04 .ᐟ tregua caótica
555 'Tadhg ;;
20 de noviembre #🪽
Casi dos meses. Casi dos meses de clase en los que no se como he tenido tanto autocontrol para no darle una paliza a Eoghan Wilkinson.
Edel debería estar orgullosa de mi.
El otro día, fui a casa de Joe y Aoife y les conté mi situación con el niño rico. Mientras que Joey me dijo que le diera una paliza, Aoife fue más inteligente.
Su chica. Bueno, en este caso sus chicas.
Saoirse Wilkinson, su hermana melliza.
Jenna Wilmot, la chica de la que no se ha separado desde aquel día en la cafetería.
Recuerdo con exactitud el momento en el que entraron juntos a la cafetería. Ahí pensé que iba a explotar. ¿Que cojones hace esa tía con un pringado como él?
— ¡Lynch!
Giro la cabeza hacia donde me llaman. Veo a Cian con el hurley en la mano y la sliotar viniendo en mi dirección. La freno por los pelos y no le devuelvo el pase.
A principios de curso, le hablé a Higgins sobre el Hurling y me insistió en que quería aprender. Estamos en el Pabellón de la Asociación de Hurling y durante estos meses, hemos estado viendo de vez en cuando a practicar además de nuestros entrenamientos semanales. Por que si, un chico de Tommen ahora forma parte del equipo de Ballylaggin.
Hicieron una excepción y me permitieron seguir entrenando solo por que el ojeador me echó el ojo en primer curso.
Mi única condición fue Cian pudiera entrenar también.
— Tío, es que no entiendo que cojones hacen ellas aquí.
Miro en dirección al muro en el que estaban sentadas Tara y Jenna. La pelinegra observándonos con interés y la rubia hablando por el móvil, seguramente con el imbécil de Wilkinson.
Mis ojos solo podían mirar las piernas de Jenna, que colgaban por el muro envueltas en unos vaqueros ajustados. Trago grueso. Joder.
— Ya sabes que estoy en algo con Tara — Me recuerda. — Le dije si quería venir y habrá invitado a Jenna para no estar sola. ¿No te cae bien?
Precisamente eso no.
— Déjalo — Me doy media vuelta y me alejo de él. — Ataca, ¿o es que te da miedito?
Soy el mejor de todo el equipo de Hurling y a pesar de que muchos me recuerdan constantemente lo bueno que era mi padre, se que yo soy mejor.
El simple hecho de que un seleccionador se fijara en mi a una edad más temprana de lo que lo hicieron en él, le tuvo ardiendo vivo mucho tiempo. Bueno, al menos hasta que ardió de verdad.
Aquello lo comprobé la misma noche en la que di la noticia, justo cuando me partió el hurley en la espalda.
Esa noche no estaba Joey en casa y la ira de mi padre me la llevé yo.
Prefiero ser yo a Shannon, Ollie o Sean.
Eso era en lo único que pensaba mientras sentía como el hurley se partía en mi espalda con cada golpe. Cada vez que veo la cicatriz palidezco al recordar.
Yo si pude separar el deporte de mi padre, no como Joey. A él siempre le costó más y se que a día de hoy, no es precisamente su deporte favorito.
Ahora Joe está mejor, vive con Aoife y entre los dos, los padres de Aoife y los señores Kavanagh, cuidan de AJ. Las amigas de Shannon usan al pobre crío de muñequito y mientras que Aoife disfruta de su tiempo libre pasando... momentos a solas con mi hermano. Por no decir que están revolcándose como conejos. Dios no quiera que traigan otro crío al mundo. Al menos por el momento.
Si en algún momento Johnny deja preñada a Shannon, Edel se encargará de dejar sus huevos fuera de juego unos meses más. Y si ella no lo hace, me encargaré yo.
Mi amigo habla, devolviéndome a la pesadilla.
— Ya te gustaría.
Se lanza sobre mi.
Cuando acabamos nuestro entreno express, salgo del campo mientras me quito el casco.
Cian se lanza sobre los labios de Tara, que le recibe más que encantada por la muestra de afecto. Yo me quedo mirando a la rubia que sigue encima del muro.
— ¿Sabes bajar o necesitas que te rescaten?
— Si eres tú el que me tiene que rescatar, prefiero morirme aquí.
Blanqueo los ojos.
— Anda, baja.
— ¿Y si no quiero?
— Pues te bajaré yo.
— Inténtalo.
Alzo las cejas y una pequeña sonrisa de picardía se dibuja en mi rostro.
Tras quitarme los guantes y lanzarlos al suelo, tiro de las piernas de Jenna hasta que se escurre del muro y cae sobre mi hombro, quedándose como un saco de patatas.
Un atisbo de preocupación aparece dentro de mi, ¿cuanto pesa esta cría? Es como si estuviera vacía por dentro.
— ¡Que me bajes!
Patalea sin parar y cuando ve que ni voy a ceder, me da una colleja.
— Por pasarte de lista aquí te quedas.
La escucho suspirar con frustración y reúno todo mi autocontrol para no ponerle una mano en el culo y me conformo con rodearle las piernas con mi brazo.
Miro a Higgins, quien me lanza una mirada de "ten piedad" así que, después de blanquear los ojos y hacerla sufrir unos segundos más, la dejo en el suelo.
— Imbécil — Murmura.
— Y tú una creída con unas piernas muy bonitas.
Eso último se me ha escapado, lo juro.
Una sonrisa de orgullo crece en mis labios cuando veo que se ha quedado sin palabras.
— Gilipollas.
Le guiño un ojo.
— A tu servicio.
Suspira con frustración.
— Me pones de los nervios.
— ¿En que sentido?
Sin decir nada, me estampa los guantes contra el pecho y se va. Intento evitar reírme.
Cuando llego a casa, la primera en recibirme es Sookie, la labradora de Kav. La saludo acariciando su lomo y me sigue hasta entrar en la casa.
Por qué no es mi casa. Es la de los Kavanagh. Mi casa se incendió.
Tratando de borrar esos pensamientos de mi cabeza, subo directamente al baño y me doy una ducha. Cuando salgo, intento no volver a ponerme de los nervios. Desvío mis pensamientos al extrañarme de que no haya ruido en la casa. John estaba de viaje, ¿pero Edel? Bueno, seguramente esta tratando de dormir a Sean. Johnny y Shannon estarán luchando para que Ollie no les escuche haciendo sus travesuras y se lo diga a la señora Kavanagh.
— Puto jugador de rugby — Mascullo.
Sin demasiadas ganas de entablar una conversación con mi hermano menor, entro a mi habitación, donde Sookie me espera acostada en la cama. Desde que Shannon a invadido la cama de Johnny en secreto, Sookie a sido desterrada a mi habitación.
Los dos marginados de la casa, que guay.
Tras darle un par de caricias, me pongo a jugar con la consola que John me regaló por mi cumpleaños. Un par de horas después, me acuesto en la cama.
Y, como la mayoría de las noches, los recuerdos vuelven a mi cabeza.
Sean empapado de alcohol.
Nosotros bajando por las escaleras agarrados de Johnny.
Papá borracho en la cocina.
Mamá diciéndole que nos sacara de casa.
Shannon temblando en el coche de Johnny.
El entierro.
Los ataúdes.
Los putos ataúdes.
Me paso las manos por el pelo, cansado de repetir el mismo proceso todas las noches.
A la mañana siguiente, mis ojeras no pasan desapercibidas por absolutamente nadie de la casa.
"¿Estás durmiendo bien?" Es la pregunta que más me han repetido este verano y lo que llevamos de curso. Me daban ganas de gritar. De decir que no estoy bien. Que necesito ayuda. Pero mis hermanos mayores tienen problemas más importantes ahora mismo y no voy a hacer que nadie se encargue de mis gilipolleces más que yo.
Cuando llego a clase, como de costumbre, está Cian esperándome en el parking con un cigarro en la mano. Nada más suena el timbre, tiramos la golilla al suelo y entramos a nuestra tortura personal.
Pero esa mañana se me hace especialmente larga. ¿Por qué?
Por qué Jenna Wilmot no me ha dicho una sola palabra.
Con los días, me he dado cuenta de que cada vez disminuye más la cantidad de palabras que dice. Al menos a mi.
Antes, solía hacer bromas o quejarse de los profesores durante la clase y yo, de vez en cuando le respondía, otras simplemente reía por lo bajo y, cuando no estaba de humor, la ignoraba.
Decido explotar cuando ya estamos en la tercera hora del día y ni si quiera me ha saludado.
— ¿Se puede saber que te pasa?
Ella se gira a mirarme con la cara llena de confusión. Como si no entendiera de que le hablo.
Ahora que me fijo, hoy lleva el pelo atado en una cola alta ligeramente ondulada.
— ¿Que dices?
— Que por qué cojones no hablas, ¿te han conmigo la lengua?
Ella ladea la cabeza.
— No te gusta que hable.
Me confundo aún más.
— ¿Qué?
— Dijiste que no me callaba ni debajo del agua — Me recuerda.
Oh. Eso.
— ¿Y por eso no hablas?
Ella asiente.
— Está claro que no te caigo bien, así que...
Mis palabras salen de mi boca sin avisar.
— Me caes bien.
— ¿Qué?
— Que me caes bien — Repito por lo bajo.
Sonríe levemente.
— ¿De verdad?
Alzo las cejas.
— No te lo voy a volver a repetir.
Sonríe aún más.
— ¿No te molesta mi voz?
— Solo cuando te pones a dar grititos como una loca.
Ella me da un pequeño empujón. Por primera vez, no tengo el instinto de apretar los puños, alejarme o que simplemente me recorra un escalofrío por el cuerpo.
— Genial, entonces. Por que tengo muchas cosas que contarte, Lynchy.
— No hagas que me arrepienta.
— No te prometo nada. Pero te ofrezco una tregua.
— ¿Una tregua?
— Ajam. Tregua solo para no aburrirnos en clase. Fuera de Tommen, cada uno por su lado.
Muy segura de sus palabras, me tiene una mano, yo la acepto y le doy un apretón más fuerte de lo normal. Ella la aparta rápidamente.
— No empecemos mal, Lynchy.
Le guiño un ojo.
— No te prometo nada, rubia.
— ¿Una tregua? — Pregunta Niall mientras engulle un paquete de galletas. Asiento robándole una. — ¡Oye!
— Te las ha comprado mi cuñado, capullo.
— Un bestia el chaval, por cierto — Se acaba el paquete y lo tira. — Pero ya enserio, ¿que lio te traes con ella?
Eoghan entra al vesturio.
— ¿Que lío te traes con quién, Lynchy?
Me levanto y le doy un golpe a la taquilla mientras me acerco a él de forma intimidante.
— ¿Como cojones me has llamado?
— Me parece que lo has oído bien.
Rio intentando no perder la paciencia.
Edel está contenta, John también. No me voy a meter en problemas.
— Mira, niño rico, si el palo que tienes metido por el culo te está molestando, no vengas a pedirme a mi que te lo saque.
Me doy media vuelta y escucho las risitas de mis amigos.
— ¿Que pasa? ¿Solo la zorra Wilmot puede llamarte así?
Ohh, no. Eso si que no.
Me lanzo sobre el niño rico y le doy el primer puñetazo en la nariz, él trata de venir a por mi pero esquivo su puñetazo y le doy otro en la mejilla. En cuanto tengo oportunidad, me tiro encima de él y empiezo a darle puñetazos.
— ¡Repítelo gilipollas! — Bramo. — ¿¡Qué!? ¿¡No puedes!? ¡Di algo pedazo de imbécil! ¡Defiéndete y no seas una puta cría!
A mi mente viene todo.
Como papá le destrozaba los pulmones a Shannon.
Como la ahorcaba.
Escuchar como violaba a mamá.
Las peleas con Joey.
Las palizas que me daba cuando Joe se despistaba.
El olor a alcohol.
Ambulancias.
Ataúdes.
Todo.
Cuando me quiero dar cuenta, el profesor de educación física está tirando de mi para alejarme del chico que hay en el suelo sangrando sin parar.
Me saca de los vestuarios y me estampa contra la pared, me agarra por los hombros para evitar que vuelva a entrar. Hay un cúmulo de gente de clase a nuestro alrededor.
Miro a todos lados sin saber que hacer u dónde mirar. De repente, mi vista se centra en ella.
En la chica con coleta alta y rubia que ahora me mira con una mezcla de preocupación y rabia en el rostro.
La has cagado, genio.
— ¡Chaval! — El profesor me zarandea con fuerza. — ¡Chaval, espabila joder!
No soy capaz de responder.
No cuando veo como sacan a Wilkinson con la nariz rota y un ojo morado del vestuario. Mi vista vuela de nuevo a Jenna, que no es capaz de gesticular palabra cuando ve a Eoghan así. Luego me mira a mi y se tapa la boca con su mano temblorosa.
Solo soy capaz de tragar grueso y apretar la mandíbula. Cuando por fin dejo de intentar escaparme, el profesor me suelta.
Segundos después, sacan a mis dos amigos del vestuario. Cian tiene un labio roto y Niall un pómulo morado.
Frunzo el ceño, ¿que cojones les ha pasado a ellos?
Todo en mi cabeza encaja cuando veo a otros dos amigos de Eoghan salir cabizbajos escoltados por otros dos profesores más.
Se han metido a defenderme.
Mantengo la vista en Cian que, cuando cae en cuenta de que le estoy mirando sonríe a pesar de su herida y me guiña un ojo.
Estoy sentado en una de las sillas de dirección.
Veo a Edel llegar con la cara plagada de preocupación. Inmediatamente me levanto de la silla y ella me agarra la cara.
No para pegarme, no para gritarme. Para saber si estoy bien.
— Dos meses y medio — Dice con pena.
Una pequeña sonrisa sale de mi boca a pesar del dolor que siento.
— Dos meses y medio — Acepto. — Me lo he currado.
Abren la puerta del despacho del director.
— Pasad.
Edel cambia su mirada de preocupación a una de enfado y juntos entramos al despacho del director.
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