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❛ dos, ¡un tipo que apenas conozco me pide un baile!


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❛ 𝗢𝗗𝗬𝗦𝗦𝗘𝗨𝗦, 🏹
« ... percy x rafael.

───── comentar & votar.



Miré a ambos adultos que se traían unas ínfulas que se olían incluso desde la distancia.

Enfrente de mí, estaba Percy con Annabeth a su lado, mientras Thalia permanecía a una cercanía prudente de mi posición. Se toqueteaba su cabello corto y oscuro con ansiosos dedos, y de repente mi propio cabello me pesó más de lo normal.

—¿Y bien? —preguntó la mujer—. ¿Qué hacéis aquí?

Percy carraspeó y trató de encontrar la voz. Me encontré observando mis pies con incomodidad, porque en primer lugar, yo no debería estar metido en una mentira como esta.

—Pues... —Y se quedó en blanco, vaya.

Ciertamente, en todo el viaje les había escuchado hablar de planes, de un poco el día a día de la madre del niño del mar pero nada, ni siquiera una mentira ni un plan por si algo así sucedía y nos evitaba entrar a la dichos. Quise mantener la mirada en el suelo por lo ridículo que se veía todo de repente.

Pero me obligué a ladear la cadera y a alzar la mirada hacia los adultos, pillando a Percy mirándome encima de su hombro; sí, a mí, y logró farfullar—: Mire, señora, sólo estamos...

—¡Ja! —soltó el hombre con brusquedad—. ¡No se admiten visitantes en el baile! ¡Seréis expulsados!

Tenía un ligero acento a francés, o algo parecido, pero a pesar de ser un tipo alto y de tener aspecto de gorila, había algo en él que no me cuadraba del todo. Algo que me decía que era un tipo peligroso, además tenía los ojos de dos colores: uno castaño y otro azul. Otra cosa qué me parecía muy fuera de lugar.

Y pensé que nos sacaría a patadas, porque nada indicaba que formásemos parte de esa institución ni de lejos. Pero, Thalia dio un paso al frente y chasqueó los dedos. Mi cabello se removió como si de repente hubiese entrado una ráfaga de viento y vi cómo Percy acariciaba los pelos de su nuca, quizás notándolo también.

—Es que nosotros no somos visitantes, señor —dijo—. Nosotros estudiamos aquí. Acuérdese. Yo soy Thalia, y ellos, Annabeth, Rafael y Percy. Cursamos octavo. —Sonaba completamente a una mentira.

El profesor entornó sus ojos bicolores y miré a mi espalda a ver había alguna cámara oculta o algo por el estilo, pero no. Yo me dije que era improbable que este hombre cayese por lo que acababa de decir, pero de repente... Me dio la sensación de que dudaba, de qué parecía inquieto y miró a la mujer, arqueando sus cejas pobladas.

—Señorita Latiza, ¿conoce usted a estos alumnos?

—¿Latiza...? —murmuré entre dientes, tratando de resistir el impulso de reírme.

Qué nombre más ridículo; y justo Percy que ahora estaba a mi izquierda, me dio un codazo para callarme pero él también parecía apunto de soltar la carcajada como yo. La mujer sin embargo, nos lanzó una mirada curiosa y luego parpadeó un poco fuera de honda, para musitar:

—Sí... creo que sí, señor —dijo arrugando el ceño—. Annabeth. Thalia. Rafael. Percy. ¿Cómo es que no estáis en el gimnasio? —Y no podía creerme que hubiese funcionado.

Thalia al parecer tenía una gran convicción.

De repente, antes de qué alguien pudiera añadir algo más, se escucharon unos pasos cerca y un tipo de cabello castaño y rostizado, de piel morena y con... unos pantalones grandes y salidos, algo desajustados apareció jadeando.

Recordé que antes habían mencionado a un tal "Grover" y estaba seguro de qué se trataría de él.

—¡Habéis venido...! —Pero se detuvo en seco al ver a los profesores con nosotros—. Ah, señorita Latiza. ¡Doctor Espino! Yo...

—¿Qué ocurre, señor Underwood? —dijo el profesor y me dejó claro su apellido. Lo observé saltar en su lugar y de qué claramente ninguno de los dos parecía gustarse—. ¿Y qué significa eso de que han venido? Estos alumnos viven aquí.

Grover tragó saliva, y agitó una de sus piernas, inquieto.

—Claro, doctor Espino. Iba a decirles que han venido... de perlas sus consejos para hacer el ponche. ¡La receta es suya, totalmente! —El chico parloteaba entre hipidos, y sabía que estaba nervioso.

Espino nos observó atentamente, y uno de sus ojos se mantuvo demasiado en mí, en particular. Razón por la que fingí prestar más interés en las decoraciones que alcanzaban a mi vista a pesar de la distancia.

Antes de que el hombre pudiese agregar algo más, la mujer nos dijo que dejásemos de perder el tiempo y de qué entrásemos al gimnasio. Yo dudaba de salir airosos de esto, pero Percy me agarró de la muñeca y tiró de mí hacia dentro.

Al pasar por el lado de Espino, del tipo de ojos raros, sentí que sus ojos se clavaban sobre todo en mi cintura; en donde, bajo mi chaqueta larga, llevaba esa daga familiar. ¿Podría... saber qué llevaba un arma a la vista? Imposible; aún así, me tensé de hombros.

El tal Grover agarró de la muñeca a la chica punk, y tratando de dejar de sentir ese extraño cosquilleo por tener la mano encima del niño del mar —como en el coche de su madre— seguimos al tipo de piel morena que nos llevó hacia el extremo del vestíbulo donde sonaba la música.

Aún incluso a pesar de la distancia, notaba esos ojos bicolor en mi espalda. Pero me centré en Percy, que parecía bastante cómodo en mantenerme a su lado.

—Ya puedes soltarme —pedí, y este bajó su mirada a nuestras manos unidas.

De repente se sonrojó y la soltó, para acariciarse la mejilla derecha con expresión avergonzada. Por alguna razón, sentí un nudo en la garganta al conectar nuestros ojos de nuevo y habló con rapidez.

—¡Perdón, yo...! Se me había pasado.

—No pasa nada —dije con rapidez.

El chico miró entonces a su amiga punk, y le preguntó en voz baja:

—Eso que has hecho chasqueando los dedos, ¿dónde lo aprendiste?

—¿La Niebla? ¿Quirón no te lo ha enseñado? —¿Qué sería eso?

No pude evitar dar un paso hacia ellos, interesado, e  ignorando que el centauro que ahora era mi tutor estuviese involucrado en eso.

—¿Niebla? ¿Para qué sirve?

Thalia mostró una expresión arrugada y estrujando sus dedos, trató de ser lo más precisa posible.

—Básicamente... es un truco que ayuda a que los mortales vean algo qué no es, y crean lo que uno les diga. A veces funciona mejor que otras, depende de la fuerza mental que tenga la persona o personas a las que se los lances. —Vale, definitivamente no entendía ni jota.

Pero lo que me había dejado claro, era que era un truco de magia bastante bueno qué podía salvarnos de muchas cosas.

Luego, Grover nos siguió llevando con deprisa hasta una puerta que tenía tres letras en el vidrio: GIM. Y que claramente era la concentración de la fiesta.

Aunque las palabras se me hacían un poco emborronadas, era claro que era el tipo de sitio al qué solía rehuir toda mi vida. Nunca había sido fan de grandes congregaciones.

Me estresaba un poco.

Nos detuvimos de golpe, y Grover gritó:  —¡Por los pelos! ¡Gracias a los dioses habéis llegado!

Por alguna razón, me irrité al escucharle mencionar a los dioses. Porque si todo esto iba en serio, si todo esto era real, ¿por qué no habían podido hacer nada por mi madre? ¿Por qué la habían dejado morir? ¿Por qué...?

Annabeth y Thalia lo abrazaron. Percy animado, le chocó los cinco. La gorra roja sobre su cabello se agitó brevemente y entonces, se fijó por primera vez en mí. Quirón había avisado a las chicas y a Percy de qué me uniría a ellos por paso, pero seguro que este no sabía nada de mí.

—Oh, hola, eh... Yo soy Grover, y eh... —Parecía no saber qué palabras escoger.

Annabeth me señaló como carnada.

—No te preocupes, Grover. Es un mestizo, encargado por Quirón y que hemos recogido de paso para llevarlo al Campamento. —Asintió, agradecido de entender y me extendió una de sus manos.

Percy estaba anclado en su hombro derecho.

—Me llamo Grover Underwood, y soy... un sátiro, ¿sabes qué es eso? ¿O en realidad...? —Le estreché la mano con seguridad.

Y dije: —No tengo ni idea de qué eres. He descubierto este mundo hace dos días tras... la muerte de mi madre.

Una expresión dolida atravesó sus ojos y rápidamente me dio condolencias, pero separando nuestras manos, lo interrumpí a medias.

—No... No hace falta nada de eso. —Me sentí peor con los otros tres pares de ojos encima—. Yo me llamo Rafael Aedos, y solo quiero irme ya a ese dichoso campamento del que hablan todos. Así que, ¿a qué hemos venido aquí?

Pareció recuperar el ánimo, pero arrugando su nariz, me olisqueó por encima y Percy le dio una colleja.

—¡No seas maleducado, Grover!

Este se sonrojó y carraspeando, recuperó su rostro serio.

—He encontrado dos —soltó, de golpe.

Yo fruncí el ceño, a un lado de Annabeth.

¿Dos qué? ¿Mochilas, bolsitas con drogas o...?

—¿Dos mestizos? —dijo Thalia, sorprendida—. ¿Aquí? —Vale, eso tenía mucho más sentido.

Grover asintió, y comenzó a explicarse.

Entonces, entendí que esta misión en realidad era de rescate. Vaya, o sea que no iba a ser el único nuevo en el campamento, eso me aliviaba un poco.

—Dos hermanos: un chico y una chica —aclaró—. De diez y doce años. Desconozco su ascendencia, pero son muy fuertes. Además, se nos acaba el tiempo. Necesito ayuda. —Para eso estábamos aquí, ¿no?

Percy se adelantó un paso.

—¿Hay monstruos? —¿Qué?

Quirón me había mencionado que ese sería mi día a día de ahora en adelante, sobre todo sabiendo ahora mi verdadera ascendencia y que debía acostumbrarme a ver un montón de cosas raras a partir de ahora, ¿pero tan pronto? ¿Un monstruo en una escuela tan grande?

¿Podríamos... podríamos morir de verdad?

La idea me apabulló de repente y sentí que mi mundo se inclinaba.

—Uno —dijo Grover, nervioso—. Y creo que ya sospecha algo. Aún no está seguro de que sean mestizos, pero hoy es el último día del trimestre y no los dejará salir del campus sin averiguarlo. ¡Quizá sea nuestra última oportunidad! Cada vez que trato de acercarme a ellos, él se pone en medio, cerrándome el paso. ¡Ya no sé qué hacer!

Se veía bastante afectado.

Grover miró a Thalia, ansioso y vi de soslayo que Percy hizo una expresión algo molesta. ¿Habría algún problema entre ellos? Esperaba que no, porque si no ahora sin la madre de Percy de por medio, iba a resultar todo demasiado incómodo.

—Muy bien —dijo ella, sin reponer en la reacción de Percy—. ¿Esos presuntos mestizos están en el baile?

Grover asintió, señalando hacia dentro.

—Pues a bailar —dijo Thalia—. ¿Quién es el monstruo?

¿Qué de verdad había uno aquí? Percy me dio una caricia en el hombro y traté de recomponerme.

Pero comencé a retorcerme, mientras tenía más preguntas y preguntas que respuestas. La cabeza me dolía, era demasiado para hacerme a la idea de golpe, pero... No había vuelta atrás.

Miré al sátiro, qué suspiró levemente y caminaba hacia el gimnasio.

—Oh —respondió inquieto, mirando alrededor—. Acabáis de conocerlo. Es el subdirector: el doctor Espino.

Oh, mierda.

Por eso tenía los pelos de punta.





Dentro era como cualquier otra escuela; el suelo del gimnasio estaba salpicado de globos negros y rojos, y los chicos y chicas saltaban emocionados vestidos de etiqueta y de princesas bailando al ritmo de una canción pop actual. Yo no era mucho de escuchar más que música clásica, pero... parecían estar pasándola realmente bien.

Me pregunté si podría haber tenido una vida así, si de no haber perdido a mi madre y de no ser... un mestizo, o lo qué fuera, podría involucrarme en cosas como esta sin preocuparme ahora de ser perseguidos por monstruos o criaturas que hasta hace dos días atrás, pensaba qué no eran más que cuentos de hadas.

Regresé la atención cuando algunas chicas atrapaban a un chico un poco menor que yo, para dejarlo lleno de colorete y maquillaje superficial, jugando con él. Caminando al paso de Annabeth, me dije que lo mejor para mí era mantenerme lejos de ellas.

Percy observaba todo con una expresión incómoda y revolviendo uno de mis mechones, enrulándolo a pesar de ser liso, quise saber porqué capaz vez que clavaba sus ojos sobre los míos, se me revolvían las tripas.

—Allí están. —Grover señaló con la barbilla a dos jóvenes que discutían en las gradas—. Bianca y Nico di Angelo.

Oh, las luces coloridas los alumbraban intentando hacerse al ambiente y fallando en el proceso.

La chica llevaba una gorra verde tan holgada que parecía querer taparse la cara. El chico era obviamente su hermano, porque eran muy parecidos. Ambos tenían el pelo oscuro y sedoso y una tez olivácea. El niño barajaba unos cromos; ella parecía regañarlo por algún motivo, pero parecía nerviosa y supe que esto de tener los pelos de punta, sería normal entre los hijos de dioses griegos.

—¿Ellos ya...? O sea, ¿se lo has dicho? —preguntó Annabeth.

Grover negó con la cabeza, y entendí que quería decir si ya sabían de este otro lado del mundo que existía ante sus ojos.

—Ya sabes lo que sucede. Correrían más peligro. En cuanto sepan quiénes son, el olor se volverá más fuerte. —Thalia chasqueó con la lengua.

—Eso pone las cosas más difíciles, odio tener que explicar cosas desde cero. —Luego me miró con una sonrisa ladeada—. Por suerte, tu ya sabías de esto.

—Sí, claro. Gracias a mi madre muerta. —Se le borró la sonrisa y los cuatro se miraron incómodos.

Vale, me había pasado, pero... Ya qué mas daba.

Percy carraspeó y dijo: —Vamos por ellos y salgamos de aquí.

Echamos a andar, yo por delante pero Annabeth me detuvo de un brazo y mirando a mi espalda, me di cuenta de que ese estúpido subdirector de ojos bicolor acababa de plantarse demasiado cerca de los hermanos Di Angelo; me pregunté en qué momento habría llegado tan deprisa, pero reprimí un escalofrío cuándo movió su cabeza hacia todos nosotros y su ojo azul, el que me daba más escalofríos, pareció brillar con intensidad.

¿Qué clase de monstruo sería?, no pude evitar preguntarme por curiosidad. Esperaba uno que no fuese grotesco o que me recordarse al que había matado a mi madre.

—Parece que... no se creyó del todo tu truco, Thalia —murmuró Percy, inclinando su cabeza en mi dirección y pareció incluso animarse con la idea.

Yo volteé los ojos ante su juego, y escuché a la chica punk algo más seca que antes:

—No miréis a los críos —ordenó, frunciendo los labios—. Hemos de esperar una ocasión propicia para llevárnoslos. Entre tanto hemos de fingir que no tenemos ningún interés en ellos. Hay que despistarlo.

—¿Cómo? —preguntó Percy.

Sus rulos rubios brillaban bajo las luces magnéticas.

—Somos tres poderosos mestizos y... —me miró dudosa—, otro sin reconocer, pero la presencia de tantos mestizos debe de sacudirle su cabeza de cebo. Así que haremos lo siguiente: mezclarnos con el resto de la gente, actuad con naturalidad y a bailar un poco. Pero sin perder de vista a esos chicos, qué es crucial. —Para eso estábamos aquí.

A Annabeth se le fruncieron las cejas, e hizo una mueca inquieta.

—¿Bailar? —preguntó, casi como si le desagradase la idea.

Thalia asintió; ladeó la cabeza, como identificando la música, y enseguida hizo una mueca de asco. Yo la compartí, la música no era para nada de mi gusto.

—¡Agg! ¿Quién ha elegido a Jesse McCartney? —Compartí su disgusto.

Grover pareció ofendido, retorciendo sus muñecas.

—Yo. —Oh, vaya, entonces me abstenía de decir algo.

Thalia era diferente.

—Por todos los dioses, Grover. ¡Es malísimo! ¿No podías poner Green Day o algo así?

—¿Green qué...?

Me permití saltar, sin creer que no conociese a una de las mejores bandas.

—¡Green Day, tío! ¡Eso sí que es música de verdad! —Fue espontáneo: Thalia y yo chocamos los cinco, totalmente de acuerdo.

Luego ella miró por encima de su hombro al tipo mitad-cabra, mientras Percy negaba con una leve sonrisa.

—No importa, se nota que andas desencaminado. —Suspiró dramática y señaló a la pista—. Venga, vamos a bailar.

—¡Pero si yo no sé bailar!

—¡Claro que sí! Yo te llevo —dijo Thalia—. Venga, niño cabra.

Y parecía tan segura de ello, que nadie pudo reponerme con rapidez a cómo se llevó a Grover a rastras. Annabeth nos miró y esbozó una sonrisa.

—¿Qué? —le preguntó Percy, desconcertado.

—Nada. Es guay tener otra vez a Thalia con nosotros. —¿Había estado lejos antes?

La chica rubia era más alta que Percy, pero yo la superaba por unos pocos centímetros, aunque el niño del mar se notaba terriblemente nervioso. La chica llevaba un collar de cuentas muy similar al de Percy, y dos pequeños pendientes de plata con forma de lechuza, eso me hizo preguntar mientras se quitaba la gorra y su largo cabello rubio caía por sus hombros y espalda.

—A todo esto, ¿quién es tu progenitor divino? Porque... —me removí ante la mirada de Percy encima—, porque en el coche de Sally no se me aclaró nada de ti ni de Thalia.

Ella sonrío, hablando en bajo:

—Soy hija de Atenea, la diosa de la sabiduría... —toqueteó sus pendientes, distraída—, y Thalia es hija de Zeus, rey del Olimpo y dios de los rayos. Pero te recomiendo no usar los nombres de los dioses tan a la ligera porque tienen poder.

—¿Poder?

Percy se rascó la nuca, asintiendo.

—Sí, yo tampoco me acostumbro a esa parte todavía.

Lo miré, al menos sabiendo un poco más de ellos y de repente, el chico se dirigió hacia su amiga. La música revoloteaba a nuestro alrededor, paciente.

—Bueno... —buscó las palabras adecuadas—. Y... ¿has diseñado algún edificio interesante últimamente?

—¿Diseñas? —No pude evitar involucrarme.

A ella se le iluminaron los ojos y supe qué le gustaba hablar del tema.

Nos atendió a ambos, con emoción.

—¡Sí lo hago, sí! En mi nueva escuela tengo Diseño Tridimensional como asignatura optativa, y hay un programa informático que es una verdadera pasada... —Vale, ya me había perdido nada más empezar. ¿Quién podía culparme?

Habló de qué había hecho maquetas que le gustaría llevar a sitios emblemáticos y de fachadas, de estructuras que se podrían mejorar y me gustó. Era interesante, aunque yo no supiera nada del tema.

—Vaya, eso suena genial... Me gustaría verte en acción. —Y mi voz impresionada era totalmente sincera.

Ella se sonrojó y Percy añadió:

—¿O sea, que vas a seguir allí el resto del curso? —Un poco de cambio drástico al tema, pero ella sacudió la cabeza, dudosa.

—Bueno, quizá. Si es que no...

 —¡Eh! —Thalia nos llamaba.

Estaba bailando un tema lento con Grover, a quién no se le daba bien para nada pero al menos se defendía lo mejor posible. La chica punk nos señaló a los tres y gritó por encima de la música:

—¡Bailad, chicos! —sugirió, y era una malísima idea.

En primer lugar, porque con la única persona con la qué había bailado en largas horas de la noche había sido con mi madre y... Annabeth, suspiró, para recogerse el cabello en una alta cola de caballo. Percy me miró, y luego a ella, y luego a varias de las chicas que deambulaban por el gimnasio.

—¿Y bien? ¿Qué hacemos? —preguntó ella.

Yo alcé las manos, sintiendo que me sudaban levemente. Posaron su mirada encima de mí, y tragué grueso.

—Oh, no os preocupéis por mí. Os conocéis de antes, me dedicaré a dar alguna vuelta y perder el tiempo mientras... —Annabeth negó de golpe.

—¡Oh, no! Yo no sé bailar muy bien y tengo algo de hambre, así que yo me iré a picar algo y vosotros dos podréis conoceros un poco mejor. —A mí realmente me daba igual, ¿pero bailar con Percy? Eso no estaba en mis planes; quise negarme, pero ella se dirigió a su amigo—: ¿Qué te parece eso, sesos de alga?

—Ah. Sí, claro.

Se veía que el chico era de pocas palabras.

Annabeth se marchó agitando su coleta, sin darme tiempo si quiera a negarme, y... Percy me tendió una mano, con la mirada revoloteando por todas partes menos a mí. A mi alrededor, solo habían parejas de sexos distintos y supe qué esto era una mala idea incluso antes de empezar.

Mis piernas dudaron y se congelaron en su lugar.

—Oye, no... No hace falta esto, podemos fingir qué estamos perdiendo el tiempo y... —Percy me agarró de la mano y ambos saltamos casi sin darnos cuenta.

Eso era raro.

Y ni siquiera me había dejado hacerme a la idea de qué estaba de acuerdo con bailar conmigo, qué era un chico y... Dios, ¡esto era una locura! Ni siquiera sabía porqué le daba tantas vueltas; era fingir, ¿no? Pero, es que todo estaba del revés.

—¡Oh, vamos, será divertido! ¿No te importará bailar conmigo, no? —Negué de inmediato y me llevó corriendo a la pista sin preguntar más. Me obligué a no tropezar con mis pies izquierdos—. ¡Eso sí, te pido disculpas por si te piso, no sé bailar muy bien! —Debería decirle qué no era el único.

Aunque en realidad, mi madre solía decirme que verme bailar era un deleite... pero así eran las madres; veían perfectos a sus hijos todo el tiempo, así que su testimonio no servía de nada. Al llegar al centro y buscando un lugar para nosotros, me deprimí un poco al pensar en mi madre mientras Percy buscaba con su mirada ejemplos de otras parejas.

Entonces, mientras sentía que se me calentaban las orejas, este chico que apenas conocía de hace unas horas, pasó sus manos por mis hombros y yo, dudando, alcancé su cadera estrecha. No era capaz de levantar la mirada del suelo, y Percy temblaba sobre su agarre.

Sus brazos se ajustaban a la perfección y con esa sensación agridulce en mi estómago, noté un fuerte olor a sales marinas provenir de el; lo que me dejaba más en claro que era hijo del tipo del mar.

—¿Ya has bailado antes en tu... colegio anterior? Porque se te da bastante bien —me susurró sorprendido y bufé, ligeramente.

Mi voz sonó reseca, intentando encontrar las palabras.

—Dale las gracias a mi madre de eso, a ella... se le daba mejor. —Uy, expresión incómoda y Percy se removió incómodo, mientras dábamos varias vueltas.

Sí, intentando encontrar nuestro ritmo e ignorando los cuchicheos y miradas del resto de jóvenes de la escuela. No tenía ni idea de donde había acabado Annabeth, o de qué estarían haciendo Thalia y Grover, porque mis ojos subieron a los suyos...

Y de repente parecía tan triste.

—Lo siento de verdad..., yo sé que no quieres escuchar este tipo de cosas, pero... Eres muy fuerte. —Mis manos sudaron en su cintura y no encontré qué decir.

Mantuve silencio, dándole una vuelta y las luces recorrieron su rostro despreocupado. Sonrió un poco y sus manos volvieron a mi cuello, tropezando un poco. Casi me pisa, pero lo esquivé hábilmente y se sonrojó.

—Perdón, ya te he dicho que esto... esto se me da muy mal, ni siquiera sé porqué le he hecho caso a Thalia y—

—Oye, lo estás haciendo bien. Mi madre siempre me pisoteaba y me recuerda... Me recuerdas a ella. —Volvió a sonrojarse y esta vez, fui yo quien le pisó por accidente.

Ambos soltamos una risa nerviosa, separándonos en cosa de segundos y antes de poder seguir con este juego, de repente apareció Annabeth, alterada.

—Se han ido. —Eso nos cortó el rollo de inmediato.

—¿Qué? —Percy comenzó a buscar a los hermanos de golpe.

Seguí su mirada. Las gradas, el último lugar en donde los habíamos visto... ya no estaban allí.

La puerta junto a las gradas había quedado abierta de par en par. Y ni rastro del doctor Espino; lo que nos indicó que se los había llevado.

Mierda.

A estas alturas, me había involucrado demasiado como para dejarlo pasar ahora o hacerme a un lado.

—¡Tenemos que avisar a Thalia y Grover! —Annabeth se puso a buscar a los otros—. ¿Dónde demonios se han metido esos dos? Vamos, vamos, chicos.

Echó a correr entre la gente.

Y me disponía a seguirla con Percy, cuando se nos atravesaron un grupo de chicas. Intentaron alcanzarme el rostro, sonrojadas, con sus kits de maquillaje expreso y gracias al niño del mar, que me agarró de la muñeca, dimos un rodeo y las perdimos de vista.

Pero al dejarlas atrás, Annabeth había desaparecido por completo y entonces, Percy señaló al suelo de nuestra posición.

A unos metros, tirada en el suelo, había una gorra verde como la que habíamos visto que llevaba encima Bianca di Angelo. Y unos cuantos cromos esparcidos aquí y allá; por supuesto, del  niño. Entonces corriendo un poco hacia delante, señalé al doctor Espino.

—¡Allí está, Percy!

Corría hacia la puerta en la otra punta del gimnasio y llevaba del cogote a los Di Angelo, como prisioneros. La imagen me volvió a poner los pelos de punta. Percy dio un paso hacia atrás, buscando a sus amigos y me adelanté, mirándolo con aprensión.

—¡No hay tiempo para buscar a los otros, si no nos damos prisa... les-les pasará lo mismo que a mi madre! —Y estaba tan seguro de ello, que apenas me di cuenta de que había comenzado a temblar.

No supe qué expresión debía de estar poniendo, pero Percy sacudió la cabeza y sacó un bolígrafo de su bolsillo. Entonces, supe qué estaba de acuerdo conmigo.

Eso me hizo sentir mejor, de alguna manera.

Mi mano se dirigió hacia la daga de mi cinto, sin sacarla, de forma inconsciente.

—¡Vamos, Rafael! —Y no tuvo qué repetírmelo dos veces.

Ambos salimos corriendo hacia el doctor Espino.

🏹. ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por su apoyo.

omgggg hacia mucho que quería subir esta parte, los conocemos un poco más antes de la verdadera acción yyyy, rafael se relaja con percy. ¿será por su conexión de odiseo con penélope que apenas despertará en el siguiente? que ganas de que vean lo que pasará.

nos veremos pronto, mis mestizos.

🏹.

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