⠀𝟯𝟮. ❛ CONFESSIONS ❜
CAPÍTULO 32⠀✶⠀confesiones.
EL PUÑO DE MITCH CHOCÓ CONTRA EL SACO DE BOXEO UNA Y OTRA VEZ. Vio al padre de Angeline. Vio también al señor Williams y a su hija. El sudor le chorreaba por su raya del pelo, la parte superior de su melena desgreñada recogida en la coleta más corta y patética que había podido hacer para que no le tapara los ojos. Los músculos le ardían y los nudillos le suplicaban un descanso, pero Mitch sólo aceleraba el ritmo, hasta que finalmente se quebró.
⠀⠀—¡Joder! —gritó, dándole un último golpe antes de tambalearse hacia atrás.
⠀⠀Se sentó con la espalda apoyada en la pared y la cabeza echada hacia atrás mientras jadeaba. Mitch se quitó la pequeña cinta del pelo y la tiró al otro lado de la sala del gimnasio, cogiendo a continuación su botella de agua. El agua descendiendo por su garganta fue un gran alivio y, sin embargo, seguía enfadado consigo mismo por no poder hacer más.
⠀⠀Quería golpear más fuerte, dar más rápido. Ser mejor en su trabajo.
⠀⠀Deseaba haber estado allí para Angeline.
⠀⠀Durante los últimos tres días, Mitch se había visto obligado a ver a Angeline vagar por la casa como un fantasma. Su piel pálida, sus ojos sin el brillo travieso que solían tener. No podía digerir comidas completas, le temblaban las manos, las cosas más insignificantes la hacían estallar en lágrimas. Mitch sabía cuánto odiaba llorar.
⠀⠀Dios, quería secarle las lágrimas, besarle la frente y prometerle que algún día estaría bien. Sin embargo, Mitch sabía la verdad. Las cosas así nunca desaparecían con el tiempo, por mucho que te tranquilizaran los terapeutas y los amigos. Se quedaban contigo en las cicatrices que llevabas en el cuerpo, infestaban tu mente y se comían tus recuerdos más felices. Algunos días serían más fáciles que otros, pero era algo con lo que tendría que vivir y lidiar.
⠀⠀Agradeció a todo que sus amigas estuvieran bien. La noticia había sido como el mayor alivio para Angeline, pero sólo pareció calmar las cosas durante un tiempo.
⠀⠀Cogió la toalla y se frotó la frente con ella, para luego frotársela contra el pelo y deshacerse de todo su asqueroso sudor. Mitch no estaba seguro de cuánto tiempo había estado en la sala del gimnasio, pero cuando salió, por la ventana del pasillo entraba la luz del sol.
⠀⠀Fue al baño y se dio una larga ducha. Mitch se vistió con un chándal y una camiseta negra, y por fin se afeitó la cara con la maquinilla de afeitar, despojándose del vello facial que le había crecido últimamente. Se rasuró tanto que, de repente, su piel estaba más suave que antes: parecía joven de nuevo. La verdad es que odiaba verse así. Volvía a tener diecinueve años, como cuando habían asesinado a su familia. Estaba harto de tanto pelo y no encontraba la maquinilla adecuada para afeitarse bien.
⠀⠀Mitch entró en la cocina, quedándose helado cuando vio una figura sentada en el taburete de la barra. Angeline tenía un par de auriculares puestos, su iPod descansaba junto a su tazón de cereales mientras comía lentamente. Ella aún no se había fijado en él, pero él vio los círculos rojos alrededor de sus ojos, doloridos de tanto llorar. Su camisa holgada parecía más holgada que nunca. Angeline parecía derrotada y, sin embargo, había dado un gran paso adelante: había salido de su habitación sin que nadie la obligara.
⠀⠀Sus ojos parpadearon cuando se fijó en él. Se quitó los auriculares de los oídos y le dedicó una pequeña sonrisa de disculpa.
⠀⠀—Lo siento —dijo ella, empujando un poco su iPod hacia delante—. Estaba simplemente por ahí tirado.
⠀⠀—Puedes usarlo —dijo Mitch—. No me importa.
⠀⠀—No, está bi...
⠀⠀—¿Qué estabas escuchando? —Mitch la interrumpió, cogiendo su propio tazón del armario. Comenzó a servirse también un poco de cereales.
⠀⠀Angeline se aclaró la garganta y encendió el pequeño aparato.
⠀⠀—Tienes un par de discos de Arctic Monkeys. Sólo esos.
⠀⠀—Ah.
⠀⠀Mitch puso un poco de leche con sus cereales y luego volvió a colocar el cartón en el frigorífico. Cogió una cuchara del cajón y descorrió la silla frente a Angeline, deslizándose sobre ella. Angeline pareció ligeramente sorprendida, pero no dijo nada.
⠀⠀Mitch ya había deseado en numerosas ocasiones que Angeline no dijera nada o simplemente se callara, pero esto era casi doloroso. Se dio cuenta de que echaba de menos sus divagaciones y sus comentarios sarcásticos.
⠀⠀—Te has afeitado la cara —dijo finalmente.
⠀⠀—Oh, sí —Mitch respondió, su mano instintivamente corriendo por su mandíbula—. No podía preocuparme por ello. Me deshice de todo por ahora.
⠀⠀Angeline no pudo evitar pensar que parecía más joven, más de su edad. De todas formas, apenas había diferencia de edad, pero ahora no se notaba en absoluto. Le gustaba que tuviera la cara lisa. No se había dado cuenta de que su mandíbula albergaba una constelación de lunares. Casi resaltaban la miel de sus ojos color avellana y acentuaban lo largas que eran sus pestañas.
⠀⠀—Mitch... —Angeline vaciló, haciendo que él la mirara—. ¿Crees que...? ¿Has sabido ya algo de mi padre? ¿Ha pasado algo ya?
⠀⠀Mitch dejó la cuchara en el cuenco y le prestó toda su atención.
⠀⠀—La CIA encontró las coordenadas de todas las bombas en el apartamento de Williams después de que te recuperáramos. Consiguieron desmantelar la última sobre las tres de anoche, de hecho.
⠀⠀Angeline soltó un pequeño suspiro de alivio. Ningún inocente más perdería la vida por culpa de la obsesión de su padre por el dinero.
⠀⠀—¿Y a él? ¿Lo han arrestado?
⠀⠀—Planea tomar un jet privado esta noche. Mi superior me ha dicho que lo acorralarán en el aeropuerto. No se lo esperará —respondió Mitch—. Yo me quedaré aquí.
⠀⠀—Oh.
⠀⠀—¿Qué? —sus cejas se fruncieron.
⠀⠀—Yo sólo... —Angeline negó con la cabeza, tragando con fuerza—. No sé. Pensé que terminaría... más grande.
⠀⠀—¿Más grande?
⠀⠀—Como en las películas o los libros. El malo nunca cae fácilmente. No los acorralan en los aeropuertos. Siempre hay una batalla final.
⠀⠀Mitch se burló, con la comisura de los labios ligeramente curvada en una sonrisa divertida.
⠀⠀—¿Crees que debería haber una batalla final?
⠀⠀Angeline sintió que se le encendían las mejillas.
⠀⠀—Ya sabes lo que quiero decir.
⠀⠀—Lo sé —respondió Mitch—, pero por suerte esto es la vida real. La CIA intentará detenerle lo más pacíficamente posible para que no se sepa lo que casi ha pasado.
⠀⠀—¿Suceden a menudo cosas así? —preguntó Angeline con curiosidad—. ¿Cosas que no llegan a las noticias?
⠀⠀—Más a menudo de lo que crees —dijo Mitch.
⠀⠀Se hizo un silencio pesado.
⠀⠀—¿Qué será de mí después de esto?
⠀⠀Temía su respuesta.
⠀⠀—Eh —Mitch se rascó la nuca—. Probablemente me tomaré un descanso durante unas semanas, y tú... —frunció los labios—. Bueno, tienes dieciocho años, Angeline. Depende de ti. Puedes quedarte donde estás o volver con tu madre.
⠀⠀De repente, todo le pareció oscuro y lúgubre. Angeline no sabía qué esperaba: ¿que esto durara para siempre? Se había encariñado tanto con Mitch y con la idea de que siempre estuviera a su lado, pero a partir de mañana, parecía que volverían a ser unos completos extraños.
⠀⠀Su corazón se sentía increíblemente pesado.
⠀⠀Empujó su tazón de cereales medio vacío lejos de ella, terminó con él.
⠀⠀—Supongo que tendré que pensarlo —murmuró Angeline, con voz tranquila—. No creo que pueda permitirme Fair Hill. No puedo quedarme en esa casa de todos modos.
⠀⠀—Lo más probable es que tu padre cumpla cadena perpetua o sea condenado a muerte —le dijo Mitch—. Heredarías su dinero, si estás en su testamento. Bueno, incluso si no lo estás, búscate un abogado y podrías demandarle por todo lo que tiene.
⠀⠀Angeline se sintió ligeramente abrumada por todas las posibilidades. Sacudió la cabeza.
⠀⠀—No quiero su dinero.
⠀⠀Quería ir a la universidad, licenciarse en Psicología Clínica, ayudar a la gente y ganar su propio dinero. Cuando fuera a la universidad, el plan había sido aislarse por completo de su padre y de su hermano. Sin embargo, ahora su vida había dado un vuelco y ya no podía imaginarse en la universidad. Ya no se veía bebiendo en las fiestas universitarias, ni quedándose despierta hablando con su compañera de piso, ni sonriendo, riendo y bailando como antes.
⠀⠀—¿Tienes una idea de lo que quieres? —le preguntó Mitch.
⠀⠀Angeline se detuvo un momento.
⠀⠀—No —respiró—. Ni idea. Sin embargo, como hace un mes, tenía todo planeado a la perfección.
⠀⠀—No tienes que tenerlo todo perfectamente planeado ahora —la tranquilizó Mitch—. Sólo concéntrate en tu bienestar ahora mismo.
ANGELINE TERMINÓ DE LIMPIAR LA GASA QUE LE ENVOLVÍA EL ANTEBRAZO Y SE PUSO UN GRAN JERSEY NEGRO. Miró la lluvia y pensó en lo mucho que la había despreciado. Ahora le recordaba a Londres. Al mirar por las puertas de cristal el jardín cubierto de hierba y los altos árboles, se sintió como en su antigua casa, cuando sus padres estaban juntos.
⠀⠀Abrió la puerta y salió. Inmediatamente, su pelo y su ropa quedaron empapados. Todo se le pegaba, las gotas le resbalaban por la nariz y la mandíbula. Angeline se paró en medio del jardín y miró las nubes grises. No asomaba ni una pizca de cielo.
⠀⠀—¡Angeline! —Mitch llamó por encima de la lluvia, de pie en la seguridad de la calidez de la puerta—. Vuelve dentro.
⠀⠀—No —respondió Angeline—. Estoy bien.
⠀⠀Oyó un fuerte resoplido cuando le dio la espalda y la puerta se cerró. Angeline no pudo evitar preguntarse si él se sentiría aliviado de librarse de ella mañana. Ella le echaría de menos, y sin embargo él probablemente estaría agradecido de pasar el día sin el dolor de cabeza de una adolescente quejica.
⠀⠀—Pensé que odiabas la lluvia.
⠀⠀La voz de Mitch justo detrás de ella la hizo saltar. Miró por encima del hombro. Cuando la puerta se había cerrado, pensó que él había vuelto a entrar y la había abandonado a su suerte.
⠀⠀—Lo hago —admitió Angeline.
⠀⠀—Entonces deja de castigarte —murmuró Mitch y le puso una mano grande en el hombro—. Vuelve dentro.
⠀⠀Angeline lo miró fijamente durante unos instantes y se sintió tan herida por dentro. Siempre que Angeline quería a alguien, lo conseguía. Había chicos que le rogaban que bailara con ellos en las fiestas, gente que palmeaba el asiento vacío a su lado cuando ella entraba en clase. Si Angeline quería a un chico, sólo tenía que mover las pestañas y se le acercarían.
⠀⠀Y sin embargo, ahí estaba Mitch Rapp, la primera persona a la que Angeline había deseado de verdad, y él no quería estar con ella.
⠀⠀Debía haber algo mal en ella. ¿Su mala relación con su padre y su hermano significaba que se enamoraría de cualquier chico que la cuidara como es debido? Porque ahora mismo, mientras él estaba allí de pie con toda la preocupación del mundo brillando en sus ojos, ella sólo podía pensar en lo romántico que sería besarle bajo la lluvia. En lo bien que se sentirían sus manos en su cintura, y en cómo ansiaba tener las suyas en su pelo.
⠀⠀—Vamos —susurró Mitch después de unos momentos—. Necesitas entrar en calor.
⠀⠀Angeline no intentó discutir con él. Una vez duchada y seca, encontró a Mitch preparando la cena en la cocina. El tiempo se le escapaba muy deprisa. Se preguntó si debía confesarle lo que sentía o no. Puede que a él no le importara, pero no creía que pudiera vivir consigo misma si nunca se lo decía y él desaparecía de su vida por completo.
⠀⠀—¿Qué estás preparando?
⠀⠀—Comida.
⠀⠀—Ja, ja —contestó Angeline con sarcasmo, tomando asiento en la barra del desayuno para verle picar unas cebollas—. ¿Qué es?
⠀⠀—Pasta con tomate. ¿Te parece bien?
⠀⠀—Sí. Gracias.
⠀⠀De nuevo se hizo un largo silencio. La mano de Angeline jugueteaba con el iPod que aún estaba a un lado desde el desayuno.
⠀⠀—Será raro... ¿no? —intentó, aclarándose la garganta—. No vernos, quiero decir.
⠀⠀—Al principio —asintió Mitch—. Pero las cosas volverán a la normalidad.
⠀⠀Angeline sintió que su corazón se hundía un poco y luego sacudió la cabeza.
⠀⠀—La verdad es que no. Para mí, no. Creo que ya me he decidido. Creo que voy a volver a Londres.
⠀⠀Mitch dejó de cortar por un segundo.
⠀⠀—¿En serio? —preguntó sin levantar la vista.
⠀⠀—Sí —exhaló temblorosa—. Creo que es lo mejor para mí.
⠀⠀—Pensé que odiabas estar allí.
⠀⠀—Puedo aprender a amarlo de nuevo —respondió Angeline solemnemente—. Tengo a Ciara y Paige aquí, pero eso es todo. De todos modos, pronto irán a la universidad. Tengo a mi madre allí. Sé que tengo dieciocho años o lo que sea, pero... aún no estoy preparada para estar sola.
⠀⠀—Razonable —murmuró Mitch.
⠀⠀—¿Puedo preguntarte algo? —Angeline consiguió escupirlo mientras sentía un subidón de adrenalina, sin embargo, en cuanto Mitch volvió a mirarla con seriedad, sintió que toda su confianza menguaba.
⠀⠀—¿Sí?
⠀⠀Se asustó por un instante.
⠀⠀—¿Cómo cortas las cebollas sin que te lloren los ojos? Yo no puedo.
⠀⠀Mitch enarcó las cejas. Un destello de diversión brilló en sus ojos color avellana.
⠀⠀—A veces me hacen llorar los ojos —contestó Mitch—. Esta vez está bien.
⠀⠀—Oh.
⠀⠀Joder. Lo escupiría, pero no podía soportar el rechazo. No además de todo lo demás
⠀⠀—¿Puedo preguntarte algo, Angeline? —Mitch dijo, para sorpresa de ella.
⠀⠀—Eh, claro.
⠀⠀—¿Qué querías preguntarme en realidad? —dijo Mitch despreocupadamente, volviéndose para lavarse las manos en el fregadero—. Ya sabes, antes de que enloquecieras e hicieras esa extraña pregunta sobre las cebollas.
⠀⠀Angeline puso los ojos en blanco.
⠀⠀—Eso era todo. En serio.
⠀⠀—Venga ya —la sonrisa de Mitch la cogió por sorpresa—. Eres rara, Angeline Lewis, pero no eres tan rara.
⠀⠀—No importa —dijo Angeline—. No era nada.
⠀⠀—Si estás segura —respondió simplemente y volvió a lo que estaba haciendo.
⠀⠀Puso los ojos en blanco a sus espaldas. Mitch nunca hacía nada fácil. Todo era tan complicado y difícil con él. ¿Por qué no podía hacerlo más ligero? ¿Por qué no podía ser él quien diera el primer paso?
⠀⠀Porque no quiere.
⠀⠀—¿Por qué estás haciendo agujeros en la mesa?
⠀⠀La voz de Mitch la sacó de sus pensamientos. Había abierto la bolsa de pasta y ahora la observaba con una ceja levantada, expectante.
⠀⠀—Porque... Porque... —Angeline tanteó, levantando las manos en señal de frustración—. Joder, Mitch. ¿No es completamente obvio?
⠀⠀El rostro de Mitch se endureció.
⠀⠀—¿Qué no es obvio?
⠀⠀Ella sabía lo que él estaba haciendo. La estaba desafiando. Por suerte para él, eso era todo lo que ella necesitaba para llegar al límite.
⠀⠀—¡Sabes exactamente de qué iba el beso del otro día! —gritó Angeline, bajándose del taburete y dándole la vuelta para ponerse delante de él—. No puedo simplemente ignorarlo como tú claramente puedes. Y puedes volver a llamarme estúpida todo lo que quieras, pero eso no cambia absolutamente nada. No quiero sentirme así, simplemente me siento así. No es una distracción estúpida, o porque me sienta obligada. Tú sabes por qué.
⠀⠀Mitch exhaló ruidosamente por la nariz.
⠀⠀—Angeline, ¿recuerdas lo que te dije después de acostarnos?
⠀⠀Se quedó quieta.
⠀⠀—¿Y bien? —Mitch preguntó—. ¿Lo recuerdas?
⠀⠀—Sí —tragó Angeline—. Pero las cosas han cambiado.
⠀⠀—Me mentiste.
⠀⠀—¿No lo hiciste tú? —le preguntó Angeline desesperadamente, sintiendo que su corazón prácticamente se estrellaba contra sus costillas.
⠀⠀Mitch no dijo nada por un momento.
⠀⠀—No está bien.
⠀⠀—¿Qué no lo está? —Angeline respiró, acercándose a él—. ¿Qué no está bien?
⠀⠀De nuevo, se quedó callado.
⠀⠀—Sentir cosas el uno por el otro —susurró—. No está bien.
⠀⠀—¿Pero por qué? —suplicó la chica de pelo oscuro—. ¿Por qué no, Mitch?
⠀⠀Cerró los ojos, sacudiendo la cabeza.
⠀⠀—Por muchas razones, Angeline. La primera es el hecho de que yo soy un asesino, un asesino entrenado, y tú... tú acabas de empezar la edad adulta. Tienes tanto que anhelar.
⠀⠀Angeline le agarró la mano grande antes de que pudiera pasársela por el pelo. Le agarró los dedos con fuerza, apretándoselos.
⠀⠀—Mereces que te cuiden —le siseó Angeline, con los ojos llorosos—. Mitch, tú mereces...
⠀⠀—No lo hagas —Mitch la empujó—. Por favor, Angeline. No hagas esto más difícil de lo que tiene que ser. Mañana tomaremos caminos separados y ambos podremos actuar como si nada hubiera pasado entre nosotros.
⠀⠀—Es demasiado tarde para fingir que nunca pasó nada —desestimó Angeline sus palabras—. Mitch, si fueras cualquier otra persona, no me pararía aquí y te rogaría que lo vieras de otra manera. No soy una persona desesperada y normalmente no soy yo la que confiesa. Pero contigo es diferente.
⠀⠀Tenía la mandíbula apretada.
⠀⠀—Para. No. No lo digas, Angeline. No te lo diré de vuelta.
⠀⠀Ella se atragantó un poco, negando con la cabeza.
⠀⠀—¿Por qué? ¿Porque no lo sientes o porque no puedes?
⠀⠀Mitch la miró fijamente, con dureza.
⠀⠀—Yo no quiero a nadie, Angeline. Y tú no me quieres a mí. Sólo estás confundida.
⠀⠀—Bien entonces —soltó Angeline finalmente—. Vale. Lo entiendo. Estoy loca y tú eres un gilipollas.
⠀⠀—Angeline...
⠀⠀—No... —se secó los ojos—. No estoy confundida. No me digas que estoy confundida. No digas que alucino o que no sé nada o que sólo soy una niñita patética. No lo soy. De ninguna manera estaba confundida cuando me ataron a esa puta silla, y me dijeron que todos a los que quería estaban muertos, y sin embargo tú eras en quien más pensaba. Y no estaba confundida cuando corrí a llamar a esa ambulancia por ti y lo arriesgué todo, o cuando te dejé lavarme la sangre de Zimmerman y limpiar mis cicatrices y verme en mis puntos más vulnerables. Mi cabeza estaba jodidamente clara cuando me di cuenta de que me había enamorado de ti, Mitch Rapp. De hecho, ¡fue entonces cuando todo empezó a tener puto sentido!
⠀⠀Antes de que pudiera continuar —Angeline siempre tenía mucho que decir—, unas manos la agarraron por la cintura y la empujaron hacia delante para besarla. Jadeó contra la boca de Mitch, sintiendo su lengua recorrer la suya, sus manos aferrándola con más fuerza. Las manos de Angeline se agarraron a su pelo mientras sus labios se movían apasionadamente.
⠀⠀Ella se apartó, sujetándole la camisa para mantenerlo a un brazo de distancia de ella.
⠀⠀—No me beses si no vas a decir algo después. He terminado con los líos sin sentido.
⠀⠀—Angel, quédate callado un momento —murmuró Mitch—, y déjame... déjame intentarlo. No soy bueno con las palabras. Lo... Lo he intentado todo para no sentirme como me siento, pero tú lo has hecho imposible.
⠀⠀Angeline sintió que se aflojaba el apretón de su camisa, sus ojos marrones esperanzados.
⠀⠀—¿Y cómo te sientes? —susurró, aterrorizada.
⠀⠀—Yo... Joder —Mitch entornó los ojos un momento y consiguió forzarlo con voz entrecortada—. Creo que me he enamorado de ti, Angeline.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Com