20 .ᐟ muñeca de porcelana
555 'Jenna;;
1 de diciembre #🪽
La mañana del miércoles, bajo las escaleras con una expresión cansada y llego a la cocina. Me siento frente a mi madre, quien está parada frente a la isla de la cocina con un cigarro en la mano. Cuando me fijo en su mano izquierda, me doy cuenta de que no lleva el anillo de boda.
— ¿Cuando vendrá papá? — Inquiero con el ceño ligeramente fruncido.
— Tú padre — Repite con una risita cansada.
— Si, mi padre.
El único en esta casa al que le importo.
Mi padre aparece lo justo y necesario por casa. Pero cuando lo hace, soy la niña más feliz del mundo. Mucha gente dice que soy igualita él. Es el único de casa que se fija en mi, que me ve como algo más arreglar aparte de Kat, claro. Pero ella no está en casa, así que estoy sola.
— No está.
Suspiro y me agarro el puente de la nariz con dos dedos, masajeándolo.
— Eso ya lo sé, mamá. ¿Vuelves a tomar tus pastillas?
Mi madre sufre depresión. O al menos sufría hace unos años. Hace unos diez días, tuvo una recaída y está en casa desde entonces.
Claramente, eso no le ha impedido opinar sobre mi aspecto físico.
Usa más maquillaje.
Tápate el ombligo, hoy estás hinchada.
No comas tanto, es de mal gusto.
— Me las ha dado el médico.
Mentirosa.
— Ohh, bueno — Tamborileo los dedos contra la encimera. — Volviendo al tema inicial, ¿y papá?
Tiene la mirada perdida.
— No está.
— Eso ya lo has dicho. ¿Dónde está, mamá?
— Se fue de casa.
Se me baja la presión.
— ¿Cómo?
— Se fue en verano.
No. En verano fue a Nápoles a trabajar.
Niego con la cabeza, sintiendo como se me acumulan las lágrimas.
— Es mentira.
— No — Niega lentamente mientras se lleva el cigarro a los labios, luego expulsa el humo. — A principios de verano, hizo la maleta y desapareció.
El tono gélido con el que me habla me cala en lo más profundo de los huesos.
— E-es... es mentira.
— Mira en la habitación.
Sin esperar más, subo corriendo a toda velocidad como si mi vida dependiera de ello. Entro en la habitación y voy directa a la cómoda.
Cajones vacíos.
No hay ropa en el armario.
Sin fotos.
No hay... nada.
Absolutamente nada.
La única persona a la que creía importarle, también me ha abandonado.
Miro los cajones sintiendo como las lágrimas caen por mis mejillas.
— N-no se ha despedido...
Escucho la voz de mi madre detrás de mi.
— Finn Wilmot siempre ha sido un cobarde.
Me giro a mirar a mamá mientras me limpio las lágrimas. Está recostada en el marco con el cigarro aún en sus labios.
— No me lo dijiste.
— ¿Has visto como te pones? — Se queja. — Lloriqueas. Nadie quiere a una mujer que llora sin parar.
Las mujeres no lloran, pero yo soy una niña.
No, no lo eres.
Intento no hacerle caso a mis pensamientos y me limpio las lágrimas.
— ¿Por qué? ¿Dónde está? ¿Como hostias vivimos si él no está? ¿Y el dinero?
— Pasa una manutención bastante generosa, Jenna — Explica cansada. — Además, yo trabajo, ¿sabes?
— No has respondido todas mis preguntas.
— Por que no sé las respuestas.
— Me mientes. Otra vez.
— Tiene una nueva mujer y una hija de 3 años — Suelta de pronto. — Es lo único que sé.
Una nueva familia.
— ¿Lleva tres años...?
Asiente. Lleva tres años engañando a mi madre. Tres años fuera de casa la mayor parte de tiempo.
No era para trabajar, si no para estar con su familia.
Con su nueva familia.
— Se fue de casa dando gritos — Relata. — Decía que su verdadera familia no estaba plagada de locas.
Loca.
La persona que siempre creí que estaría a mi lado, me consideraba una loca.
— ¿Katie lo sabe?
Asiente.
— Vive en no se donde con el chico ese, ¿como se llamaba?
— Patrick. Patrick Feely.
Ella lo sabía y no me dijo nada.
Genial.
— Si, él — Otra calada. — Es un buen chico. ¿Por qué crees que no viene nunca a casa? No quiere estar aquí.
Mi hermana hace muchas, estudiar en la universidad e intentar sacar música nunca es fácil, pero se que no está tan ocupada como dice la mayor parte del tiempo.
— La entiendo.
Mi madre se tensa cuando me escucha hablar.
— Jenna...
— He dicho que la entiendo — Repito firme.
Va a rechistar pero paso por su lado, chocando mi hombro con el suyo y dejándola con la palabra en la boca.
— Si yo fuera papá o Katie, también me habría ido de aquí.
Sin esperar su respuesta, entro en la habitación.
El autobús me deja en el Tommen College a segunda hora.
Al principio, después del pequeño enfrentamiento con mi madre decidí que no quería hacer nada en todo el día. Tras pasar aproximadamente una media hora encerrada en la habitación , me di cuenta de que cualquier cosa era mejor que estar encerrada en esas cuatro paredes con mi madre en el piso de abajo.
Así que aqui estoy, con los ojos hinchados de llorar pero tratando de mantener la sonrisa que siempre llevo plasmada en la cara.
Algunas veces me siento como una muñeca de porcelana; perfecta por fuera, pero basta una caída para hacerme pedazos. Intento arreglarme, pero cada vez van faltando más piezas.
Me paro frente a la puerta de clase y tomo aire.
Una. Dos. Tres veces.
Giro el pomo de la puerta a la vez que pongo mi mejor cara — o lo intento—. En cuanto pongo un pie dentro de clase, todos los pares de ojos se posan sobre mi.
Pero los que me examinan a mayor profundidad, son los de Tadhg, Niall y Niamh.
Trago grueso a la vez que desvío la vista y me fijo en mi profesor. Tras unos segundos, me hace un gesto para que tome asiento.
— Pasa.
Le agradezco el no hacerme un interrogatorio y sin decir palabra a nadie me siento al lado de Niamh.
— ¿Jens?
La miro.
— Dime — Mi voz está rasposa. Carraspeo.
— ¿Todo bien?
Niego muy lentamente con la cabeza. Se me caen un par de lagrimas que rápidamente aparto de mis mejillas.
— Luego hablamos... — Mi voz es apenas un hilo.
Asiente y me apoya una mano en la espalda para acariciarla, a mi me recorre un escalofrío.
Es Niamh, no Eoghan.
Apoyo la cabeza en su hombro y me obligo a guardarme las lágrimas.
Tras terminar la segunda hora, Niamh y yo nos saltamos la clase detrás del pabellón de educación física. Estoy fumándome un cigarro por primera vez en mi vida y me doy cuenta de que ayuda a calmar la ansiedad.
Nada más sentarnos una frente a la otra, se lo cuento todo. Todos los problemas con mi familia, lo sucedido en la fiesta de Halloween, la verdadera razón por la que dejé a Eoghan... todo.
— Esto es... joder.
Asiento lentamente mientras le doy una calada al cigarro.
— Esto es una mierda.
Llega a mi lado y me rodea con ambos brazos. Yo no me muevo.
— ¿Por que no me lo has contado antes? — Me quedo callada. — Todo. Me refiero... lo de la comida, lo de tú madre...
Sigo callada y doy otra calada. Ella sigue hablando.
— Joder, Jenna — Suspira. — Al menos lo de la fiesta de Halloween.
— Lo sabe Niall por que le pilló — Explico. — Si no, no lo sabría nadie.
— ¿Vas a hacer algo?
Niego lentamente.
— No quiero. Estaba borracho, nada más.
— No es una excusa. Siempre está la opción de romperle las piernas... — Ofrece. — Además, Tadhg seguro que estará muy de acuerdo.
— A Lynch ni una sola palabra de esto.
Frunce el ceño y me mira.
— Creí que erais mejores amigos.
— Lo somos.
— ¿Tara lo sabe?
Niego de nuevo.
— No quiero pensar más en el tema — Reconozco.
— Está bien, pero... — Me agarra la cara y me obliga a mirarla. — No quiero que te guardes nada más, Jenna. Soy tu amiga. Siempre voy a estar contigo. Siempre.
— Y-yo no podía...
No soy capaz de terminar la frase cuando rompo a llorar. De inmediato ella me aprieta contra si y pasa el resto de la hora abrazándome. Cuidándome.
Cuando suena el timbre y da comienzo la hora del almuerzo, Niamh me obliga a hacer acto de presencia y me lleva a la cafetería a comer con nuestros amigos.
Cuando nos sentamos, nadie pregunta y siguen hablando como si nada. Niall me lanza una mirada, pero yo solo hago como si no me hubiera dado cuenta.
Al que no soy capaz de esquivar es a Tadhg, quien intenta atravesarme con la mirada.
Lynchy
< Rubia >
< Jenna >
< Ey >
< Graciosilla, te está vibrando
el móvil y lo sabes >
< Jenna, hostia >
< La he cagado? >
< Estas enfadada? >
< Wilmot >
< Te voy a sacar de la cafetería
como a un saco de patatas >
< Respondemeeeeeee >
Él móvil me vibra sin parar. Una y otra vez. Veo como Tadhg se tensa en su asiento y como aprieta los puños alrededor del móvil.
De repente, se levanta bruscamente de la silla y desaparece de la vista de todos. Lo pasan por alto hasta que vuelve y deja frente a mi una especie de sándwich vegetal.
— Come.
La mesa se calla de golpe. Agarro el borde de mi falda con las manos mientras mantengo la vista en la comida frente a mi. Luego miro al rubio.
— No puedo.
Veo como le tiembla la pierna frenéticamente. Todos en la mesa nos observan.
Si como, vomitaré.
— Tadhg... — Niamh intenta llamar su atención, pero sólo me mira a mi.
— Jenna — Advierte. — Venga.
Niega con la cabeza.
Mantengo la vista en él y él en mi. Cuando ve que no voy a ceder, se coloca detrás de mi siento y se agacha. Me giro para mirarle y tengo que bajar la barbilla. Agarra mis manos.
— Come algo, por favor.
— Tadhg, no...
— Vamos fuera.
— ¿Qué? — Frunzo el ceño.
— No te voy a montar un numerito. Salgamos fuera, por favor.
— No voy a comerme eso.
— Te vas a comer la mitad — Cede. — Pero hablemos.
— ¿Sobre qué?
Le echa un vistazo al sándwich y luego a mi.
— A pesar de ser rubia, eres bastante lista — Eso me saca una pequeña sonrisa. Él sonríe apenado mientras me agarra la mano suavemente. — Creo que puedes averiguarlo tú solita.
Probablemente, Tadhg Lynch nunca me a pedido algo por favor. Ni a mi ni a nadie, en realidad. Y menos con el tono tan suave que está utilizando conmigo ahora mismo.
Nuestros amigos han vuelto a su conversación, pero se que nos prestan atención.
— Está bien. Vamos.
Se levanta y sin soltarme la mano, salimos juntos de la cafetería. Vamos hasta un pasillo solitario y yo me apoyo en la taquilla.
A mi me te viene el recuerdo del día en el que me besé con Eoghan por primera vez. Me recorre un escalofrío al recordar como acabó.
— ¿Que te pasa?
— Nada, Tadhg.
Suspira.
— Mira, soy nuevo en esto de tener una mejor amiga, pero no soy gilipollas. Te conozco lo suficiente como para saber que te pasa algo, Jenna Wilmot.
Lo sabe. Lo sabe. Lo sabe.
— Te estás confundiendo.
— Llevas los ojos hinchados, rojos. Estás pálida y llevas todo el día temblando como un flan. Caminas por el instituto como un alma en pena y... — Me recorre de arriba abajo. — Has adelgazado. Bastante.
Siento que mis piernas pierden la fuerza por completo y caigo al suelo. Me pilla en mitad de la trayectoria y se sienta conmigo con la espalda apoyada en la taquilla. Mi espalda está apoyada en su pecho, por lo que probablemente siente que estoy temblando.
— No me lo cuentes si no quieres. Pero no me mientas.
— Llevo unos días difíciles — Admito. — Pero no he adelgazado.
— Me estás mintiendo otra vez.
— Que no.
— Jenna, deja de creer que soy gilipollas. Te he visto. No comes.
— E-eso no...
— Te conozco desde segundo curso, Wilmot. Todo lo que te he visto comer a sido aquellas fresas en mi casa y media hamburguesa el día del cumpleaños de Tara. He visto la báscula en tu armario. He visto la lista con los números.
No. No. No.
Esto no está pasando.
— Eso no tiene nada que...
— Cada vez que voy a tu casa, voy al baño para comprobar si hay olor a vomito para saber si has vomitado la comida o no. Y cuando no lo hay, suele ser por que no has comido.
Y por fin, la muñeca de porcelana por fin sufre esa caída y acaba rompiéndose en mil pedazos.
Pero esta vez no se si se podrá arreglar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Com