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⠀𝟯𝟰. ❛ THE END ❜


CAPÍTULO 34⠀✶⠀fin.


EN LONDRES, EL CIELO SUDABA Y SIEMPRE ESTABA GRIS. En invierno o en verano, daba igual. Siempre había un tinte apagado sobre la ciudad, y parecía afectar también a la gente. Una noche de diciembre, los únicos que sonreían eran los turistas que visitaban la ciudad por las luces de Navidad. Tenían un aspecto magnífico, pero todo era espectáculo.

⠀⠀Angeline añoraba California. Añoraba las mañanas brillantes y los atardeceres rosados, y todas las partes intermedias. Añoraba la brisa salada del mar en su piel. Quería sentir el calor del sol en los hombros en lugar de las ráfagas de aire caliente y petróleo en la cara cada vez que el tren entraba en la estación de metro.

⠀⠀Angeline añoraba muchas cosas en las que intentaba no pensar.

⠀⠀Esta era su vida ahora. Su vida eran las inquietas salidas a las seis de la mañana, los metros llenos, el café derramado y la lluvia. Y sentirse sola. Sentirse jodidamente sola.

⠀⠀Un hombre gritaba al final del metro. Estaba poniendo música a través de un altavoz portátil, Dios sabe lo que estaba diciendo en realidad y a nadie a su alrededor le importaba. Todos mantenían la cabeza agachada, los ojos en sus teléfonos o en sus periódicos o en los zapatos de la persona que tenían delante.

⠀⠀Angeline se mezcló entre ellos, pálida y ceñuda. Su gabardina negra se ceñía a su figura y su larga melena oscura le caía por encima mientras se quitaba un guante con los dientes para pasar el dedo por el teléfono. Su otra mano sostenía un café Pret. Nadie hacía un frappé de caramelo tan bueno como Dan, su antiguo camarero, así que ya no iba a Starbucks.

⠀⠀Al menos esa era la razón que se decía a sí misma. Starbucks sería mucho más cómodo —estaba más cerca de su estación de metro—, pero los frappés de caramelo parecían dejarle un sabor amargo en la boca esos días.

⠀⠀Estaba aplastada en un asiento. Un hombre de negocios a un lado, su periódico prácticamente sobre su regazo también, y una mujer hablando a gritos por teléfono en un idioma que no reconocía al otro lado. Le estaba haciendo la competencia al hombre que gritaba a quince metros.

⠀⠀Angeline suspiró con fuerza cuando se anunció su parada. Salió del metro con los demás cuerpos. Subió las escaleras mecánicas. Atravesó la barrera. Salió a las grises aceras de Londres.

⠀⠀Ya había vuelto a ponerse los guantes. Hacía un frío que pelaba. Acababan de pasar las Navidades y estaba en enero, así que no sólo hacía frío, sino que además llovía.

⠀⠀Su abrigo no tenía capucha. Por supuesto que no, eso no estaba de moda, y Angeline no llevaba paraguas —que, por supuesto, no tenía—, Angeline tenía la memoria de un pez dorado.

⠀⠀El pelo se le pegaba a la cara. Se le pegaba al cuello, le picaba la piel y el agua le resbalaba por las piernas mientras caminaba por la acera. Dios, odiaba la puta lluvia.

⠀⠀Angeline tenía suerte de que su apartamento no estuviera demasiado lejos de la parada de metro. En cinco minutos, Angeline estaba de vuelta en su complejo de viviendas. Un edificio enorme que daba al centro de Londres. La seguridad estaba en la puerta, había códigos PIN en prácticamente todo.

⠀⠀Quizá lo único bueno que había salido de todo aquel embrollo era la cuantiosa suma de dinero que le enviaron a su cuenta semanas después de la detención de su padre.

⠀⠀Se había suicidado. Se había ahorcado en su celda. Demasiado asustado para enfrentarse al jurado, demasiado cobarde para pasar el resto de su vida entre rejas, donde el dinero y el estatus no le llevarían a ninguna parte con sus compañeros de celda.

⠀⠀Angeline estaba furiosa cuando se enteró. Enferma de rabia, incluso. Su madre pasó toda la noche consolándola. Angeline lloraba todo lo que había perdido por culpa de aquel hombre, y estaba tan enfadada porque nunca llegaría a mirarle a los ojos y decirle cuánto le odiaba.

⠀⠀Angeline siempre había jurado que sería independiente. Juró que en cuanto cumpliera dieciocho años estudiaría psicología clínica en Harvard, viviría de forma autosuficiente y daría lo mejor de sí misma.

⠀⠀Las cosas cambian. La gente cambia. La vida de Angeline había cambiado por completo.

⠀⠀Durante un mes después de que ocurriera todo, pasó la mayor parte del tiempo en la cama, en la habitación libre del ático de su madre. Por mucho que la madre de Angeline intentara empujarla a levantarse y solicitar plaza en una universidad del Reino Unido, Angeline no podía imaginar nada peor.

⠀⠀Le parecía horrible estar rodeada de tanta gente, incluso de desconocidos, tener que entablar conversaciones triviales con compañeros de piso al azar, tener que fingir que era una adolescente normal que llevaba una vida adolescente normal.

⠀⠀¿Cómo se podía esperar que simplemente siguiera adelante?

⠀⠀Usó el dinero para salir del ático de su madre. Quería a su madre, pero era demasiado. Demasiadas expectativas, demasiadas palabras dulces y consuelo forzado. Su madre no tenía ni idea de los verdaderos horrores por los que había pasado Angeline.

⠀⠀Una de las principales razones por las que tuvo que marcharse fue porque se sentía muy mal por hacer pasar a su madre por todo aquello. No quería que su madre la viera desaparecer poco a poco. Quizás de forma egoísta, Angeline quería consumirse en privado. No quería que la juzgaran ni que sintieran lástima por ella, no quería que la gente la oyera gritar mientras se despertaba, ni sus llantos en la ducha, ni tener que ver su cuerpo cubierto de cicatrices que le habían infligido.

⠀⠀Lo más aterrador era que, si algún día todo se volvía insoportable, Angeline no quería que fuera su madre quien la encontrara. Después de todo, sabía el trauma psicológico que suponía ver un cadáver.

⠀⠀Angeline no creía que realmente lo fuera a hacer. Si fuera a hacerlo, ya lo habría hecho, sin duda.

⠀⠀Además, últimamente las cosas habían mejorado. Quizás no en un ángulo de noventa grados, pero el progreso era progreso.

⠀⠀Angeline había sido aceptada en la Universidad de Oxford. Estaba bastante segura de que Oxford solo le había permitido empezar en enero porque inicialmente había sido aceptada en Harvard, pero no se quejaba. Su tardío comienzo significaba que tenía todo un trimestre para ponerse al día, para lo que aprovechó todos sus desplazamientos y tiempo libre.

⠀⠀Deslizó las llaves en la cerradura de la puerta principal. Esta se abrió de golpe y enseguida la recibieron unos maullidos y ronroneos apresurados, y una suave bola de pelo se frotó contra la pierna de Angeline. Willow dio un salto al darse cuenta de que Angeline estaba empapada, alejándose y rodeándola en círculo.

⠀⠀—Hola, guapa —murmuró Angeline, cerrando la puerta tras de sí.

⠀⠀Se aseguró de que las tres cerraduras estuvieran bien cerradas y luego se quitó los zapatos.

⠀⠀—Un momento, déjame coger... —resopló Angeline cuando estuvo a punto de pisar a Willow, que daba vueltas a su alrededor—. Oh, déjalo ya, ¿quieres? Te daré de comer en un momento.

⠀⠀Willow había sido un gran apoyo para Angeline durante los últimos meses, pero a veces también resultaba muy molesta.

⠀⠀Angeline suspiró profundamente mientras dejaba caer su bolso sobre la encimera de la cocina. Se quitó el abrigo y volvió a la puerta principal para colgarlo. Estaba agotada. Le dolía todo el cuerpo y se sentía tan pesada que ni siquiera quería darle de comer a Willow, ni ducharse para sentirse limpia de nuevo.

⠀⠀Pero persistió. Se obligó a seguir adelante. Tal y como había estado haciendo durante los últimos meses.

⠀⠀Cuando Willow terminó de comer, Angeline se preparó un baño. Lo llenó de burbujas para no poder ver su piel. Mientras se lavaba, no se miró el brazo.

⠀⠀Su pijama a rayas rosas y blancas era su nueva prenda favorita. Se hundió en el sofá, consciente de que estaba descuidando su propia cena. Estaba segura de que lo único que tenía en la nevera era un poco de mantequilla y quizá media botella de vino blanco.

⠀⠀Angeline cerró los ojos. Odiaba esta parte de la noche, en la que no tenía más remedio que quedarse sola con sus pensamientos. Willow dormía en su regazo y la televisión emitía reposiciones de telenovelas que Angeline ni siquiera veía.

⠀⠀Nada podía distraerla. Lo volvió a hacer, aunque a estas alturas ya se lo sabía de memoria.

⠀⠀La aplicación del reloj de su teléfono le indicaba que eran las nueve de la noche en Londres, por lo que solo era la una de la tarde en California.

⠀⠀Se preguntaba qué estaría haciendo él.

⠀⠀Angeline sabía que no debía hacerlo. Le guardaba rencor por cómo la había tratado la última vez que lo vio. Por cómo ni siquiera había sido capaz de mirarla a los ojos o llamarla por su nombre. Por cómo ni siquiera se había atrevido a despedirse de ella.

⠀⠀Recuerda lo humillada que se sintió. Podía sentir cómo le ardían las mejillas, como si estuviera de nuevo en aquella habitación, mirándolo con la cabeza gacha. Sus labios aún conservaban rastros de ella, y sin embargo, ¿no era capaz de pronunciar su nombre con esos mismos labios? ¿Esos ojos que habían contemplado cada centímetro de su cuerpo marcado por cicatrices y aún así lo amaban, no podían mirarla a los ojos y mostrar humanidad?

⠀⠀Angeline lo extrañaba tanto como lo odiaba y lo amaba. Él la entendía mejor que nadie en el universo, ella estaba segura de que él era la única persona en el mundo capaz de aliviarle aunque fuera un poco ese dolor.

⠀⠀Habían pasado cuatro meses desde la última vez que lo había visto.

⠀⠀Todo era muy reciente. Él estaba en sus pesadillas. Su cerebro se burlaba de ella. Siempre se despertaba en una cama enorme, y tan sola.

⠀⠀Siempre sola.

⠀⠀¿Estaba él solo también?

⠀⠀¿Se despertaba gritando como había hecho antes? ¿La extrañaba y se preguntaba qué estaría haciendo ella todo el tiempo?

⠀⠀No tenía absolutamente nada que le recordara a él, excepto una cosa. Esa tarjeta de cumpleaños, la que tenía una tortuga dibujada. Sin embargo, nunca la miraba. No soportaba la idea de leer su propio nombre escrito con su letra.

⠀⠀—Oh, Willow, ¿qué debo hacer? —suspiró Angeline, rascando detrás de la oreja del gato negro.

⠀⠀Willow ronroneó contra ella.

⠀⠀Angeline se despertó gritando.

⠀⠀Se oyó un siseo procedente del gato, que salió disparado de su regazo y prácticamente se deslizó por el suelo de madera para alejarse de Angeline. La morena jadeaba, con los ojos marrones muy abiertos y el sudor cubriendo cada centímetro de su piel. Lloraba sin lágrimas, fuerte y desesperadamente, suplicando a su cuerpo que se calmara.

⠀⠀Quería convencerse de que solo había sido un sueño, pero eso sería mentir.

⠀⠀La televisión seguía encendida en silencio frente a ella. Ni siquiera recordaba haberse quedado dormida. Angeline se presionó los ojos con las palmas de las manos, apretándolos con fuerza. Empezó a golpearse la cara con ellas.

⠀⠀—¡Joder! —gruñó y luego dio un puñetazo en el brazo del sofá. «Joder».

⠀⠀Sus cicatrices ardían. Las magulladuras de su cuerpo se hundían. La piel que una vez había albergado moretones de todos los colores palpitaba.

⠀⠀Apretó los ojos con fuerza. Eso parecía hacer que los recuerdos fueran más vívidos. Angeline se levantó del sofá y se acercó a la ventana. Se deslizó en el sillón junto a la pared de cristal, con los ojos brillantes, lo que hacía que la noche londinense pareciera aún más borrosa. Las luces centelleantes se difuminaban en una sola. Las lágrimas comenzaban a caer.

⠀⠀Angeline se preguntaba si alguna vez volvería a ser normal.

A ANGELINE LE GUSTABA DAR LARGOS PASEOS POR LONDRES POR LA NOCHE. Era peligroso y ella lo sabía. Quizás una parte de ella disfrutaba de la emoción y encontraba consuelo al pensar que tal vez así era como él se sentía cuando hacía algo especialmente peligroso, que era todo el tiempo.

⠀⠀Angeline no escuchaba música con los auriculares. Tenía ambas manos en los bolsillos del abrigo, una rodeando su teléfono y la otra rodeando sus llaves, que tintineaban de vez en cuando. A las tres de la madrugada, la calle estaba relativamente vacía. Unas pocas personas se tambaleaban borrachas.

⠀⠀Se dirigió al mismo banco en el que siempre se sentaba. Desde allí se veía el Támesis, que no era especialmente bonito, pero resultaba muy relajante. Se apoyó en la barandilla y cerró los ojos. El aire frío era intenso, pero muy fresco. Podía respirar en medio del silencio sepulcral.

⠀⠀—Es peligroso andar sola por ahí.

⠀⠀Angeline habría gritado si no hubiera reconocido la voz de inmediato. Esa estúpida voz de mierda; ese acento americano.

⠀⠀Esa sensación familiar que trajo consigo. Esa sensación de esperanza y consuelo, y luego de dolor, ansiedad e ira.

⠀⠀Angeline soltó la barandilla y se dio la vuelta.

⠀⠀Mitch Rapp.

⠀⠀Un Mitch Rapp con aspecto agotado.

⠀⠀Se veía tan perfecto como ella lo recordaba. Su cabello oscuro y revuelto estaba despeinado y se levantaba ligeramente detrás de su cuello y junto a sus orejas. Su rostro no tenía cortes ni moretones, y así era casi siempre como Angeline lo imaginaba. Sin embargo, tenía barba, nada que ver con la barba incipiente que solía lucir. Solo habían pasado cuatro meses, pero se veía más mayor.

⠀⠀Sus ojos color avellana la observaban. Intentaba parecer pasivo.

⠀⠀Y lo único que ella pudo decir fue:

⠀⠀—Vete a la mierda.

⠀⠀Mitch arqueó una ceja.

⠀⠀—Ha sido bastante difícil encontrarte, teniendo en cuenta el cambio de apellido.

⠀⠀Angeline se burló. Puso los ojos en blanco e intentó pasar junto a él. Pensaba que eso era lo que había querido durante los últimos cuatro meses, pero verlo le trajo de vuelta tantas inseguridades y sentimientos de ira y dolor.

⠀⠀Mitch la agarró por el antebrazo para impedir que se marchara. Ella dio un grito ahogado y se soltó con tanta fuerza que casi se cae. Se apretó el brazo contra el pecho y lo miró con furia. La mirada de él se suavizó un poco y se posó en el brazo que había tocado.

⠀⠀—Han pasado cuatro meses —dijo Angeline enfurecida—, si de verdad crees que puedes volver a mi vida y contarme tonterías...

⠀⠀—Ang...

⠀⠀—¡Déjame en paz! —Angeline comenzó a llorar—. ¡Te lo ruego, déjame ir!

⠀⠀Mitch tragó saliva con dificultad. Dio un paso atrás. Angeline miró el espacio libre que él le había dejado para alejarse sin obstáculos.

⠀⠀Entonces, ¿por qué tenía los pies pegados al suelo?

⠀⠀Ella sorbió por la nariz y se secó las lágrimas de las mejillas frías.

⠀⠀—Eres el mayor imbécil que he conocido, ¿sabes? Cogiste a una persona dañada y conseguiste joderla aún más.

⠀⠀Mitch tenía una expresión de disgusto en el rostro. Parecía que iba a vomitar.

⠀⠀—No puedo... —exhaló Mitch—. No lo haré... Déjame explicarme. Por favor, Angel.

⠀⠀—No me llames así —murmuró en voz baja.

⠀⠀Mitch no dijo nada, solo se sentó en el banco. Angeline se quedó mirándolo fijamente durante unos instantes. Tenía la cabeza a mil por hora. Cada pensamiento optimista venía acompañado de otro igual de pesimista.

⠀⠀Angeline se arriesgó. Se sentó en el otro extremo del banco.

⠀⠀—Lo siento.

⠀⠀Angeline entrecerró los ojos y miró al suelo con aire desafiante.

⠀⠀—Espero que sí.

⠀⠀—Déjame hablar, por favor —respondió Mitch enfadado—. No se me da bien esto...

⠀⠀—¿Dónde he oído esto antes? —murmuró Angeline con sarcasmo.

⠀⠀—¡Angeline! —le advirtió Mitch—. Por favor. —Se calmó un poco—. Por favor. Yo... Debes saber que no quería... No quería tratarte así. No quería dejarte abandonada en esa cama y que te despertaras sola y confundida.

⠀⠀—No dijiste adiós —susurró Angeline, con los ojos llenos de lágrimas.

⠀⠀Sentía como si lo estuviera reviviendo de nuevo. Lo revivía cada noche antes de acostarse, pero nunca había contado la historia en voz alta, ni pensaba que volvería a ver a Mitch. Él también parecía estar reviviéndolo.

⠀⠀Cerró los ojos durante unos segundos.

⠀⠀—No pude —admitió.

⠀⠀—¿No pudiste? —repitió Angeline con una risa sarcástica—. Eres un maldito asesino, literalmente matas hombres para ganarte la vida, pero decir adiós a alguien es demasiado para ti, ¿no? ¿Eras demasiado tímido, Mit...?

⠀⠀—¡Sí! —gruñó Mitch—. Sí, exactamente eso. Pero además, una hora antes de que bajaras, me habían dado la mayor reprimenda de mi carrera por estar... por tener una relación sentimental contigo.

⠀⠀Angeline resopló y cruzó los brazos sobre el pecho.

⠀⠀—Mis superiores... estaban furiosos. Yo estaba avergonzado. Una vez más, te había puesto en peligro.

⠀⠀—El peligro había desaparecido —dijo Angeline—. Mi padre había sido arrestado.

⠀⠀—Se convirtió en algo personal —le dijo Mitch—. Nuestra relación era personal. Se dieron cuenta de que había... mentido sobre algunas cosas. Estaba en problemas. Pensé que estaba jodido.

⠀⠀—¿Mentido sobre qué?

⠀⠀—Mentí al decir que no habías revelado esos códigos.

⠀⠀Angeline frunció el ceño.

⠀⠀—¿De qué estás hablando?

⠀⠀—Les dije que te negabas a darme los códigos.

⠀⠀—Sí, eso lo entiendo, pero ¿por qué? ¡No paraba de rogarte que me dejaras darte esos códigos!

⠀⠀—¡Lo sé! —resopló y se pasó la mano por el pelo oscuro—. Lo sé, pero si te dejara hacerlo, tendría que decirles los códigos y me habrían obligado a abandonarte. Tenía que esperar hasta que tuvieran a tu padre y a sus oponentes bajo custodia. No podía... ellos querían los códigos, no mantenerte a salvo.

⠀⠀La mente de Angeline estaba a mil por hora. Mitch podía ver cómo le daba vueltas al cerebro mientras estaba allí sentada, sumida en sus pensamientos. Le latía con fuerza el corazón.

⠀⠀¿Era eso algo bueno o malo? Ella nunca hubiera sido torturada si él hubiera cortado por lo sano, pero podría haber sido asesinada. Tampoco le hubiera roto el corazón, pero tampoco habría experimentado el enamoramiento.

⠀⠀—Angeline, di algo. Por favor.

⠀⠀—Yo... —Angeline carraspeó—. No sé qué decir.

⠀⠀—Es comprensible —murmuró Mitch—. Yo tampoco estaría contento.

⠀⠀Angeline se frotó las sienes. Se oía a unos borrachos gritando al otro lado del terraplén. Era una especie de cántico futbolístico.

⠀⠀—¿Qué haces aquí, Mitch? —preguntó ella—. ¿Por qué has venido después de cuatro meses?

⠀⠀Unos segundos de silencio. Y luego:

⠀⠀—Dejé mi puesto en la CIA.

⠀⠀Angeline se quedó quieta.

⠀⠀—¿Por qué?

⠀⠀—Ya sabes por qué.

⠀⠀El corazón de Angeline dio un vuelco.

⠀⠀—Amas tu trabajo. Amas... la justicia. ¿Por qué renunciarías?

⠀⠀—He encontrado algo que amo más —murmuró Mitch, y sus miradas se cruzaron de nuevo—. Algo por lo que lo daría todo.

⠀⠀Angeline jugueteó con el anillo con la piedra natal que llevaba en el dedo índice. Apartó la mirada. Ya no era tan rápida con la lengua. Las réplicas ingeniosas y los comentarios ocurrentes habían quedado relegados desde que todo había sucedido. Ya no le salían con tanta naturalidad.

⠀⠀Esto parecía merecer una respuesta. Algo igualmente impactante.

⠀⠀¿O que sus labios se volvieran a unir? ¿Que ella enterrara el rostro en su pecho mientras sollozaba?

⠀⠀No lo sabía.

⠀⠀—Yo... —Angeline se obligó a mirarlo—. Ya no soy la misma persona que solía ser.

⠀⠀—El trauma le hace eso a una persona —asintió Mitch—. ¿Has estado aquí sola?

⠀⠀Angeline se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.

⠀⠀—Mi madre viene a visitarme a veces. También tengo una gata. La adopté. Ella... venía de un hogar horrible.

⠀⠀Mitch murmuró.

⠀⠀—¿Así que has estado sola?

⠀⠀—Sí, supongo —exhaló Angeline temblorosamente y se recostó contra el metal del banco—. Aunque me he mantenido ocupada, empecé la universidad. He estado leyendo mucho y viendo mucho la televisión.

⠀⠀Mitch permaneció en silencio.

⠀⠀—¿Y tú? —dudó en preguntar. ¿Quería saberlo?

⠀⠀—Me tomé un mes de descanso. Hice un trabajo que duró aproximadamente un mes. Me di cuenta de que disparar a los terroristas en la cabeza ya no me satisfacía —dijo Mitch.

⠀⠀Angeline se estremeció involuntariamente. Su hermano sangraba en sus brazos. Renolds yacía muerto contra la pared. Zimmerman se desangraba sobre ella.

⠀⠀—Lo siento —murmuró él.

⠀⠀—No pasa nada —dijo ella.

⠀⠀—No. Yo... —Mitch tragó saliva—. Yo tampoco he estado muy bien.

⠀⠀Angeline arqueó las cejas. Mitch sabía que ella quería que él se explicara.

⠀⠀—Las pesadillas —la voz de Mitch era apenas un susurro—. Han cambiado.

⠀⠀Angeline recordó cómo él le había hablado de su familia. Sobre el atentado terrorista en la playa y cómo, hasta el día de hoy, seguía soñando con los cadáveres de sus familiares.

⠀⠀—Te veo a ti —dijo—, a veces los veo a ellos. Pero casi todas las noches te veo a ti. Estás siendo... torturada. O estás muerta, no llego a tiempo. Nunca puedo salvarte.

⠀⠀—Me salvaste —murmuró Angeline mientras él bajaba la mirada hacia su regazo—. Me habrían matado el primer día si no me hubieras ayudado.

⠀⠀—Sí —Mitch se encogió de hombros—. Sí, no sé. Es solo que...

⠀⠀Angeline lo observó mientras él se quedaba en silencio. Se levantó y se dirigió a la barandilla. Sus grandes manos la agarraron con fuerza, y el viento le agitaba ligeramente el pelo.

⠀⠀—Pienso en ti todo el tiempo —dijo—, y también me preocupo todo el tiempo.

⠀⠀Angeline dudó.

⠀⠀—El sentimiento es mutuo.

⠀⠀Los hombros y la espalda de Mitch se tensaron visiblemente. Miró por encima del hombro, pero Angeline ya se había levantado. Se colocó a su lado, rozándole con el brazo, con el hombro apoyado en su bíceps. Él se estremeció al sentir el contacto.

⠀⠀Ella puso las manos sobre la barandilla y se atrevió a acercar la izquierda a la de él. Su meñique se extendió por encima de la barra. Ella se movió hacia él. Su mano se levantó y dudó. Luego se posó sobre la de ella.

⠀⠀Angeline se quedó mirando sus manos. Las de él envolvían las de ella, enormes, con dedos delgados, rodeándola, haciéndola sentir pequeña y protegida.

⠀⠀—No he podido sanar  —dijo—. No he podido... seguir adelante. En ningún aspecto.

⠀⠀En algún lugar a lo lejos, sonó el Big Ben. Eran las cinco de la mañana. Pronto los viajeros se levantarían y las estaciones de metro se llenarían de gente. Angeline tenía suerte de no tener clases los viernes.

⠀⠀Su mano se deslizó por su brazo, hasta la manga de su jersey. Le dio un pequeño tirón.

⠀⠀—¿Puedo?

⠀⠀Angeline contuvo el aliento. Asintió con la cabeza y se quedó en silencio mientras él lo levantaba lentamente. En su antebrazo había una cicatriz que decía «LLORONA». Apretó la mandíbula y sus ojos color avellana se endurecieron.

⠀⠀—Lo siento —susurró.

⠀⠀Angeline se bajó la manga.

⠀⠀—Queda bien, ¿verdad?

⠀⠀—Para nada —respondió Mitch furioso—. Nunca digas ni pienses eso.

⠀⠀Angeline suspiró y observó el fluir del río.

⠀⠀—Lo siento —murmuró.

⠀⠀Permanecieron en silencio durante lo que parecieron otros diez minutos. Angeline jugueteaba con las manos. El silencio era agradable y, sin embargo, ambos tenían mucho que decirse. Quizás él estaba calculando sus próximas palabras.

⠀⠀—¿Todavía...? —Mitch frunció los labios—. ¿Todavía sientes algo por mí?

⠀⠀Angeline se rio. Fue una risa sarcástica y breve.

⠀⠀—Yo también sueño contigo todas las noches —dijo ella.

⠀⠀Mitch movió el cuerpo para mirarla. Angeline hizo lo mismo, levantando la vista hacia él. Estaban tan cerca que sus cuerpos se apretaban. La mano que le sobraba le acarició la cara. Era tan delicado para ser un asesino, tan cuidadoso con ella.

⠀⠀—¿Puedo besarte? —Mitch preguntó.

⠀⠀—Por favor, hazlo —susurró Angeline.

⠀⠀Ella se apoyó en las puntas de los pies mientras él se inclinaba y sus labios se encontraron en el centro. Fue un alivio, como si Angeline hubiera tomado una droga que le hubiera subido el ánimo. Sentía como si pudiera sentir cada parte de él, y de sí misma, como si el corazón se le fuera a salir del pecho. Era demasiado bueno para ser verdad. En un minuto, estaba segura de que esto terminaría con uno de ellos recibiendo un disparo y luego ella despertando en su cama gritando.

⠀⠀—Mitch —susurró contra sus labios—. Tengo miedo.

⠀⠀—Yo también —dijo él, presionando su frente contra la suya.

⠀⠀—Tengo miedo de que esto sea un sueño —dijo—, tengo miedo de que te lleves todo esto.

⠀⠀—Esta vez no me voy a ninguna parte —juró Mitch con tanta sinceridad que Angeline no pudo evitar desvanecerse y creérselo a la vez—. Te seguiría hasta el borde de la tierra. Daría mi vida, mi felicidad, por la tuya. Dime que me vaya ahora mismo y lo haré, pero joder, Angel, si me pides que me quede, nunca volveré a dejarte sola.

⠀⠀—Prométemelo.

⠀⠀—Te lo prometo —dijo Mitch—, te amaré hasta mi último aliento.

⠀⠀—Vale —susurró Angeline—. Vale, Mitch.

⠀⠀—¿Vale?

⠀⠀—Yo —Angeline hizo una pausa y apretó los labios—. Te quiero.

⠀⠀El alivio hizo que la arruga entre las cejas de Mitch se disolviera. Volvió a agacharse, sus labios volvieron a juntarse y sus grandes manos se aferraron a la cintura de ella. Los brazos de ella se alzaron hasta los hombros de él, con las uñas rozándole la nuca y el pelo. Él se estremeció.

⠀⠀—Tienes que afeitarte la barba —jadeó Angeline al separarse—. Por muy atractiva que sea, me gusta más verte la cara.

⠀⠀Mitch se pasó una mano por la barba.

⠀⠀—Mis más sinceras disculpas —respondió con sarcasmo.

⠀⠀—Vamos. Resulta que mi piso tiene un lavabo y una maquinilla de afeitar sin abrir —se burló Angeline, agarrándolo de la mano mientras empezaba a tirar de él.

⠀⠀Mitch enarcó las cejas.

⠀⠀—¿Invitándome a volver tan pronto, Angel?

⠀⠀—Oh, cállate, Rapp —resopló Angeline y le golpeó el pecho—. Creo que estarás de acuerdo en que tenemos que ponernos al día.

⠀⠀—Eso haremos, Angel.

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