23 .ᐟ cicatrices
555 'Tadhg;;
10 de marzo #🪽
Estamos a miércoles. 5 días.
5 días desde mi cumpleaños.
5 días a tardado Jenna en volver con Eoghan.
5 días en los cuales hemos hablado lo justo y necesario.
Cinco. Cinco. Cinco.
Estamos en clase de historia. La jodida clase en la que estoy sentado al lado de Jenna.
La cabeza me martillea sin parar, noto como tengo hinchada la vena del cuello y hasta el sonido del lápiz al escribir me molesta.
— Psssss — Con disimulo, Jenna pasa una nota por encima de la mesa.
Me giro a mirarla, pero ella me ignora. Le doy un toquecito en el hombro y me mira con fastidio. Alzo las cejas.
— ¿Eres muda, Wilmot?
Señala hacia las personas que tenemos dos mesas delante. Son Eoghan y Kathia Tobin, la rubia tintada más repelente de todo Tommen College.
Blanqueo los ojos y abro la notita.
"¿Por que no viniste el lunes? :("
Suspiro con pesadez al leer la nota y agarro mi bolígrafo.
"Tenía cosas que hacer."
"No mientas."
"No miento."
Joder, desde luego que miento.
"¿Estabas con ella?"
"¿A quien te refieres?"
"Pues a..."
No le da tiempo a acabar de escribir ya que el profesor llama nuestra atención.
— ¡Lynch, Wilmot! — Los dos nos sobresaltamos, Jenna agarra la nota y la estruja en su mano. El profesor alza una ceja. — ¿Que llevas ahí, Wilmot?
Se pone roja.
— Nada.
— Que discreta — Murmuro y me da una patada por debajo de la mesa. — Auch.
Cuando nos damos cuenta, el profesor ya está frente a nuestra mesa.
— Wilmot, dame eso.
— No.
— ¿Quieres un libro rojo?
— No.
— Pues dame eso.
— ¿El qué?
— La nota.
— ¿Que nota?
— La que llevas en la mano.
— ¿Que mano?
Tan pronto como acaba la frase, Jenna se mete la nota dentro del sujetador. Si, del sujetador. De un color rosa muy bonito, por cierto.
Se me escapa una carcajada pero a medias me tapo la boca con la mano, reprimiéndola. Veo a mi compañera de mesa apretar los labios para no reírse.
— Ya está bien — Brama. — Los dos, ¡a dirección!
— ¡Pero si no he hecho nada! — Me quejo.
Cuando Jenna se levanta, me agarra del brazo y aún que no tiene la suficiente fuera como para moverme un centímetro, cedo sin queja.
Cuando salimos de dirección, llevamos regalo.
Un maravilloso libro rojo.
Yo ya llevo tres este curso, este es el primero de Jenna.bAhora, cada vez que entramos o salimos de alguna clase necesitamos una firma del profesor con el que nos toque a esa hora.
¿Eso que significa? Nada de saltarnos clases.
Cuando llegamos a clase de nuevo, no nos dejan pasar. Al final, decidimos sentarnos uno frente a otro con la espalda apoyada en la mates. Ya que no puedo ponerme la capucha, meto las manos en los bolsillos, aburrido.
— ¿Lo hiciste? — Busca mi mirada.
— ¿El qué?
— En tu cumpleaños — Traga grueso. — ¿La subiste?
Aprieto la mandíbula.
No lo sé.
No se que ocurrió esta noche.
— Has vuelto con Eoghan.
— No has respondido a mi pregunta.
— Tú tampoco a la mía.
— ¡Es imposible hablar contigo!
Suelto una risita cansada.
— Vale, Jenna.
— No. No vale, joder — Escupe. — Desde aquel día en el que me dejaste preguntarte unas cuantas cosas, ¡no me has vuelto a contar nada mas!
— No me gusta hablar de mi pasado, tampoco de mi vida.
No quiero que sepa todo lo que he vivido.
Como eran mis padres.
Donde vivía antes.
No quiero hablarle de la época en la que mi vida solo se basaba en paliza tras paliza.
En sangre, dolor, alcohol.
No por miedo o por vergüenza. Si no por que no quiero que Jenna, tan pura e inocente como es, sepa todo eso.
No quiero que sufra por mi, que se compadezca.
Solo se que ahora mismo la estoy haciendo pasar un tormento parecido al que pasó Aoife Molloy con mi hermano en un principio, pero tampoco se como evitarlo.
Aléjate de ella.
Olvídala.
No puedo.
No tengo el suficiente autocontrol.
Y soy un egoísta de cojones.
— Pues es una mierda, Tadhg, ¡por que es eso lo que hacen los amigos!
— Los amigos también se escuchan entre sí.
— ¿A que te refieres con eso?
— Te dije que no volvieras con Eoghan.
— Te dije que no me gustaba Saoirse y aún así la subiste a tu habitación.
— ¡Que no la subí, joder! — Bramo. — ¿No puedes confiar en mi por una vez?
No lo sabes. No mientas.
— ¡Llevo confiando ciegamente en ti desde que tenemos 13, Tadhg Lynch! ¡Jodidamente a ciegas! ¡Con una venda!
— No te lo he pedido.
Joder. No quería decir eso.
Veo como finalmente la lágrima que estaba evitando se escapa por su mejilla.
Me siento una mierda. Un imbécil. Solo me ha pedido una cosa: ser un amigo de verdad.
Y no he sido capaz.
Con Cian es diferente, él me da mi espacio y no me obliga a hablar.
Pero mi amistad con ella es muy diferente. Todo es diferente entre nosotros. Una parte de mi quiere contárselo. Dejar la parte feliz que ella conoce y contarle la mierda que he vivido hasta antes de conocerla.
Pero no puedo. Por que en mi vida nunca he tenido a nadie a quien contarle esas cosas.
Shannon y Joey siempre se han tenido mutuamente.
Ollie y Sean eran demasiado pequeños como para entenderlo.
Nos miramos fijamente durante varios segundos. Las lágrimas resbalan por sus mejillas sin problema, también puedo ver como le tiembla el labio ligeramente.
Cuando se levanta, las palabras se escapan de mis labios.
— Jenna — Suena a súplica.
Automáticamente se frena en seco y me mira.
Saco las manos de los bolsillos. Tengo la manga del brazo izquierdo remangada y entonces lo veo.
Las cicatrices. Casi invisibles, pero no lo suficiente para mi.
Cobarde.
No tuviste valor.
Hago el amago de volver a hablar, pero inmediatamente cierro la boca y bajo la cabeza como un imbécil.
Cuando me vuelve a dar la espalda, la sigo con la mirada hasta que desaparece por el pasillo.
Entierro la cabeza en mis manos.
Que le follen al libro rojo.
En cuanto a acabado la hora de historia, Cian y yo nos hemos fugado.
Ahora estamos en un parque perdido, cada uno con un cigarro en las manos.
— La he cagado, Cian.
La da una calada lenta.
— Te perdonará.
Suspiro.
— Soy un mierdas.
— Lo superarás.
Bufo con rabia y me giro a mirarle fastidiado.
— ¿Te estás riendo de mi?
— No.
Blanqueo los ojos.
— A la próxima llamaré a Declan.
— Dudo que él te invite a un paquete de tabaco.
— Cabronazo.
Le doy una calada a mi cigarro y después de varios segundos, habla.
— A lo que me refiero es que, Jenna es una tía buena y tú un tío complicado de cojones. Tenéis que encontrar un punto medio en el que los dos estéis bien. Sois mejores amigos, os queréis, vais a arreglarlo.
— ¿Tú crees?
— Conozco a Jenna desde mucho antes que tú, claro que lo arreglareis.
Cuando llego a casa de los Kavanagh, Edel y John me esperan en la cocina.
Mal empezamos.
— ¿Que pasa?
Pregunto haciéndome el tonto mientras me siento en uno de los taburetes negros.
Edel alza las cejas.
— Nos han llamado del instituto — Anuncia Edel.
— Otra vez.
John está cruzado de brazos y prácticamente me regaña con la mirada.
— Vaya — Sigo con mi papel de imbécil. — ¿Y que os han dicho?
Se que parece que me estoy riendo de ellos, pero estoy seguro de que en mi cara se ve el cansancio que llevo. Los ojos rojos, hinchados, ojerosos y el pelo revuelto a causa de no dormir.
— Te han dado un libro rojo.
— El tercero — Vuelve a añadir John.
— Lo siento — Es lo único que soy capaz de decir.
— No queremos estar enfadados, Tadhg — Edel suaviza la voz. — De verdad que no, pero...
— La he cagado — Trago grueso. — Otra vez. Juro que lo siento, de verdad — Siento como la pierna empieza a temblarme. — No va a volver a ocurrir.
Al menos este curso.
De repente, Edel se dobla sobre la mesa y agarra mi mano entre las suyas.
— Tadhg, ¿que te ocurre? — Pregunta con lástima. — Si nos lo dices, podemos ayudarte... hablar con alguien que pueda guiarte, hacer que te sientas mejor.
No quiero sentirme mejor.
Ahora mismo quiero desaparecer.
— No me ocurre nada, Edel. He tenido un mal día.
— Tadhg...
Me alejo de ella como si sus manos me quemaran.
— No ocurre nada — Me meto las manos en los bolsillos para evitar que ellos vean como tiemblan.
Antes de entrar en el interrogatorio de Edel Kavanagh, del cual no voy a poder salir, subo las escaleras de dos en dos y voy hacia mi habitación.
Cuando entro, pongo el pestillo y me tiro boca abajo en la ama.
La he cagado con Jenna.
Le miento a las personas que me han dado un
techo.
Que me han salvado.
Estoy sacando malas notas.
Me siento destruido por dentro. ¿Que se supone que voy a hacer ahora?
Que no se caiga la máscara, Tadhg.
Contra todo pronóstico, me he presentado al entrenamiento de Hurling de hoy.
Como era de esperar, Tara, Jenna y Niamh se encuentran en el muro de siempre.
Llego lo suficientemente tarde como para que el entrenador me haga dar dos vueltas corriendo al campo y encima bajo la lluvia. Cada vez que paso cerca del muro, agacho la cabeza para no ver a la rubia que se oculta bajo el paraguas.
Centro todo lo que siento en el entrenamiento y doy el 200% para así llegar casa y caer redondo a la cama. Así evito quedarme a solas con mi cabeza antes de dormir.
Cuando el entrenamiento acaba, salgo prácticamente corriendo a los vestuarios.Evito mirar, hablar o saludar a nadie por el camino.
Me estoy quitando la camiseta cuando Cian entra. Le doy la espalda.
— Que discreto, ¿eh?
— Gracias.
— No ha venido para verme a mi, ¿lo sabes no?
Me pongo la camiseta limpia con rabia y cierro la taquilla con más fuerza de la necesaria.
— Si. Lo sé. Pero ahora mismo no puedo darle lo que me pide.
— Joder, Lynch. Cuéntale cualquier historieta mínimamente feliz de cuando eras pequeño y ya está. Se quedará contenta un tiempo.
— Sabes que no tengo historietas felices, Cian.
Él es el único de mi círculo social que sabe algo de mi infancia. Sabe que no tuve una familia modelo y que no fui feliz.
— Me contaste que una vez Kavanagh os sacó de casa y os llevo a la suya para comer helado, ¿eso no es feliz?
— Te aseguro que irá a por más — Recojo mi mochila del suelo. — Y yo no puedo darle más.
No puedo darle más por que me da miedo que salga corriendo, que me dé por imposible.
Atravieso el vestuario hasta llegar a la puerta.
— Tadhg...
No me molesto en mirarle.
— Fin de la conversación, Higgins.
Recordad, seguidme y votad esta historia para que hayan actualizaciones recientes. 💘
Besitos, Dann <3
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