⠀⠀𝟬𝟭. honey baby
❛ CAPÍTULO UNO.⠀✶
alba castro's pov.
❛ beautiful woman you look so fine to me
she had all the things that I've been searching for. ❜
HABÍAN PASADO UNOS DÍAS DESDE SU LLEGADA, y Alba ya estaba a tope en la pastelería. La temporada de verano siempre era de las más potentes y trabajosas —razón por la que siempre trataba de ayudar a sus padres—, y este año no iba a ser menos.
⠀⠀Madrugaba todos los días para ayudar a su madre a preparar todos los dulces que se expondrían en unas horas en la tienda, además de contribuir a la limpieza del local y la decoración de él con su padre. Cada día colocaban de una forma original las tartas, galletitas y magdalenas en el expositor, para así atraer a nuevos clientes; aparte de asegurarse de que el lugar estaba completamente impoluto y listo para recibir a todo la gente que quisiera pasar por allí.
⠀⠀A diario acababa tumbándose en cama a las tantas de la madrugada después de una larga y agotadora jornada de trabajo, pero la felicidad y satisfacción por poder hacer lo que le gustaba contrarrestaba cualquier cansancio, sumiéndola en un sueño profundo interrumpido por su alarma tras unas horas, levantándose dispuesta a repetir el mismo proceso.
⠀⠀Aquel día la pastelería ya estaba llena a las cinco de la tarde, rebosante de risas, un ajetreo absoluto en la cocina y, como no, dulces por todos lados. Alba trabajaba sin descanso en la caja del lugar, atendiendo a los clientes que simplemente entraban para comprar algunos de sus pasteles para llevar, así como a los que preferían sentarse durante unos minutos para refrescarse y tratar de dejar fuera el calor abrasador del mes de julio. Su madre no paraba de hornear y preparar dulces, tanto para encargos telefónicos como para el local, que iba vendiendo poco a poco los confites hechos a lo largo de la madrugada.
⠀⠀—Que tenga buen día, muchas gracias por su compra —despidió Alba con una enorme sonrisa a unos clientes que habían sido bastante generosos al comprar varios batidos y un surtido de pequeñas tartaletas.
⠀⠀Soltando un leve suspiro, se permitió descansar durante unos minutos al ver que no había más gente esperando a ser atendida y que los clientes ocupando las mesas no necesitaban su cuidado.
⠀⠀Su padre pasó delante de ella cargado con una bandeja de galletas de miel y otra con varios pasteles de frutas y distintos sabores. Los colocó con esmero en el mostrador y le sonrió antes de dirigirse a una mesa donde acababan de requerir su atención.
⠀⠀Antes de que pudiera encargarse ella misma de la mesa para que su padre descansara un poco, bastante barullo fuera de la tienda llamó su atención. Alba se acercó a la puerta y salió para ver qué sucedía, impregnándose inmediatamente del aroma a salitre que traía el viento consigo.
⠀⠀Frente a su pequeño local —y hogar— se había reunido un grupo amplio de gente. Curiosa, se acercó tratando de averiguar qué hacía todo aquella gente allí reunida. El grupo se iba desplazando poco a poco, como movidos por algo —o alguien.
⠀⠀Alba se apresuró a caminar entre la gente, esquivando empujones y recibiendo alguno que otro. En el centro de la muchedumbre vio a varios chicos —algunos de la mano de preciosas chicas—, caminando con gafas de sol y gorras, como si trataran de no ser reconocidos por el resto. Bueno, a juzgar por la gente que se cernía a su alrededor y todos los móviles y cámaras en alto, habían fracasado estrepitosamente.
⠀⠀Los gritos no hacían más que aumentar, con frases como "¡Gavi, aquí!" o "Pedri, ¡fírmame un autógrafo!". En ese momento, Alba comprendió quienes eran. Aquel grupo que había atraído a tanta gente se trataba ni más ni menos que del equipo del Barcelona F. C.
⠀⠀Alba no se consideraba muy fan del fútbol, con sus estudios y las vacaciones entre pasteles y rodillos, no tenía mucho tiempo para pensar en entretenimientos o muchos hobbies, y los ratos libres que tenía los aprovechaba para leer o estar con Ames. Sin embargo, el pasar el curso en Barcelona había hecho que, por decirlo de alguna manera, aumentara su conocimiento en cuanto al tema, siendo capaz de reconocer algún que otro jugador.
⠀⠀Una vez descubrió el por qué de tanto revuelo, se dio la vuelta sin darle mucha importancia, no sin antes fijarse en un grupito de tres jugadores que iban más rezagados, sin ninguna chica acompañándolos. En el centro había un chico que no tendría más de diecisiete años, negro y con brackets, que hablaba animadamente con el chaval a su izquierda. Éste era alto y muy mono; Alba pensó que seguramente le habría gustado a Amelia. Finalmente, otro chico los acompañaba, algo callado —escuchando lo que decía su amigo— mientras observaba los alrededores, tratando de ignorar los flashes y comentarios.
⠀⠀Alba lo miró unos instantes: su pelo rizado, la gorra que lo cubría y las gafas de sol que descansaban sobre su nariz —que parecían bastantes caras—, sus preciosos ojos oscuros y la sonrisa que se formó en su rostro ante un comentario de su amigo. Alba volvió a entrar en la tienda, tratando de ignorar el barullo y centrándose en las tareas que debía hacer, sin darse cuenta de cómo unos preciosos ojos oscuros se posaban en ella antes de desaparecer tras la vieja puerta blanca de madera.
LA TARDE HABÍA SIDO TAL Y COMO EL RESTO DE LOS DÍAS, exceptuando la aparición del equipo azul grana en el pueblo. Alba siguió con su jornada como un día normal, con sonrisas inundando su cara y alguna que otra mancha de harina en su mandil.
⠀⠀Sobre las ocho de la tarde, ya no faltaba mucho para que el local cerrara, y poca gente ocupaba ahora las mesas debido a que preferían pasar su tiempo en bares o pubs que darían paso a una noche de fiesta.
⠀⠀El teléfono de Alba comenzó a vibrar en su bolsillo. Acercándose un poco a la puerta del personal para tener intimidad y aún así ser capaz de vigilar el lugar, descolgó al ver el nombre de su mejor amiga escrito en la pantalla.
⠀⠀—Buenas tardes, Albahaca —la cara de Amelia inundaba ahora la pantalla, mostrándola en su cuarto, tumbada en la cama y con un brillo en sus ojos.
⠀⠀Alba puso los ojos en blanco al escuchar el apodo que le había puesto su amiga desde que eran pequeñas y que había acabado siendo su usuario en la mayoría de sus redes sociales. Con una ligera sonrisa, respondió el saludo.
⠀⠀—¿Ya me echas de menos? —preguntó a continuación burlona.
⠀⠀—Bueno, pensé que me habías dicho que este año me invitabas a pasar unos días en Cadaqués —dejó caer con una mirada cómplice.
⠀⠀—Este año y el resto —le recordó Alba, pero en el fondo se alegraba de que sacara el tema, eso significaba que ese verano pensaba cumplir su palabra—. ¿Significa eso que sí vendrás? —dijo esperanzada.
⠀⠀—Pues estuve hablando con mis padres y ya sabes como son... —comenzó, su expresión decayendo un poco—. Básicamente, puedo ir cuando quieras y te venga bien, a partir de la semana que viene —terminó, mostrando una falsa fachada de emoción.
⠀⠀Alba se alegró por la noticia, su mente comenzando a maquinar planes en la playa, conversaciones viendo la puesta de sol y noches observando las estrellas. Sin embargo, sabía que su amiga no estaba siendo sincera del todo.
⠀⠀—Ames, ¿va todo bien? —la preocupación era visible tanto en su voz como en su rostro.
⠀⠀—Sí, sí, no te preocupes —contestó Amelia con un gesto de la mano, tratando de quitarle importancia—. Centrémonos en ti. ¿Cómo va la temporada de este año? ¿Algún tío cachondo al que embadurnar en nata?
⠀⠀Alba abrió los ojos de par en par ante su comentario, observando como Amelia comenzaba a reír a carcajadas, ajena a su repentina angustia por lo que los clientes presentes en la tienda pudieran haber oído.
⠀⠀—¡Amelia! —reprendió en un susurro—. No sé si te has dado cuenta, pero sigo en la pastelería.
⠀⠀—Oh, sí, me di cuenta. La luz ahí es terrible, nada buena para sacar fotos —alegó, sacando su lado profesional—. O para poder ligar adecuadamente... —terminó, con un movimiento de cejas seductor.
⠀⠀—Eres increíble —se burló Alba.
⠀⠀—Lo sé, gracias —sonrío con satisfacción Amelia—. Pero entonces, ¿hay o no hay un tío buenorro? —volvió al tema, dándose cuenta de que su amiga había hecho de todo menos contestar a la pregunta.
⠀⠀—Pues lo cierto es que... —no consiguió terminar porque en ese momento sonó la campana de la pastelería, anunciando que un nuevo cliente acaba de entrar.
⠀⠀La mirada de Alba se dirigió a ese alguien, sus ojos encontrando los de aquel chico. Su aspecto era igual al de antes, aunque se había quitado las gafas al entrar al local. Parecía algo perdido, recorriendo la mirada por la pastelería —casi como si estuviera buscando a alguien, o incluso escapando de algo. Debió de darse por satisfecho, ya que se sentó en una mesa alejada de la entrada y cogió una de las cartas que anunciaban las diferentes bebidas.
⠀⠀Alba volvió la vista a su móvil, colgando la videollamada antes de que su amiga pudiera decir algo más o soltar un comentario sobre nata y hombres. Se dirigió hasta el mostrador y decidió actuar todo lo normal que podía al ser consciente de que tenía en su pastelería a una promesa del fútbol y un chico muy guapo. Amelia debía haber hecho algún tipo de llamamiento o invocación, porque eso no podía ser real.
⠀⠀Pasados los minutos de cortesía para que pudiera decidir qué quería tomar, Alba tomó aire y fue hasta su mesa, mostrando una sonrisa en su rostro en todo momento y tratando de ser lo más amable posible, sin mostrar ningún tipo de sentimiento fanático ante él —que realmente no tenía, porque lo único que sabía era que jugaba en el Barça.
⠀⠀—Buenas tardes... noches —se corrigió, dirigiendo una mirada al exterior y viendo cómo el sol estaba poniéndose ya—. ¿Sabe ya qué desea tomar?
⠀⠀La educación de Alba debió tomarlo por sorpresa, ya que su expresión fue de genuina estupefacción. Lo cierto era que así trataba a todos los clientes, era algo que sus padres le habían inculcado y enseñado desde que era pequeña y había mostrado interés por el mundo de los pasteles y la atención al cliente.
⠀⠀—¿No crees que soy demasiado joven para ser tratado con tanto respeto? —preguntó, con una sonrisa burlona adornado ese rostro.
⠀⠀Alba percibió como el rubor cubría sus mejillas, y se maldijo mentalmente por ser tan expresiva sin quererlo.
⠀⠀—Lo siento, es la costumbre —alegó, soltando una risita nerviosa y deseando que la tierra se la tragara.
⠀⠀El chico soltó una risa, un sonido algo ronco y suave a la vez, que a Alba le pareció precioso. La verdad es que no podía apartar los ojos de él y, por raro que se le hiciera, parecía que a él le ocurría lo mismo.
⠀⠀—Pues tomaré un smoothie de mango y plátano, por favor —contestó a la pregunta de Alba, que ella ya había olvidado por completo.
⠀⠀Alba asintió brevemente y fue hasta la zona de preparación de bebidas, colocando las frutas heladas en la batidora antes de rellenar un vaso con un poco de yogur natural líquido. Una vez la batidora dejó de proferir el estridente ruido, echó la mezcla en el vaso y puso una pajita de cristal. Con todo listo, se encaminó de nuevo a la mesa del chico, quien la observaba atento.
⠀⠀Dejó la bebida frente a él, que dijo un rápido "Gracias" para después llevarse la pajita a la boca y tomar un buen trago.
⠀⠀—¿Quieres probar alguno de nuestros dulces? —preguntó Alba, dejando de lado el trato respetuoso hacia él.
⠀⠀—Supongo que la mayoría tienen bastante cantidad de azúcar —dijo, mirándolo intensamente.
⠀⠀—Bueno, sí... —respondió un tanto insegura—. Pero tenemos unas galletas de miel —sonrió, acordándose de una de las clases que había tenido durante ese curso en la escuela de repostería—. Sigue siendo azúcar, pero es más natural.
⠀⠀El chico le devolvió la sonrisa, como si supiera lo que estaba haciendo. Desde luego la persuasión se le daba muy bien, y sabía las herramientas necesarias para llevarla a cabo.
⠀⠀—Pues probaré una de esas, por favor.
⠀⠀Alba volvió al mostrador y cogió una de las galletas con unas pinzas antes de colocarla cuidadosamente en un plato junto a una servilleta. Cuando se la hubo situado en la mesa al futbolista, volvió a la zona de preparación de bebidas y comenzó a realizar las tareas de limpieza previas al cierre de la pastelería.
⠀⠀El chico no tardó en levantarse de su sitio y aproximarse a donde ella estaba, junto a la caja registradora.
⠀⠀—Estaba muy rica la galleta, muchas gracias —comentó, colocándose bien la gorra y sacando una cartera del bolsillo lateral del pantalón.
⠀⠀—A ti —dijo ella, mostrándole el recibo y anotando el precio en el datáfono para que el pudiera pagar con la tarjeta que ya había sacado.
⠀⠀—¿Tenéis algún bote para propinas? —preguntó él mientras situaba la tarjeta sobre el datáfono. El contacto visual entre ellos era fuerte, y Alba no sabía si podría aguantar mucho más antes de que los nervios la vencieran y la fachada de calma se desvaneciera.
⠀⠀—Sí, claro. Muchas gracias —dijo, girándose para coger la pequeña hucha que guardaban para esa rara ocasión en la que la gente se acordaba de agradecer por el trato.
⠀⠀—A ti —repitió sus palabras con una sonrisa de oreja a oreja antes de dirigirse hacia la puerta—. Nos vemos —dijo una vez la abrió, poniéndose de nuevo las gafas de sol y bajando la gorra para cubrirse al máximo posible el rostro.
⠀⠀Alba no tuvo tiempo de responder antes de que él desapareciera entre la gente y se perdiera por las calles de Cadaqués. En su mente resonaban sus palabras. Nos vemos. En España era una despedida habitual, aunque no significara que fuera a haber otro encuentro, como un "Hasta luego". Sin embargo, Alba sentía que volverían a verse, para ella sonaba a promesa; a que no era la primera vez que se veían, pero que tampoco sería la última.
⠀⠀Con todo esos pensamientos sobrevolando su cabeza y una sonrisa plasmada en la cara, se dispuso a recoger el local y limpiarlo.
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