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004

Habían pasado varios días del incidente. Desde el fatídico día en que su libertad se vio amenazada por los últimos incidentes y la ofuscada presión de Klaus y sus hombres dónde quieran que vayan.

Finn quedó avergonzado por su arranque ese día al notar la puerta arrancada del auto en el lado del pasajero y los indisimulados comentarios de Kol sobre cómo se había salido de control y se propuso matar como una verdadera máquina. Kol estaba siendo cruel. Pero creo que lo hacía más por la causa de la paliza sufrida y su ego chamuscado.

Rebekah y Kol tienen diversos contactos alrededor del mundo, elementos y bienes raíces como cabellos.

Pará Kol las propiedades no eran su principal prioridad a través de los siglos. Si, ha ido obteniendolos según caprichos pero nunca al grado de Rebekah, para ella las propiedades eran comodines en un juego bien jugado, si te sabías mover en este mundo de persecución.

El segundo continente testigo de su fuga fue Oceanía. Abordando a Australia.

Los tres llegarían por separados. Kol preocupándose cuando su hermano mayor suicida no lo hace en el tiempo que acordaron. No es que lo demuestre, sólo no quería cargar con la culpa de la posible muerte de ese idiota.

-Estás pensando demasiado hermano.- Rebekah toma un sorbo de su trago. El sol golpea delicadamente sobre su piel, no lo siente como quisiera, pero sus mejillas toman un tierno sonrosado por el largo tiempo de exposición.

Ambos están en una finca alquilada. Era hermosa y tenía un hermoso panorama del atardecer en colores naranjas. El cielo estaba bellamente despejado y el sol se ocultaba detrás de una hermosa hilera de árboles autóctonos que Rebekah no supo ubicar.

Sólo sabía que eran altos, viejos y proporcionaban una exquisita sombra alrededor de la alberca.

-¿Y que quieres que piense?. Pareces realmente relajada sobre el tema.- Masculle sobre la marcha haciendo fondo blanco a su bebida.

Una sonrisa divertida se asoma;-Pareces preocupado al respecto.-

Él se tensa y la mira directamente a los ojos azules y burlones;-El tipo es un inútil, y está completamente desbordado. Quieres pasar desapercibido, pero sueltas al hombre al mundo salvaje como si nada.- Se desinfla sobre la reposera y se lleva una mano al cabello. -No lo entiendo.-

Ella decide apiadarse de su hermano mayor. Aproximándose.

-Está en buenas manos.-

Frunce su ceño. Incrédulo.
-Claro que lo sabrías.- Niega con la cabeza, siempre es lo mismo.

-Nunca preguntaste.- Se encoge de hombros. -Viajó a Madagascar, fue en barco, nostalgia supongo. Recordó a su viejo grupo colonial de conocidos, brujos. Fueron de ayuda en la primera década del siglo XI, cuando Klaus no implataba dagas sobre nosotros aún.-

-¿Madagascar?- Lanza preocupado. -Son una nación conocida por su afinidad y práctica de la magia oscura y su canalización. No son amables con los forasteros, especialmente con un original.- Se sienta de inmediato. -No creo que sepa dónde se metió. Dame papel y pluma, contactaré a unos conocidos de allí.-

Ella se abalanza sobre su hombro y lo sostiene.

Kol tensandose al respecto, cuando su pequeño torso y calor roza su costado.
-Él lo sabe. Es mayor y poderoso. Deberíamos tratar de confiar en él, tengo a mis brujas detrás, protegiéndolo. Tendrán más posibilidades de ser escuchados de esa manera.-

Se mantiene rígido y suspira cuando se siente como un idiota preocupándose por nada.

-Entiendo, puedes soltarme.- Recuerda.

Ella lo hace. Pero no se aleja mucho. Hablando nuevamente;-Luego de despedirnos a estado verdaderamente ansioso y avergonzado. Ambos sabemos porque lo hace.-

La información se hunde en prolongado silencio luego de que Kol no responda.

-Lo sé, sólo creí que estos días servirían para que reflexione al respecto.- Suena un poco decepcionado y algo a reproche. No quería que sonara así.

-Está confundido. Pero no todo está perdido como creemos...- El brazo delgado de Rebekah se extiende en su espacio personal en un movimiento controlado y sigiloso, sus dedos rozan los suyos propios, envueltos alrededor de un vaso de cristal. -La idea de que esté buscando ayuda al respecto siembra esperanza.-

Kol observa la superficial caricia de su hermana menor sobre los nudillos tensos.

Cierra los ojos, presionando su tabique con la mano libre.

-No creo que quieras jugar este juego nuevamente, Rebekah.- Habla despacio. Llevando el vaso cargado a sus labios. Observando fijamente el crepúsculo, ignorando los vacilantes avances de su hermana.

-Han pasado siglos. Tú que sabes.- Cuestiona volviendo a su asiento, sentándose de costado con una mano bajo su mejilla mirándolo bajo sus pestañas.

-Sé que es un juego peligroso. Si no me equivoco, estabas en contra de que lo hagamos, rotundamente.-

-Yo no, Elijah lo era.-

-Y tú harías lo que Elijah deseara.- Se burla.

-¿Me rechazarás?- Murmura claro.

Los ojos de Kol se oscurecen y refuerza su agarre sobre el cristal. Niega vehemente a la nada con gracia. Decidiendo abandonar su asiento.

-Hermano.- Presiona. Suena molesta y dolida, pero su voz suave la traiciona.

Kol lo sabe.

Toma la botella de licor añejo de color caoba.

Suspirando se vuelve a unos metros del lugar, no importa donde sea, sabe que el oído vampirico de la original lo escuchará.

-Escuchame muy bien Rebekah, porque no lo diré dos veces. Me has fallado muchas veces, la mayoría de las cuales nunca te importó como me sentiría al respecto. Sería un tonto si siguiera con esto. Eres irresoluta la mayoría de las veces, esta nueva libertad tuya y últimas decisiones me demuestran lo desesperada que estás.- Voltea siguiendo su camino;-No cometeré ese error.- Finaliza.

-Entonces te demostraré que puede valer la pena.- Sentencia con terquedad.

-Has lo que quieras.-

•••

Rebekah estaba ocupada repasando antiguos libros familiares, la mayoría de los cuales eran copias de los encuadernados originales a los que no podría acceder, principalmente porque los tienen Elijah y otro poco, Klaus, llevándolos donde quieran que vayan.

Otros son obtenidos por ella y Kol a través de los siglos.

Memoriza aquí y allá, y busca más información sobre lo que cree que necesitará. Arranca unas cuantas hojas de los grimorio de copia, empinando la copa de vino y asomando las hojas amarillentas a la luz naranja de las velas.

Un viento fuerte movió varios cables y kilómetros en lotes de tierras se dejaron de alimentar con electricidad. Por lo que averiguar dónde fue el problema será un desafío con estos calores secos e infernales según el guapo chico del pronóstico.

-Mis subordinados llamaron a la empresa de red eléctrica, vendrán por la mañana.- Kol es cauteloso y distante a su alrededor, lo que la divierte enormemente.

Sabe que tocó una fibra.

-¿Me has prestado atención acaso?- Abre los brazos llamando su atención.

-Lo hago.- Asiente, haciendo a un lado los hechizos más largos que no copiará a mano, para luego sacar captura con su cámara. -Ya me lo imaginaba, varios de los propietarios establecidos aquí, están cargados de dinero y conexiones. No querrán tener problemas por abandono y mal servicio.-

-No me he cruzado con ningún otro ser humano en kilómetros, necesito una maldita vena.- Suelta frustrado.

-Mañana partiré a Europa nuevamente.- Comparte, captando su atención con un entrecejo fruncido. -Sola.- Se apresura cuando ve que va a replicar.

-¿Y entonces que haré?-

-Puedes quedarte aquí, acabar todo el buen alcohol en lo que no matas suficientes humanos como para llamar la atención sobre ti, se que eres un niño grande y entiendes lo qu- -Está a punto de tomar la pluma cuando es estampada contra la biblioteca del lugar.

Sisea levemente mirándolo a los ojos.

-Un niño grande...- Kol repite, ejerciendo fuerza sobre su agarre. Notando con ella se relaja en el momento, soltandola de inmediato. Como si fuera la misma peste. -Estás probando mi paciencia.-

-Eres un cretino que es diferente.- Escupe. Recogiendo la copa del suelo y la botella.

Saliendo por la puerta.

Kol suspira fuertemente agitando su cabello castaño. Sabe que está saliendose de control.

Él no ha podido dejar de pensar en la conversación de horas atrás.

Sopesando. Considerándolo. Y su jodida mente jugandole una mala pasada.

La calidez de la piel ajena en su mano, como una caricia fantasmal.

-Necesito joder a alguien...- Se convence a si mismo antes de dirigirse a la puerta de entrada y tomar una chaqueta.

Había memorizado un patrón para llegar a las calles de la ciudad próxima.

Conduciendo por al menos cuarenta minutos cuando divisa un bar de parada a un lado del camino. No está nada mal decide bajando del todo terreno.

Es discreto, pequeño y no huele tan mal.

Sus manos juegan con las llaves del coche y llama demasiado la atención al entrar, la mayoría son personas arriba de los cuarenta, barriga cervecera y con barbas de una semana.

Toma asiento y no hace falta rodear el lugar cuando una hermosa pelirroja, bartender del lugar, le invita un trago.

No mucho después, con coquetas palabras y desinhibidas miradas aquí y allá -varias miradas juzgadoras en su espalda- y él está follando duramente a la mujer, sujetándola contra la puerta del reducido baño. Las uñas de la pelirroja clavándose en sus hombros, mordiendo su regordete labio.

Una mano sobre su cabello y sus colmillos perforando la exquisita piel.

El recuerdo de la suavidad del cuello de la rubia se reemplaza con el de la jodida desconocida. Acabando cuando el cúmulo de sensaciones en ambos los embarga.

Kol la alimenta con su sangre y la obliga a olvidar la mordedura. No hacía falta borrarle la memoria había unas veinte personas más que lo recordarán coqueteando con la Barman del lugar.

Pero eso no importa, la chica acomoda sus ropas y abotona su camisa, soltando una risita entre dientes cuando Kol apreta su pecho derecho y lo abandona como si no hubieran echo un jodido lío minutos atrás.

Suspira de satisfacción cuadrando los hombros varias veces.

Su teléfono suena en algún lugar del suelo, ni siquiera puede recordar cuando lo tiró. Apreta y desliza su dedo sobre la pantalla, maldiciendo cuando el molesto rington no desaparece.

-¿Hola?¿Hermano?- Una voz se escucha lejana.

-Oye, Finn, aquí estoy.- Se apresura a contestar.

-He estado tratando de comunicarme con ustedes la última hora. Creí que algo había pasado, estoy de camino a casa.- Un tinte frustrado y preocupado es inconfundible en su voz.

-¿Has intentado comunicarte con nuestra hermana?. La última vez que estuve con ella subió a su habitación.- Pasa un tiempo arreglando su cabello, restándole importancia. Abandonando el establecimiento con los ojos de los bebedores sobre su nuca.

-Lo hice.-Suspira. -Sin embargo, no contesta. Si la ves dile que estaré allí mañana por la noche.-

Kol se detiene confundido cerca de su automóvil.

-Creí que tendrías varias cosas para hacer allí, ya sabes, te llevaría un buen tiempo.- Carraspea levemente.

-Lo sé, pero la persona con la que deseaba hablar murió al menos ocho siglos atrás. Su actual líder y, descendiente de mi antiguo conocido es bastante osado y arrogante, careciendo de la educación y hazañas de sus ancestros...-- Finn se escucha bastante decepcionado.

Kol pasa los siguientes veinte minutos escuchando el descargo de su hermano mayor sobre los molestos Nahery Fo, aquelarre de la colonia local de actuales brujos milenarios de Madagascar.

Asiente la mayoría de las veces, aún cuando ni siquiera sabe de quién habla el otro.

Según resumido, los Nahery Fo, le dieron bastantes problemas y dolores de cabeza en el plazo de una semana.

Empezando con la para nada amena bienvenida. Y sus groseras y soberbias actitudes por el poderoso y antiguo origen de su línea de sangre.

Remontandose al siglo IX la línea de sangre con más historia y hazañas registradas en la historia sobrenatural de conocimiento público.

Tuvieron varios problemas luego de que el líder del siglo XI haya estado detrás de ellos. Tuvieron bastante osadía y confianza pero un híbrido maldecido fue más de lo que pudieron manejar.

Y a este punto su hermano mayor deberá haber estado investigando la causa de las hostiles actitudes hacia su persona. Sabe que Finn no se ha de conformar con el cuento de forasteros no bienvenidos.

Es una pena que los resultados de las malas obras y enemigos sembrados por ellos a través de los años, lo coseche Finn por el simple hecho de compartir y llevar la misma sangre, la misma maldición y el mismo apellido.

Por ser su hermano.

-¿Me escuchas?- Pregunta preocupado Finn.

-Claro, estoy aquí aún.-

-Está bien.-Suspira largamente, agotado. -¿Has escuchado algo sobre nuestros hermanos en Mystic Falls?- Pregunta con nuevo interés.

-¿Aparte de haber perdido su rastro en Europa?. Nada aún.- Dice frustrado. -Mis informantes mencionaron que el pequeño destripador Salvatore tomó en su poder los últimos ataúdes. Es confuso, las líneas de tiempo están adelantándose, sinceramente no sé cómo hará Klaus con padre y madre sueltos en un tiempo más que cercano.- De sólo pensarlo los vellos de su nuca se erizan.

-Eso es mas que malo. Pero algo me dice
Elijah no estará tan confinado en esa caja por mucho tiempo.-

-Tienes razón. Nuestro noble hermano tiene la tendencia de salvar las papas del fuego de Nicklaus.- Espeta de mala manera en lo que conduce fuera de la ciudad, tomando el camino rural a casa.

Pero algo en el tono vicioso de Kol le hizo saber a Finn que no era sólo regodeo por la desgracia de sus hermanos...

-Kol...¿Hay algo que no me estas diciendo de todo esto?- Suelta no muy convencido.

-¿Crees que estoy metiendome en problemas con un mocoso?- Su tono implica pelea. Y sinceramente Finn está lo suficientemente cansado para iniciar una por algo tan innecesario.

Resopla fastidiado;-Lo crea o no, ambos sabemos que eres capaz. Pero esa no es la cosa-- Su diatriba es interrumpida por una cortez voz femenina. -...Lo tendré en cuenta, Shimara... Enhorabuena, estaré allí para abordar en unos segundos. Gracias... ¿Kol?...-

-¿Eso que oigo es una pequeña francesa?- Pregunta pícaramente. Un largo suspiro hace interferencia en el auricular del celular.

-Kol- Advierte Finn. No importa qué o cómo, Kol no cambiará. -Debo colgar hermano, mi barco espera para zarpar.-

-Está bien. Evita los icebergs en el camino a casa.-

Se hace un largo silencio incrédulo.

-Si sabes que no hay iceberg en-- Es interrumpido.

-Lo sé. Sólo cuidate imbecil.- Kol corta de pronto la línea telefónica.

Eso cabreará a Finn. Con ganas de atravesar mágicamente la pantalla para tomar del cuello al pequeño cretino por hermano.

Minutos después aparca frente a su morada. Un suspiro abatido y cansino abandona sus finos labios, remojandolos en lo que intenta escuchar más allá.

No importa cuánto peleen o discutan, su hermana y él, no pueden estar molestos los unos con los otros por mucho tiempo.

Casi siempre después de una pelea, -esperando hasta que las cosas se enfríen aquí-, Kol está persiguiendo a Rebekah hasta la terraza donde ella admira todo silenciosamente, inmóvil, donde él pensaría que no está allí sino fuera por los pequeños suspiros esporádicos de pesar.

Él o Finn observándola, y ella tratando de no lucir tan atormentada por su propia mente.

Hasta que presencian un nuevo crepúsculo, un nuevo amanecer. El reloj reiniciandose nuevamente y tratan de intentarlo otra vez. Ser más amables, comprensivos.

Ser lo más parecido a un hermano para el otro.

Pero irremediablemente los eventos se repiten una vez más.

Un disfuncional ciclo interminable que conocen muy bien.

Destrucción mutua asegurada. Los hermanos de Mikaelson estaban rotos, con imperfecciones, bordes disparejos y grietas, fáciles de enojar, pero había una afabilidad que sacaban a relucir los unos con el otro que no podía negarse. Motivandoles a nunca querer darse por vencidos.

Finn fue inteligente y trató de alejarse, demasiado desbordado como para intentar desarrollar cierta inmunidad como sus hermanos menores.

Cerrando los ojos y descansando su coronilla sobre el volante frío al tacto, sabe que Rebekah también está alejándose.

Detestandola por ello. Ella no tenía derecho a marchitarse, no cuando él estaba estableciendo una rutina también.

No cuando alcanzaba cierta familiaridad y una conexión -erronea- nuevamente con sus hermanos.

Kol estaba acostumbrándose a esta rutina. Sin Finn pudo manejarlo, pero ahora estaba solo, lidiando con su propia mierda como en un principio.

Baja del todo-terreno con un aire lúgubre. Golpeando la puerta con más fuerza de la necesaria, la puerta tiene un buen sistema de tranca, de lo contrario hubiera rebotado contra el marco.

No se sorprende demasiado cuando abre la puerta principal y la casa está a oscuras, excepto por las tenues luces encima de la isla de la cocina.

No trata de ubicar a su hermana por encima del silencio. La frialdad indolora del enorme edificio pesa sobre sus hombros y entumece sus hombros y pecho.

Hay una lámpara estratégicamente ubicada sobre un mueble de entrada, iluminando convenientemente un papel doblado por su mitad.

Una caligrafía muy familiar atrae su atención de forma inmediata, sobre esta una antigua brújula.

Tomándola entre sus manos de manera desinteresada, nota dos cosas; una, es de un metal ordinario, sin valor, y dos, la aguja no señala hacia el norte.

Porquería defectuosa. Lo lanza sobre la superficie y toma la nota en su lugar.

A medida que lee, su rostro se ensombrece y sus facciones se relajan significativamente.

Pasan varios minutos cuando decide doblar delicadamente la nota y guardarlo en su billetera. Un suspiro de pura pesadez inunda la habitación solitaria.

Resoplando de nuevo recoge a la brújula en sus manos guardandola en su bolsillo trasero con cierta resignación.

•••

-¿Crees que puedes hacerlo?- Pregunta la bruja frente a ella, sorbiendo la copa de agua en un movimiento elegante e igual de pomposo que le provoca unos ojos en blanco.

A lo largo de los años Rebekah había tratado con suficientes personas como ella, creyendose sofisticadas damas de la alta sociedad.

Brujas con intrincados hechizos de conservación sobre ellas, pero eso no evita que estén pudriéndose por dentro con el paso de los años.

Rebekah bebe su trago poco impresionada.

-¿Acaso no fui yo, quién te rastreó alrededor del continente y sacó tu flaco trasero de tu maldito escondite?-

-Si, bueno, no sería un problema si te mantuvieras en tus propios negocios. ¿No crees?- La bruja pasa un mechón de su impecable cabello tras la oreja, con cierta dificultad. Fulminandola.

-¿Tu crees?- Rebekah finge tener la menor idea. Secretamente divertida con la implicación.

Ariane se detiene en seco. Algo en el tono contrario suena peligroso, como una liana tensa de extremo a extremo y ella estuviera suspendida por completo en el desenlace que la psicótica rubia quisiera darle.

-No creo que importe lo que yo crea.- Dice sin convicción. Alzando sus muñecas envueltas por unas pesadas y oscas esposas mágicas a su alrededor. -Sólo estás aquí jugando al cazador y tomando lo que quieres sin medir consecuencias ¿con qué objetivo, Rebekah? ¿Quieres un hechizo?. Mi grupo te encontrará: me encontrarán y estarás metida en muchos problemas. El Strix ya no es el grupo inexperto y endeble que dejaron atrás...-

-Si, puede que tengas razón- Rebekah abandona su asiento y toma una copia de una página de hechizos. Rodeando lentamente la bruja maniatada.

Ariane se tensa, era poderosa, tenía belleza perdurable, tantos años como el Barrio Francés donde vivía y, aún así, no supo prever la llegada de un pez gordo como suponía Rebekah Mikaelson.

-Ahora, no creas que me fui por las ramas, pequeña Ariane.- El pulso de la bruja se dispara y sus palmas sudan frío. -Fui lo suficientemente benevolente contigo.- Señala la copa que alguna vez contuvo agua- Espero que haya servido para refrescar tu memoria.-

Se agacha a la altura de sus ojos con una daga en mano.

-Última oportunidad, Ariane de Martel... ¿Dónde guarda tu querido "amo" los juguetes oscuros que preciso?- Suelta con cierta sorna.

-No se de que hablas, no te diré nada, maldita loca.- Miente sin aliento. Sus pequeñas terminaciones nerviosas punzando ante el acechamiento de la contraria.

-Tu dijiste...- Blandea la daga, cortando el aire con el sinuoso movimiento.

La bruja de cabello rubio platino sigue la daga con cierta emoción y anticipación;—Si estás amenazandome, siento decepcionarte, pero no está funcionando como tú crees-

Rebekah sonríe como si hubiera anticipado aquello. Un recuerdo convocandose vagamente...

"_Lo encontraste. Lo que significa que has venido a matarme. Ambos sabemos que no tengo más respuestas para darte, y no puedes permitir que viva con lo que he visto. Las cosas que mantienes ocultas ... Me liberan."

Esta brujita y su hermandad de brujas marginadas habían conspirado contra la familia original en el futuro.

Según se informó, Ariane, había sido una bruja recogida bajo la protección de Aya, adentrada a lo que hoy en día Rebekah conoce cómo «las hermanas», "_un aquelarre de almas perdidas y caprichosas, con una extraordinaria capacidad para la magia", eso según la ex-protegida de su hermano, Aya.

Según ella misma: el aquelarre -perras personales- personal, el cual existe con el único propósito de cumplir todos aquellos caprichos fortuitos de sus viciosos futuros jefes; los De Martel.

Lo que hace especial a Ariane son los años que estuvo con ellos, sirviendo, no solo a los hermanos, sino, también al círculo interno del Strix.

Obligada a tomar y valer lealtad a todas aquellas personas que la obligaron a hacer cosas horribles. Obligandola a desentenderse de su propia moral y ética en el proceso y paso del tiempo.

Y eso puede volver locos a unos, y coger ciertos deseos de soltar la toalla, si tan sólo tuvieran la oportunidad.

Ariane había echo algo completamente suicida en el futuro. Invadió la mente y recuerdos de su hermano mayor, el noble, Elijah Mikaelson.

Un movimiento inteligente si ahondas en el tema. El aquelarre de la sociedad Strix, están unidas y controladas por un hechizo de enlace de lealtad a la sociedad. No pueden dejarlos o morir a menos que ellos así lo decidan.

No puedes siquiera pensar o comentarlo, estos actos tienen grandes consecuencias. Aún más para Ariane, la vidente del grupo, la cual comparte su preciado y poco común don con Aya.

Así que abandonarlos estaba fuera de la bolsa a menos que algo grande ocurra.

Algo que acapare por completo la atención de sus superiores.

Algo como una visión de una futura guerra y extinción de las líneas de padres.

-Lo sé, pequeña tonta. Se de tu particular torcedura por la muerte, pero tristemente para ti, te requiero en una sola pieza. Bueno...- Rebekah apuñala de manera sorpresiva por encima de la clavícula izquierda, con el regocijo practicado de una destripadora de cachorros por diversión, obligándola a gritar;-...Media pieza será.-

-¡No sé dónde están, maldita! ¡Pierdes tu tiempo!- Admite entre dientes apretados furiosamente de dolor.

-Ah-ah, solo repuestas correctas, esa definitivamente, no fue una...- Murmura con cierto placer. Volcando unas pocas gotas de su sangre a una bolsa de sangre humana. Eso curará lentamente los daños. Al menos para que no muera en el intento.

Levanta otra daga, el mechero de la cocina estaba a un lado de ellas, Ariane siguió su línea de visión y sus ojos se agrandaron ante el mero pensamiento. Adolorida comenzó a removerse en sus ataduras. Negando fervientemente aterrorizada.

-...No... ¡Déjame!...-

-Oh, vamos, pequeña tramposa, eso no será nada para ti...-

-La bodega está en Manha-ttan, cu-custodiado por uno de los perros más bravos de-de nuestro líder, Shen Min...- Anuncia nerviosa.

Rebekah se detiene con la daga en alto, la espesura de la sangre recorriendo la hoja plateada, llegando a la punta...

Goteando al suelo, dejando un rastro florido de carmesí...

-¿Manhattan?- Rebekah inquiere completamente inmutable. Repitiendo el nombre cómo si fuera la primera vez que lo escucha.

Ella asiente sin aliento. Casi aliviada al ver como la rubia baja su mano con el arma blanca.

-AHH-- La vidente se encoge y tiembla en su lugar, la daga había sido incrustado en su muslo. -¿¡Y eso porque fue!?-

-Porqué... No sé si sabes, cariño. Pero no necesariamente requiero de la tortura física para sacar lo que quiero escuchar.- Habla volviendo a ponerse de pie. Observandola desde la altura.

Ariane estaba furiosa, con una ligera capa de sudor cubriendo su nívea tez.

-...¿Qué-- Respira con dificultad.

-Sólo estaba probandote, cariño. Ahora estás aquí, agotada y adolorida, desangrandote con cada segundo... No, Ariane, tengo planes más complejos y grandes para ti...- Para hacer incapie en su declaración retira la daga de su carne.

-Estás demente...- Sisea, elevando su barbilla obstinada. Si no la iba a matar, ella no le daría el regocijo de verla débil.

-Wow, y eso que todavía no te cuento la mejor parte de mis planes para ti- Rebekah inyecta una intravenosa a su antebrazo de manera repentina, evitando que el movimiento de Ariane lo suelte.

La sangre de la transfusión comenzó a sanar sus heridas, retirando la aguja de inmediato, dejándolo sanar hasta el punto de dejar las heridas rojas, sensibles e inflamadas. Pero no completamente curadas.

No le daría esa satisfacción.

-Sabes, un pajarito me informó de su lazo de lealtad, un completo juego de niños si me lo preguntas.- Rodeó la mesa acomodando una pesada bolsa de lona sobre esta. El sonido metálico reinando el ambiente.

-¿¡Que es eso!?-

-Shh, ya lo probaras, no seas impaciente...- Eso alarmó a la bruja, hasta erizar sus vellos.

La vampira original toma una jeringa con aguja, dando pequeños golpecitos con la uña a una ampolla. Una extraña sustancia líquida dentro de esta.

-Sabes, he estado haciendo mis investigaciones y descubrí como romper este extraño lazo de lealtad.- Comenta vagamente la vampiro original.

La bruja la fulmina con ojos entrecerrados:-¿Y pretendes que lo crea?. Yo misma, una bruja con gran poder y conocimiento proporcionado, ¿crees que no traté de encontrar una manera todos estos años?- Espeta.

Rebekah ignora la petulancia en su voz y se centra en la dosis, ni más, ni menos... O esto podría salir mal.

-Creo, que lo sabías...- Tira a sus pies un diario muy conocido para Ariane. -Sólo carecias del apoyo y la intimadad para llevar a cabo tus locos experimentos...-

El zumbido de dolor y la irritación quedan en segundo plano cuando sus notas más privadas, pensamientos y proyectos quedan expuestos ante la original.

Ella no entendía como pudo conseguirlo, nadie podía entrar y salir del establecimiento sin ser notado, y mucho menos alguien poderoso y viejo como Rebekah Mikaelson, había tantos hechizos de protección y límites que necesitarías más de diez dedos para contarlos...

A menos que alguien de dentro los haya traicionado... Pero el hechizo de lealtad lo hubiera sentido, y si no se equivoca, Aya lo revisó por la tarde del día de ayer.

-¿Cómo- Es lo único que musita.

-Una hadita de negra cabellera fue muy amable al proporcionarlo...-

-¿¡Madison!?- Grita. -¿Tocaste a Madison? ¿Qué le hiciste?. Te juro que si le has tocado una sola hebra de cabello yo te-

Ella ríe divertida;-¿Tú, qué?- La desafía a terminar.

-Te acabaré, Rebekah Mikaelson. Te haré pagar con sangre.- Escupe con vivo odio.

Rebekah no tenía intención de molestarla de más, no porque sus lloriqueos tengan algún efecto. Sólo no sentía el verdadero placer de humillarla.

Estaba aquí por una cosa. Su poder, sus habilidades y conocimiento...

-Pues, te deseo suerte, cariño...- Sé acerca a ella e inyecta una pequeña dosis en su cuello, brazo y abdomen. Las lágrimas arribaron la visión ajena. Si se mantenía así de tensa, sería peor para ella. -Y para que conste... Madison es una muy buena amiga de mi hermano.- Susurra sobre su oreja. Alejándose cuando está se agita en su asiento.

Ariane niega con la cabeza varias veces;-Estás mintiendo, Madison nunca me haría esto...-

-No si ella no lo sabe...- Rebekah escucha su pulso y demás. Nada parecía verdaderamente afectado por la poción. -Se la veía bastante entusiasmada por volver a servir a mi hermano, Kol.- Agrega con saña.

-¿Kol?. No mientas, ¿esperas que crea eso?. Tú hermano lleva encerrado más de noventa años. A Madison la encontraron en los años sesenta, es imposible...-

-Tu 'amiga' es más que eso, era una de las aprendices de él. Su más fiel de hecho. En los años catorce cuando mi hermano comenzó conspirar contra Nueva Orleans, buscó varias salidas para que nuestro hermano, Nicklaus, no las encontrara. A ella y Claire, por supuesto.-

-No...-

Rebekah la mira por encima de la mesa. -Bueno, basta de lloriqueos. Necesito seguir llevando a cabo esto.- Pone encima de la mesa sus propias notas.

-Eso no servirá... No me hace sentir ni cosquillas.- Se burla aunque un poco amargado secretamente, había trabajado en eso meses, casi un año.

Podría ser igual con todos los otros inventos.

-No si lo provocamos.- Cita con cierta dramaturgia tomando unos guantes, las dagas en la cinturilla de su Jean.

-¿Qué?-

-Tenemos catorce horas a partir de ahora para ver si funciona. No te preocupes, chica, yo creo que podrás aguantar hasta entonces, me aseguraré de ello.- Promete Rebekah, sacándose de encima su costoso blazer marrón. Arremangando su camisa de seda, color tiza, por los codos.

Juega de un lado a otro la daga con hoja más pequeña... considerando su blanco.

-¿Que ganarás con esto?- Gruñe, asustada.

-Mucho poder, vía libre sobre ti, secretos, información confidencial y, nunca tuve un juguete con un don tan extraño como el tuyo... Y ...espera, ¿en verdad quieres que siga?-

-Nunca lo conseguirás.-

Se encoge de hombros;-Eso está por verse.-

-Ellos me encontrarán... Me consideran un miembro importante.- Ariane nunca fue de las que presumió aquello. Simplemente porque en algún punto ese título se sintió mal.

-Entonces tendremos que asegurarnos de que ese lazo se rompa.- Promete.

Las antiguas heridas se reabrieron de la peor manera.

Al corte número cinco, su mente comenzó a sentirse confusa, la piel caliente y su cuerpo comenzó a expulsar una cantidad considerable de sudor.

Su vientre se sentía como plomo y los piquetes se sintieron infernales.

Quería gemir como un pequeño animal herido, porque lo era, pero no frente a la psicótica perra de Mikaelson. Así que sólo gritó sobre el trapo en su boca hasta sentir su garganta roja y adolorida.

Lo siguiente se volvió brumoso e irreal, su cuerpo pesado y como si mil abejas se pusieron de acuerdo para joderle la vida.

Rebekah se había aburrido de sus lloriqueos y la había abandonado en algún punto de la madrugada.

Después de lo que consideró horas alguien volvió a ingresar a la habitación, un suave jadeo de impresión resonó en esta y luego una maldición.

Recuerda haber pedido auxilio, la desataron con suma delicadeza y tomado de estilo nupcial. Casi podría llorar del alivio y horror, no conocía a aquellas manos y nadie, nunca antes la había tratado con tanta suavidad, mucho menos susurrado suavemente en su cabello que estaría bien.

Pero nada estaba bien, Ariane no vio la luz del día luego, solo más oscuridad y la suavidad acolchada de su propia cama.

¿Acaso ese sujeto no vio el daño en el inmueble? ¿En ella? ¿Las señales de lucha? ¿No estaba aterrorizado de que aquella persona enferma y violenta  volviera?.

Perdió nuevamente la conciencia al sentir un trapo húmedo sobre su piel ardiente, un escalofrío recorrió su espina dorsal al sentir la diferencia de temperaturas.

Y se sintió bien si lo pensaba bien, ese estado crítico significaba que moriría en algún momento. No quería su ayuda a medias.

La segunda vez que recuperó su conciencia, era de noche, su cabeza punzaba y el extraño se acercó a darle de beber agua. Pero maldijo cuando aquello la obligó a dormir de nuevo.

-Oye, hola de nuevo.- Una voz muy conocida se escuchó a su lado.

El dolor se disipó pero su cuerpo se negaba a cooperar. Sus párpados parecían tener miles de piedras encima.

-¿Madie?- Dijo aturdida.

-Lo siento tanto, Ari.- Madison apretó su mano y ella intentó quitarla sin suerte.

-Sí, esa eres tú. ¿Cómo pudiste?- Gruñó.

-Lo siento mucho, enserio, yo no sabía que ella sería capaz, ya se lo comuniqué a Kol, él-- Ariane la interrumpió.

-¿Así que es verdad?- Exhaló angustiada.

La habitación se sumió un largo momento en un silencio incómodo;-Depende de qué te haya dicho.-

-Madison, ni siquiera pienses que--

-No estoy de lado de los Mikaelson, sólo de Kol.-

Ariane se burla sin humor;-¿Eso tiene sentido para ti?-

-Kol es mi maestro. Él me enseñó todo lo que sé. ¿El Strix? Solo fue una forma de protegerme a mi misma de la furia de los demás hermanos de Mikaelson.-

-¿Furia de Mikaelson?. Madison, el Strix estuvo años recolectando objetos oscuros y reclutando todo aquello que pelee para acabar con ellos. La familia Mikaelson será la menor de tus preocupaciones cuando duermas si el círculo interno se entera de tu traición. Me arrastraste a esto...- Su voz era baja, fría y adolorida.

-Los Mikaelson están de vuelta Ari, tú no has visto lo que yo, ellos son la clave de--

-No podremos escapar por mucho tiempo, Madison. Me encontrarán, te encontrarán. Sabes que no darán la misericordia del otro lado.-

Madison niega lentamente con la cabeza;-Estás tan asustada pequeña Ariane, que no puedes ver esta oportunidad, esta libertad.-

-Esto no será libertad, Madison.- Espeta molesto. -Lo que tenía antes de que me traiciones lo era. Esa era mi vida.-

Su amiga frunce el ceño.
-¿Estás bromeando conmigo? ¿De planear un suicidio se trataba tu vida? ¿De comenzar guerras, plagas, matar inocentes?. Piénsalo... ¿Seguirías esclavizandote con las personas que extinguieron a los tuyos?. Viste morir a innumerables crías de brujas que nunca llegarán a cambiar sus dientes de leche; tú eras tan responsable como ellos.-

Ahora los papeles se invierten y Madison es la que la mira como si ella estuviera mal aquí. Como si no pudiera creer aquellas palabras de su boca. Como si Ariane estuviera fuera de lugar.

-No, tú no me harás cambiar de opinión.- Determina rotundo.

Ambas quedan bajo un silencio resignado ante la crudeza de la declaración.

Madison respira hondo antes de soltarlo lentamente. Los ojos de Ariane comenzaron a pesar lentamente. Y no luchaba por mantenerse despierta.

-Yo, Madison.- La mano de Ariane se dispara para tomar la ajena. -Lo siento, lo estoy sintiendo...- Sé corrige con urgencia.

-¿Qué--. Apoya su mano sobre la de Ari.

-Me siento- creo que estoy-yo-. No podía terminar su declaración, sus ojos desorbitados.

-Respira, respira, tranquila... ¿Que demonios, Madison de Martel?-. Se apresura para soltar los grilletes, darle más movilidad y apresar sus hombros. -Me estás asustando, maldita sea. ¡KOL!- Llama a sus espaldas.

Una rafaga de viento y un hombre de cabellera castaña se asoma por la puerta.

-Madie... Siento que está sucediendo.-

Su voz es pequeña y cansina. Extremadamente cansada y aliviada.

Y por un demonio si Madison no se estaba haciendo una idea de lo que estaba pasando.

-¿Que es, cariño? ¿Qué?- La toma del rostro. El suyo propio demostraba desesperación, unas pocas lagrimas derramándose a los lados.

Sus ojos se cerraron y Ariane no volvió a emitir sonido alguno más que un largo suspiro.

-Ariane- La llama con voz entrecortada. Kol apoyó una mano en su hombro.

-Madison, ella...- Comenzó.

Ella se sacudió su agarre. -Ella no lo hace- Dice con ciega determinación.

-Madie- Dice con más fuerza.

-Tu hermana hizo esto, ella-- Intentó sacarse sus pulseras deletreadas pero Kol la detuvo a tiempo.

-¡Detente!, ¿Que crees que haces?-

Su magia estaba bloqueada por las pulseras para que el Strix no tuviera éxito en rastrearla.

Así que sin magia de su lado, simplemente no era rival para la fuerza del original.

-Sueltame, Kol. Ella no está muerta, debo hacer algo- Sacudió sus brazos con fuerza, completamente fuera de sí.

-Está muerta, detente o me obligarás a lastimarte- Amenaza, sintiéndose terrible al instante. -Oye, cariño yo-

Se niega a escucharlo. -Sueltame o será peor cuando me libere. ¡Nunca te lo perdonaré, Kol!- Promete.

Él la suelta lentamente.

Su vista se dirigió al cuerpo sin vida de la persona más leal en su vida. De su mejor amiga de toda la vida. De la chica que nunca tuvo vida fuera de las garras del Strix. Y Madison lo entendió; no podía hacer nada, pero con un demonio si no lo intentaba.

Aun así, los segundos seguían pasando y ella no se atrevía a moverse de su lugar, no lo haría, no cuando el rostro generalmente asustadizo, pero a la vez feroz, decidido, obstinado como el infierno y mayormente en blanco de su amiga, hoy lucia tranquilo y angélical.

Luciendo como el de una verdadera adolescente sin preocupación alguna.

Y se sentía tan fuera de lugar que aquello estrujaba su corazón.

Las horas pasaban. Principalmente para Kol, que sólo quería largarse de allí. Intimidado por la intimidad y gravedad del asunto. Rebekah la había jodido.

Y por una vez se pregunta; ¿en qué demonios pensaba ella?. Había torturado y asesinado a la protegida y vidente de los De Martel.

Y cómo si fuera poco, no sólo había llamado la atención de los hermanos dementes, sino, de una gran asociación de sociopatas ego-maníacos con el objetivo clave de suspender sus cabezas sobre la pared como trofeos.

Y Kol no pudo aguantarlo más, tomó el cobertor ligero con el que Madison la cubrió anteriormente y lo elevó hasta su rostro. Deteniéndose por un segundo...

Tocó su rostro para asegurarse, no una vez, sino dos veces...

Y luego su cuello, midió su pulso, revisó sus brazos, separó sus párpados y se congeló de confusión.

-¿Kol? ¿Que haces?- La voz baja y ahogada por el llanto lo sacude.

-Ven... no sé cómo explicarlo-

Uno: el cuerpo no abandonaba su calor.

Y dos, luego de tres horas y veinte minutos, Ariane de Martel, comenzó a convulsionar en sus brazos...










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