madre, que estaba en la primera fila de la sección de familiares. Qué extraño. Su madre solía quedarse atrás, ansiosa por ser la primera en marcharse una vez terminada la cosecha. Evelia decidió no pensar en ello y se concentró en la fila que avanzaba lentamente. Se acercaba su turno.
⠀⠀—Tu dedo —exigió la mujer del mostrador, sin molestarse en mirar a Evelia a los ojos.
⠀⠀Evelia extendió la mano derecha y la mujer le cogió bruscamente el dedo índice, girándolo hacia arriba. Con un pequeño dispositivo parecido a una jeringuilla, pinchó el dedo de Evelia, pero evidentemente no dio en el blanco, a juzgar por el agudo dolor que le recorrió la mano.
⠀⠀—¡Ay! —Exclamó Evelia, llevándose la mano al pecho.
⠀⠀La mujer finalmente levantó la vista, ofreciendo una falsa sonrisa.
⠀⠀—Lo siento, no encontré tu vena.
⠀⠀—¿Encontrar mi vena? ¡Casi me arrancas el dedo!
⠀⠀Uno de los agentes de la paz apostados tras los mostradores se acercó a ellas.
⠀⠀—¿Hay algún problema? —Preguntó con tono severo.
⠀⠀La mujer del mostrador se enderezó de inmediato.
⠀⠀—No hay ningún problema, señor. Sólo un pequeño contratiempo.
⠀⠀Evelia fulminó a la mujer con la mirada, pero volvió a tenderle la mano de mala gana. La mujer le pinchó el dedo correctamente esta vez, y la pequeña gota de sangre confirmó su identidad.
⠀⠀—Evelia Vane —leyó la mujer en su aparato, escrutando a la adolescente.
⠀⠀Intranquila, Evelia empezó a cambiar su peso de un pie a otro.
⠀⠀—¿Puedo irme ya? —Preguntó, su voz apenas un susurro.
⠀⠀—¡Siguiente! —Gritó la mujer, ignorando la pregunta de Evelia pero sin romper el contacto visual.
⠀⠀Evelia se apartó rápidamente, sintiendo la mirada de la mujer clavada en su espalda mientras se dirigía a reunirse con sus amigas. Su corazón se aceleró, una mezcla de miedo y expectación recorrió sus venas.
⠀⠀—Has tardado bastante —dijo Mollie, con un tono ligero, pero con ojos cautelosos, mientras observaba a Evelia acercarse. Mollie era alta y bronceada, y su pelo castaño reflejaba la luz del sol.
⠀⠀—La mujer que se ocupaba de las identificaciones era muy rara —murmuró Evelia, con voz irritada, mientras se apartaba el pelo rubio de la cara.
⠀⠀Mollie no respondió, pero su expresión lo decía todo: quería estar en cualquier sitio menos allí. Evelia cogió la mano de su amiga y la apretó suavemente.
⠀⠀—Oye —murmuró suavemente—. Tus posibilidades de ser elegida son realmente bajas. Tu nombre sólo figura cinco veces en la urna. He oído que el de Powen está unas veinte, y no es el único.
⠀⠀Los labios de Mollie se curvaron en una débil sonrisa.
⠀⠀—Y sin embargo, el año pasado, Pristella fue elegida. Tenía doce años. Su nombre sólo estaba una vez.
⠀⠀Evelia bajó la mirada y el silencio se hizo pesado entre ellas. Pristella había sido la mejor amiga de la hermana pequeña de Mollie. Su selección para los Juegos había destrozado el Distrito 4. Su muerte había sido brutal: un tributo del Distrito 1 le había atravesado la cabeza con una flecha el segundo día. El recuerdo de los gritos de la familia de Pristella aún resonaba en el Distrito.
⠀⠀—¿Cómo está tu hermana? —Preguntó Evelia, recorriendo con la mirada el grupo de treceañeros.
⠀⠀—Convencida de que la elegirán. Como todos nosotros, supongo —suspiró Mollie, con los hombros caídos—. Lleva una semana teniendo pesadillas todas las noches. Intento tranquilizarla, pero es inútil.
⠀⠀—Esta noche será mejor —le aseguró Evelia en voz baja—. Cenaremos bien juntas.
⠀⠀—Eso espero, Eve.
⠀⠀El reloj de la ciudad dio las once. Alrededor de Evelia y su amiga, las pocas conversaciones que quedaban cesaron abruptamente al unísono. Evelia miró a su alrededor, percibiendo el tenso ambiente, mientras el alcalde se acercaba al micrófono. Llevaba el pelo pelirrojo bien peinado, el traje impecablemente planchado y su rostro mostraba una expresión de satisfacción que Evelia deseaba borrar. No tenía nada que temer; él y sus seres queridos estaban a salvo del daño inminente.
⠀⠀El himno resonó, llenando la plaza con su melodía solemne y opresiva. Una vez concluido, el alcalde Marlowe habló con una leve sonrisa, la formalidad de su tono contrastaba fuertemente con la gravedad del momento.
⠀⠀—Señoras y señores —su voz resonó en la solemne reunión, amplificada por el micrófono que recordaba la gravedad de la ocasión. Su presencia, normalmente un símbolo de autoridad y orden en el Distrito, parecía ahora cargada con el peso del anuncio que portaba—. Hoy, cuando conmemoramos los 50º Juegos del Hambre, el Segundo Vasallaje de los Veinticinco, debemos reflexionar sobre los sacrificios y la resistencia que han definido a nuestro Distrito —comenzó el alcalde Marlowe, con palabras mesuradas pero teñidas de una solemnidad que encajaba con los rostros sombríos de la multitud.
⠀⠀Evelia se encontraba entre los reunidos, con el corazón palpitándole con una mezcla de temor y expectación. El Vasallaje de los Veinticinco no era sólo una tradición; era un sombrío recordatorio del control y la crueldad del Capitolio.
⠀⠀—Según el decreto del Capitolio —continuó el alcalde, con voz firme a pesar de la inquietud que recorría la asamblea—, este año, en honor del aniversario, no dos, sino cuatro tributos serán seleccionados para participar en los Juegos del Hambre.
⠀⠀Los jadeos y murmullos de la multitud confirmaron el temor colectivo que flotaba en el aire como un sudario.
⠀⠀—¿Cuatro tributos? Eso hace cuarenta y ocho adolescentes en la arena. Es una auténtica locura —pensó Evelia, mientras su mente daba vueltas a las implicaciones del anuncio del Vasallaje de los Veinticinco.
⠀⠀A su lado, la rubia sintió que la mano de Mollie temblaba entre las suyas. La apretó con fuerza, ofreciéndole el poco consuelo que podía en medio del miedo palpable que se apoderaba de ambas. La idea de que no sólo dos, sino cuatro personas de su Distrito fueran empujadas a la arena mortal era casi demasiado para soportar.
⠀⠀—Este Vasallaje de los Veinticinco sirve como testimonio de nuestra resistencia y unidad —declaró el alcalde Marlowe, aunque sus palabras ofrecían poco consuelo en medio de la realidad de lo que estaba por venir—. Juntos, como Distrito, afrontaremos este reto con valor y dignidad, honrando a los que nos han precedido y a los que nos seguirán.
⠀⠀El silencio cayó como un pesado sudario sobre la plaza. Algunos padres no podían contener su dolor y encontraban consuelo en los brazos de sus amigos mientras las lágrimas fluían sin control. Entre los adolescentes, sin embargo, reinaba un silencio estoico, con sus rostros juveniles sin color, pero su determinación inconfundible.
⠀⠀El alcalde enumeró solemnemente a los ganadores de los Juegos anteriores. Entre ellos, sólo uno permanecía vivo: Mags Flanagan. La multitud observó en reverente silencio cómo la anciana, con sus hermosos rizos castaños enmarcando un rostro curtido por años de penurias, daba un paso al frente para estrechar la mano del alcalde. Iba vestida de forma impecable, como testimonio de su resistencia y su espíritu perdurable.
⠀⠀Evelia estaba de pie entre sus compañeros, con su admiración por Mags teñida de una pizca de duda. Respetaba mucho a los tributos mayores, pero no podía evitar la sensación de que Mags podría no ser la mentora ideal. El silencio que acompañaba a Mags parecía ser elocuente, tal vez un efecto persistente del trauma que sufrió durante sus propios Juegos. Evelia lo comprendía de primera mano, pues había visto la mirada atormentada de los que regresaban de la arena.
⠀⠀Mientras Mags permanecía de pie junto al alcalde, con expresión serena pero distante, Evelia no pudo evitar sentir una punzada de preocupación. La comunicación eficaz era crucial para la supervivencia de los tributos, y temía que el silencio de Mags pudiera obstaculizar su capacidad para impartir consejos y orientación cruciales.
⠀⠀Luego llegó Venus Lovett, enviada directamente desde el Capitolio para anunciar los tributos y prepararlos para su viaje. Estaba radiante ante la multitud, con un aspecto que reflejaba la moda y la opulencia del Capitolio. Su atuendo era una sinfonía de colores vibrantes y diseños elaborados, confeccionados a la perfección para acentuar su esbelta figura. Llevaba un vestido ceñido adornado con brillantes lentejuelas e intrincados dibujos que parecían resplandecer bajo la luz del sol. Llevaba el pelo recogido en un elaborado peinado, adornado con joyas que captaban la luz y brillaban con cada movimiento.
⠀⠀Alrededor del cuello, Venus llevaba un collar de piedras preciosas, testimonio de la extravagancia de Capitol. Su maquillaje era impecable, con colores llamativos que acentuaban sus rasgos y hacían resaltar sus sorprendentes ojos verdes. Cada detalle de su aspecto hablaba de riqueza y privilegio, reflejando el marcado contraste entre el Capitolio y los Distritos que gobernaba.
⠀⠀—¡Felices Juegos del Hambre! —Venus exclamó—. Y que la suerte esté siempre de vuestro lado.
⠀⠀A pesar de los vítores del público y del teatral saludo de Venus, a Evelia le resultaba difícil tomarla en serio. No pudo reprimir un susurro a Mollie, que estaba a su lado.
⠀⠀—Parece un payaso.
⠀⠀Mollie ahogó una pequeña carcajada, sus ojos se encontraron con los de Evelia en un momento compartido de frivolidad en medio de la tensión.
⠀⠀—Las damas primero —declaró Venus con una escalofriante finalidad, su voz cortando el tenso silencio que se apoderó de la plaza.
⠀⠀Evelia sintió que se le hacía un nudo en el estómago cuando la mano de Venus descendió a la urna designada para los tributos femeninos. El peso del terror se apoderó de sus hombros, sabiendo que con cada nombre que se pronunciaba, aumentaban las probabilidades de que su propio destino quedara sellado.
⠀⠀La expectación en la multitud era palpable, una respiración colectiva fue contenida mientras la mano de Venus se movía deliberadamente entre los trozos de papel. El corazón de Evelia latía con fuerza en su pecho, su mente se aceleraba con pensamientos desesperados de supervivencia.
⠀⠀—¡Delta O'Conner!
⠀⠀El anuncio rompió la quietud y Evelia abrió los ojos para presenciar la devastadora escena que se desarrollaba a su izquierda. El padre de Delta se desplomó desesperado y sus gritos resonaron en la plaza. Dos agentes de la paz intervinieron rápidamente, sacándolo a la fuerza mientras Delta, con las piernas temblorosas, comenzaba su marcha vacilante hacia el escenario.
⠀⠀Delta era una figura llamativa con su hermoso vestido blanco que contrastaba elegantemente con su piel color chocolate. Su larga cabellera rizada enmarcaba un rostro surcado de lágrimas. Evelia conocía un poco a Delta por sus interacciones ocasionales durante las clases de pesca, pero ahora, al verla en este momento de miedo e incertidumbre, sintió una oleada de empatía e impotencia.
⠀⠀Cuando Delta llegó al escenario y se paró junto a Venus, las lágrimas continuaron fluyendo por sus mejillas sin cesar. El peso del decreto del Capitolio flotaba pesadamente en el aire, ensombreciendo las esperanzas y los sueños del Distrito.
⠀⠀—Y ahora, el segundo tributo mujer... —La voz de Venus se apagó ominosamente mientras se preparaba para escoger el siguiente nombre. La tensión en el aire era sofocante, la multitud contuvo la respiración una vez más mientras la mano de Venus vacilaba sobre la urna.
⠀⠀El tiempo parecía ralentizarse, los segundos se extendían hasta la eternidad mientras Evelia se preparaba para el momento inexorable. Miró a Mollie que estaba a su lado, sus ojos se clavaron en una comprensión silenciosa. Sabían que este día podía llegar, pero la realidad se sentía como una pesadilla que se desarrollaba ante sus ojos.
⠀⠀La mano de Venus finalmente descendió de nuevo, los dedos se enroscaron alrededor de un trozo de papel. El momento quedó suspendido en silencio, cada latido del corazón retumbando en los oídos de Evelia.
⠀⠀—Evelia Vane.
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