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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀𝒊𝒊. Safe And Sound


chapter two ╱ sana y salva


EVELIA NO TENÍA NI IDEA DE QUIÉNES ERAN LOS CHICOS ELEGIDOS PARA REPRESENTAR AL DISTRITO CUATRO. No los había visto en su vida.

⠀⠀Cuando su nombre resonó en la plaza y subió los escalones que conducían al escenario, Evelia hizo un esfuerzo consciente por esbozar una sonrisa, algo segura de sí misma, algo desafiante ante la crueldad del Capitolio. Sin embargo, cuando su mirada encontró entre la multitud los ojos llenos de lágrimas de Mollie, su determinación flaqueó. El peso del momento, la finalidad de dejarlo todo atrás, arrancó la sonrisa de sus labios.

⠀⠀Los condujeron al ayuntamiento y los cuatro tributos fueron separados en salas individuales. Apartada del mundo exterior, Evelia se sentó en silencio, con la mente hecha un torbellino de emociones. Sabía que su madre vendría, sabía que Mollie vendría a despedirse. Pero en esos momentos de espera, la realidad de lo que le esperaba se hizo más profunda que nunca.

⠀⠀La habitación le resultaba fría y desconocida, en marcado contraste con la calidez y familiaridad de su hogar. El Capitolio la envolvió con fuerza y Evelia se aferró a los recuerdos de su vida anterior a la cosecha: risas compartidas con amigos, el olor del mar y momentos que ahora le parecían imposiblemente lejanos.

⠀⠀La puerta se abrió y entró la madre de Evelia, acompañada por un Agente de la Paz de rostro severo que montaba guardia en el umbral.

⠀⠀—Tenéis tres minutos —dijo secamente antes de cerrar la puerta tras de sí con un chasquido decisivo.

⠀⠀La madre de Evelia se acercó con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas. Le tendió la mano tímidamente, con un tacto vacilante pero cargado del dolor no expresado de una madre. Evelia resistió el impulso de apartarse, sus emociones eran una tormenta turbulenta bajo una máscara de estoico desafío.

⠀⠀—Esto no tenía que haber pasado —murmuró su madre, con voz entrecortada, mientras agarraba con fuerza las manos de Evelia.

⠀⠀Evelia apretó la mandíbula y una oleada de ira creció en su interior como una marea. Soltó las manos y retrocedió con una fuerte inspiración.

⠀⠀—No llores —espetó Evelia, con un tono de amargura—. Sabías que esto podía pasar. Es por tu culpa.

⠀⠀Su madre retrocedió como golpeada, su expresión era una mezcla de dolor y culpa.

⠀⠀—Evelia, yo...

⠀⠀—Se supone que tienes que ser fuerte —interrumpió Evelia, con la voz temblorosa por la emoción reprimida—. No necesito que te derrumbes ahora. Necesito que seas fuerte.

⠀⠀Las palabras pesaban entre ellas, una dolorosa verdad que quedaba al descubierto en la crudeza de la habitación. Evelia se dio la vuelta y se paseó por el pequeño espacio mientras luchaba por contener la agitación que se apoderaba de su interior.

⠀⠀—Lo siento —susurró su madre, con voz apenas audible en medio del peso de su angustia compartida.

⠀⠀—Sí, yo también lo siento —replicó Evelia, y su voz cortó el pesado silencio—. Deberías haberlo pensado antes de coger todas esas teselas que no necesitábamos. ¿Cuántas veces estaba mi nombre en esa urna, eh? ¿Cuarenta?

⠀⠀Su madre permaneció en silencio, con la mirada perdida por la culpa.

⠀⠀—¿Y por qué cogiste esas teselas a mi nombre? —La voz de Evelia se elevó, su frustración hirviendo—. ¿Tanto me odias? ¿De verdad quieres verme morir en esa maldita arena?

⠀⠀Evelia se detuvo.

⠀⠀—Sólo márchate —dijo, con la voz temblorosa por la emoción—. ¡Vete!

⠀⠀Su madre asintió en silencio, con las lágrimas cayendo sin control por sus mejillas. Con una última y angustiosa mirada, se dio la vuelta y salió de la habitación; la puerta se cerró suavemente tras ella.

⠀⠀Evelia se apoyó en el escritorio, clavando las uñas en la madera mientras luchaba por contener el torrente de emociones que amenazaba con desbordarla. Intentó respirar hondo para calmarse, pero fue en vano. Las lágrimas fluían libremente y, por una vez, decidió dejarlas caer, no contenerlas.

⠀⠀El peso de los inminentes Juegos, el resentimiento hacia su madre y el miedo a lo que le esperaba se abatieron sobre ella a la vez. La habitación parecía cerrarse a su alrededor y sus paredes eran testigos mudos de su angustia.

⠀⠀En unos días, ya no sentiría tristeza. No sentiría nada en absoluto.

⠀⠀Evelia se hundió en el suelo, con las lágrimas empapando la áspera tela de su vestido. Se abrazó las rodillas contra el pecho, permitiéndose ese momento de vulnerabilidad. La crueldad del Capitolio ya le había arrebatado muchas cosas, pero en esos momentos fugaces se aferraba a su humanidad, a las emociones crudas y sin filtrar que la definían.

⠀⠀Cuando se le pasaron las lágrimas, Evelia se secó la cara con el dorso de la mano y su determinación volvió a endurecerse poco a poco. Conocía la realidad: iba a morir en los Juegos. Las probabilidades estaban en su contra, y el monstruoso espectáculo del Capitolio estaba diseñado para aplastar su espíritu y su vida. La idea de matar, de convertirse en un peón de su retorcido juego, le repugnaba.

⠀⠀En el fondo, se daba cuenta de que, de todos modos, no quería salir con vida. No podía soportar el futuro que le esperaba como vencedora: una vida atormentada por los horrores que se vería obligada a soportar y cometer, marcada para siempre por el sello de aprobación manchado de sangre del Capitolio. Pero más que eso, no era feliz. Nunca había sido feliz. Toda su vida había sido una serie de momentos solitarios y dolorosos, interrumpidos por breves vislumbres de algo mejor que siempre se le escapaba.

⠀⠀Evelia siempre se había sentido muy sola, incluso en medio de su familia y amigos. Había un vacío en su interior, un dolor constante que nada parecía llenar. Sobrevivir a los Juegos sólo prolongaría esa miseria, atrapándola en una vida de desesperación y aislamiento.

⠀⠀Pero había algo que sí podía controlar: cómo afrontaría su final. No entraría en la arena como una víctima indefensa, sino con un desafío silencioso ardiendo en su corazón. Le negaría al Capitolio la satisfacción de quebrantar su espíritu.

⠀⠀—¿Eve?

⠀⠀La rubia levantó la cabeza. Mollie, con lágrimas en los ojos, corrió hacia ella y la abrazó con fuerza.

⠀⠀—Eve, oh Eve... —sollozó.

⠀⠀Evelia devolvió el abrazo a su amiga, con el corazón encogido.

⠀⠀—Los otros están intentando convencer al alcalde de que no estás en condiciones de participar en los Juegos —explicó Mollie, con la voz entrecortada por la emoción—. Por eso no están aquí.

⠀⠀—Ambas sabemos que eso no funcionará —replicó Evelia, con un toque amargo en sus palabras.

⠀⠀Mollie asintió, con lágrimas cayendo por su suave rostro.

⠀⠀—Tú... puedes ganar, Eve. Eres inteligente. Sabes cómo luchar. Sólo escóndete hasta que sólo quede un tributo, y luego lucha contra él.

⠀⠀—No es tan sencillo —susurró la rubia, con la voz temblorosa por el peso de verdades no dichas.

⠀⠀Los labios de Mollie comenzaron a temblar, su desesperación evidente.

⠀⠀—Lo sé... Pero puedes ganar. Sé que puedes. Tú...

⠀⠀—Mollie —interrumpió Evelia con suavidad, apartándose para mirar a su amiga a los ojos. La tristeza en la mirada de Mollie reflejaba su propia lucha interna, un reflejo del profundo vínculo que compartían—. Mollie —repitió Evelia, con voz firme pero suave—. Agradezco tu fe en mí, pero... no quiero ganar.

⠀⠀Las palabras flotaron en el aire, crudas y definitivas. Los ojos de Mollie se abrieron de par en par, sorprendidos y confusos.

⠀⠀—¿Qué quieres decir, Eve? Tienes que sobrevivir. Tienes que volver.

⠀⠀Evelia negó lentamente con la cabeza.

⠀⠀—Nunca he sido feliz, Mollie. La verdad es que no. Desde que se llevaron a mi padre cuando yo tenía cuatro años, es como si me faltara una parte de mí. Mi madre me culpa por ello, ¿sabes? Dice que es culpa mía que lo arrestaran, que de alguna manera yo provoqué esto en nuestra familia.

⠀⠀A Mollie se le llenaron los ojos de lágrimas y apretó con fuerza las manos de Evelia.

⠀⠀—Eve, eso no es cierto. Lo sabes, ¿verdad? No es culpa tuya.

⠀⠀—Tal vez no lo sea, pero eso no cambia cómo me siento. Me he pasado toda la vida intentando compensar algo que ni siquiera hice, intentando recuperar el amor de mi madre, pero nunca es suficiente. Nunca soy suficiente —la voz de Evelia se quebró, el dolor de años de abandono y culpa finalmente rompió su fachada de calma.

⠀⠀Respiró entrecortadamente y continuó:

⠀⠀—Todos los días me despierto sintiéndome vacía. Ando con un dolor constante dentro de mí, como si llevara un peso que no puedo quitarme de encima. Veo a otros niños con sus familias y me pregunto cómo sería sentirse querida, amada. Pero lo único que he conocido es la soledad y la culpa.

⠀⠀Mollie sollozó con más fuerza, enterrando la cara en el hombro de Evelia.

⠀⠀—No puedo perderte, Eve. Simplemente no puedo.

⠀⠀Evelia abrazó a su amiga con fuerza, sus propias lágrimas se mezclaron con las de Mollie.

⠀⠀—Volver al 4, incluso si gano... ¿A qué volvería? ¿A una madre que me culpa de todo lo malo de nuestras vidas? ¿Una vida en la que me recuerdan constantemente lo miserable e inútil que soy? No puedo, Mollie. No puedo seguir viviendo así.

⠀⠀Mollie aferró las manos de Evelia, con voz desesperada.

⠀⠀—¿Pero qué vas a hacer?

⠀⠀Evelia respiró hondo y su determinación se afianzó en su interior.

⠀⠀—Iré a la arena no para ganar, sino para marcar la diferencia. Mostraré a Panem el horror de los Juegos, la crueldad infligida a los niños en nombre de entretenimiento. Tal vez... tal vez no pueda cambiarlo todo, pero puedo intentarlo. Puedo hacerles entender que esto está mal, que merecemos algo mejor. Aunque me cueste la vida, quiero dejar un legado de rebeldía, de negarme a que me silencien.

⠀⠀Las dos amigas permanecieron abrazadas, encontrando un momento de consuelo en medio de la inminente oscuridad. Evelia sabía que esta despedida era tanto por el bien de Mollie como por el suyo propio. Tenía que dejar algo atrás, una parte de sí misma que perdurara en los corazones de sus seres queridos.

⠀⠀Cuando el Agente de la Paz regresó finalmente para escoltar a Mollie a la salida, Evelia sintió una extraña sensación de calma. Se había enfrentado a la realidad de su situación y había hecho las paces con ella. Ahora, entraría en la arena no como un peón indefenso, sino como una chica decidida a forjar su propio destino, incluso si eso significaba encontrar la paz al final.

MIENTRAS EL TREN SE DIRIGÍA HACIA EL CAPITOLIO, Evelia sintió una inesperada oleada de alivio al saber que sobrevivir a los Juegos no era su única misión. A pesar de los esfuerzos bienintencionados de Mags, la comunicación con Evelia y los demás tributos —Delta, Haldin y Griffin— seguía siendo difícil. Mags recurría al lenguaje de signos, un modo de comunicación extraño para la mayoría de los que viajaban en el tren.

⠀⠀—¿Entendite algo de eso? —susurró Evelia a Delta después de que Mags saliera de su compartimento.

⠀⠀Delta negó con la cabeza, con el ceño fruncido por la frustración.

⠀⠀—Nada de nada. Mags tiene buenas intenciones, pero todo es un galimatías para mí.

⠀⠀Evelia suspiró, compartiendo la frustración de Delta.

⠀⠀—Es como intentar descifrar un idioma que nunca he oído.

⠀⠀Delta asintió con simpatía.

⠀⠀—Al menos aprenderemos todo lo que necesitamos saber una vez que estemos en el Capitolio. Allí nos entrenarán como es debido.

⠀⠀—Cierto —asintió la rubia con un movimiento de cabeza—. Nos las arreglaremos.

⠀⠀Horas más tarde, el tren frenó y se detuvo, anunciando su llegada al Capitolio. Evelia se sintió abrumada por la opulencia que los rodeaba: luces brillantes, arquitectura extravagante y un palpable murmullo de entusiasmo. El Capitolio contrastaba fuertemente con el Distrito 4, un recordatorio constante de las grandes desigualdades a las que se enfrentaban. Y no eran del Distrito más pobre de Panem.

⠀⠀Venus los guió a través de la bulliciosa multitud, recorriendo sin esfuerzo los laberínticos pasillos del Capitolio. A pesar del lujo, Evelia no podía evitar una sensación de inquietud. Intercambió una mirada preocupada con Delta, encontrando consuelo en su conexión tácita.

⠀⠀Al llegar al ascensor, Venus encabezó la marcha mientras éste ascendía lentamente. Evelia se puso tensa, con la mente acelerada pensando en lo que les esperaba en el cuarto piso.

⠀⠀A su lado estaba Mags, una presencia silenciosa pero firme. Evelia se preguntó qué orientación podría ofrecerle la veterana tributo si pudiera hablar. Haldin y Griffin, los tributos masculinos de su Distrito, reflejaban su inquietud desde el otro lado del ascensor.

⠀⠀Las puertas del ascensor se abrieron con un suave tintineo, revelando un pasillo bordeado de lujosas puertas que conducían a habitaciones individuales. Venus les indicó con un gesto que la siguieran, con una actitud a la vez autoritaria y empática.

⠀⠀—Vuestras habitaciones están por este pasillo. Las chicas a la izquierda, los chicos a la derecha. Al final está la sala común donde nos reuniremos. Descansad, ha sido un día largo. Os reuniré mañana por la mañana para el desfile.

⠀⠀—¿De verdad tenemos que hacer esto? —Soltó Griffin, rompiendo su silencio desde la cosecha.

⠀⠀Venus hizo una pausa y miró a Griffi con comprensión. Estaba acostumbrada a esas dudas entre tributos.

⠀⠀—El desfile es una tradición aquí —explicó Venus con suavidad—. Es una oportunidad para que tu Distrito te muestre a los ciudadanos del Capitolio. También es una oportunidad para impresionar a posibles patrocinadores que podrían ayudarte en los Juegos.

⠀⠀—Pero, ¿por qué? —Griffin insistió—. ¿Por qué les importa que desfilemos como si fuéramos algo digno de admiración?

⠀⠀La expresión de Venus se suavizó, teñida de tristeza.

⠀⠀—Los Juegos del Hambre son algo más que una competición. Son entretenimiento, un espectáculo arraigado en nuestra sociedad. El desfile es su forma de celebrarlo y darle glamour. Es... complicado.

⠀⠀Evelia intercambió una mirada con Delta, con la incertidumbre reflejada en los ojos de ambas. Sabían que no podían desafiar abiertamente las expectativas del Capitolio, no si querían sobrevivir.

⠀⠀—Hablaremos más mañana —continuó Venus, volviendo a su tono serio—. Descansad bien esta noche. Necesitaréis fuerzas.

⠀⠀La voz de Griffin se quebró de emoción, una mezcla de desafío, terror y amarga resignación que resonó en el pasillo.

⠀⠀—¡No voy a desfilar como un maldito animal de circo para su enfermizo placer! —Las palabras de Griffin sonaron con un tono desesperado que delataba su miedo—. Voy a morir ahí fuera, ¿y quieren vestirme como si valiera algo para ellos?

⠀⠀Los intentos de Haldin por calmarlo cayeron en oídos sordos mientras Griffin continuaba, con los puños cerrados de rabia impotente.

⠀⠀—¡Me separaron de mi familia y me exhibieron como si ya estuviera muerto! Bueno, no voy a jugar su juego. ¡No lo haré!

⠀⠀Los agentes de la paz se acercaron, y su presencia proyectó una fría sombra sobre el acalorado intercambio. Griffin se volvió hacia ellos, con voz temblorosa pero desafiante.

⠀⠀—¿Creéis que podéis controlarme? ¿Llevarme como a un prisionero? No me iré en silencio. Ni a mi muerte, ni a sus juegos.

⠀⠀Los agentes de la paz intercambiaron una mirada, sus estoicas máscaras no revelaban ningún atisbo de empatía. Uno de ellos dio un paso adelante, su voz un gruñido bajo de autoridad.

⠀⠀—Ya basta. Vendrás con nosotros, te guste o no.

⠀⠀Griffin se mantuvo firme, su mirada parpadeaba con una mezcla de miedo y rebeldía.

⠀⠀—Pueden llevarme, pero no olvidaré quién soy. Y no olvidaré lo que me han hecho.

⠀⠀Con una fuerza firme, los agentes de la paz se cerraron en torno a Griffin, sus fuertes agarres lo alejaron. Sus gritos de desafío resonaron por el pasillo, como testimonio de la confusión y la injusticia que asolaban a los tributos de los Juegos del Hambre.

⠀⠀—¡Sois todos unos asesinos! —La voz de Griffin reverberó a través de las puertas cerradas del ascensor—. ¡Y todos tenéis las manos manchadas de sangre! ¡Todos vosotros!

⠀⠀El pasillo se sumió en un silencio atónito. Evelia se volvió hacia Mags, con la preocupación dibujando líneas en su frente, mientras tendía la mano a su mentora.

⠀⠀—¿Estás bien? —Preguntó Evelia suavemente, con la voz llena de preocupación.

⠀⠀Mags la miró con una firme inclinación de cabeza, con las manos cruzadas sobre el corazón en un gesto solemne. Ofreció a Evelia una sonrisa tranquilizadora, que en aquel momento transmitía más de lo que las palabras podrían expresar.

⠀⠀—Bueno —se aventuró Venus tras una breve pausa—. Como he dicho, deberíais ir a descansar. Tenéis que estar listos para mañana a las ocho de la mañana.

⠀⠀Pero Evelia no pudo evitar la necesidad de abordar lo que acababa de ocurrir.

⠀⠀—¿De verdad vamos a ignorar lo ocurrido? —Preguntó, con voz estable pero firme.

⠀⠀La respuesta de Venus fue rápida y afilada, cortando la tensión como una cuchilla.

⠀⠀—No hay nada que discutir —declaró con firmeza—. Se pasó de la raya. Debería haber mantenido la boca cerrada.

⠀⠀La firmeza del tono de Venus no dejaba lugar a discusiones. La autoridad del Capitolio no admitía discrepancias, y menos de tributos considerados rebeldes o francos.

⠀⠀De mala gana, Evelia se dio la vuelta y siguió a Mags, Delta y Haldin por el pasillo, mientras sus pensamientos se arremolinaban con el peso de las palabras de Griffin y el inminente espectro de los Juegos. ¿Qué le harían? Era una pregunta que la corroía por dentro, aunque no se atrevía a expresarla en voz alta. La reputación del Capitolio de aplicar una disciplina rápida y severa era bien conocida, especialmente cuando se trataba de la disidencia de los tributos. Sólo podía imaginar las repercusiones a las que Griffin podría enfrentarse por su arrebato, sus valientes pero imprudentes palabras.

UNAS HORAS MÁS TARDE, mucho después de que las luces de su habitación se hubieran apagado, Evelia yacía completamente despierta, con los acontecimientos del día repitiéndose en su mente. No podía deshacerse de la preocupación que la atormentaba. Los gritos desafiantes de Griffin y los rostros severos de los agentes de la paz rondaban sus pensamientos. No podía conciliar el sueño y cada minuto que pasaba aumentaba su ansiedad.

⠀⠀Incapaz de soportar la incertidumbre por más tiempo, Evelia se deslizó silenciosamente fuera de la cama. Se acercó sigilosamente a la puerta y la abrió lo suficiente para asomarse al pasillo poco iluminado. La opulencia del Capitolio parecía aún más imponente en las sombras, la grandeza contrastaba con el miedo que sentía.

⠀⠀Armada de valor, salió al pasillo y el frío suelo de mármol le produjo un escalofrío. Se movió con cautela, intentando recordar la ruta que habían seguido Griffin y los agentes de la paz. Los laberínticos pasillos del edificio se retorcían, pero la determinación de Evelia guiaba sus pasos.

⠀⠀Cada vez que veía los distintivos uniformes de los agentes de la paz, se escondía entre las sombras, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Contenía la respiración, esperando a que pasaran, con sus pesadas pisadas resonando por los pasillos. Cada encuentro la ponía más nerviosa, pero seguía adelante, impulsada por la necesidad de encontrar a Griffin y asegurarse de que estaba bien.

⠀⠀Al doblar otra esquina, Evelia se encontró en una parte del edificio que le pareció más opresiva, los pasillos más estrechos y la iluminación más tenue. Recorrió la zona en busca de algún rastro de su amigo. Sus ojos se posaron en una puerta cerrada custodiada por dos agentes de la paz. Se escabulló rápidamente por la esquina y se asomó con cautela.

⠀⠀Evelia esperó, con la mente llena de posibilidades. ¿Estaba Griffin detrás de aquella puerta? ¿Qué le estaban haciendo? Le dolía el corazón al pensar que él sufriría por su valiente desafío. Necesitaba acercarse, averiguar más sin ser vista.

⠀⠀Respiró hondo y se acercó lo más silenciosamente que pudo. Se apoyó contra la pared y avanzó sigilosamente, centímetro a centímetro, hasta que estuvo lo bastante cerca como para oír voces apagadas a través de la gruesa puerta. Se esforzó por distinguir las palabras, con el pulso retumbándole en los oídos.

⠀⠀—Disciplina... por su propio bien... La autoridad del Capitolio... —Los fragmentos de conversación le produjeron escalofríos.

⠀⠀Al notar que respiraba demasiado fuerte, Evelia reguló su respiración. Lo último que necesitaba era que la atraparan. Se apoyó en la pared y esperó, sin saber el qué. Pasaron los minutos y los agentes de la paz siguieron hablando, pero ahora en susurros, lo que hizo que sus palabras fueran inaudibles para la adolescente.

⠀⠀De repente, oyó unos discretos pasos procedentes de la escalera. El pánico se apoderó de ella. Miró frenéticamente a su alrededor, pero no encontró un buen lugar donde esconderse. El pasillo estaba demasiado expuesto. Desesperada, se metió en una pequeña alcoba, esperando que las sombras la ocultaran.

⠀⠀Los pasos se hicieron más fuertes y entonces apareció una figura en lo alto de las escaleras. Era alto, rubio y musculoso, y se movía con una tranquila seguridad. El corazón de Evelia latía con fuerza en su pecho mientras lo observaba acercarse, intentando permanecer lo más quieta posible. Había algo que le resultaba familiar, pero no lograba reconocerlo.

⠀⠀Al acercarse, el reconocimiento saltó a la vista. Era un tributo del Distrito 12. Lo había visto durante la cosecha y las breves interacciones entre los tributos. Pero su nombre se le escapaba. ¿Qué hacía aquí?

⠀⠀Los ojos del chico recorrieron el pasillo y, por un momento, Evelia pensó que la había visto. Se le cortó la respiración y se refugió con más fuerza en las sombras. Pero su mirada se detuvo en su escondite y frunció ligeramente el ceño.

⠀⠀Se acercó a ella, con pasos silenciosos pero deliberados. El corazón de Evelia se aceleró a medida que él se aproximaba, su mente buscaba una explicación. Se agachó y se puso a su altura, con una expresión de curiosidad y diversión.

⠀⠀—Eh —susurró, su voz apenas audible—. ¿Qué estás haciendo aquí?

⠀⠀Evelia apretó los labios, reacia a responder. No se fiaba de aquel desconocido, aunque fuera un compañero tributo. Su silencio pareció divertirlo, y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

⠀⠀—No eres muy habladora, ¿eh? —dijo en voz baja, apoyándose en la pared junto a ella—. No importa. Puedo hablar lo suficiente por los dos.

⠀⠀Evelia sintió un amago de enfado, pero se contuvo. Lo último que necesitaba era llamar la atención de los agentes de la paz. Lanzó una mirada cautelosa en su dirección y luego volvió a mirar al chico.

⠀⠀Él pareció comprender su reticencia y le hizo un gesto tranquilizador con la cabeza.

⠀⠀—Me llamo Haymitch. Del Distrito 12. ¿Y tú?

⠀⠀Evelia le miró fijamente, aún sin querer hablar. Su sonrisa se ensanchó y soltó una suave risita.

⠀⠀—Muy bien, chica misteriosa. Como quieras.

⠀⠀Evelia calmó su respiración, consciente del peligro que les rodeaba. Los murmullos de los agentes de la paz persistían como truenos lejanos, advirtiendo de posibles tormentas. La tensión en el pasillo era palpable, y los movimientos inquietos de Haymitch amenazaban con delatar su presencia.

⠀⠀—¿De verdad quieres que nos atrapen los agentes de la paz? —Evelia finalmente susurró, su voz apenas audible por encima del débil eco de los pasos—. Deja de moverte.

⠀⠀Haymitch se volvió hacia ella con una sonrisa socarrona, sus ojos brillando con un toque de diversión.

⠀⠀—¡Oh, habla! ¡Qué milagro! ¿Entonces qué haces aquí?

⠀⠀Su tono estaba impregnado de un sarcasmo burlón, pero en el fondo Evelia percibía una auténtica curiosidad. Dudó, sopesando cuidadosamente sus palabras. La confianza era difícil en un lugar donde la supervivencia exigía una vigilancia constante.

⠀⠀—Yo... estaba comprobando cómo está mi amigo —respondió Evelia con cautela, su mirada se desvió hacia la puerta tras la que Griffin estaba cautivo—. Se lo llevaron y necesitaba asegurarme de que está bien.

⠀⠀La expresión de Haymitch se suavizó ligeramente, su diversión dio paso a un comportamiento más reflexivo.

⠀⠀—Ese tipo del 4, ¿eh? ¿El que arrastraron antes?

⠀⠀Evelia asintió en silencio, con los hombros tensos mientras esperaba su reacción. ¿Se burlaría de su preocupación, la tacharía de sentimentalismo ingenuo o comprendería la gravedad de su situación?

⠀⠀—Qué testarudo —murmuró Haymitch en voz baja, más para sí mismo que para Evelia—. Bueno, tienes agallas, escabulléndote así.

⠀⠀Evelia sintió un alivio ante su inesperada comprensión. Quizá no era tan insensible como parecía al principio.

⠀⠀—¿Y tú? —le preguntó, con la voz apenas por encima de un susurro—. ¿Por qué estás aquí?

⠀⠀El rubio se encogió de hombros despreocupadamente, con un aire de resignación.

⠀⠀—No podía dormir. Decidí dar un paseo. Visitar los lugares donde pasaré la próxima semana antes de morir dramáticamente en la arena.

⠀⠀Evelia giró la cabeza hacia el joven, estudiando su perfil. Tenía la mirada fija hacia delante, con expresión cautelosa y difícil de leer en la penumbra del pasillo.

⠀⠀—¿No crees tener posibilidades de ganar? —preguntó, con una voz apenas por encima de un susurro, teñida de un toque de desafío esperanzado.

⠀⠀Haymitch soltó una pequeña carcajada, teñida de amargura.

⠀⠀—¿Yo? Vamos, chica misteriosa, soy del 12. Estaré muerto en los primeros veinte segundos. Nadie de mi Distrito ha ganado nunca.

⠀⠀—Podrías ser el primero —replicó ella, con voz firme a pesar de la incertidumbre que la corroía—. Cosas más raras han pasado.

⠀⠀Haymitch la miró entonces, un destello de algo —quizá sorpresa, o tal vez esperanza reticente— cruzó sus facciones antes de enmascararlo con una sonrisa irónica.

⠀⠀—Tal vez —concedió suavemente, su tono teñido de una mezcla de resignación y un fugaz atisbo de posibilidad—. Pero...

⠀⠀Le interrumpió el crujido de una puerta. Evelia giró la cabeza y su corazón dio un vuelco al ver a los dos agentes de la paz entrando en la habitación donde probablemente se encontraba Griffin.

⠀⠀—Qué demonios... —murmuró en voz baja, apenas audible en el tenso silencio del pasillo.

⠀⠀Haymitch la miró, con una expresión de preocupación que reflejaba la aprensión de Evelia. El destello de esperanza reticente de hacía unos momentos fue sustituido por una resolución sombría mientras permanecían en el pasillo, esperando en tenso silencio.

⠀⠀Pasaron unos minutos que parecieron eternos, con un aire cargado de expectación y temor. Entonces, desde detrás de la puerta cerrada por la que habían entrado los agentes de la paz, el débil pero inconfundible sonido de unos gritos perforó el silencio. Los gritos eran desesperados, llenos de dolor y angustia, resonando por el pasillo como un lamento inquietante.

⠀⠀El corazón de Evelia se apretó de miedo, la respiración se le entrecortó en la garganta mientras intercambiaba una mirada horrorizada con Haymitch. Los gritos se hicieron más fuertes, más urgentes, como si estuvieran sometiendo a alguien a un tormento insoportable.

⠀⠀—¿Qué le están haciendo? —susurró Evelia, con la voz temblorosa por una mezcla de miedo e impotencia.

⠀⠀La bravuconería habitual de Haymitch no aparecía por ninguna parte. Tenía la cara pálida y los ojos muy abiertos por el terror.

⠀⠀—Cr-Creo que le están cortando la lengua —susurró, con voz apenas audible por encima de los gritos de Griffin.

⠀⠀—Oh Dios, oh Dios, oh Dios... —Evelia repitió las palabras en un sollozo ahogado. Sus manos empezaron a temblar sin control.

⠀⠀Haymitch se colocó rápidamente frente a ella, su agarre firme mientras le cogía las manos, impidiendo que se cubriera la cara.

⠀⠀—Oye, oye, cálmate. Puede que me equivoque. No sabemos nada. Cálmate —le instó, con voz áspera y susurrante, tratando de anclarla al momento presente.

⠀⠀Evelia tenía los ojos desorbitados de terror y las lágrimas le corrían por la cara mientras luchaba por respirar. Los gritos, el dolor crudo y desenfrenado, eran como un cuchillo clavado en su corazón. Quería correr hacia Griffin, hacer algo, lo que fuera, para detener aquella locura, pero la presencia de Haymitch, su mirada severa, la contuvieron.

⠀⠀—Tenemos que permanecer callados —continuó, su voz más suave ahora, pero con un borde de desesperación—. Si nos oyen, empeorarán las cosas. Necesitamos un plan, una forma de ayudarle sin que nos maten.

⠀⠀Evelia asintió con la cabeza, que se transformó en una violenta sacudida cuando comprendió el horror de la situación. Apretó las manos de Haymitch, sacando fuerzas de su presencia, intentando calmar su acelerado corazón. Pero antes de que su amigo pudiera formular los primeros pasos de su plan, los gritos desgarradores cesaron abruptamente, dejando a su paso un silencio escalofriante. El pavor se instaló sobre ellos como un manto sofocante, intensificándose a cada instante.

⠀⠀Unos angustiosos minutos más tarde, la puerta por la que habían desaparecido los agentes de la paz se abrió con un chirrido premonitorio. Emergieron cuatro agentes, con expresiones sombrías iluminadas por la dura luz artificial del edificio. Entre ellos, llevaban lo que parecía ser una forma sin vida envuelta en una tela blanca, manchada con una vívida salpicadura de carmesí donde debería haber estado la boca.

⠀⠀Evelia se llevó las manos a la boca, horrorizada, y reprimió un grito ahogado al retroceder instintivamente. A su lado, la mandíbula de Haymitch se tensó y sus ojos se entrecerraron con una mezcla de ira e impotencia. La escena que tenían ante ellos era un recordatorio crudo y brutal del implacable control del Capitolio y del destino que aguardaba a aquellos que se atrevieran a desafiarlo.

⠀⠀—Lo... lo mataron —la voz de Haymitch era ronca cuando se volvió hacia Evelia, sus palabras apenas audibles por la conmoción y el dolor-.

⠀⠀Los ojos de Evelia se llenaron de lágrimas, su corazón se rompió por Griffin, por el cruel destino que había sufrido. Luchaba por encontrar su voz, por dar sentido a la brutalidad sin sentido que se desarrollaba ante sus ojos. La imagen del cuerpo sin vida envuelto en blanco, manchado de sangre, estaba grabada a fuego en su mente, un crudo testimonio del despiadado control del Capitolio. Las lágrimas corrían por su rostro de forma incontrolable mientras los sollozos sacudían su cuerpo, la realidad de su situación se abatía sobre ella con una fuerza aplastante.

⠀⠀Haymitch, con su propio dolor palpable a pesar de su exterior endurecido, se acercó a Evelia con el corazón encogido. Le puso una mano reconfortante en el hombro, con voz suave pero firme en medio del caos que los rodeaba.

⠀⠀—Vamos, tenemos que irnos —murmuró, sus palabras un sombrío recordatorio de su vulnerabilidad—. Vamos a llevarte a tu habitación. No es seguro que nos quedemos aquí.

⠀⠀Evelia asintió débilmente, con la mente entumecida por la conmoción y la pena. Dejó que Haymitch la guiara por los pasillos, su presencia era un salvavidas en medio de la desesperación. Cada paso era como un viaje a través de una pesadilla, y los ecos de los gritos de Griffin la atormentaban.

⠀⠀Se movían en silencio, con el peso de la pérdida entre ellos. Haymitch la agarraba por el hombro con firmeza, ofreciéndole un consuelo silencioso en medio de la confusión. Cuando se acercaron a la puerta de Evelia, Haymitch se detuvo y sus ojos miraron los de ella con una mezcla de empatía y determinación.

⠀⠀—Estarás bien —dijo Haymitch en voz baja, con una ternura poco común en su voz—. Descansa esta noche. Mañana pensaremos qué hacer.

⠀⠀Evelia asintió con la cabeza, con la mirada llena de gratitud por su apoyo. Con un último apretón en el hombro, Haymitch la vio entrar en su habitación y cerrar la puerta tras de sí.

Sola en el silencio, Evelia se desplomó sobre su cama, con las emociones a flor de piel y abrumada. Enterró la cara entre las manos, incapaz de deshacerse de las imágenes que la atormentaban. La brutalidad del Capitolio se había cobrado la vida de Griffin, un crudo recordatorio del despiadado juego en el que todos estaban obligados a participar.

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